sábado 11 de enero, 2025

El asalto de la sinrazón. La trayectoria del LUMPENeoliberalismo de Rothbard a Milei (Segunda parte: La distopía también sirve para caminar)

Publicado el 23/08/24 a las 6:58 am

«La nueva relación entre trabajadores y empresarios». Caricatura del «Neue Postillon», Zúrich, Suiza 1896.

Por José Francisco Puello-Socarrás

Todo tacto, todo buen gusto le son ajenos.
Hasta le falta la preparación indispensable…
La trivialidad y la vulgaridad no lo abandonan nunca,
cada una de sus frases, instintivamente,
lleva puestos los cascabeles del bufón.

Carta de Marx a Kugelmann, 11 de octubre de 1867

Radiografías del griterío

“Todos ustedes son una pandilla de socialistas”. Este fue el griterío que acompañó al economista austriaco Ludwig von Mises mientras se retiraba de uno de los debates desarrollados durante la primera reunión de la Sociedad Mont-Pélerin en 1947, el escenario tristemente célebre por ser la cuna del neoliberalismo. 

La denuncia hecha por Mises desde luego fue un sinsentido. Simplemente, se trataba de otro de los recurrentes episodios de este estilo –berrenchines– caros a la personalidad del austriaco en varias de sus exposiciones públicas y privadas1. Y es que en el mencionado encuentro estaba presente el núcleo duro de personalidades que de Hayek a Röpke pasando por Eucken y un grupo transnacional de empresarios desde ese momento lanzarían el proyecto neocapitalista de posguerra a través de una ingente labor política, intelectual y organizativa que sería más adelante conocido como el neoliberalismo. 

Esta historieta fue recordada años más tarde por Milton Friedman quien de manera entusiasta (o mejor: naive) aclararía en sus memorias que el griterío de Mises fue en “(…) una asamblea en la que no había ni una sola persona que, según los criterios más laxos, pudiera calificarse de socialista”. De hecho, Mises retornaría sin más no solo a las demás sesiones de la SMP en 1947, sino que además se convertiría en un impulsor habitué de la naciente Sociedad durante las décadas subsiguientes. Hasta el final de sus días adhirió sin mayor recelo a las tesis (teóricas) y las orientaciones (políticas) allí surgidas. 

Sin embargo, esta anécdota resulta útil para destacar –entre otras cosas– que el “estilo miseano” de denuncias constantes, en todo momento y lugar de la omnipresencia de “socialistas” incluso en los propios círculos neoliberales cuando alguien “osaba” diferenciarse aún mínimamente de las posturas u opiniones que representaba Mises se reconvertiría en un modelo comportamental que se propagaría como un paradigma entre la absoluta mayoría de sus seguidores. Muy especialmente, entre aquellos referenciados como los austroamericanos, es decir, la falange norteamericana de la escuela neoliberal austriaca desde las décadas de 1960 y sobre todo a partir de 1970.

La figura más visible en esta variante definitivamente sería Murray Rothbard. 

A pesar de que Rothbard aún sigue siendo una referencia marginal –diríamos: casi insustancial– dentro de la teoría neoliberal en general y la austriaca en particular, este austroamericano autoproclamado “libertario” jugaría un rol público proactivo que no podría desestimarse. Rothbard fue precisamente un protagonista de varios episodios que recuerdan las “formas” que antes comentábamos de Mises. 

En su momento y siempre bajo el calor de ciertas coyunturas, Rothbard denunció a varios miembros de la SMP de “desviaciones colectivistas”. A Friedman en una oportunidad lo calificó como “un intervencionista” (¡!) y, luego también señaló a James Buchanan como un “keynesiano moderado” (¡!), recordando solo dos episodios de estos calibres que sencillamente no resisten análisis.

Sin embargo y como fácilmente podría sospecharse, estos señalamientos de ninguna manera estuvieron basados en alguna reflexión seria y más bien resultaron ser efímeros. Tenían como objetivo la agitación propagandística siempre en función de los debates ideológicos y se proferían como una manera de “empujar” o incluso sobrepasar los límites de varias controversias para hacerlas cada vez más extremistas –en el sentido neoliberal de la expresión–. Rothbard siempre llamó intensamente a la presión y sobre todo a la agitación como parte de los repertorios del “activismo libertario” tal y como se impulsa en The libertarian manifiesto.

Los cascabeles agitados por el LUMPENeoliberalismo

A primera vista, parecería que el Lumpeneoliberalismo argentino tal y como es hoy personificado por el gobierno de Milei desplegaría ante la opinión pública el mismo estilo miseano “denunciando” en todo tiempo y lugar: imaginados comunistas, socialistas, colectivistas. 

Por supuesto, estos déficits en el discernimiento y sobre todo el vacío de marcos de pensamiento tanto conceptuales como ideológicos solo confirman la podredumbre intelectual de todos estos personajes a quienes les “falta la preparación indispensable” que por demás siempre la combinan con “la trivialidad y la vulgaridad” las cuales no los “abandonan nunca”.

Antes, en sus apariciones mediáticas, pero especialmente desde su asunción como presidente, J. Milei instintivamente había calificado a varias personalidades con estos motes y de hecho ha señalado a varios presidentes progresistas como “comunistas”. En otras oportunidades, sin orden ni concierto, calificó a “países” y sus “economías” de la misma manera.

Los casos del brasileño Lula dan Silva, el colombiano Petro y el chileno Boric ejemplificarían los objetivos de esas declaraciones y no dejan de llamar la atención, porque son personalidades y gobiernos que difícilmente podrían ser caracterizados «de izquierda», sin algún vínculo siquiera con los partidos comunistas o socialistas de sus respectivos países y ni siquiera simpáticos con esas definiciones ideológicas. 

En el caso de las calificaciones reservadas para caracterizar diferentes sistemas socioeconómicos los balbuceos lumpeneoliberales funden y confunden las categorías: socialismo y comunismo (ninguna de las experiencias del mal llamado “socialismo real” podrían calificarse de “comunistas”; incluso, en sentido estricto la gran mayoría nunca fueron socialistas, sino estatismos), pero sobre todo se omite que el comunismo es una sociedad actualmente inexistente –o si se quiere, para quienes la adscriben estaría todavía en un horizonte futuro potencial–, es decir, no ha tenido aún entidad histórica real, lo cual dejaría suspendida cualquier asociación histórica y por el contrario revela lo inverosímil de todos esos desvaríos.

Este “estilo” que ya expresa una degradación exacerbada, en todo caso, no correspondería con lo que sugería Rothbard respecto a la agitación libertarianista. 

El Lumpeneoliberalismo argentino estaría entonces más próximo a reeditar (replicándola) la cruzada de amplios sectores de la derecha estadounidense durante finales de la década de 1950 y principios de 1960 encabezada por la Fundación Veritas. Este activismo estuvo limitado a posicionar una serie de eslóganes reaccionarios que saturaron el clima ideológico de la Guerra Fría y fueron claves para extremar los debates sociopolíticos y económicos en los EE. UU., principalmente. Veritas intentaría también presentarse como un movimiento “ilustrado” a través de diferentes publicaciones “académicas” (i. e. Keynes en Harvard y El Fabianismo en América) para justificar sus posiciones ante la opinión pública.

Sin embargo, el affaire lumpenesco provocado por Veritas llegó a tal punto de la infamia que ¡el propio Rothbard! tuvo que reaccionar en su momento al libro: Keynes at Harvard publicado por Veritas en 1960 y al cual no dudó en calificar como “(…) una vergüenza absoluta, sin paliativos ni límites, una afrenta a los principios de la erudición o la investigación, y merecedor de la más severa condena…” (“Review of the Veritas Foundation, Keynes at Harvard”, carta dirigida al Fondo Volker, abril 6 de 1961).

Ciertamente, esta publicación consignaba entre los diferentes delirios que “(…) todos, Hitler, Mussolini y Stalin abrazan entusiastamente el sistema económico keynesiano” (¡!) no sin antes considerar que “El keynesianismo no es una teoría económica. Es un arma de conspiración política” (¡!) y concluir al final que la Universidad de Harvard: “(…) hace cuarenta años… engendró burócratas de izquierdas, socialistas-marxistas y socialistas-fabianos (keynesianos) que actuaron como «correas de transmisión» para la penetración comunista en la nación” (¡!). 

No faltaría abundar con más ejemplos para transmitir el tipo de incongruencias y disparates que Veritas animaba como pseudo-argumentaciones dentro de su cruzada reaccionaria. Sí subrayar que este lenguaje y discursividad convergen y se equiparan a los esquemas preconceptuales e inarticulados que hoy vienen siendo vertidos en las narrativas y praxis lumpeneoliberales, por ejemplo, en el caso de Milei.

De hecho, en la misma carta dirigida al tanque de pensamiento neoliberal, el Fondo Volker (1961), Rothbard planteó que esa misma publicación:

(…) es un síntoma desafortunado, un síntoma de lo que ha estado ocurriendo con un gran elemento de la «derecha» y de la opinión conservadora en los últimos años. Cada vez más, la «derecha» ha tendido a sustituir el debate sobre los méritos o deméritos de los temas por ataques a las personas que los patrocinan o defienden. Cada vez más, el silogismo que se adopta es el siguiente: los comunistas aprueban (o desaprueban) la política X; el Sr. Jones aprueba (o desaprueba) la política X; por lo tanto, el Sr. Jones es comunista, un «agente dedicado y consciente de la conspiración comunista» y/o un «incauto comunista». El resultado de esta lógica maliciosa no es sólo hacer acusaciones descabelladas y absurdas de comunismo, sino también decidir cuestiones únicamente sobre la base de si los comunistas lo aprueban o lo desaprueban: en resumen, abandonar el pensamiento propio en favor del de los comunistas (a la inversa). 

Lo anterior de ninguna manera reivindica alguna suerte de “templanza” en la visión de Rothbard. Por el contrario. Permite mostrar por qué hablamos de Lumpeneoliberalismo como aquella expresión aún más difusa y (con)fundida –además oportunista2– del neoliberalismo, el cual ya de hecho es un pensamiento vulgar.

Estas expresiones lumpeneoliberales, sin embargo, no podrían subestimarse. Vienen reportando efectos desde su particular agitación ideologizante, así como implicaciones sociales y políticas que sería preciso advertir en los procesos contemporáneos de la alienación ideológica hoy y que viene siendo el resultado concreto de su progresiva exacerbación durante la época del capitalismo neoliberal.

La distopía (también) sirve para caminar…

Si bien sabemos que el lumpeneoliberalimo “libertario” es un collage incoherente, inconsistente, incongruente y azaroso de eslóganes –no de ideas–, en todo caso parecería haber logrado efectos demostrativos desde la agitación y con implicaciones llamativas sobre todo en el terreno de lo político e ideológico.

En Argentina, la exposición preelectoral de Milei como panelista en distintos programas de debate (comillas mediante) en los últimos años, aunque especialmente en el tránsito postpandemia desplazaría los términos de las controversias políticas, económicas y culturales al par: Neoliberalismo versus Lumpeneoliberalismo descartando así otras “opciones”, pero en definitiva entrampando las cuestiones ideológicas en esa encrucijada.

Ya en la campaña presidencial se registraron los frutos de esta agitación, pues las controversias, especialmente a la hora de hablar de las políticas económicas terminaron reproduciendo, por un lado, la defensa de los delirios libertarianistas por parte de Milei y la Libertad Avanza: “acabar” con el Estado (¡!), extender las lógicas de mercado a sus límites absolutos, entre otros eslóganes; y, por otro lado, del Frente para la Victoria (FpV) y, luego de Unión por la Patria (UpP) oficialista en la “defensa” anfibológica e irreflexiva de un supuesto “Estado presente” –sin notar el “apellido” capitalista del Estado que nunca está “ausente” de las dinámicas sociales; al contrario, juega siempre en función de esas (i)lógicas–. 

Al final, el slogan histórico del neoliberalismo: tanto Mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario se impuso como el punto de convergencia de la “racionalidad” política ampliada en Argentina.

Esta la frase resultó ser la más preferida y recurrida por el arco político electoral desde el ministro de Economía, Martín Guzmán –quien abiertamente adscribe a la neoliberal economía social de mercado– hasta los candidatos oficialistas como Leandro Santoro de UpP o el candidato a la presidencia, Juan Schiaretti de Hacemos por Nuestro País (HxNP), una coalición política autoproclamada de oposición en ese momento. 

De hecho, una vez posesionado Milei, resulta muy diciente que el ex viceministro de Economía del gobierno de Alberto Fernández en los tiempos de Massa, Gabriel Rubinstein haya avalado las primeras medidas de Milei diciendo que “(…) hacer un ajuste fiscal como lo está haciendo el gobierno luce necesario… lo juzgaría como inevitable”3 mientras que en la discusión sobre el Paquete fiscal, las palabras del senador de la Unión Cívica Radical (UCR) y ex ministro de Economía en la era de Cristina Fernández de Kirchner, Martín Lousteau: “(…) necesitamos más liberalismo, pero con un Estado más justo”4  fueron celebradas por su supuesta templanza frente a la iniciativa gubernamental. 

Un espectro comprensivo tanto de la política como del periodismo, aún proclamándose “opositor” al gobierno de Milei terminaría aceptando varias de sus “premisas” –aduciendo que el problema no es la orientación, sino los “modos”– normalizando así el cercamiento neoliberal que se consolida como una especie de retorno de la TINA (there is no alternative) en la actual coyuntura.

En el balance, la agitación lumpeneoliberal ha logrado balbucear, perfeccionándola, la distopía neoliberal en lo económico, político (y, desde luego, en lo cultural) y por más que pueda ser una expresión decadente y un asalto de la sinrazón ha servido para caminar (como decía de las Utopías, Eduardo Galeano), aunque en este caso para hacer caminar a los sectores populares hacia el abismo. 

Es preciso entonces que animar a que:

Como señala Jameson, es importante hacer frente a los ataques políticos a la idea de la utopía, ya que suelen ser declaraciones reaccionarias en nombre de quienes en este momento tienen el poder, de aquellos que disfrutan de una utopía para unos pocos apenas disimulada a la vez que existe una distopía para la mayoría. (He aquí las distopías, Kim Stanley Robinson).

Tomado de Revista Izquierda, agosto 16, 2024.

La primera parte puede encontrase aquí: https://www.pvp.org.uy/2024/07/17/el-asalto-de-la-sinrazon-la-trayectoria-del-lumpeneoliberalismo-de-rothbard-a-milei-primera-parte/

Notas

  1. Las referencias al respecto son diversas, pero sin lugar a duda siempre ratificadas por las memorias de su esposa: Margit von Mises en My years with Ludwig von Mises (1986). ↩︎
  2. La Fundación Rand en Argentina ha venido invitado a Milei a un par de presentaciones públicas recientemente (mayo 2024). Milei en diferentes oportunidades se refirió a Ayn Rand como una de sus literatas de preferencia citando varias de sus frases. Pero, como lo dijimos antes, el pseudo-pensamiento lumpeneoliberal en tanto collage incoherente y azaroso de eslóganes –no de ideas– parecería omitir o seguramente por no haber leído (o comprendido) la obra de Rand, desconocer que esta autora nunca simpatizó con el movimiento “libertario”; por el contrario, tal y como lo recuerda Jennifer Burns (Goddess of the Market: Ayn Rand and the American Right, 2009), Rand se refería a los “libertarios” despectivamente como “esos hippies de derecha” (such right-wing hippies). ↩︎
  3. https://www.youtube.com/watch?v=RTMOAIwOiT4. ↩︎
  4. https://www.youtube.com/watch?v=K7H5pCGaLc8. ↩︎

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