sábado 26 de abril, 2025

Hacia la verdadera emancipación social colectiva

Publicado el 02/04/25 a las 9:52 pm

Por Gabriel Morales Díaz 1

La libertad sólo llega a los individuos como construcción colectiva, a través de la cooperación y construcción de redes fuertes de solidaridad. Redes humanas que funcionen como anticuerpo contra la cultura imperante del liberalismo, que reduce al mérito personal y a la competencia toda idea de progreso. Pero el progreso que nos traerá una radical emancipación social, de la explotación laboral y mental a la cual nos expone el sistema social capitalista, vendrá si y solo si, el cooperativismo y la solidaridad rigen nuestras acciones, si nuestras acciones políticas, en cada uno de nuestros espacios, tienden a la hermandad y la lucha por una nueva sociedad sin riquezas en manos de grupos reducidos. No hablamos de un socialismo domesticado, que meramente atenúe las crueldades del actual sistema social, sino de su superación: un horizonte poscapitalista y decolonial donde la economía esté al servicio de la vida, no del lucro.

Existen ejemplos locales de este pensamiento en nuestra historia. Gerardo Gatti, figura clave del sindicalismo revolucionario uruguayo, lo entendió bien: en su visión, la lucha anticolonial y la lucha obrera eran una misma batalla contra un sistema único que oprime en múltiples frentes. En el libro Gerardo Gatti, revolucionario, Hugo Cores cuenta que, en uno de los primeros ejemplares de Compañero, fechado el 30 de abril de 1971, salió un artículo titulado: 1886, 1º de Mayo, 1971, ochenta y cinco años, una misma lucha”. «… llegó ese ejemplar de Compañero encanutado en un paquete de yerba, nos pusimos a leerlo y, ejercicio de preso, nos pusimos a discutir sobre los artículos». Cores discrepaba con la idea «para la cual se trata siempre de ‘la misma lucha’ porque para él la historia es ‘un transcurrir’, no es recurrente, no estamos dando vuelta permanentemente, torno y retorno en una “historia circular” como decía Giambattista Vico». Y Gatti estaba de acuerdo porque él tuvo «la apertura intelectual de captar que se estaba produciendo la revolución en las orillas del mundo, la revolución anticolonialista, el movimiento tercermundista, lo captó en su esencia, en su contenido. Lo que significó la guerra de Argelia, de Indochina, de Vietnam. Fue parte de un gran movimiento que en el gran escenario internacional introducía voces que hasta entonces estaban apagadas y calladas».

En este transcurrir de la historia “la revolución de las orillas” es cada vez más evidente, los imperios coloniales ya no sienten la necesidad de ocultar sus acciones de dominación, como vemos con la ocupación de Palestina por parte del Estado Sionista y su genocidio en Gaza, sino que se sienten empoderados, no hay un frente común que les dispute el poder, no hay un frente de unidad. La propaganda casi no es necesaria para justificar la maquina belicosa e imperial. O tal vez la propaganda ha hecho mella en el pensamiento colectivo de tal manera que cuestionarla es cada vez más desafiante.

Es crucial reforzar la batalla cultural contra esta hegemonía de pensamiento, avanzando de manera interconectada y descentralizada. Así, la liberación florecerá en todos los rincones del planeta, como los cuerpos fructíferos de los hongos que, aunque sean cortados o recolectados, siempre renacen de la red rizomática invisible que subyace bajo la superficie.

El anticolonialismo, el ecologismo y el feminismo no son luchas aisladas, sino ejes de esta transformación. La defensa de la tierra y el agua, es inseparable de la justicia social, así como la liberación de las mujeres, es condición para una sociedad verdaderamente libre. Sin esta integración en el pensamiento, sin unidad de acción, sin la integración de las visiones iniciales de la revolución artiguista (que no preponderaron por las traiciones de los poderosos de siempre), no hay emancipación posible. Artigas, encarnó esta idea de libertad en colectivo, temprano en la Revolución de Mayo. Sus tierras comunales, su reparto justo, el respeto por los pueblos originarios, su rechazo a las oligarquías en nuestra Sudamérica, fueron semillas locales del pensamiento oriental, de un proyecto que aún hoy nos debería interpelar. No se trataba de caridad, sino de justicia social libertaria: la tierra para quien la trabaja, el poder para el pueblo organizado. Al decir de Murray Bookchin, libertario estadounidense, debemos abandonar la lógica de crecimiento infinito que nos trajo esta crisis ecológica, lógica impuesta por el ideario capitalista, y trabajar por una revolución social integrada y colectiva, basada en la ética ecológica, que reniega de soluciones técnicas y cambios individuales, para impulsar cambios en las comunidades locales en red, desde la autogestión local y el municipalismo. Gracias a los cambios en la gobernanza de la República por parte de los gobiernos frenteamplistas, hoy tenemos un tercer nivel de gobierno, que tiene la potencialidad de generar tracción en este sentido.

La resiliencia y la autocrítica son esenciales para lograr este cometido final. Hoy tenemos la difícil tarea de entretejernos más fuertemente, en una herramienta ejemplar en el mundo como lo es el Frente Amplio. No hay revolución social sin errores asumidos, sin ajustes de las nuestras propias doctrinas, sin actualización de nuestra visión a través de los fenómenos sociales actuales y con la conciencia de las aterradoras innovaciones que los poderosos han creado para convencernos de que el capitalismo es la única alternativa. La base debe mandar, no los liderazgos. Solo así, desde abajo, tejemos esa fuerza que el liberalismo no puede cooptar: la de nuestros acuerdos históricos, la de la unidad de los trabajadores, quienes recibimos de frente los embates de las decisiones unipersonales de los gerentes, jefes y patrones del trabajo.

Por un mundo donde la libertad sea, al fin, común.


  1. Juventud del PVP ↩︎

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