La restitución de la dignidad humana vulnerada
Publicado el 20/11/24 a las 6:05 am
Por Ángel Vera
En estos días recibimos dos noticias que invitan a reflexionar sobre el reconocimiento de las víctimas, la transformación de las Fuerzas Armadas y la educación pública desde el punto de vista de los Derechos Humanos.
El ex-coronel Eduardo Ferro fue procesado por el secuestro de Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez cuando el Plan Cóndor alcanzó Brasil en 1978. Junto a ellos también fueron sustraídos dos niños, Camilo y Francesca, de siete y tres años. Los cuatro fueron trasladados clandestinamente a Uruguay. Los mayores sufrieron cárcel y torturas. Los menores fueron entregados a los abuelos maternos dieciocho días después. Aquella acción destinada a capturar a Hugo Cores fracasó gracias a la comunicación y la acción del abogado Jair Krischke, el periodista Luiz Cláudio Cunha y el fotógrafo João Scalco.
Por otra parte, ante una propuesta de Raúl Olivera, la Comisión Honoraria de Sitios de la Memoria resolvió señalizar el último domicilio de la maestra Elena Quinteros. Esa finca sigue en posesión del Ejército. Elena continúa desaparecida.
Son muchos y dispersos los elementos claves que constituyen nuestro largo proceso de democratización. Por ejemplo, las sentencias judiciales, la visibilización de las víctimas, la reconstrucción material de la memoria, la investigación de los hechos, la incorporación de estos temas en la educación y la transformación institucional. En conjunto, los esfuerzos y los antagonismos moleculares impulsan la transición y valoración democrática. Por eso estas noticias aparentemente pequeñas desbordan las experiencias personales o grupales.
En nuestro país las luchas por los Derechos Humanos se transformaron en luchas contra la impunidad tras la nefasta Ley de Impunidad (1986) fundada en la “lógica de los hechos” y el poder militar, fáctico. Recién en 2009 comenzó muy lentamente a desmoronarse por su inconstitucionalidad y su incompatibilidad con el Derecho Internacional. Detrás de cada pequeño avance siempre hubo una enorme y exigente multitud capaz de transformar las derrotas en formas de concientización, preservar el fuego y gestar nuevas condiciones.
Durante los gobiernos del Frente Amplio, Uruguay logró edificar una red institucional apta para la recuperación de la memoria histórica y avanzar en Derechos Humanos en sentido amplio. Sin embargo, el proceso sufrió obstrucciones esperadas desde la derecha e inesperadas desde la izquierda. Aún falta mucho por hacer. Al menos, el negacionismo resulta insostenible. La justificación de los actos aberrantes quedó encapsulada sobre todo en círculos castrenses.
El actual gobierno manifestó haber dado la “orden” a las Fuerzas Armadas para que brinden información. Sin embargo, la omertá militarista muestra más firmeza que la “orden” del presidente. La corporación militar presenta su peso específico, burocrático, al mando civil y político. Mantiene cierta autonomía. Sostiene notorios reductos de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Reproduce la absurda justificación de sus responsabilidades en el terrorismo de Estado. En este tema reiteramos las advertencias del Gral. Licandro sobre la naturaleza del sentimiento de casta y la necesidad de depurar los elementos antidemocráticos.
La educación y la sensibilización histórica configuran otro campo de batalla. Exige el ejercicio del pensamiento crítico y la reflexión ética. La modificación de los programas de Historia ofrece otros ejemplos de la reacción dentro del actual gobierno: el intento de eliminación de concepto de “terrorismo de Estado”, la exclusión de autores relevantes, la disminución de horas de clase y un largo etcétera. Hace pocos días, el Consejo Directivo de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo llegó a censurar un podcast sobre el “68”.
En la práctica, la derecha criolla considera a los derechos humanos como algo ajeno a la construcción democrática. Una cuestión que el pueblo uruguayo movilizado en todo el país desmiente todos los 20 de Mayo. Las dos noticias que comentamos también se nutren de esa marea humana y la alientan a perseverar.
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