Testimonios del 31º Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, Argentina
Publicado el 17/10/16 a las 3:21 am
Un video, un poema y una nota sobre la Batalla de Rosario
Que esté limpio el Tribunal,
por afuera.
Que no importe si ahí adentro
desde su pulcro despacho,
un juez hace bollo la denuncia
número 40
de una mujer golpeada.
Que esté limpio el sanatorio,
por afuera.
Que no importe si ahí adentro
con sus guantes blancos,
un médico de renombre cobra caro
el silencioso trabajo
de retirarle la vergüenza
a una mujer que no se siente representada.
Que esté limpia la Catedral,
por afuera.
Que no importe si ahí adentro,
protegido por un amable vitró,
y en el nombre de Dios,
ese padre –de nadie-
se excita con la niña y el niño que todavía creen.
Que esté limpio el edificio del gran diario,
por afuera.
Que no importe si ahí adentro,
se trama y diseña la protección
de lxs que tiemblan con el ruido.
Que estén limpios los containers,
por afuera.
Que no importe si ahí adentro,
hay una madre acurrucada
buscando la comida
que su teta ya no da
La fachada limpia
es la esencia de esta maquinaria
que funciona con el gota a gota
de la sangre pobre
que ensucia más
pero importa menos.
Martín Stoianovich
QUE LO VEAN POR TV
Por María Pía López
Hubo fiesta y trajín, discusiones y marchas, peleas y música. Hubo Encuentro. Se lo puede pensar como el mapa de heterogeneidades. Eso le da potencia y le resta nitidez. Por eso los partidos políticos y las organizaciones sociales pujan por parir su propia hegemonía, y la muestran en las calles con sus ropas y banderas, en los talleres con la inscripción insistente de sus oradoras, en aplausos y lugares. A su alrededor, múltiples grupos, pequeños colectivos, cofradías de amigas, mujeres sueltas, pueblan el encuentro. La fiesta callejera es de todas. Que van hilando los tonos de la rebeldía, distintos y a veces contradictorios. La marcha debía terminar con la fuerza de una multitud en el monumento a la bandera, conjurando su halo fascista y su énfasis en la patriótica unanimidad, para que la nación sea hospitalidad de lo diverso.
No podía ser. Antes se hizo evidente la amenaza que pende sobre nuestras cabezas: la de ser corridas por balas de goma y gases lacrimógenos, en el mejor de los casos. Amenaza que movilizan los policías agazapados en la Catedral y la puesta en escena que los antecede, la coreografía en la que es menos visible la voluntad militante que la disposición a despertar la batalla. Nuestra actualidad es la del régimen disciplinador. El conservadurismo actual, revanchista y osado, está más concentrado en producir una escena de represión vistosa para sus propios votantes que en evitarla. Porque necesitaban reprimir para un electorado airado ante tanta pintada, mujerío, conventillo y aquelarre, mostrar su vocación de orden y la verdad de su protocolo. Si no había desorden, había que inventarlo. No nos confundamos: no quieren ocultar su faz represiva, sino volverla espectáculo. Suprimir con ese espectáculo el profundo hecho que fue el Encuentro multitudinario, controversial, polifónico, cooperativo.
Una gobernabilidad basada en el cinismo -al que llaman sinceramiento- no esconde el uso de la fuerza, lo exhibe. Escudos y cascos se convierten en ropajes de los héroes que los sectores conservadores reclaman. Que se sientan custodiados y vengados ante tanto graffiteo y tanta ocupación de (su) espacio público. Bien lo saben los muchachos de Estado Islámico cuando filman sus ejecuciones para viralizarlas y también los asesinos cuando tejen una narración sobre los cuerpos de sus víctimas. Y mucho más las fuerzas de seguridad estatales, que mezclan el mostrarse y no mostrarse de modos precisos. En este caso, frente a tanta disrupción callejera y femenina, había que hacer carne de la amenaza con la represión. Diría: por eso apuntar directo al cuerpo de fotógrafos y periodistas. Ambivalentes: quieren que las imágenes circulen y a la vez castigar a los mensajeros. En algún momento la balacera se detiene para que el muchacho del delivery entre con el pedido a la Catedral y la escena se vuelve picaresca.
La coyuntura tiene el signo de la reposición del mando social. Por eso a la fiesta plebeya se la sustituye -mediáticamente- con el espectáculo de la represión. Con la aspiración máxima: decirnos a todas que es peligroso hacer lo que hacemos. Están en eso desde hace tiempo. Desde diciembre está encarcelada una mujer bajo un cúmulo de expedientes amañados, sin garantías procesales, por una justicia venal y un gobernador que declara “la tengo presa”. Es una militante que lidera un movimiento excepcional, confrontativo y fundador. Está presa después de un operativo de deslegitimación tramado entre programas de televisión, corrillos clasistas, sentido común conservador e instituciones linchadoras. A esa mujer no se la nombró en el documento inicial del Encuentro. Lo silenciado grita. Y el grito asfixia. Milagro, la no nombrada, es el nombre de todas.
Tomado de https://www.facebook.com/414890345216727/photos/a.416140098425085.88418.414890345216727/1174805205891900/?type=3&theater y de http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-10940-2016-10-17.html