¿Quién manda?
Publicado el 10/09/15 a las 4:43 pm
Por Virginia Cardozo.
En estos días está de moda hacernos esa pregunta, a veces de forma retórica, y otras tantas dando a entender que tenemos una crisis de «autoridad». Salen, entonces, por derecha, y por más a la derecha, a señalar que quienes deberían mandar no lo hacen, o por lo menos no como deberían. Resulta irónico que sea la misma derecha política que cuando quería evitar que el Frente Amplio ganara las elecciones acusaba a la izquierda de autoritaria y de no creer en la democracia comparándonos con experiencias como la de la Unión Soviética hoy parece afirmar lo contrario.
Quienes cuestionan la incapacidad para mandar del gobierno dejan entrever una visión sobre el Estado que aleja al pueblo de los debates de fondo. El pueblo no precisa discutir el TISA y su contenido, si las élites negociadoras con su conocimiento técnico ya lo están estudiando. Desalienta la participación y las estrategias sistemáticas en estos últimos tiempos para debilitar una de las formas de participación, el movimiento sindical, desmoralizándolo, desprestigiándolo y desmovilizándolo, es un ejemplo. El debilitamiento y el vaciamiento político de nuestra fuerza, el Frente Amplio es otro. Desde esta lógica, cuantos menos sepan mejor, la desinformación es una herramienta, cuantos menos actores intervengan más fácil. El Poder Ejecutivo debe actuar, según ellos, cuasi como un poder con dejos de autoritarismo, sin informar, sin dar participación, sin escuchar otras voces, otros saberes. Y eso es mandar como se debe.
Entonces me surge la pregunta, ¿qué significa mandar para un gobierno de izquierda?, ¿cómo se debe gobernar? Una de las principales tareas de la izquierda en los gobiernos debe ser la profundización de la democracia fortaleciendo el diálogo con la sociedad, la participación social y las formas de democracia directa. No es casualidad que hayan sido los gobiernos de izquierda los primeros en la región en incursionar, por ejemplo, en propuestas de presupuestos participativos.
Para un gobierno de izquierda que apuesta a un proceso de transformación social la participación ciudadana es crucial. No puede existir un cambio real sin la participación y apropiación de éste por parte de la población. Por lo tanto, las posturas de toma de decisiones verticales, mínimamente participativas, que dialogan poco con la sociedad sólo apuestan a preservar el status quo de distribución de poder. Si queremos transformar el país hacia un Uruguay más justo, tendremos que distribuir el poder y la participación social es una estrategia para alcanzarlo. Por supuesto que las oligarquías asociadas al gran capital que están acostumbradas a concentrar el poder se horrorizan con la sola idea de democratizar las decisiones políticas. Esta clase, a la que bastante le duele tener que aceptar que haya obreros que hoy sean parlamentarios, imaginarse que toda la clase trabajadora pueda incidir políticamente le debe quitar el sueño. Por eso preguntan ¿quién manda acá? Porque tienen claro que si ellos fueran gobierno, mandarían ellos, concentrarían el poder sin descentralizar la toma de decisiones de forma alguna. Quieren legitimar esta forma de gobernar, no sea cosa que el pueblo se termine de convencer de que puede opinar y que su opinión importa.
Decía Hugo Cores «convencer lleva más tiempo que mandar. Y más tiempo que enviar a la policía a desalojar a un local ocupado por huelguistas. Lo de izquierda es convencer». Uno hace propio algo y lo cuida cuando lo construyó, nuestro proyecto político sólo puede tener futuro si la sociedad participa y se apropia de él. Para eso debemos fortalecer las formas de participación social, los espacios de debate y de construcción política. Una de esas herramientas es la fuerza política que debe debatir, evaluar el rumbo del gobierno, aportar y corregir. Esto es lo que pasó en el tema TISA; que el gobierno escuche y atienda esta opinión fortalece la democracia y la herramienta Frente Amplio.
La izquierda debe «mandar obedeciendo», porque los que mandan mandando, mandan sin pueblo. Esto implica fortalecer la democracia desde el diálogo, desde la participación, desde la descentralización de la toma de decisiones y dejando de lado la soberbia política de creer que se tiene todo el saber. Dicen en Chiapas que el que manda si aparta su andar de lo que es razón de la gente, el corazón que manda debe cambiar por otro que obedezca.
El proyecto país que nace con el Frente Amplio en el gobierno debe ser transformador o ¿para qué ser? Este proyecto político debe ser uno que profundice la participación, debe tener un pueblo movilizado que defienda los cambios y vaya por más o no será.
