La “sanata” de Lacalle sobre seguridad está perdiendo
Publicado el 11/10/14 a las 11:53 am
Por Pablo Anzalone
Candidato al Senado por la lista 3311
El intento de agitar la inseguridad como un argumento electoral decisivo no está dando el resultado que la derecha suponía. Con todo lo acumulado en materia de miedo y sentimiento de inseguridad, parecía ser una carta ganadora en la recta final de las elecciones de octubre. Pero está fracasando.
Lacalle tiene dificultades para armar su discurso en el tema y hasta Bordaberry trastabillea y comete gafes impresentables. Del bochornoso desempeño de Lacalle con el periodista Gabriel Pereyra quedaron dos hallazgos claros. El vocablo “sanata” y el verbo “sanatear” fueron incorporados a la primera línea del debate electoral para definir un discurso vacío de contenido. Y fue evidente que Lacalle no tiene una argumentación seria respecto a cómo avanzar en seguridad pública.
La concepción de Lacalle y Bordaberry ha limitado la seguridad a un problema policial. Y eso los mató como discurso y como propuesta.
Es así que Bordaberry comete la “chantada” de proponer un sistema de georeferenciación de delitos para incrementar el patrullaje que ya se está ejecutando desde hace tiempo. ¿Cómo podía desconocer eso?
Lacalle centra su crítica en el vínculo de Bonomi con la policía, un argumento paupérrimo si los hay, rápidamente demolido por el periodista. Además desmentido por el Director Nal. Insp. Guarteche para quien nunca hubo un funcionamiento donde la policía pudiera hacer oír su voz como existe en este período de gobierno.
Las apelaciones a tecnificar y modernizar la policía fracasan estrepitosamente en boca de la derecha porque la inversión en tecnología ha sido relevante y destaca frente a la postergación existente en los gobiernos anteriores. La videovigilancia, el software de puntos calientes, el acceso a base de datos, los drones, son solo algunos ejemplos.
La reestructura policial incorporando la descentralización en zonas para aumentar la capacidad operativa se pudo hacer (y falta consolidar) en este período de gobierno mientras que los intentos de blancos y colorados nunca llegaron a buen puerto.
No han podido cuestionar las Mesas de Seguridad y Convivencia y la Policía Comunitaria que van en otra dirección: la seguridad como una construcción colectiva con muchos participantes. Tuvieron que incorporar la convivencia en el “programa” del Partido Nacional (o mejor dicho en la “sanata” que negociaron Lacalle y Larrañaga). Porque desde el lanzamiento de la estrategia por la vida y la convivencia por parte de Mujica es muy difícil sostener por separado ambos aspectos. Pero no les entra en el discurso.
Existen problemas importantes de seguridad y el Frente Amplio debe ser claro. El derecho a vivir seguros es un derecho humano básico y debemos construirlo. En particular en los sectores populares y medios que son los más afectados. Es cierto que es un fenómeno mundial, que América Latina es el continente más violento y que Uruguay presenta cifras bajas en esa comparación. Pero no se puede minimizar el efecto de desarticulación social que tienen. Constituyen un verdadero dispositivo de fragmentación social que afecta la calidad de vida, el desarrollo de las personas y hasta su participación social.
Jorge Vázquez sostuvo hace un tiempo que tener diez mil presos en una población de 3 millones puede considerarse un éxito para la policía pero es un fracaso para el país.
No podemos resignarnos ni quedar atrapados en el discurso de la derecha. Para su ideología, de última, se trata de un mecanismo de control social.
Necesitamos fortalecer la estrategia por la vida y la convivencia con seis ejes:
a) la seguridad como una construcción entre múltiples actores con una dimensión territorial determinante. Tres ejemplos emblemáticos de esta estrategia integral son el Plan Goes con su último gran paso, el Mercado Agrícola, el Parque Líber Seregni y la Plaza Casavalle. Allí la creación de espacios públicos inclusivos juega un rol clave, junto a programas sociales, culturales, de educación y salud.
b) Luchar contra la violencia incorporada en la vida cotidiana, en el ámbito doméstico, la violencia contra la mujer, el niño y el anciano, en el tránsito y en el deporte. Visibilizarla y combatir los valores que la sustentan.
c) Actuar con firmeza con los delitos de “cuello blanco” como el lavado de dinero y con las organizaciones criminales vinculadas a la trata de personas, la explotación sexual infantil, el tráfico de armas y drogas.
d) Continuar y profundizar las políticas que aseguren mayores oportunidades educativas, laborales y de integración a los sectores golpeados por la fractura social. Necesitamos una sociedad con menos desigualdades, más integrada y más democrática.
e) Promover un cambio en el sistema punitivo del Estado que hoy abusa de la cárcel como sanción y no utiliza las penas alternativas, la justicia restaurativa y otras opciones menos violentas. La reforma del Poder Judicial y la reforma del Código Penal son dos aspectos importantes de este cambio.
f) Continuar y profundizar el proceso de profesionalización y dignificación de la Policía, con mayor formación, más capacidad operativa, uso racional y eficiente de la tecnología y más cercanía a la población. Una policía sin abusos ni corrupción, los dos cánceres que la afectaron durante mucho tiempo. Un gobierno de Lacalle y Bordaberry nos haría retroceder a aquellas épocas.
Para todo esto necesitamos un nuevo gobierno del Frente Amplio.