sábado 7 de diciembre, 2024

Imputabilidópatas

Publicado el 25/05/14 a las 11:29 pm

noalabajaPor Milton Romani Gerner.

Los trastornos de la personalidad son una patología frecuente en la actualidad. Un desafío y dolor de cabeza para el diagnóstico y la psicoterapia. Sin embargo, para algunos políticos, de los que hablan y opinan de todo, el talenteo improvisado sobre psicopatología es una coartada para diseñar políticas de futuro. Es un horror científico y un recurso tramposo para problemas complicados.“Consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar el apoyo popular”, es la definición de demagogia en Wikipedia.

Los niños han ocupado un espacio inconvenientemente creciente en la campaña electoral. Tengo mis dudas de que algunos spots no estén directamente infringiendo normas sobre uso indebido de imágenes. Las preguntas sobre alfajores y marihuana, con inexactitud informativa y confusión agregada, atribuidas a la espontaneidad de un niño, no se sabe bien a qué apuntan. ¿Es una infantilización del electorado? ¿O se trata del viejo recurso de vender mercancías y chucherías? Como lo hacen los medios de comunicación y el aparato de consumo, con su abusiva mensajería a niños y niñas que luego atormentan a sus mamás y papás con demandas del tipo «comprame algo». En este caso, intentar «vender» un candidato-alfajor parecería un tanto insólito, cuando no impúdico. Lo que es seguro es que se ha transformado en un pelotazo en contra. Por suerte, con una dosis de humor.

Los niños también son objeto de manipulaciones más terribles. Digo objeto y no sujetos.

La afirmación, realizada en medio de una campaña pública, de que según algunos asesores (picardía para no hacerla propia) la personalidad adictiva se puede «detectar» a los cinco años, no sólo es temeraria desde el punto de vista político, sino que es además una barbaridad científica. Con inevitables implicaciones éticas. Hay que reconocerle, sin embargo, coherencia. Con la idea de prevenir el delito a partir de la punición. Creciente. O decreciente, según se mire. La edad de imputabilidad puede modificarse pausadamente hacia abajo. En este caso, con el auxilio de la «ciencia». ¡Qué mejor que tener detectores precoces de adicciones para actuar! Detecciones y detenciones.

Mafalda cumplió 50 años. Su sentido crítico del mundo adulto la convirtió en un punto de referencia del sentido común extendido que provocó al buen sentido. No sé si lograron detectarle alguna adicción a sus cinco años. O a sus amiguitos. Pero era muy rebelde, odiaba la sopa. Eso es de por sí sospechoso. Además, vivía cuestionando al mundo adulto y al palo de abollar ideologías. Mafalda y toda su generación padecieron la lógica del palo y palo.

El doctor Milton Cairoli, cuando concurrió precisamente a la Comisión de Adicciones de Diputados en 2010, hizo una magnífica radiografía de lo que significaba la inflación absurda, punitiva, iatrogénica del Código Penal. Esa sí parece ser una adicción permanente de la derecha. Se refirió a la creación del delito de copamiento, que según su formada opinión era innecesaria porque ya existían tipificaciones para la rapiña con privación de libertad. Pero no. La idea consagrada por Quino de un futuro de prevención del delito con detención de niños y bebés todavía no contaba con estos asesores de ahora, que insólitamente afirman que se puede «detectar» una personalidad adictiva a los cinco años.

Es una obligación moral informar que en varios países de nuestra América Latina (donde persisten los índices de violencia más altos) la mano dura y la súper dura, ya se sabe, fueron experiencias que sólo sirvieron para incrementar la violencia, con costos sociales y económicos brutales. La punición no es disuasiva. Por el contrario, reafirma la identidad de aquellos a quienes la exclusión reduce a no ser nada. Los que salen de caño esperando salir en los informativos, sin miedo a los códigos ni a la fuerza.

Esto no significa renunciar a la aplicación de la ley ni la represión. Tampoco la ingenuidad de creer que lo educativo o lo social resolverán mágicamente todo. Es que «no existe la bala de plata», como advirtieron desde el PNUD al presentar el buen informe «Seguridad ciudadana con rostro humano» en diciembre del año pasado. Sería bueno que todos los candidatos le dieran una leída. Y los asesores también.

América Latina, además de ser la zona del mundo más violenta, es la que presenta mayor desigualdad.

El tema de la igualdad y las desigualdades sigue siendo un vector a considerar y atraviesa varios campos. Porque incluso cuando alguien despega un poquito, como lo hemos hecho nosotros, sigue habiendo inequidades e iniquidades. Algunos quieren integrarse al festín (incluso y principalmente al de consumo) por cualquier tipo de medios. Hay varias generaciones que crecieron bajo la consigna «si sabe caminar e ir al merendero solo, ya puede sobrevivir». Hay también un malestar extendido porque estamos mejor pero en forma despareja. Y violencias sociales que no son objeto de detección interesada. La cuestión es más compleja que disponer de un detector precoz de adicciones.

Es un acierto haber vendido la famosa motosierra. Ahora sería inteligente consultar a otros asesores. En la Facultad de Psicología, donde me formé y fui docente, hay muchos estudiantes que cursan Evolutiva y podrían ser de gran ayuda. La formación de la personalidad es un proceso complejo sobre el que hay distintas teorías. Ninguna de ellas condena al ser humano a un futuro inexorable, y menos, pautada por un mecanismo complejo como las adicciones. Que tiene también una infinidad de teorías explicativas, de tipo psicológico y también neuropsicológico. Todas con bases científicas que han requerido mucho tiempo de investigación. Usarlas a la bartola se parece, más que a una idea seria, a un trastorno. De la personalidad.

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