El principal legado de Chávez: Construir con la gente una sociedad alternativa al capitalismo.
Publicado el 09/03/13 a las 11:23 pm
Por Marta Harnecker.
Cuando Hugo Chávez triunfa en las elecciones presidenciales de 1998 ya el modelo capitalista neoliberal estaba haciendo aguas. El dilema no era otro que refundarlo, evidentemente que con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica de la búsqueda del lucro; o avanzar en la construcción de otro modelo.
Considero que el principal legado de Chávez es haber optado por esta última alternativa. Para denominarla, decidió recuperar la palabra socialismo a pesar de la carga negativa que ella tenía, pero especificando que se trataba del socialismo del siglo XXI, para diferenciarlo del socialismo soviético implementado durante el siglo XX, advirtiendo que no se debía «caer en los errores del pasado», en la «desviación estalinista» que burocratizó al partido y terminó por eliminar el protagonismo popular; en el capitalismo de Estado que puso el acento en la propiedad estatal y no en la participación de los trabajadores en la conducción de las empresas.
Chávez concebía el socialismo como una nueva existencia colectiva donde reine la igualdad, la libertad, una democracia verdadera y profunda donde el pueblo tenga el rol protagónico, un sistema económico centrado en el ser humano y no en la ganancia, una cultura pluralista y anticonsumista en que el «ser» tenga primacía sobre el «tener».
Chávez pensaba -como Mariátegui- que el socialismo del siglo XXI no puede ser «calco y copia», sino «creación heroica», y por eso hablaba de un socialismo bolivariano, cristiano, robinsoniano, indoamericano.
La necesidad del protagonismo popular es un tema recurrente en las intervenciones del Presidente venezolano y es un elemento que lo distancia de otras propuestas de socialismo democrático. La participación, el protagonismo en todos los espacios, es lo que permite al hombre, crecer, ganar en auto confianza, es decir, desarrollarse humanamente.
Pero esto hubiese quedado en meras palabras si Chávez no hubiese promovido la creación de espacios adecuados para que puedan darse plenamente los procesos participativos. Por eso es tan importante su iniciativa de crear los consejos comunales (espacios comunitarios autogestionados), los consejos de trabajadores, los consejos estudiantiles, los consejos campesinos, para ir conformando una verdadera construcción colectiva que debe plasmarse en una nueva forma de Estado descentralizado cuyas células fundamentales deberían ser las comunas.
Construir con la gente significaba para él conquistar su mente y su corazón para el nuevo proyecto de sociedad. Y eso no se logra a través de prédicas, sino en la práctica: creando oportunidades para que la gente vaya entendiendo el proyecto en la medida en que va siendo constructora del mismo. Por eso advierte: «Cuidado con el sectarismo, si hay gente […] que no participa en política, que no pertenece a partido alguno, bueno, no importa, bienvenidos. Digo más, si vive por ahí alguien de la oposición, llámenlo. Que venga a trabajar y a ser útil. La patria es de todos, hay que abrirles espacios y ustedes verán que con la praxis mucha gente se va transformando…» (Hugo Chávez, Aló Presidente Teórico N° 1, 11 junio 2009)
Chávez no era un iluso, como algunos podrían pensar. Sabía que las fuerzas que se oponen a la materialización de este proyecto son enormemente poderosas. Pero ser realista no significa caer en la visión conservadora de la política concebida como el arte de lo posible.
Para Chávez, el arte de la política era hacer posible lo imposible, no por simple voluntarismo, sino porque partiendo de la realidad existente se busca crear las condiciones para que ésta cambie construyendo una correlación de fuerzas favorable a los cambios. Entendía que para hacer posible en el futuro lo que hoy aparece como imposible, es necesario cambiar la correlación de fuerzas tanto en el plano interno como internacional, y todos los años de su gobierno trabajó en forma magistral por lograrlo, entendiendo que para construir fuerza política no bastan los acuerdos de cúpula, sino que lo principal es construir fuerza social.
Un mensaje póstumo a Hugo Chávez
¡Quién iba a pensar querido Hugo que el hombre lleno de vitalidad que conocí hace algo más de 10 años en un avión que nos conducía hacia el Vigía, y que combinaba maravillosamente humanidad y sentido político, iba a partir un día tan cercano a otra morada! ¡Un hombre con tanta, tanta energía y con tantos, tantos proyectos por realizar!
Se que el tiempo te apretaba como una camisa estrecha cuando tenías la eternidad por delante, me imagino tu angustia cuando supiste que tenía los minutos contados.
Me pregunto una y otra vez por qué ese vendaval que te llevo a la historia te jugó una tan mala pasada, por qué perdiste esta batalla cuando rendirte no estaba en tus planes.
Me imagino cuántas cosas pasaron por tu mente antes de partir: los momentos de tu vida en los que te sentiste invadido por el amor de tus seres queridos y por el inmenso amor de tu pueblo y muchos otros pueblos del mundo; las decisiones que tomaste y que ahora, en una nueva perspectiva, tal vez no tomarías; los ritmos de los procesos que acelerarías y aquellos que impulsarías más lentamente; las ganas de tener más tiempo para curar heridas que causaste sin querer.
Habrás pensado más de una vez en cuán importante es construir una dirección colectiva para asegurar la continuidad del proyecto por el cual has dado la vida. Habrás pedido tiempo para completar esa tarea.
Estoy segura que hay algo que tiene que haberte reconfortado inmensamente y es la reacción de tu pueblo: constatar cómo había madurado en todos esos años en que fuiste su conductor, cómo había logrado mucha mayor unidad de la que nunca antes había existido, cómo –ocurriese lo que ocurriese— tú estarías siempre presente en su corazón.
Querido presi amigo, ten la certeza que tu vida no ha sido en vano, tus palabras, tus orientaciones, tu entrega ejemplar a la causa de los pobres, servirán de brújula para tu pueblo y para los pueblos del mundo, y serán nuestro mejor escudo para defendernos de los que pretendan destruir esa maravillosa obra que tú empezaste a construir.
Yo siempre he dicho que hay que medir al proceso revolucionario venezolano no tanto por las medidas transformadoras adoptadas —que son muchas—, sino por el crecimiento del sujeto revolucionario, y esa obra es ¡tu obra! El proceso podrá tener muchas debilidades —y tú sabes con cuánto dolor yo te abrumaba haciéndotelas notar—, pero lo que tú has logrado con tu pueblo, eso ¡nadie lo podrá borrar jamás!
6 de marzo de 2013.
El artículo principal es de La Segunda en Chile, 5/6/13.