Un debate ideológico necesario
Publicado el 01/05/08 a las 4:22 pm
Por Pablo Anzalone – Dirigente del PVP-Frente Amplio
El apoyo a los procesos de cambio y con más razón la participación popular hacia una mayor justicia social y una democracia más profunda, depende en gran medida de los valores predominantes en la sociedad. La propia sustentabilidad de esas transformaciones en el mediano y largo plazo se juega en el arraigo de los valores que definen sus contenidos. En este sentido existe un debate ideológico que enfrenta valores, percepciones, actitudes de vida, y ello constituye un plano decisivo de la confrontación de proyectos de país.
El «hacé la tuya» versus la solidaridad. El «dame la mía» contrapuesto a la construcción colectiva y el apoyo mutuo. El consumismo contra la mayor calidad de vida. Vivimos en un contexto de contradicciones y luchas. ¿Cómo pensar en un proyecto de izquierda que subsista y se fortalezca sin una lucha ideológica por los valores hegemónicos? ¿Cómo disputar el poder a la derecha sin extender en la sociedad valores propios de la izquierda? ¿Cómo aspirar a ir más a fondo hacia transformaciones socialistas basadas en una democratización del conjunto de las relaciones sociales si los valores de la participación y de la solidaridad no adquieren mucha mayor fuerza en la sociedad?
Estos interrogantes generales se despliegan luego en múltiples situaciones donde los valores se enlazan con las prácticas sociales. ¿Cómo cambiar la salud en el país si corporaciones de especialistas médicos tienen como única motivación incrementar sus ingresos, si son capaces de hacer valer un poder oligopólico para dejar sin atención a la población más carenciada? ¿Cómo podría gestarse un protagonismo del movimiento obrero para una sociedad diferente si su horizonte hubiera estado limitado al aumento salarial propio? ¿Cómo impedir que el statu quo de una sociedad desigual integre, absorba, fagocite a los representantes de la izquierda que asuman cargos de gobierno?
Venimos de procesos históricos que dejaron huellas profundas en la trama social, en las interrelaciones de las personas y grupos sociales con sus condiciones de existencia. Y también en los valores ideológicos predominantes. Allí está una de las claves del poder de los sectores dominantes y de la desarticulación de los sectores populares. El largo proceso dictatorial y el terrorismo de Estado aplicados a fuego en todos los resquicios de la sociedad, siguen teniendo consecuencias sobre la democracia. La proscripción de la política y las ideologías durante una década subsisten en el inconsciente colectivo. De allí la importancia de los múltiples esfuerzos de búsqueda de la verdad y de rescate de la memoria histórica de los sectores populares y de la represión. Así como la restitución de las posibilidades de actuación del Poder Judicial, la adecuación de la normativa legal a los compromisos internacionales en derechos humanos y el sometimiento de los responsables de crímenes de lesa humanidad al juicio correspondiente, no sólo tienen efectos institucionales de fortalecimiento de la democracia, sino que también generan efectos en el plano ideológico de la sociedad. Contribuyen a erradicar uno de los miedos más arraigados, la posibilidad de ser espiado, controlado, denunciado, detenido, torturado y hasta desaparecido, la amenaza latente que significa la impunidad de los criminales y la defensa del accionar dictatorial, la ideología de la seguridad nacional que todavía predomina en los mandos militares y en algunos sectores de la sociedad.
El neoliberalismo de los años 90 fue un verdadero huracán político, económico, teórico y cultural, de dimensiones mundiales, con efectos profundos sobre la economía de nuestro país (apertura comercial, desmantelamiento de la industria, concentración del poder empresarial, desocupación), sobre el Estado (política de privatizaciones, mayor subordinación al interés privado, tesis del Estado mínimo) y sobre la trama social.
En este último aspecto un elemento relevante es el debilitamiento de diversos mecanismos de integración social y la creación o el fortalecimiento de otros dispositivos con efectos de desarticulación social. El incremento sustancial de la pobreza y la indigencia generó nuevas desigualdades que modificaron la geografía urbana. Se produjo una reorganización de la vida ciudadana caracterizada por la expulsión del casco urbano de grandes sectores populares hacia barrios periféricos y asentamientos. Eso modificó los códigos de convivencia y la reproducción de valores a la interna de cada espacio socio-geográfico así como las relaciones entre ellos.
La soledad y el aislamiento son fenómenos de impacto sobre la vida cotidiana de las personas, sobre sus percepciones, sobre su capacidad de integración y participación social. Las políticas de la izquierda deben tener en cuenta estas realidades e ingresar con fuerza en la lucha de valores en juego. Avanzar significa ganar cabezas para un protagonismo popular a favor de los cambios.
Tomado de La República, 30/04/2008.
