Otra vez socialismo o barbarie
Publicado el 31/10/25 a las 11:16 pm

Por Angel Vera
Palabras de introducción a la charla sobre crisis y política internacional celebrada el 11 de julio, en ocasión de la preparación de la Conferencia del PVP de 2025.
Propongo una provocación sin ahondar en las complejidades que supone.
Desde los años 80 transitamos una nueva etapa del capitalismo signada por la hegemonía del capital financiero y las políticas neoliberales. Hoy vivimos una crisis mundial que tiende a cerrar esa etapa y por lo tanto a transitar hacia algo nuevo.
El neoliberalismo no es simplemente un conjunto de malas políticas económicas. Es un patrón, un modelo actual de dominio del capital a escala global, y como tal, ha generado una concentración brutal de la riqueza, una ofensiva sin precedentes contra los derechos sociales y una demolición sistemática de la soberanía de los pueblos.
El problema de fondo es profundo: el capitalismo está atravesando una fase de decadencia histórica, lo que no significa un derrumbe inexorable, en la que ya no puede garantizar ni crecimiento sostenible, ni empleo digno, ni convivencia pacífica. Por eso, importa preguntarnos si hay reformas posibles que “humanicen” este sistema o lo que se necesita es una transformación radical. ¿Estamos ante la vieja alternativa de «socialismo o barbarie»?
1. Una crisis profunda
El mundo no vive solo una crisis económica, como otras que ya conocimos. Estamos atravesando una crisis multidimensional. Por eso, este momento nos exige una lectura genética, profundamente radical y estructural de la crisis global. La economía tiende al estancamiento mientras la fuerza de trabajo se precariza a través de plataformas «colaborativas». Los salarios reales tienden a disminuir. Las grandes tecnológicas transforman desde las relaciones de producción hasta la esfera pública. La deuda explota. La desigualdad impone barreras físicas y nuevas formas de segregación y estigmatización. El modo de producción dominante lleva al clima al borde del colapso. Las viejas y nuevas contradicciones conducen a guerras, tensiones fronterizas, represión de migraciones, crímenes en masa, desgaste del juego electoral y nuevas formas políticas autoritarias. El capitalismo «compra tiempo» o «huye hacia adelante».
Nada es casual. El conjunto responde al funcionamiento del capitalismo en su versión actual: financiarizado, globalizado, fragmentado y, a la vez interconectado en cadenas de valor, capaz de mercantilizar los aspectos íntimos de la vida y la naturaleza.
Transitamos una crisis múltiple, estructural, sistémica, de dimensiones económicas, políticas, culturales, ecológicas y quizás civilizatorias.
2. Estados Unidos en el sistema imperial
Estados Unidos sigue siendo la potencia central. Pero ya no domina el mundo como ayer. China aparece como un competidor fuerte, Rusia se planta militarmente y el Sur Global hace oír su voz.
No vivimos el “fin del imperio estadounidense”, sino un peligroso momento de transición entre un mundo que no es unipolar, pero todavía no es multipolar. Estas tensiones no ocultan los antagonismos ni las contradicciones básicas. El orden también apela al caos.
EE. UU. mantiene su poder con alianzas militares de alcance planetario, tecnología de punta, capacidad de imponer sanciones económicas y con la gestión de la deuda y del dólar. Sin embargo, presenta crecientes dificultades para imponer la voluntad de su «élite del poder» globalizada sin generar conflictos y sufrir consecuencias externas e internas.
3. China en la geopolítica del caos
La declinación relativa de Estados Unidos se corresponde al ascenso de nuevos actores como China, Rusia, India y otros países y territorios semiperiféricos.
Estados Unidos es un imperio herido, cada vez más agresivo porque ve amenazada su primacía. Más allá del debate interno sobre su política exterior, hasta hoy su respuesta ha sido multiplicar las guerras, expandir la OTAN, imponer sanciones y desestabilizar gobiernos, especialmente en el Sur global. Lo vemos en Ucrania, en Palestina, en Venezuela, en Haití, en Cuba, a lo largo de América Latina con nuevas bases del Comando Sur, con nuevas formas de injerencia y operaciones de lawfare.
Debemos entender las guerras actuales como fenómenos intrínsecos, inherentes y articulados a la lógica del capital. Este caos no es solo resultado de errores o decisiones aisladas. También forma parte de una estrategia del sistema imperial en crisis, que ya no puede mantener el orden mundial que surgió después de la Segunda Guerra Mundial y mucho menos del “Consenso de Washington” de los 90. Hoy el mundo se mueve hacia una multipolaridad conflictiva, con tensiones crecientes, pero también con oportunidades para los pueblos del Sur.
Algunos perciben a China como la alternativa. Sería absurdo no considerar los efectos de su desarrollo exponencial, aunque sería indebido idealizarla. China planifica y compite dentro de un mundo capitalista. Su ascenso también implicó el enorme sacrificio de los trabajadores y contaminación ambiental. Su política exterior busca acuerdos conforme a su «socialismo con características chinas» y a su construcción geopolítica de una «comunidad con un futuro compartido para la humanidad». Sin embargo, más allá de la declaración de intenciones, el sistema mundial se reorganiza de forma conflictiva y en términos de clase.
4. La alternativa de Nuestra América
Las transformaciones a escala global nos afectan directamente. Ya sea por la suba del precio del petróleo, los alimentos y otras commodities, por la imposición aranceles y por los condicionamientos del FMI. Por lo tanto, no basta con cambiar de socios o alinearse con una u otra potencia. El problema real, la cuestión de la dependencia, requiere encontrar alternativas propias, desde abajo, desde la integración de los pueblos. En el horizonte nos planteamos un rumbo que tendrá al menos las siguientes características complementarias: anticapitalista y antiimperialista, porque los problemas son sistémicos; internacionalista, porque nadie se salva solo; ecológica, porque no hay otro planeta; democrática y popular, porque vemos más allá de cualquier «circulación de élites».
La clave estratégica frente a la extrema asimetría de poder no es otra que la concertación y la unidad. «Plan contra plan» al decir de José Martí.
5. Desafíos del sur global
La salida no puede ser nacional y aislada. En un mundo interdependiente y asimétrico, la única posibilidad realista de emancipación es la unidad regional y la cooperación Sur-Sur.
Para América Latina, eso significa retomar críticamente los caminos de integración interrumpidos o saboteados como el ALBA, la UNASUR o la CELAC. No como meros bloques económicos, sino como proyectos políticos, antiimperialistas y populares.
No se trata solo de resistir, sino de proponer modelos alternativos. Modelos que cuestionen la lógica del capital, que recuperen la planificación democrática, que desmercantilicen derechos básicos como la salud, la educación, el agua y la energía. Que reconozcan el protagonismo de los pueblos indígenas, del feminismo y del ambientalismo.
Esta no es la vía del «estatismo burocrático», sino una transición participativa, igualitaria, solidaria y profundamente humanista.
6. Nuevas formas de despotismo capitalista.
El sistema imperial reacciona reformulando nuevas formas autoritarias, incluso neofascistas, ante la búsqueda de proyectos alternativos potentes.
En la coyuntura, la llamada lucha ideológica es tan importante como la lucha política o económica. Necesitamos reconstruir el pensamiento crítico, formar militantes, disputar el sentido común, tejer redes de solidaridad internacional. Así se impulsa el proceso de constitución de los sujetos históricos, de clase, multifacéticos, plurinacionales y heterogéneos. Porque, parafraseando a Antonio Gramsci, los tiempos de crisis gestan condiciones para lo nuevo, pero también para engendrar monstruos.
Estos son nuestros sueños y nuestras pesadillas. La esperanza socialista se hace, de hecho, en la práctica consciente y con audacia disruptiva. La reacción nos impone permanecer en guardia, activos, expectantes. La consigna «socialismo o barbarie» delineada por Rosa Luxemburg vuelve a situamos en la perspectiva correcta y con vista de águila.
