Intervencionismo, Qatar, Trump y Venezuela
Publicado el 29/09/25 a las 9:56 pm
Por Carlos Fazio
Compartimos dos artículos que esbozan el intervencionismo imperialista en tiempos de Trump.
Decálogo del intervencionismo
Con las mayores reservas certificadas de petróleo y oro del mundo y poseedora de otros minerales estratégicos, como el coltán, y las tierras raras claves en la disputa geopolítica y por materias primas entre las grandes potencias, Venezuela ha sido el laboratorio de las distintas modalidades bélicas y las políticas de cambio de régimen de Estados Unidos en el primer cuarto del siglo XXI. Por limitaciones de espacio, se ofrece una breve reseña de algunas herramientas utilizadas por distintas administraciones republicanas y demócratas de EU para intentar derrocar a los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, con apoyo de los medios hegemónicos, que operan como aparatos de (des)información y guerra sicológica orientados a sostener el poder y dominio imperiales.
1.- Las distintas modalidades bélicas y ocupaciones territoriales de EU contra gobiernos y países indeseables son precedidas por una campaña de intoxicación mediática, dirigida a estigmatizar al “enemigo” objeto de la acción propagandística. Así, la manufacturación de la leyenda negra de Hugo Chávez y la posterior matriz de opinión sobre el populismo radical (general James Hill, 2004), fueron dos instrumentos utilizados en la demonización del ex presidente de Venezuela, quien fue etiquetado por el terrorismo mediático proimperial como “dictador” y “populista”, y bombardeado con epítetos clasistas y racistas, como el “golpista Chávez”, “Gorila rojo”, “un negro en Miraflores”, y a sus seguidores los llamaron “hordas chavistas”.
2.- Creadas las condiciones subjetivas, siguió el fracasado golpe de Estado cívico-militar-oligárquico de abril de 2002, auspiciado por la embajada de EU en Caracas en beneficio del clan petrolero de la familia Bush. Fue considerado el primer golpe mediático del siglo XXI, porque Venevisión, del magnate Gustavo Cisneros; Globovisión y Radio Caracas Televisión sustituyeron a los partidos políticos. Un contragolpe militar-popular restituyó la legalidad y evitó el magnicidio de Chávez.
3.- Fracasado el golpe, durante 64 días (entre diciembre de 2002 y febrero de 2003) se implementó el lockout (cierre patronal) de las corporaciones empresariales de Venezuela agrupadas en Fedecámaras y Conindustria y el sabotaje petrolero de la gerontocracia del ente estatal PDVSA, cuyo objetivo era derrocar a Chávez.
4.- Tras sucesivos intentos de golpes suaves (“revolución de colores”), que incluyeron la desestabilización y la guerra económica (el desabastecimiento y acaparamiento de productos de primera necesidad) para generar caos, violencia fratricida, secesionismo y emigración, a la muerte de Hugo Chávez, en 2013, Washington intensificó la guerra de espectro completo multiterrenos contra el gobierno constitucional de Nicolás Maduro, con eje en el manual TC-18-01 sobre la Guerra No Convencional del Pentágono. En 2014, la iniciativa denominada “La Salida”, impulsada por Leopoldo López, María C. Machado y Antonio Ledezma, fue un ensayo de guerra civil y revolución de color. Fracasado ese golpe guarimbero, en 2016 el Comando Sur del Pentágono lanzó la segunda fase de la operación Venezuela Freedom, que bajo la premisa de una “crisis humanitaria” provocada intencionalmente de manera encubierta en la fase uno del plan, preveía una “intervención humanitaria” con apoyo del secretario general de la OEA, Luis Almagro, y gobiernos vasallos de la región.
5.- Como parte de la estrategia de “cerco y asfixia”, otra de las herramientas coercitivas utilizadas por razones de “seguridad nacional” (sic) por EU fueron las sanciones económicas y financieras extraterritoriales e ilegales, como instrumento de guerra por medios no militares. Las convenciones de La Haya y Ginebra catalogan el estrangulamiento de la entrada de divisas por el bloqueo a PDVSA como una forma de castigo colectivo a la población civil.
6.- Tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el gobierno de Maduro logró sobrevivir a 120 días (abril/julio de 2017) de la más brutal ofensiva bélica, que, en el marco de una guerra híbrida, utilizó a agentes terroristas, paramilitares y del crimen organizado en un despliegue de tácticas irregulares simultáneas, con la finalidad de derrocarlo.
7.- El 4 de agosto de 2018, durante una parada militar en Caracas, un grupo terrorista atentó con drones DJI M600 cargados de explosivos contra Maduro, en otro intento de conseguir por la vía del magnicidio su derrocamiento.
8.- Bajo la tutela de Trump, en una acción coordinada con los regímenes cipayos de Colombia, Brasil y Argentina (principales integrantes del Grupo de Lima), en enero de 2019 el diputado Juan Guaidó se proclamó “presidente encargado” de Venezuela, la figura paragubernamental necesaria para seguir la hoja de ruta de la política de “cambio de régimen” del Comando Sur. Bajo la “gestión” del fantoche Guaidó se montó una operación de bandera falsa en la frontera entre Colombia y Venezuela, con motivo de la pretendida entrada al país de “ayuda humanitaria” de la AID, planificada para encubrir el intento de establecer una cabeza de playa en el estado Táchira, a la manera de un “territorio liberado” donde instalar un “gobierno paralelo”.
9.- El 28 de julio de 2024, día de los comicios presidenciales en Venezuela, se activó una nueva fase de la guerra híbrida dirigida a desconocer la relección de Maduro y desestabilizar el país para imponer un gobierno títere, que combinó la ciberguerra y las operaciones encubiertas con la guerra urbana paramilitar, junto con una vasta campaña de intoxicación en los medios y las redes sociales, que tuvo en Elon Musk, como nuevo actor emergente del complejo militar-industrial-financiero-digital de EU, a uno de sus principales protagonistas.
10.- En la coyuntura, con base en sendos bulos ideológico-propagandísticos de InSight Crime y la Fundación Heritage, se reactivó la delirante fábula que ubica a Maduro como jefe del cártel de Los Soles y a Venezuela como un narcoestado, y con información promovida por el secretario de Estado, Marco Rubio, y sembrada por la agencia británica Reuters, que alude a una operación naval frente a las costas venezolanas (el crucero USS Lake Erie con capacidad de disparar misiles Tomahawk atravesó el jueves 28 el Canal de Panamá).
Qatar, Trump y Venezuela
En la consecución de sus objetivos geoestratégicos mutuos y personales, Donald Trump (China, BRICS, Venezuela, Brasil) y Benjamín Netanyahu (genocidio y limpieza étnica en Gaza, Gran Israel) encarnan al policía bueno y al policía malo. Ambos cometen perfidia (un crimen de guerra), pero mientras Trump finge negociar y atrae a la mesa de negociación al adversario como estrategia de distracción, Netanyahu se encarga de destruirlo con premeditación, alevosía y ventaja. Un patrón ya documentado en la guerra de los 12 días, cuando Washington y Teherán mantenían contactos preliminares sobre un posible nuevo acuerdo nuclear, y EU e Israel atacaron a Irán. Ahora, con el ataque contra miembros de la delegación negociadora de Hamas en Doha, Qatar, el 9 de septiembre, ambos dinamitaron las hilachas de diplomacia que quedaban. El impacto simbólico es profundo. La mesa de negociación político-diplomática, tradicionalmente un espacio protegido de los ataques militares, ya no es garantía de nada. Peor: se ha convertido en una trampa para eliminar al enemigo. Quedó claro y lo ratificó Netanyahu al decir que los negociadores de Hamas son un objetivo militar.
De paso, la neutralidad y la soberanía nominales del Estado mediador, Qatar, socio estratégico de Washington que alberga la base aérea de Al Udeid, sede del cuartel general del Mando Central (Uscentcom) del Pentágono y el mayor enclave militar en la región, han sido vulneradas. El bombardeo de los cazas F-15 y F-35 israelíes contó con información de inteligencia y el apoyo de controladores de EU que desactivaron los sistemas de defensa aérea de última generación de Qatar, antes y durante el ataque.
El primer ministro catarí calificó la agresión como “terrorismo de Estado”. Pero el mensaje es inequívoco: el paraguas de la defensa colectiva voló por los aires; los procesos de normalización basados en principios de equilibrio, mutua legalidad y cooperación militar entre EU y las monarquías del Golfo (Qatar, Arabia Saudita, Emiratos y Bahréin), están regidos por una subordinación propia de protectorados y giran en función de las prioridades bélicas de Israel como portaviones terrestre de Washington en Medio Oriente. Según señaló un editorial de The Guardian, “para Trump parece que no hay verdaderas líneas rojas cuando se trata del gobierno extremista de Israel”.
Como antes en el caso de Irán, priman el chantaje, la fuerza bruta y la capacidad de imponer hechos consumados. La negociación no se concibe ya como un límite a la violencia, sino como un escenario subordinado a ella. El intento de asesinato de los negociadores de Hamas marca un punto de inflexión. En términos sistémicos, ese cambio remata los fundamentos del viejo orden internacional. Sumados el genocidio y la limpieza étnica en Gaza, el derecho internacional ha terminado de fenecer.
Moraleja: la seguridad no depende de terceros. Los estados se enfrentan a una disyuntiva binaria: aceptar el vasallaje, o como hizo Irán, construir su propia capacidad de disuasión y formas de resistencia que le permitan preservar un mínimo de autonomía y soberanía.
Eso nos lleva al despliegue militar de EU en el Caribe, cuyo objetivo central es un cambio de régimen en Venezuela y su petróleo. Como señuelo, Trump sigue fantaseando con el uso promiscuo de la fuerza militar contra el tráfico de drogas, que es un delito, no un acto de guerra. Por eso, su equipo fabricó la forzada asimilación de los cárteles de la droga con el terrorismo, reditando la vieja matriz utilizada en 1985, con fines injerencistas, por el ex embajador de EU en Colombia Lewis Tambs: la narcoguerrilla, que pocos años después devino, oportunamente, en narcoterrorismo.
En el marco de la renovada política de máxima presión impulsada por el secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional, Marco Rubio, EU busca provocar un incidente o falso positivo, como pretexto para justificar una escalada de agresiones militares contra Venezuela. Un libreto conocido, entre cuyos precedentes están el incidente del Golfo de Tonkín en 1964, cuando el gobierno de Lyndon Johnson arguyó ataques del Vietcong contra el destructor USS Maddox como excusa para intervenir en la guerra de Vietnam, y la falsa narrativa de la administración Bush Jr. sobre las “armas de destrucción masiva” de Sadam Hussein para intervenir en Irak en 2003.
La puesta en escena de la narcolancha en el Caribe, seguida el viernes 12 del ilegal y hostil abordaje de una embarcación atunera con nueve pescadores, por marines del destructor USS Jason Dunham (DDG-109), equipado con misiles crucero mientras operaba en aguas de la Zona Económica Exclusiva venezolana, podría marcar el inicio de la nueva fase de una guerra no convencional, multidimensional y más “cinética”, bajo el viejo ropaje de la “seguridad hemisférica”. Esa estrategia combina provocaciones y operaciones sicológicas con campañas de intoxicación mediática y narrativas criminales que utilizan al mítico cártel de Los Soles y al extinto Tren de Aragua, con la finalidad de manufacturar a Venezuela como un narco-Estado que “amenaza” la seguridad continental, y justificar así una escalada militarista e incluso la intervención directa del Pentágono.
Una variable es fabricar un escenario tipo Libia, mediante un levantamiento opositor interno que cuente con apoyo aéreo y misilístico de las fuerzas de EU desplegadas en el Caribe.
Los artículos son tomados de LA JORNADA del 1/9/2025 y 15/9/25.
El Comando Sur intenta mantener la hegemonía militar estadounidense en su patio trasero mientras China gana terreno en lo comercial.