Desde el Uruguay profundo o… poder para poder
Publicado el 16/12/08 a las 11:21 pm
Escribe Ignacio Martínez
En estos días de esta primera quincena de diciembre, he estado recorriendo el país. Desde Bella Unión hasta Empalme Nicolich, en Canelones, observé demandas concretas que tienen por lo menos tres ejes:
**la comunidad que se organiza a partir de sus realidades concretas,
**la definición de sus prioridades y
**las demandas que se hacen al Estado pero desde una ciudadanía participante y democrática.
En buen romance, varias comunidades de veinte o treinta familias solicitan, por ejemplo, apoyo logístico para atención primaria en salud. Priorizan la enfermería, la visita médica mucho más seguido que un par de horas una vez por mes (a veces dos meses), la posibilidad de administrar un vehículo para traslados, la posibilidad de hacer cursos de enfermería básica entre los mismos vecinos, la posibilidad de tener caminos accesibles para llegar a la ruta y ómnibus más frecuentes por las carreteras.
La comunidad de Empalme prefirió priorizar la Educación ya no en el tratamiento de la Ley que anda en vueltas, sino en que los niños y jóvenes puedan ir al liceo y a la escuela sin riesgos inminentes por las rutas 101 o 102, que haya boleto gratis o rebajado para los estudiantes de bachillerato, que haya mejores señalizaciones en las rutas, que ningún conductor de COOPSA se haga el vivo y no les pare a los chiquilines, que se piense en la creación de institutos atendiendo una zona de más de 20 mil personas que va en vías de un crecimiento en todas direcciones (instalación de industrias, nuevo aeropuerto, entre otras).
En Bella Unión anduvieron Daniel Martínez y Raúl Sendic. En Empalme Nicolich anduvo la Profesora Alex Mazzei. Bien por eso. Estas experiencias me han enseñado que la función pública está para eso, para ir, oír, atender y satisfacer las demandas populares. Es más, creo que la principal tarea del funcionario público es satisfacer las demandas de la comunidad, sobre todo cuando se enmarcan en la senda de la construcción de un país productivo con justicia social.
¿Qué significa construir el nuevo Uruguay si no esa atender la pública felicidad? ¡Pero guarda, no nos confundamos! Estas comunidades no demandan para que otros hagan. Saben cual es la función de cada uno y nos enseñan sus intenciones autogestionarias, de tener el poder para poder y definir y hacer y controlar y corregir. En Bella Unión no piden comida. Exigen tierra para trabajar. En Empalme Nicolich los papás y las mamás de los niños que dejan sexto año y pasan al liceo, tienen pensado hacer guardias en la ruta, para ayudarlos a cruzar a la entrada y a la salida de los turnos de secundaria. Ese es nuestro pueblo, el que participa, el que toma iniciativa, el que quiere hacer y ya no se cree más aquella frase castradora de “vóteme a mí que yo se lo hago”.
Cuando ando por nuestro país, cuando me encuentro con mis compañeros, mis contemporáneos, mis compatriotas, mis connacionales, sólo me asiste pensar que cualquier resolución que resulte de nuestros congresos y nuestros encuentros, debe involucrar esta sabiduría popular: soluciones concretas a problemas concretos, programas globales a cuestiones globales, participación ciudadana en cada vez más amplias y profundas parcelas de poder. El periódico del liceo de Colonia Nicolich, en su reciente Nº 2 de diciembre dice: “Nuestra intención es compartir por este medio algunas experiencias realizadas durante el 2008 en la que participaron nuestros alumnos. Seguimos con la idea inicial de tender puentes, para que todos los que “hacen” a un liceo, tengan voz. Y la hagan oír”… ¿Escuchaste?
