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El zorro en la papelera.
Escribe: Ricardo Viscardi.
"La observancia institucional que declara el gobierno uruguayo
en el conflicto ecológico con la Argentina, traduce una cultura política que
adhiere a los protocolos propios de la objetividad más estricta. Este designio
guió el comportamiento mediático de la izquierda en la última campaña electoral
y se vincula en sus fundamentos con una visión de “país productivo”, sostenida
en la propia matriz ideológica del progresismo. Este respeto por los hechos
objetivos mitiga el desamparo que mortificaba, tras el resultado de las urnas en
octubre del 2004, tanto a la opinión de sesgo neoliberal como a una oposición
desmantelada institucionalmente. El comportamiento argentino, tildado de
irracional, ofrece un motivo de unidad nacional para levantar una única bandera,
histórica y tricolor."
Quizás Marx hubiera vacilado cuando estigmatizó la
libertad del capitalista en el mercado identificándola con la libertad del zorro
en el gallinero, de saber que cierta posteridad que lo reivindica de alguna
manera enviaría aquel zorro a la papelera. No con la trayectoria parabólica que
envía un papel al cesto-papelera, sino en el sentido propio de un zorro que hace
de las suyas con pasta de papel. En tal mutación de la índole del animal
predador la posteridad uruguaya de Marx puede parangonarse con Mao: si el Gran
Timonel declaró “El imperialismo es un tigre de papel”, los gobernantes
uruguayos, en cuanto endosan como verdad oficial un informe del Banco
Mundial(1), no perciben en el capitalismo mundial –quizás por guardar las
proporciones entre las especies animales- más que un zorro de papel.
Este marxismo empapelado hace de las suyas con el saber: es un predador de la
ignorancia. Esa convicción de estar en la verdad proviene de un coto moral
inexpugnable: los gobernantes uruguayos han sostenido una y otra vez que se
constituyen en garantes del equilibrio ecológico. Se atisba la superación de una
limitación: lo que delegan los electores en los elegibles llegaría a superar las
convicciones mediante la confianza. De esa forma se simplifica el intrincado
trámite del conflicto, ya que basta con un informe del Banco Mundial (o
cualquier otro banco o informe) que refrende lo que ya se sabía, esto es, que el
gobierno uruguayo es confiable(1). Por consiguiente, son confiables las plantas
procesadoras de celulosa, porque la confianza en el gobierno que las autoriza
así autoriza a creerlo.
Tanta autoridad moral también encuentra solución a un conflicto aún más
intrincado: la existencia de un gran número de individuos, de tendencias de
opinión y hasta de movimientos sociales que desconfían. El póster de aquel
soldado estadounidense abatido por sorpresa en el embate de su poderío bélico,
recuerda con desconfianza propia del común de los mortales el alcance de la
leyenda más despojada: WHY?
Contaminación productiva
Muchas veces vino a mi memoria, traída por la pregunta ¿porqué? la cuestión de
la vertiginosa caída del Uruguay democrático, civilista y progresista en el
régimen totalitario mal llamado “dictadura militar”. Ante esa enigmática
regresión del “país modelo” progresista que fue el Uruguay, me asalta muchas
veces un recuerdo de la infancia. Cuando los militares argentinos derrocaron a
Perón, se vivieron en el Uruguay horas de tensión, producto de la vecindad de
los acontecimientos, de su carácter cruento y de la presencia de cadetes
militares argentinos exiliados de este lado del Plata. Para mí, que no sumaba
diez años por entonces, ese ambiente de convulsión y aprensión se vincula en la
memoria a una nebulosa de impresiones. Pero he retenido un momento singular.
Ante la creciente “amenaza” que significaba Perón para los intereses
estadounidenses, este país había pertrechado a las esmirriadas fuerzas armadas
uruguayas con aviones caza de última generación, para ponerlas en mejores
condiciones de controlar su espacio aéreo. El estruendoso sobrevuelo de los
modernísimos aviones a retropropulsión cautivó mi fantasía, en esos momentos de
tensión, durante un breve trayecto a pie con mi madre. Recuerdo haberle
preguntado, seguramente como efecto de los momentos que se vivían por entonces
en la Argentina y se comentaban, particularmente por radio, en el Uruguay:
“¿aquí también habrá una guerra?” La respuesta que recibí serenó mi ánimo, ya
que plena de confianza, me respondió: “en el Uruguay jamás habrá una guerra”.
Pudiera pensarse y en verdad se difunde con convicción y entusiasmo, que los
momentos aciagos son parte de los trayectos significativos. Que más allá de esos
períodos prescindibles en el conjunto, una geografía cultural de soleados
“claros en el bosque” y sobre todo de cultura cívica, de la que tanto se precian
los uruguayos, pauta la calidad de una trayectoria de país. Sin embargo puede
tratarse de una confianza tan poco fundada como la que mi madre logró
transmitirme, inspirada como toda creencia, por un relato cuyo fundamento es tan
precario como la necesidad de creer.
En materia de contaminación, ya que es del caso referirse al tema de las plantas
de celulosa, cabe recordar que la confianza en la calidad uruguaya puede
confirmarse en el alto nivel de contaminación de su producción
de...alimentos(3). WHY? La razón que plantea el artículo sugestivamente titulado
Comiendo veneno reside precisamente en un imperativo productivo. Estos
imperativos imperan en los países cuyas regulaciones son inexistentes, o lo que
es lo mismo, ineficaces. Es el caso del Tercer Mundo y en particular del
MERCOSUR, que no logra regular los impulsos de sus sectores económicos
vernáculos, que más allá de instituciones internacionales, tratados y mercados
comunes, impiden alegremente muy sueltos de cuerpo la entrada a sus propios
mercados nacionales de competidores mercosureños competitivos(4).
La razón económica de la producción es sagrada, según quien la consagra, sobre
todo porque lo productivo es progresista(5). Este vínculo entre lo
productivo y lo progresista, lejos de ser mera figura del espíritu, es la razón
misma que la tradición espiritual de occidente(6) instala en el vínculo entre
ORDEM E PROGRESSO, que como se sabe, embandera a uno de nuestros vecinos.
En materia de bandera, el país productivo ha sido un estandarte principal
del actual gobierno autodenominado “progresista”. Tras esa bandera, hoy forman
fila en curioso consenso contra la Argentina de izquierda el conjunto de los
partidos políticos, la opinión pública y los medios de comunicación masiva. Esta
acumulación de unanimidad sin disonancias no debiera extrañar, si se considera
que la campaña electoral más exitosa que el Uruguay haya conocido, culminada con
más del 50% del electorado tras una único candidato, fue liderada por el actual
presidente sin llegar a entablar con sus adversarios siquiera un debate personal
a través de medios masivos(7).
Jamás antes fue confirmada de forma más estentórea por el silencio la máxima
progresista de la excelencia, que quiere una realidad que respalde su propia
verdad positiva (la verdad del positivismo). De forma que ese designio
progresista de confiar en la elocuencia fáctica de los hechos positivos, libera
un margen de objetividad tan amplio, que hoy puede ser reivindicado por aquellos
mismos que ayer fueran descalificados objetivamente por las urnas. Tras la
unificación del conglomerado de sectores que apoyó la candidatura de Vázquez en
una única fuerza política (el Frente Amplio), la histórica bandera tricolor de
Otorgués pudiera quizás ampliarse hasta la máxima objetividad progresista y
llegar a albergar a tantos más colorados y blancos que enlista en sus franjas,
dejándoles a los izquierdistas el moderado azul de la razón (objetiva).
Vázquez ha visitado al expresidente Lacalle, líder conservador de un sector del
Partido Nacional, quien ha expresado su apoyo a lo actuado por el actual
gobierno. Didier Opertti, excanciller del derechista gobierno colorado y actual
funcionario de ALADI (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) ha
manifestado horas atrás su adhesión a la actuación gubernamental en el sonado
conflicto por las papeleras(8). Una encuesta de opinión pública, acaba de
confirmar que una amplia mayoría apoya el emprendimiento cuestionado por los
ecologistas(9). En cuanto a los medios masivos, es harto difícil encontrar
imágenes visuales, particularmente en la televisión, de las movilizaciones de la
población argentina.
El carácter productivo del emprendimiento aúna a los uruguayos en una
autoconfianza progresista que exhibe como antecedente propio la alta
toxicidad de la producción nacional de alimentos, en un contexto regional
caracterizado por la ineficiencia y la aleatoriedad de las regulaciones
institucionales, particularmente en el ámbito económico.
Un solo Reich, muchas vías para hacerlo durar
Esta razón espiritual de la historia, el destino marcado por una inspiración
progresista, productiva por ejemplo, embandera espiritualmente, porque flamea
con flama de bandera. Esa es la explicación que aporta Derrida del nazismo en
Heidegger: la fatal identificación entre la fuerza del espíritu y el espíritu de
la fuerza, que sólo la llama que enciende a una nación en su espíritu lleva a
proyectar hacia un destino inapelable(10).
Inversamente y por la misma razón flamígera, el fascismo puede ser lo propio de
una bandera, quizás peronista, al menos como algunos la divisan del lado
uruguayo de la divisoria platense. En la amplia distancia del estuario ancho
como mar, ese flamear de otro conforta la flema propia, en particular la de
Jorge Batlle cuando con rango de presidente en ejercicio, llegó a afirmar de los
argentinos ante micrófonos engañosamente cerrados: “una manga de ladrones del
primero al último”.
El periodista Claudio Paolillo no sólo entiende, ante el fragor de las papeleras
en instalación, que Batlle estuvo en lo cierto, sino que abunda en
consideraciones acerca del carácter intrínsecamente fascista del peronismo y por
vía de consecuencia, de la principal expresión política de la Argentina durante
las últimas seis décadas(11).
En esa perspectiva ufana que se detiene en la corruptela generalizada y el
desenfado disoluto de las costumbres exhibidas desde la vecina orilla,
particularmente entre filas peronistas, se destaca un contraste con lo que
reluce cuando la mirada recala de nuestro propio lado. Aquí, la credibilidad del
sistema político, la intangibilidad apenas mancillada de las instituciones y la
probidad generalizada de procedimientos atestan cuan confiables somos frente a
esos frenéticos ladrones (un expresidente dixit) que asolan la otra margen.
La confianza que exhibe Paolillo en su juicio antiargentino no se sustenta en el
entusiasmo de arrebato, que según Derrida, obnubilara la mirada heideggeriana
sobre el nazismo, sino por el contrario, en la incontrastable limpidez de la
fórmula que destaca el frontispicio ideológico: “Como el Uruguay no hay”. No se
trata de lo propio en su mismidad flamígera que todo pone en llamas con fuego
espiritual, sino de la congelada durabilidad de lo inalterable. Una de las
características que Condillac destacaba en la “sustancia compleja” del oro, era
precisamente la fría sensación que transmitía.
De la misma forma, la única mácula que encuentra Paolillo del lado uruguayo del
conflicto proviene de dinosaurios alérgicos a la reluciente inversión
extranjera. Torquemada sin iglesia, parroquiano de la izquierda en el gobierno
con biblia econométrica, pone toda su pasión política en esos valores siempre
ajenos a uno mismo pero eternamente acumulables en ahorro civilizado (ya se sabe
que la moral protestante fue la madre del capitalismo y por cierto la aperitiva
máxima “no hay almuerzos gratis” sazona las mesas servidas de opinión neoliberal
que frecuenta Paolillo).
Esa confianza en valores refugio transmite, paradójicamente, la misma
necesidad de consagrar un estado de cosas a partir de la pureza de su esencia.
Que esta prístina condición sea la del espíritu de la fuerza o la del metálico
valor refugio, no cambia la necesidad de imponer, por las cosas de la
fuerza o por la fuerza de las cosas un estado (de cosas) inalterable,
intangible, inmutable: son tan sólo dos vías distintas para un Reich
destinado a durar mil años.
Yo, argentino
Una expresión idiomática uruguaya estampa la indiferencia que no se involucra y
toma sugestivamente un sentido nacional por oposición: “yo, argentino”. Esta
distancia de desentendimiento ante la circunstancia, se inscribe desde la
actitud ajena pero presente. Quien se desentiende por no ser de aquí, lo dice
aquí, está relatando su ajenidad.
Esa ajenidad es muy distinta de la exclusión, no supone la otredad ni la
alteridad, porque pese a la distancia de actitud, significa un reconocimiento
recíproco. Implica un manejo de la naturaleza de las cosas que no se puede nunca
reducir a las cosas de la naturaleza, porque pasa por un equilibrio
idiosincrático. El otro es distinto, su condición lo presenta prójimo pero
ajeno, es una distancia que se sostiene en la decisión.
Esa noción de un equilibrio sustentado en lo propio de alguien por su opción se
diferencia de la naturaleza de algo que es inapelablemente otra cosa. Sin
embargo existe equilibrio con lo que no es más que cosa y también con quien es
cada quién, pero son dos ecologías distintas(12). El grave error del
progresismo, como lo advirtiera Vattimo, consiste en no percibir que el sujeto
encargado de trascenderse a sí mismo en un destino es el mismo que se desvirtúa
por sí mismo(13). Este error es hiperhistórico, porque es el error de la
Historia cuando se la concibe como un proceso ordenado a partir de una condición
evolutiva, que instruye al propio proceso histórico en su progresismo.
Este progresismo sostiene la instalación de las plantas de celulosa, con curioso
consenso nacional y giro chauvinista en un país del que emigran los jóvenes, que
demográficamente tiende a convertirse en una casa de salud para la tercera edad
y que no llega a vincular el “país productivo” con la actividad creativa(14).
Más allá de declaraciones e intenciones, un país “progresista” sigue esperando
que el “desierto social” del sector agroexportador (ganadería a campo abierto,
cultivos con escaso valor tecnológico agregado, forestación) amplifique la
actividad. La forestación en la perspectiva de las plantas productoras de
celulosa es la cereza en la torta con la que no tenemos nada que ver, más
allá de quienes prefieren la indiferencia de lo inalterable.
No se puede sostener el equilibrio en la naturaleza de las cosas como se
sostiene el equilibrio en la naturaleza de las decisiones y la confusión entre
las dos políticas ecológicas propende fatalmente a la catástrofe política. Por
ejemplo, la curiosa puesta en valor de la política como sistema, del sistema por
encima de la política, el culto a las instituciones per se, que trasunta
la identificación de la comunidad con un sistema político. En eso el Uruguay
anda bien, luego anda mal consigo mismo, en su ecología gris, en su ecología de
la ignorancia, con confianza tan soberbia como necia en un saber de zorro de
papel.
Notas
(1) “Uruguay, más lejos de la Argentina,más cerca de USA”, Informe
Uruguay Nº 162, 30/12/05,
www.uruguayinforme.com
(2) Croce, J. “No hacer papelones con la celulosa”, La República 9/12/05,
p.11, Montevideo.
(3) Tappa, L. “Comiendo Veneno”, Informe Uruguay, Nº 161, 16/12/05,
www.uruguayinforme.com
(4) La “enorme” producción uruguaya de bicicletas tiene dificultades para
colocarse en argentina por trabas procedimentales que usan la regulación con
fines proteccionistas. Lo mismo sucede con el arroz uruguayo en el ingreso a
Brasil.
(5) En su expresión ideológica, el actual gobierno uruguayo y sus propios
elencos partidarios se autoidentifican en tanto que “progresistas”. Asimismo,
Encuentro Progresista fue, entre 1994 y 2004, la denominación acuñada por la
mayor concentración de fuerzas de izquierda antes del último conglomerado
electoral, llamado a su vez Nueva Mayoría.
(6) Hemos analizado el vínculo entre orden y progreso en Viscardi, R. (2005)
Guerra, en su nombre,ArCiBel, Sevilla, p. 31.
(7) Hemos planteado la misma cuestión en Viscardi, R. “La discusión pública de
la comunicación en el Uruguay” (2005) Revista Arjénº5, Montevideo,
pp.3-10,
www.uruguayinforme.com
(8) Entrevista en el Programa La Noticia y su Contexto, TVE0 Televisión
Nacional, 31/12/05.
(9) “Hay opinión mayoritaria favorable a la instalación de las plantas de
celulosa de Botnia y Ence: tres de cada cuatro están de acuerdo y sólo un 15%
afirma oponerse”, La República, 18/12/05, p. 6, Montevideo.
(10) Derrida, J. (1987) De l’esprit. Heidegger et la question, Galilée,
Paris, pp.62-65.
(11) Paolillo, C. “Realmente, huele feo” Informe Uruguay Nº 162,
30/12/05,
www.uruguayinforme.com
(12) Virilio ha propuesto una “ecología gris” Virilio, P. (1997) Cibermundo:
¿una política suicida? , Dolmen, Santiago, pp. 57-58. Luhman desarrolla una
“ecología de la ignorancia” a la que dedica un quinto y último capítulo en
Luhman, N. (1997) Observaciones de la modernidad, Paidós, Barcelona.
(13) Vattimo, G. (1990) La sociedad transparente, Paidós, Barcelona,
pp.148-149.
(14) Tal incapacidad, lejos de provenir de una falencia tecnológica, obedece a
una claudicación teórica, ver al respecto Vidart, J. “La amenaza es no ver la
oportunidad en el momento” (entrevista de Silvana Nicola), El País,
1/10/05, Montevideo.
Referencias bibliográficas
Croce, J. “No hacer papelones con la celulosa”, La República, 9/12/05,
p.11, Montevideo.
Derrida, J. (1987) De l’esprit. Heidegger et la question, Galilée, Paris.
Luhman, N. (1997) Observaciones de la modernidad, Paidós, Barcelona.
Opperti, D. entrevistado en el Programa La Noticia y su Contexto, TVE0
Televisión Nacional, 31/12/05.
Paolillo, C. “Realmente, huele feo” Informe UruguayNº 162, 30/12/05,
www.uruguayinforme.com
Tappa, L. “Comiendo Veneno”, Informe Uruguay, Nº 161, 16/12/05,
www.uruguayinforme.com
Vattimo, G. (1990) La sociedad transparente, Paidós, Barcelona.
Vidart, J. “La amenaza es no ver la oportunidad en el momento” (entrevista de
Silvana Nicola), El País, 1/10/05, Montevideo.
Virilio, P. (1997) Cibermundo: ¿una política suicida?, Dolmen, Santiago
Viscardi, R. (2005) Guerra, en su nombre, ArCiBel, Sevilla.
Viscardi, R. “La discusión pública de la comunicación en el Uruguay” (2005)
Revista Arjé nº5, Montevideo, pp.3-10.
www.uruguayinforme.com
Artículos de responsabilidad de órgano periodístico:
“Uruguay, más lejos de la Argentina,más cerca de USA”, Informe Uruguay Nº
162, 30/12/05,
www.uruguayinforme.com
“Hay opinión mayoritaria favorable a la instalación de las plantas de
celulosa de Botnia y Ence: tres de cada cuatro están de acuerdo y sólo un 15%
afirma oponerse”, La República, 18/12/05, p. 6, Montevideo.
Tomado de www.mondialisations.org (3/01/2006).