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El análisis de Marx acerca de la centralidad del conflicto entre capital y
trabajo en la relación de clase para construir la superación del capitalismo.
Escribe: Luciano Vasapollo
1.
Paradojas del presente y análisis de Marx: la actualidad de la explotación
capitalista
Planteamos de inmediato algunos conceptos claves del análisis de Marx, aunque
para aquellos lectores que quieren mostrarse “sofisticados”, aclaramos que toda
esta exposición, necesariamente, contiene un carácter sintético, y por tanto, de
alguna manera, de aproximación; lo importante en este artículo es que el lector
comprenda de manera simple la actualidad, la coherencia lógica del análisis de
Marx y su fuerte capacidad de ser hasta hoy pensamiento-guía para la superación
del capitalismo.
La “economía política” clásica a partir de Smith y Ricardo, si bien por un lado
colocaba de manera revolucionaria el trabajo en la base del progreso humano, por
el otro, sin embargo, identificaba al sistema capitalista, fundado sobre la
propiedad privada de los medios de producción y sobre el trabajo asalariado,
como único sistema económico racional y por tanto, natural.
En tales presupuestos teóricos se inserta el estudio y el crecimiento del
pensamiento de Marx.
La primera y fundamental mistificación de la “economía política”, según Marx, es
la de hacer pasar un cierto tipo de economía, una forma social particular
de la reproducción humana, por “la economía” y “la sociedad”. La economía
política no ve el capitalismo como una realización histórica, aunque en cuanto a
esta, si ha tenido un inicio, tendrá seguramente un final.
Para aclarar esta contradicción, en sus Manuscritos económico-filosóficos
Marx usa los resultados del despiadado análisis al que la “economía política”
somete a la sociedad industrial moderna. Los teóricos de la “economía política”
afirman que el valor de una mercancía esta dado por el trabajo socialmente
necesario para producirla, pero del mismo modo, demuestran que con el salario al
obrero le llega solo una pequeñísima parte del producto del trabajo. Al mismo
tiempo, el salario es el precio de la venta de sí mismo que el trabajador está
obligado a hacer, aceptando así, bajo la máscara de un contrato libre, una
esclavitud similar en los contenidos, si bien no en la forma, a aquella antigua
de la sociedad esclavista.
Marx prueba sobre una base rigurosamente científica —partiendo de las
consecuencias de su análisis de la teoría del valor— que, a diferencia de todas
las demás mercancías, el valor de la fuerza de trabajo está compuesto de dos
elementos, incorporando en sí el plusvalor. Por tanto, tras haber desarrollado
la teoría del plusvalor, Marx revela de manera rigurosamente científica, por
primera vez en la historia de la ciencia económica, el mecanismo de la
explotación capitalista, partiendo del análisis del capital como trabajo
apropiado, no pagado a la clase obrera.
Pero Marx fue más allá, mostrando que la apropiación, por parte de los
capitalistas, del trabajo no pagado de los obreros era conforme a las leyes
internas del capitalismo.
Esto es aún más cierto hoy en el momento en que subsisten elementos típicos de los procesos fordistas; más bien el llamado modelo posfordista típico del área central de los países de capitalismo avanzado convive con un modelo típico todavía fordista de la periferia y hasta con modelos esclavistas de los países de la periferia extrema (donde por periferia extrema se entienden también algunas áreas marginales del centro). Todo esto, porque hoy conviven las distintas caras de un mismo modo de producción capitalista siempre basado en la extorsión de plusvalor y plustrabajo y de una clase de trabajadores
trabajadores sometida a la explotación capitalista, subordinada al orden
capitalista. En este sentido se debe hablar todavía hoy de proletariado, de
clase, de movimiento obrero.
El concepto clásico de trabajo es puesto en crisis por la economía del
capital información, que representa el fundamento del capitalismo
posfordista. De hecho, la creación de valor no se funda ya exclusivamente en la
explotación del obrero de la fábrica fordista, sino que ella proviene de toda
actividad en la fábrica social generalizada, en cualquier caso, siempre a
través de la apropiación de plusvalor, de plustrabajo. La economía de la
información controla y desarrolla el poder de la acumulación flexible sometiendo
las subjetividades sociales al poder de las tecnologías de la información y de
la comunicación que ahora dominan, además del tiempo de trabajo directo, también
el tiempo del vivir social, en su totalidad. Con mayor razón, por tanto, en
la fase actual de la competición global se refuerza, con todo su potencial de
transformación, la contradicción capital-trabajo.
Si todo esto es cierto, entonces la sociedad capitalista no es en absoluto un
mundo de relaciones armónicas, sino que es en realidad el sitio de una guerra
general, económica, social, comercial, financiera, guerreada; y hoy todo es más
evidente en el ámbito de una desenfrenada competición global entre polos
imperialistas.
Aunque los teóricos de la economía política clásica reconocían en ocasiones
estos conflictos, sin embargo, según Marx, no comprenden que el elemento
conflictual es la esencia misma del sistema capitalista; pero todos los fuertes
contrastes que oponen los grupos sociales componentes de la sociedad civil
hallan su motivación central, real, en el conflicto fundamental entre capital y
trabajo asalariado.
De hecho, también en la fase actual el modelo de la acumulación flexible
necesita de la reestructuración y de la promoción capitalista centrado todavía
en la explotación del trabajo asalariado, con formas diversificadas a escala
internacional que explican la competición global como conflicto abierto entre
polos geoeconómicos. Es precisamente en la articulación de tales dinámicas
económico-sociales, en la posibilidad de superar la sociedad de la explotación,
que las contradicciones de clase se convierten en dominantes. Esto sucede a
partir de algunas caracterizaciones que han asumido las modalidades de las
dinámicas del desarrollo vinculadas en el ámbito de una relación
capital-trabajo, siempre dirigido al control social interno en cada país
capitalista y al enfrentamiento interno para la determinación del dominio global
a través de la extensión de las áreas de influencia geoeconómica de los tres
grandes bloques: EE.UU., UE y Japón-componente asiático.
Por tanto, está vigente un intenso proceso de territorialización internacional
de la economía explicable no solo por fenómenos de reestructuración y
reconversión que afectan la industria, sino que está cambiando el propio modo de
presentarse que tiene el modelo de desarrollo capitalista. Se afirma una lógica
económico-productiva distinta, la de una nueva acumulación generalizada,
cada vez más diversificada en los modelos de producción y en la organización del
trabajo respecto a los procesos productivos precedentes, pero que convive con
los modelos de tipo industrial y que sigue teniendo en el centro el trabajo
dependiente, asalariado, con lógicas cada vez más desenfrenadas de explotación,
con extorsiones cada vez más grandes de plusvalor absoluto y relativo.
Es precisamente, y solo esta, según la dialéctica hegeliana, la “contradicción”
que presiona de continuo hacia su “superación”.
Ya que el capital aumenta y se acumula solo a condición de crear nuevo trabajo
asalariado, es entonces en la subjetividad político-social del movimiento de
los trabajadores (ocupados y desocupados) —subjetividad que se origina y crece
en la conflictividad capital-trabajo— que se conquista la conciencia de la
superación del capitalismo.
2.
Lecciones de Marx para la actualidad.
En este punto
todo parece claro, con una amplia convergencia y homogeneidad de puntos de vista
por parte de los marxistas, hasta están convencidos de que se trata de elementos
ya adquiridos por quien haya enfrentado el estudio de estos argumentos. ¡Pero no
es así! Grande es la confusión bajo el cielo del análisis del posfordismo... y
la situación no es precisamente excelente si se piensa, por ejemplo, que justo
entre los marxistas se desarrollan cada vez más las dudas acerca de la
necesidad, y no solo acerca de las posibilidades, de entender cómo madura la
condición en la que el capital tiene fuertes dificultades de mediar el
desarrollo y, por tanto, extraer de él la conclusión de que un punto
irrenunciable del movimiento de los trabajadores es el de moverse en la línea de
las posibilidades de transformar las relaciones de propiedad, a partir de la
transformación de las relaciones sociales para construir otras relaciones que
tengan como referencia el escapar del capitalismo.
Desde que vio
la luz el Libro III de
El capital
se han evidenciado una serie de contradicciones; de críticas que sin duda han
partido del problema de qué es el valor y de cómo se mide, pasando por el
cuestionamiento del valor científico del análisis hecho por Marx de la
explotación, hasta arribar a la crítica llamada de la “circularidad”. En efecto,
tales argumentaciones son también las que he escuchado en la jornada
internacional de estudio del Laboratorio para la Crítica Social del 21 de mayo
de 2004 último en la Universidad de Roma “La Sapienza”, en ocasión de la
presentación del libro
Un viejo falso problema. La
transformación de los valores en precios en
El capital
de Marx.(1)
Es
precisamente acerca de la teoría del valor, del supuesto problema de la
transformación del valor en precios, hasta llegar al análisis actual de la forma
del trabajo asalariado y de su consistencia cuantitativa y cualitativa y, por
tanto, del acercamiento científico a la teoría de la explotación, que se juega
la partida teórica de las posibilidades de la transformación
político-económico-social y de la superación del capitalismo.
2.1 Posfordismo y modelos de flexibilización del trabajo y de la vida social
Para
comprender la fase actual de la competición global es determinante, como
siempre, conectarla con el análisis de la organización del ciclo productivo, de
las características del tejido productivo y social, del papel del Estado, de las
relaciones entre las áreas internacionales y de su estructura económica, de los
intereses globales de dominio y de expansión que determinan el conflicto
interimperialista. Todas estas problemáticas fuertemente conectadas, a menudo
hasta dependientes, del importantísimo paso de la era fordista a la llamada
posfordista.
La teoría
económica de Marx, como por lo demás la doctrina marxista en su conjunto, se
caracteriza por una clara naturaleza social propia, por una tendencia a la
acción, a la práctica, por un vínculo íntimo entre teoría y praxis. Para los
marxistas conocer el mundo siempre ha significado transformarlo. Las leyes
económicas objetivas de la sociedad capitalista se manifiestan en el curso de la
lucha de clase por escapar del capitalismo.
Correspondió
precisamente a Engels y a Marx hallar una teoría económica y política que
desmantelara los viejos esquemas; una teoría capaz de adaptarse y de ponerse en
relación dialéctica en cada momento con la realidad de clase. Y esto nos lleva a
la actualidad de Marx en el análisis del presente conflicto capital-trabajo a
partir de la composición de clase de hoy. Vamos a detenernos en algunos pasajes
de gran actualidad.
Recorriendo
muy esquemáticamente las últimas fases político-económicas resulta que, ya a
partir del inicio de los años 70, comienza a desvanecerse ese contubernio entre
sistema productivo fordista y modelos keynesianos a través de los cuales el
Estado realizaba un contexto global de mediación, regulación, cooptación y
compresión del conflicto social. El intenso proceso de industrialización
fordista se desplaza así hacia nuevos mercados, especialmente del Sudeste
Asiático y de la Europa Centro-Oriental, aumentando la competición internacional
y cuestionando la
leadership
estadounidense.
En los
últimos veinticinco años el modelo consolidado de democracia capitalista, nacido
en los Estados Unidos con el fordismo, en todos sus distintos modos de
presentación, se ha disuelto, borrando ese concepto de sociedad civil y de
civilización
que había inaugurado el ingreso a la modernidad capitalista, causando la
desintegración de toda la estructura productiva preexistente y
destruyendo las formas mismas de
convivencia civil, determinadas por el modelo de regulación y mediación social
de forma keynesiana. Formas de convivencia civil, social y sobre todo económica
que, de cualquier manera, eran todas ellas internas a la lógica constitutiva del
modo de producción capitalista, con relaciones de clase que, en esencia,
condicionan igualmente la existencia de los trabajadores en la misma forma de
algunos decenios atrás o de la fase actual, que, con razón o sin ella, llamamos
era posfordista.
El derrumbe
del modelo fordista ha llevado al surgimiento de nuevos modelos de acumulación
flexible. El principio que guía este modelo está basado en el hecho de que al
ser la demanda la que establece la producción en relación con modelos de
conflictualidad global y competencia desenfrenada —aunque a menudo imperfecta—
esto trae como consecuencia que la competición se basa cada vez más en la
calidad del producto, la calidad del trabajo, en un modelo cada vez más
caracterizado por recursos inmateriales del capital intangible. Una
estructuración del capital que va acompañada del trabajo manual subpagado,
distribuido en el territorio y cada vez con mayor frecuencia no reglamentado, y
de servicios externalizados y de escaso contenido de garantías que permiten su
uso, y no ya basado en las conexiones entre cantidad producida y precio
(elementos típicos del fordismo).
La crisis del
sistema, debida al proceso de transformación del trabajo en la sociedad
posfordista, puede ser también explicada por este contexto de desarrollo del
trabajo de predominante contenido inmaterial. De hecho, este tipo de trabajo se
caracteriza: extensivamente mediante la forma de cooptación social que va más
allá de la fábrica y del trabajo productivo, e intensamente a través de la
comunicación y de la información, recursos del capital de la abstracción o
intangible. El trabajo inmaterial es entendido como un trabajo que produce el
“contenido informativo y cultural de la mercancía”, que modifica el trabajo
obrero en la industria y en el sector terciario, donde las funciones son
subordinadas a la capacidad de tratamiento de la información, de la
comunicación, horizontal y vertical. ¡Pero
sigue siendo trabajo asalariado!
Se viene
definiendo un nuevo ciclo productivo ligado a la producción inmaterial que
muestra cómo la empresa y la economía post-industrial y posfordista están
fundadas en el tratamiento del capital información. Esto provoca una profunda
modificación de la empresa ya estructurada en las estrategias de venta y en la
relación con el consumidor, que lleva a considerar el producto primero bajo el
aspecto de la venta y después bajo el de la producción. Tal estrategia se basa
en la producción y consumo de capital información, utilizando la
comunicación desviadora
y el marketing
social
para recoger y hacer circular información con vistas a un condicionamiento
social global.
No se trata
entonces de un simple proceso de desindustrialización, de una de las tantas
crisis del capitalismo, sino de una radical transformación de este que golpea
toda la sociedad, que crea nuevas necesidades, de una concepción de la calidad
del desarrollo, de la calidad de la vida que induce a distintos comportamientos
socio-económicos de la colectividad, impuestos por la flexibilidad de la empresa
difundida en el tejido social, respecto a los de la sociedad industrialista,
basada en la centralidad de la fábrica y con una intervención del Estado en
economía que, lejos de determinar una forma de las relaciones
diferentes
respecto al capitalismo, en esencia lo ha defendido, facilitándole la salida de
las crisis.
En
particular, de los resultados de distintos análisis que hemos realizado en la
revista Proteo,2 junto
a las Representaciones Sindicales de Base, emerge un sector terciario que
interactúa y se integra cada vez más con las demás actividades productivas,
especialmente con las industriales. Se determina, por lo tanto, un nuevo modelo
localizador de desarrollo, que hemos definido en otros escritos como
tejido a multinivel de
irradiación terciaria,
que se asocia al modelo de flexibilización de la vida social impuesto por una
empresa difundida socialmente en el sistema territorial. Es decir, se trata de
un sector terciario que va acompañado por externalidades del ciclo productivo y
por un modelo de flexibilidad general que ha venido asumiendo un papel cada vez
más estimulante del modelo de desarrollo económico, no explicable solo por
simples procesos de desindustrialización o de reestructuración y reconversión
industrial, sino por las exigencias de reestructuración y diversificación global
del modelo de capitalismo.
De estos
análisis se desprende que nos encontramos en una fase de transición aún en vías
de definición, pero que presenta de cualquier modo, rasgos bien claros. Hay un
aumento de la producción de servicios respecto a la de los bienes materiales,
pero esto sucede sobre todo con procesos de externalización de los servicios y
de fases del proceso productivo con bajo valor agregado, basados en una
superexplotación del trabajo. Un trabajo a menudo obtenido a través de procesos
de distribución internacionales, en busca de formas de trabajo de escaso
contenido de derechos y de bajísimo salario; esto va acompañado de una fuerte
presencia de trabajos intelectuales y técnico-profesionales a menudo tan
precarios como los manuales y repetitivos.
Pero todo más referido aún a
procesos de valorización del capital en su relación de clase, por tanto,
contrapuesta al trabajo vivo, reproduciendo trabajo asalariado con el fin de
multiplicarse.
No se trata,
por tanto, de ignorar los cambios ocurridos en los procesos productivos y en la
configuración de las subjetividades del trabajo, del no trabajo, del trabajo
negado, sino confirmar que la crisis del capitalismo de superproducción, de
acumulación, de expansividad tiene
como posibilidad última de escape la
potencialidad crítica del trabajo asalariado a partir de un fuerte movimiento
sindical que se mueva en y por los procesos de recomposición de clase, es decir,
de todo el segmento social que está sometido de diversas formas a la condición
de explotación capitalista, en el puesto de trabajo y en todo la vida social.
En este sentido un papel de punta y de ruptura se desarrolla ya desde hace
largos años por parte del sindicalismo de base, en particular por las
Representaciones Sindicales de Base, que hacen de la independencia, de la
autonomía y de la relación de clase el núcleo de la iniciativa
político-sindical.
2.2 Del Estado social de la mediación y cooptación del conflicto al Profit State
de la cultura de empresa
Por tanto, está en vigor un intenso proceso de territorialización de la economía
explicable no solo por fenómenos de reestructuración y reconversión que afectan
la industria, sino que está cambiando el propio modo en que se presenta el
modelo de desarrollo capitalista. Se afirma una lógica económico-productiva
distinta, cada vez más diversificada respecto a los procesos productivos
precedentes, en particular los de tipo industrial. Una transformación de la
sociedad que crea nuevas necesidades, nuevas actividades, la mayor parte de las
cuales tiene carácter terciario y precario, que generan, y al mismo tiempo
fuerzan, nuevos mecanismos de crecimiento, de organización de la sociedad y de
acumulación del capital. Esto sucede también a través de la asunción
específicamente productiva de los recursos del capital intangible basados en la
información y comunicación con la desrreglamentación para un ataque frontal a
los derechos y al derecho del trabajo, con la desorganización en el territorio y
con la precarización de todo el ciclo de la vida social de la clase obrera, de
toda la fuerza de trabajo. Y también a partir del cuestionamiento del papel del
Estado intervencionista, ocupante y regulador del conflicto social a través de
las políticas keynesianas.
Un papel del Estado en economía y del Estado social que en la era fordista ha
tenido una tarea de redistribuidor de los ingresos, gracias a la fuerza
manifestada por el movimiento obrero que ha impuesto una mayor cuota de reparto
al factor trabajo, es decir, un monto de salario social global más alto (por
tanto, más salario directo, indirecto y diferido). Todo siempre dentro del
capitalismo y de las mismas relaciones de producción capitalistas, configurando
así el desarrollo de relaciones sociales mediadas por el Estado, sí, pero
encentradas en el uso del compromiso fordista-keynesiano, comprendida la
determinante del Estado social, y utilizadas también como elemento de control de
toda forma de antagonismo, de compresión y de cooptación del conflicto social,
precisamente para evitar (y el capital en realidad en esto ha resultado
realmente vencedor) el éxito de relaciones que pudieran prefigurar nuevas
formaciones sociales.
Mejor aún, la intervención del
Estado en economía no ha podido nunca prefigurar relaciones alternativas que se
desarrollaran a la par del capitalismo, ni mucho menos una forma de las
relaciones que se situara fuera o más allá del capitalismo, porque el Estado
social distinto no es más que un aspecto secundario, una forma, un modo de
presentar las relaciones y las formas del ser del capitalismo, en un momento en
que las relaciones de fuerza entre capital y trabajo eran, con respecto a la
actualidad, mayormente favorables respecto al movimiento de los trabajadores.
Esto es aún más cierto hoy, en una fase en que la intervención del Estado en
economía, el propio Estado social, ya no son compatibles con los paradigmas del
desarrollo neoliberal.
El empresario tiene como objetivo principal maximizar la ganancia, y en la
producción fordista esto se realizaba sobre todo a través de un crecimiento del
Estado social que consintiera también a las clases menos pudientes consumir y
comprar (el salario representaba por tanto, un costo, pero también un ingreso).
Por tanto, siempre en el ámbito de un sostenimiento de la demanda y de los
consumos centrados en la venta de los productos del trabajo como mercancías, y
en el momento en que eso ha significado gozar de servicios sociales
aparentemente gratuitos (escuela, sanidad, etc.) de eso se ha disfrutado por
derecho solo en el sentido de reapropiación de salario indirecto, por tanto, de
parte del plusvalor arrebatado, en una fase en que las relaciones de fuerza han
permitido una redistribución mas favorable al factor trabajo. En la nueva
situación, en una fase más favorable al capital, disminuye el margen de
negociación y de impacto del movimiento obrero, y entonces el salario deviene
solo un costo que hay que reducir lo más posible.
“Por esta razón el Estado social, ya sea como redistribuidor de ingresos por
medio del fisco, ya sea como creador de ingresos, representa para el capitalista
posfordista un factor de molestia que hay que eliminar. Por una parte se ve como
la causa del costo excesivo del trabajo (gravámenes sociales y sustracción
fiscal) y de la otra como causa del costo excesivo del dinero (aumento de las
tasas de interés para incitar al ahorro hacia la deuda pública)... El sistema de
producción Just in time
vive de la atomización del mercado; los gustos y las disponibilidades a la
adquisición por parte de cada consumidor particular son decisivos, deben
conocerse, explorarse y apenas se manifiestan deben ser satisfechos
rápidamente”.3
De este modo se provocan incrementos notables de desocupación evidente e
invisible, precarización del trabajo, negación de las garantías sociales y de
las reglas elementales del derecho del trabajo, en un territorio que se hace
fábrica social, en cuanto lugar de experimentación y afirmación de las
compatibilidades de empresa.
Es en tal contexto de transformación global y de reestructuración general
capitalista que también el Estado social se transforma en Estado-Empresa, en
Profit State que asume
como central la lógica de mercado, la salvaguarda y el incremento de la
ganancia, transforma los derechos sociales en subvenciones de beneficencia,
efectúa comunicación social que hace asumir la ganancia, la flexibilidad, la
productividad como nuevas formas de “divinidad social”, como filosofía
inspiradora del único modelo de desarrollo posible. Todo se centra en
precarización de las relaciones de
trabajo, negación de las garantías, alta movilidad y flexibilidad del trabajo,
imposición —a través de la política económica y cultural del Profit State— de la
adaptación activa de los nuevos sujetos del trabajo y del no trabajo, del
trabajo negado, a los horizontes organizativos y económico-culturales impuestos
por la actual fase del desarrollo capitalista.
2.3. Posfordismo, centralidad del trabajo asalariado, recomposición de la clase
y nuevo movimiento obrero.
A través de un procedimiento objetivo y científico se puede examinar dentro del
propio ámbito de estudio el
análisis económico internacional y nacional para verificar las
modalidades de establecimiento del sistema económico concentrado espacialmente,
especializado en un cierto sector o en ciertas modalidades productivas,
relacionándolo con una población social y territorialmente caracterizada de
manera coherente.
La amenaza siempre inminente y en aumento de la desocupación, en particular el
actual convivir de la desocupación coyuntural con la estructural, la
financiarización de la economía, el paradigma de la acumulación flexible de la
llamada era posfordista debida a la automatización de la producción y a la
intensificación del trabajo, todo ello ejerce una influencia sustancial en el
empeoramiento general de la situación global mundial de la clase trabajadora. La
“incertidumbre de la existencia”, de la que habló Engels, continúa acentuándose.
Estos hechos objetivos son una confirmación convincente de la validez de la
teoría marxiana del empobrecimiento absoluto y relativo. Es así que el
desarrollo mismo del capitalismo contemporáneo reafirma por completo otra tesis
fundamental de Marx, la de la intensificación del proceso de proletarización en
el seno de la sociedad capitalista, del incremento —si bien en formas distintas
y articuladas— del trabajo subordinado, del trabajo asalariado, como quiera que
sea, del segmento social sometido a la explotación capitalista; en este sentido,
proletariado y movimiento obrero que se convierte en clase, y por tanto,
subjetividad político-social, en el momento en que asume conciencia del propio
papel de antagonista y de sujeto de la transformación.
La cuestión actual económico-social del trabajo no está entonces conectada
solamente a la desocupación cada vez más de carácter estructural, más bien se
refiere a una serie de problemas de carácter cuantitativo/cualitativo y, por
tanto, de las nuevas figuras del trabajo, del trabajo negado y del no trabajo,
como quiera que sea, figuras todas ellas internas siempre al mismo modo de
producción capitalista. El problema trabajo existe ya también para aquellos que
poseen uno, dado que se trabaja cada vez más y en condiciones cada vez más
precarias, no tuteladas, con salario social absoluto, y también relativo al
trabajador individual, cada vez menos y con altos niveles de movilidad e
intermitencia.
Hoy, la aplastante mayoría de la población de los países capitalistas está
compuesta por trabajadores asalariados; el trabajo asalariado constituye la base
del capitalismo, a escala mucho mayor que en los tiempos de Marx, dentro de los
procesos y de las dinámicas de funcionamiento del modo de producción capitalista
de siempre.
Los cambios más recientes en la estructura de la clase trabajadora misma indican
la extrema importancia de la categoría del obrero “colectivo”, introducida y
analizada en El capital.
Tal categoría comprende a los obreros del trabajo físico e intelectual que
participan directamente en la fabricación de un producto y son, como quiere que
sea, respecto al capital, trabajadores asalariados, trabajadores subordinados,
el segmento social subordinado a los dictámenes de la orden del modo de
producción capitalista centrado en la explotación, por tanto, en la valorización
del capital a partir de su realización antagonista con el trabajo vivo.
Las tendencias actuales —con el aumento del número de los trabajadores
asalariados empleados fuera de la producción material propiamente dicha, el
aumento del número de los empleados, de los flexibles, de los precarios, de los
temporales, de los atípicos en general, el incremento de la tasa del trabajo
intelectual, o del falso trabajador autónomo, en la composición del “obrero
colectivo”— están bien lejos de testimoniar la “desproletarización” de la clase
obrera, o de la clase trabajadora en general.
Es así que, no obstante el paso de la era fordista a la llamada era posfordista,
del obrero masa al “obrero social”, de la centralidad de fábrica a la fábrica
social generalizada, de los “monos azules” a los cuellos blancos, del trabajo
manual a los trabajadores de la conciencia y de la inteligencia, también en los
países de capitalismo avanzado permanece y vive cada vez más el trabajo
asalariado con formas cada vez más sofisticadas y cada vez más incisivas de
explotación.
Es así que se llega a una fase en la que están apareciendo velozmente en la
escena económico-social nuevos
caracteres de sujetos, nuevas pobrezas y, por lo tanto, nuevas figuras que hay
que agregar a un proyecto de recomposición y organización del conflicto
capital-trabajo a partir de una ofensiva por parte de todos los trabajadores en
una nueva estación de luchas de masa de un nuevo sujeto que no es otra cosa que
el actual modo de ser y de presentarse del movimiento obrero.
Se trata de forzar el horizonte a partir de la superación de los límites
sociales entre clase obrera propiamente dicha, los intelectuales, nuevas figuras
del trabajo, del trabajo negado, del no trabajo, y acercar a estos grupos
sociales en su lucha por la emancipación social; reencontrándose en los hechos
en el conflicto capital-trabajo, superando en la lucha los esquemas del ya
decretado por algunos estudiosos —incluso de origen marxista— fin del trabajo.
Pero, ¡qué fin del trabajo! Está cada vez más vivo el análisis científico de
Marx acerca del trabajo asalariado, acerca de la “proletarización” y
empobrecimiento, absoluto y relativo, de estratos cada vez mayores de las
sociedades de capitalismo avanzado; para no hablar de los niveles de esclavitud,
de feudalismo y de miseria absoluta en el Tercer y Cuarto mundos.
Por tanto, nuevos sujetos de
clase, capaces de provocar contradicciones económico-sociales y procesos de
socialización como sujeto unitario en un nuevo movimiento obrero. Valores y
comportamientos orientados y derivados de la presencia de un modelo de
desarrollo que a causa de la reestructuración de la empresa y del capital incide
profundamente en el territorio y crea su contradicción en la nueva fase del
choque capital-trabajo, que lejos de debilitarse se presenta en toda su carga
explosiva realizando dinámicas de recomposición de clase.
Tales procesos necesitan de una
lectura socio-política distinta y más articulada; tienen necesidad
de nuevas lógicas interpretativas, de nuevos instrumentos ignorados por los
análisis de esquema industrialista de la era fordista, para lanzar una nueva
fase del conflicto de clase, conscientes de lo correcto del análisis de Marx,
incluso en esta fase del desarrollo capitalista.
Manteniendo válidas en este sentido
las categorías marxianas, partiendo de la centralidad de un nuevo movimiento
obrero, es decir, de aquella subjetividad político social de todo el segmento
social sometido a la explotación capitalista, y por tanto, como sujeto
completamente interno a la relación de clase; quedando así fuera de las
divagaciones de quien habla de fin del trabajo asalariado o de superación de la
centralidad del movimiento obrero y de ruptura de la relación de clase.
3.
Viejos, falsos problemas no oscurecen la claridad y la actualidad de Marx
Y fue
precisamente Marx quien reveló la tendencia objetiva de la producción
capitalista hacia una explotación máxima de la clase obrera y la centralidad del
conflicto de clase. Todo eso se ha verificado y se verifica en el curso de toda
la historia del capitalismo y, por cuanto se ha escrito con anterioridad,
todavía más en la fase actual en la que conviven formas de producción fordistas
con las llamadas posfordistas y con verdaderas modalidades esclavistas, no solo
en la periferia, sino también en los países centrales y guía del capitalismo.
Lo que es
característico del modo de producción capitalista, por tanto todavía hoy, y con
mayor razón hoy, no es el hecho de que haya explotación de un segmento de la
población por parte de otro, como la forma que tal explotación asume, es decir
la producción de... “plusvalor, por el cual el capitalista no paga ningún
equivalente. Es en esta forma de intercambio entre capital y trabajo que se
funda la producción capitalista, o el sistema de trabajo asalariado, y que debe
conducir a reproducir continuamente al obrero como obrero y al capitalista como
capitalista”.
Y he aquí uno
de los mayores resultados del análisis económico de Marx llamado “paradoja de la
ganancia”: la
ganancia no se origina en el intercambio, este proviene del hecho de que las
mercancías se venden precisamente por su valor.4 Por
otra parte en el Libro III de
El capital,
Marx evidencia de manera explícita que en el costo del producto están todos los
elementos constitutivos de su valor, pagados por el capitalista o mediante los
cuales ha introducido en la producción un equivalente; y, por tanto, estos
costos de producto deben ser reintegrados para permitir que el capital se
conserve, recupere su entidad original.
De todo lo
escrito anteriormente con seguridad se habrá intuido que la ganancia no es otra
cosa que el plusvalor mismo. Más bien, propiamente la ganancia es la forma
fenoménica del plusvalor, es decir, el resultado del capital globalmente
anticipado.
Pero es en el
capítulo 9 del Libro III de
El capital
en el que tradicionalmente se ha buscado la explicación que da Marx acerca de la
“Formación de una
tasa general de la ganancia (tasa media de la ganancia) y transformación de los
valores de las mercancías en precios de producción”,
partiendo justo de la tesis de que los precios de producción no son otra cosa
que los precios realizados calculando la media de las diferentes tasas de
ganancia de los distintos ámbitos productivos y agregando tal media a los
precios de costo sostenidos por los propios ámbitos productivos, se tiene la
definición “clásica” de precio de producción.
Y es esta
precisamente la cuestión fundamental, y si queremos incluso el enfrentamiento
teórico, que está presente desde hace decenios —que se ha vuelto a plantear en
la presentación del Congreso del Laboratorio para la Crítica Social, efectuado
el 21 de mayo de 2004 y del que se ha escrito con anterioridad— analicemos el
actual modo de producción capitalista y la centralidad de la categoría de la
explotación y de la relación capital-trabajo.
Al
planteamiento fundamental del análisis de Marx sobre la transformación de valor
en precios han respondido, en el libro
Un viejo falso problema
y en el congreso arriba citado, algunos estudiosos que desde hace años se ocupan
de este problema (como G. Carchedi, A. Freeman, A. Ramos y A. Kliman),
desbaratando completamente las críticas, simplemente respondiendo que se trata
de un problema inexistente, ya que la transformación de valores en precios ya
había sido resuelta por Marx en el Libro III de
El capital.
En esta perspectiva ha sido de gran ayuda la comparación con el manuscrito
original de Marx, publicado por primera vez en 1992 en la MEGA‚.
Los autores
de Un viejo falso
problema
han enfrentado una vez más a los llamados “críticos” con paciencia, con
seriedad, con rigor científico, incluso en la elección de un lenguaje y un
acercamiento divulgativo, para reafirmar un punto de vista de exactitud formal y
sustancial de todo el esquema del análisis de Marx. Por tanto, los precios de
producción se basan en el hecho de que existe una tasa tendencial general de la
ganancia, que a su vez se basa en el hecho de que las tasas de ganancia de cada
ámbito productivo en particular han sido ya transformadas en otras tantas tasas
medias de ganancia.
Así se puede
reconstruir una formulación coherente de la teoría marxiana del valor que no sea
dañada por el supuesto “paso traumático” (como lo ven los críticos de Marx) del
“capital en general” a los capitales “particulares”. El plusvalor puede también
asumir la forma modificada de la ganancia, o la tasa de ganancia tomar la forma
modificada de la tasa de plusvalor, pero esta evolución, explica Marx en los
Grundrisse,
se realiza “solo en el análisis de numerosos capitales (reales) y no tiene
todavía su puesto aquí”, es decir, en el momento en que se realiza una tasa
media de ganancia y la transformación del valor en precios determinada por el
régimen de competencia, que no es tomado en consideración por el análisis del
“capital general”. Por otra parte, nos explica Marx, para hacer un análisis
científico del desarrollo real del capital, para analizar la relación
capital-trabajo y el papel del plusvalor como perno real del modo de producción
capitalista, no se puede y no se debe partir de los “numerosos capitales
reales”, sino del “capital”, es decir, el de toda la sociedad, como bien
explican los
Grundrisse:
“La sustitución de numerosos capitales reales no perturba nuestro análisis. Al
contrario, la relación entre los numerosos capitales devendrá clara solo cuando
hayamos puesto en evidencia lo que tienen todos en común, o sea, que son
capital”.
En este
desarrollo de momentos sucesivos, pero estructurados, parece que se puede hallar
una explicación adecuada de la “presunta” contradicción entre el I y el III
Libro de El
capital.
Marx demostró
claramente que la ganancia tiene origen en el plusvalor y que el sistema de
precios se explica como expresión fenoménica de la ley del valor. Y entonces, si
las mercancías no son intercambiadas a su valor es porque se realiza un
intercambio de productos de capitales que son títulos para distribuir entre
capitalistas la masa del plusvalor.
Si se procede
a una reconstrucción filológica coherente de los textos marxianos, cosa ahora
posible gracias a los textos de la MEGA‚, se puede sostener que muchas de las
interpretaciones tradicionales de la “transformación” de los valores en precios
están relacionadas con una incomprensión de algunos puntos teóricos
fundamentales (cuando no, incluso, en algunos casos, con lecturas dirigidas a
poner en discusión la validez de la estructura marxiana válida para construir la
posibilidad de la superación del capitalismo).
Las
respuestas de Kliman, Freeman, Carchedi, Ramos además de las de Callari y De
Angelis, han sido muy puntuales, y algunas de estas pueden ser leídas de manera
profunda en Un
viejo falso problema.
Como quiera que sea, a las críticas sus autores responden con su
Temporal Single-Sistem
Interpretation
(TSSI).5
En
conclusión, si varios críticos, comprendidos aquellos presentes en la jornada de
estudio del Laboratorio para la Crítica Social, hubiesen “desinflado” su
modelación y empleado un formalismo diferente en el que los precios de los
input
y de los output
no sean determinados simultáneamente, es decir, si hubiesen tenido en cuenta la
variable tiempo, entonces no solo los resultados de la transformación de los
valores en precios se habrían demostrado de manera formalmente rigurosa y
científica, sino que habrían comprendido bien que el problema de la
transformación es un “problema inexistente”; y de esto se deriva la coherencia
lógica, el carácter científico, la ausencia de límites y contradicciones y la
gran actualidad del análisis de Marx.
Los trabajos
del “enfoque temporal” son introducidos por primera vez sistemáticamente en el
debate italiano y de este modo se llena una laguna que ayuda a los marxistas. Ya
no hay “excusa” para continuar ignorando las contribuciones del “enfoque
temporal” y quien lo haga no podrá ya apelar a su propia ignorancia, sino que
deberá, en muchos casos, admitir la interpretación propia como interesada en
demoler las razones de los marxistas.
Y es
precisamente partiendo de este enfoque, de la coherencia lógica, completa y
científica de Marx, que es posible sostener cuanto hemos escrito en los párrafos
precedentes.
El análisis
que efectuamos como CESTES acerca de la crisis actual del capitalismo, crisis
también de superproducción, de acumulación, de expansión y de demanda, a causa
también de la tendencia a la contracción global del salario social de toda la
clase trabajadora, sirve también para evidenciar, como hemos ya escrito, que el
llamado ciclo posfordista de la fábrica social generalizada realiza, además de
la desocupación estructural, también las miles de formas de trabajo atípico y
flexible, de cualquier manera catalogables entre el trabajo asalariado,
dependiente, heterodirecto, que realizan ese segmento social, sometido a leyes
de la orden capitalista en cuanto sujeto a la explotación en el modo de
producción capitalista.
Pero todo esto sirve para
identificar siempre en la relación de clase el carácter de sujeto y la
subjetividad antagonista capaz de construir en perspectiva la posibilidad de la
superación del capitalismo a partir del papel del nuevo sujeto proletario.
Y con este
propósito no rigen lógicamente y en los hechos las disquisiciones académicas de
quien quiere sostener la negación del sujeto proletario en la era del
posfordismo y del capitalismo maduro, porque esto sirve solo para negar la
centralidad del conflicto capital-trabajo y la centralidad del movimiento
obrero, y esto, para poner en discusión toda la estructura de Marx para
describir el proceso de acumulación. Y, mucho cuidado, aquí no se trata de
recalcar acríticamente los preceptos del socialismo real del siglo xx. No, ¡está
en juego algo bien distinto! Se trata de reivindicar como válido todavía hoy el
movimiento obrero como clase de asalariados, de los sometidos al mando
capitalista, en las distintas formas que el trabajo asalariado puede asumir hoy
y reivindicar el proceso de recomposición de clase a través de la subjetividad
proletaria, del proletariado como sujeto político revolucionario, como pueblo de
los sometidos a la explotación capitalista.
4.
Dentro de la relación de clase se construye la posibilidad de la superación del
capitalismo
Es por todo lo que se ha sostenido hasta ahora que debe ser tarea de los
estudiosos escrupulosos, honestos y coherentes la de afirmar con fuerza la
validez científica y la actualidad del pensamiento de Marx y, si son marxistas,
también la de su actuación práctica concreta.
Las transformaciones estructurales que están caracterizando el sistema
socio-económico son, sobre todo, transformaciones que surgen de la continua
interacción del nuevo terciario posfordista con el resto del sistema productivo,
con todo el territorio propio porque se trata de transformaciones surgidas de la
exigencia de redefinición productiva y social del capital. Para poder ser
comprendidos son, por tanto, necesarios análisis bien separados de la
distribución localizadora de las actividades que se deben comparar con una
lectura territorial, más propiamente social y político-económica. Las nuevas
figuras del mercado del trabajo que van a expresar su subjetividad política
social en la relación de clase del nuevo movimiento obrero, se conjugan con los
nuevos fenómenos empresariales, cada vez más a menudo se configuran en formas
ocultas, como quiera que sea, de trabajo asalariado, trabajo subordinado,
precarizado, no garantizado, de trabajo autónomo de última generación que
enmascara la cruda realidad de la expulsión del ciclo productivo.
El territorio es entonces el centro hacia el cual hay que hacer converger una
parte relevante de los intereses de la colectividad, de la clase, de las nuevas
“sujetualidades” que operan en una empresa difundida socialmente en el sistema
territorial. Una modalidad del desarrollo capitalista en que se generan nuevos
sujetos que se deben recomponer en unidad como cuerpo organizado, como una
totalidad de partes interactuantes en calidad de nuevos sujetos de clase, que
dan una cierta caracterización social porque derivan de una cierta
caracterización productiva de la reconversión neoliberal, del modo de producir y
de proponer socialmente la centralidad de la empresa, de la ganancia, del
mercado; en un mundo caracterizado, por tanto, únicamente por el valor universal
del mercado y de la ganancia al que el individuo no solo debe aspirar, sino que
se debe hacer objeto activo de tal construcción social.
Es posible derrotar tal proyecto solo a partir de una nueva fase del conflicto
capital-trabajo, construyendo la conciencia y el conocimiento de un proceso
antagonista para la transformación social; una nueva fase del conflicto en el
que la clase de los subordinados a la orden capitalista como sujetos del trabajo
y del trabajo negado, como sujetos explotados en cada fase de la vida social,
asumen conciencia del propio papel. Es decir, una subjetividad totalmente
interna a la relación de clase que, actuando como vehículo de comunicación
social, debe hacer comprender, hacer tomar conciencia a los distintos ámbitos
sociales de la asunción de las fuerzas productivas, es decir, de su
socialización con el fin de construir procesos de transformación reales que se
mueven en el horizonte de la superación del capitalismo.
De esto se deriva que la liberación de todos los sujetos sometidos a las órdenes
y a la explotación capitalista, a través de la construcción de un nuevo
movimiento obrero fuerte dentro de grandes movimientos sociales antagonistas de
masa, es posible solo mediante la superación del modo de producción capitalista.
Esta deducción tenía y tiene hasta ahora una importancia muy grande ya que
cuestiona decisivamente toda suerte de ilusión acerca de la superación de la
contradicción capital-trabajo dentro del modo de producción capitalista.
Debe recordarse siempre que el empresario, en cuanto institución económica
capitalista, actúa dentro de instituciones económico-sociales, desarrollando una
actividad intencional dirigida a la puesta en práctica de procesos decisorios
propios, con el fin de realizar determinados objetivos prefijados propios de
eficiencia empresarial y adaptados al conjunto de las condiciones sociales y
ambientales, como quiere que sea, dirigidos a la compatibilidad del mercado y de
la competencia. En esta clave de lectura la función de clase de los empresarios
puede subsistir más allá de la presencia o no de la estructura de empresa
entendida en el sentido clásico.
El carácter autoempresarial, la precarización del trabajo, la flexibilidad del
salario, la ocupación interina, es decir, el nuevo caporalato,6 el
trabajo a distancia, el trabajo intermitente, la multifuncionalidad del trabajo,
la fábrica difundida e integrada, representan la verdadera participación de los
trabajadores en el incremento de productividad. A través de una flexibilidad
empresarial generalizada en lo social se llega a la determinación de las nuevas
modalidades de acumulación flexible del capital que se derivan de cantidades
cada vez mayores de trabajo social global erogado como modalidades tecnológicas
y retributivas distintas, a través también del papel decisivo asumido por el
Profit State.
Las distintas nuevas formas de colaboración de rasgo cooperativo y de
concertación solo han llevado a la comprensión de los derechos sindicales
adquiridos con largos períodos de lucha de los trabajadores, agudizando por otra
parte las desventajas sociales del desarrollo, realizando un bloque social de un
verdadero modelo coasociativo centrado sobre relaciones industriales
exclusivamente dirigidas a la performance de empresa y a la ruptura de la
solidaridad y unidad de clase de los trabajadores.
Pero detrás de los incentivos, los pagos por horas extras, los premio de
producción, la posesión de acciones por parte de los trabajadores, el trabajo
autónomo de última generación, el tan loado desarrollo del carácter
empresarial local, la explosión del “pueblo de los empresarios”, el no
profit, la cooperación social, los llamados al keynesianismo
transformador y capaz de realizaciones distintas respecto al capitalismo, no
es otra cosa que el actual modo de ser de las relaciones y del sistema
productivo en el modo de producción capitalista, que crean falsos mitos con el
fin de esconder sus propias contradicciones. Reconocer a los trabajadores la
posibilidad de participación en el “juego” de redefinición de los mecanismos de
control, de gobierno de la economía (al respecto, piénsese en las grandes
ventajas adquiridas por el capitalismo a través del ser real del keynesianismo y
en el obrar del Estado social), debe realizarse también a través de momentos de
cooperación y de coparticipación ficticia en la propiedad, implicando a los
trabajadores en las opciones de la administración económica, a través de
procesos ficticios de democratización del sistema empresarial y del sistema
económico en su conjunto. Se ponen en práctica así interpretaciones de la
democracia económica basadas en modelos coasociativos y coercitivos de las
relaciones sociales y económicas centradas en la eficiencia empresarial; modelos
y relaciones que no cuestionan nunca las problemáticas de redistribución de los
poderes y de los procesos de decisión, y al contrario refuerzan con la formación
colectiva del capital los procesos de acumulación.
Esto no significa, más bien todo lo contrario, no querer aceptar el plan
reivindicativo y de las conquistas graduales, sino que debe practicarse de
inmediato un fuerte reformismo estructural siempre manteniendo al mismo tiempo
el fin estratégico de la transformación económico-social, siendo bien
conscientes, por ejemplo, de que los modelos de coparticipación propuestos en el
marco del desarrollo capitalista sirven exclusivamente para sostener el capital
y permitir su valorización y multiplicación. Para esto es fundamental que la
iniciativa del nuevo movimiento obrero que debe comprender todas las luchas de
masas antagónicas de los sujetos, sea retomada por el movimiento de los
trabajadores, por los nuevos movimientos de los sujetos del trabajo negado, por
los movimientos antiglobalización y contra el neoliberalismo, y por los demás
movimientos sociales del antagonismo comenzando por aquellos contra la guerra,
con un fuerte y determinado movimiento sindical que, a partir del empuje y del
papel avanzado del sindicalismo de base, sepa extender el área no concertadora
para interceptar las necesidades viejas y nuevas y reivindicar espacios cada vez
más amplios de ciudadanía social. Entonces la iniciativa para una nueva fase del
conflicto social debe tomarse a partir de un nuevo impulso de las luchas de
masas en el terreno de la defensa de los derechos y del derecho al trabajo, de
las luchas por los incrementos salariales, por una mejor calidad del trabajo y
de la vida, por una reducción del horario de trabajo con igualdad de salario,
contra la flexibilidad y la precarización del trabajo, del salario y de la vida
social, por el Ingreso Social Mínimo a todos los desocupados, a los precarios y
a los que reciben pensiones mínimas; en la defensa de los espacios de
democracia; en el retorno a un papel del Estado intervencionista en economía y
ocupador; en la ampliación del gasto social y por el reforzamiento, más aún que
los decenios anteriores, de un Estado social para una mayor redistribución del
ingreso en favor de todos los trabajadores, ocupados y no ocupados, por los
derechos sociales y de una nueva ciudadanía. Pero hay que estar bien conscientes
que al retomar tal iniciativa de luchas sociales y del trabajo, debe apuntar a
un nuevo protagonismo político de masa que es signo vital para reforzar todos
los nuevos movimientos antagonista, en una nueva estación de lucha que debe
colocar como eje central el conjunto del nuevo movimiento obrero en el conflicto
capital-trabajo, retornando a una relación de fuerzas favorable a los sujetos
del trabajo y del trabajo negado.
Es así que mientras se reivindican mayores derechos, mayor salario directo,
indirecto y diferido, mayor democracia, se construye al mismo tiempo esa
subjetividad político-social que es capaz de conquistar conciencia de que hay
que huir del capitalismo, y para la construcción esta vez de una nueva formación
social que desarrolle formas de relaciones dentro del horizonte del socialismo.
Para hacer todo esto es necesario desarrollar análisis que se basen
completamente en los tres puntos básicos de la obra de Marx: el análisis de la
economía en términos de valor como expresión socialmente determinada del
trabajo humano; el análisis de la dinámica de la sociedad y de la posibilidad de
la transformación en términos de clases sociales económicamente
determinadas y, por tanto, de conflicto capital-trabajo; la dialéctica
como método de investigación del análisis.
Traducido del italiano por Marcia Gasca Hernández
Notas
1 Un vecchio falso problema. La
trasformazione dei valori in prezzi nel Capitale di Marx, a cargo de
quien escribe y con ensayos de Cachedi, Freeman, Kliman, Giussani y Ramos, Ed.
Mediaprint, 2002.
2 Proteo, Revista a
cargo del CESTES (Centro de Estudios de las Transformaciones
Económico-Sociales).
3 Marazzi C., “Il posto dei calzini”, pp. 106-107.
4 Por eso y muchas otras consideraciones presentes en particular en este párrafo
véase el Prefacio de Un viejo
falso problema, ob. cit.
5 Véase también cuanto he escrito en el artículo “USA, Japón, Unión Europea…”,
en un número reciente de
L’Ernesto).
6 Especialmente en Italia meridional, sistema de explotación de la mano de obra
agrícola reclutada ilegalmente por intermediarios y pagada por debajo del mínimo
permitido por la ley.
(N.
de la T.)
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