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De
"El sindicalismo uruguayo":
El Golpe de Estado de Febrero.
Ya está en librerías “El sindicalismo uruguayo. A 40 años del congreso de unificación”, un texto de Universindo Rodríguez, Silvia Visconti, Jorge Chagas y Gustavo Trullen, que repasa la evolución de las organizaciones obreras desde su surgimiento hasta el presente. BRECHA reprodujo fragmentos de un capítulo del libro, en el que se hace referencia a cómo se plantaron las distintas tendencias sindicales tras el “pre golpe” de febrero de 1973.
[...] Muchos fueron los factores que pesaron para que la flagrante desobediencia
militar de febrero del 73 no fuera vista como una ruptura institucional,
especialmente por el movimiento obrero sindicalizado que tenía decidido ir a la
huelga con ocupación de fábricas para enfrentar un quiebre institucional. En la
ciudadanía uruguaya un golpe de Estado estaba estrechamente asociado a la idea
de disolución del Parlamento y al derrocamiento de un presidente constitucional.
Los militares se cuidaron muy bien de no llegar a estos extremos, y a través de
un hábil trabajo de inteligencia, en el que mucho tuvo que ver el coronel Ramón
Trabal, lograron generar expectativas en sectores de la población y presentarse
como los “salvadores de la patria” aprovechando su éxito en el combate a la
guerrilla y la ineficacia del sistema político para combatir los ilícitos
económicos, frenar el clima de violencia y encauzar el país por la senda de la
prosperidad. Inicialmente, el presidente constitucional se enfrentó a los
militares desacatados, pero al no obtener apoyo de la población a su gestión de
gobierno dio un viraje de 180 grados y se alineó a los sublevados en la Base
Aérea Boiso Lanza.
La motivación y el contenido de los comunicados
programáticos (4 y 7) emitidos el 9 y 10 de febrero de 1973 por cadena de radio
y televisión por los comandos sublevados del Ejército y la Aviación y,
fundamentalmente, la valoración del protagonismo creciente de las Fuerzas
Armadas en el escenario político nacional, generaron polémicas entre los
trabajadores de la poderosa CNT. Las discrepancias alcanzaron, incluso, al
interior de cada una de las tendencias sindicales.
Luis Iguini Ferreira, delegado de los funcionarios
públicos y encargado de la Comisión de Asuntos Internacionales de la central
obrera, afirma:
“En COFE no creíamos en los comunicados 4 y 7 y cuando en febrero se pone a discusión el tema de la renuncia de Bordaberry, nosotros sostuvimos que la renuncia sólo significaba invitar a los militares a que tomaran el poder. Por lo tanto votamos en contra. Porque la salida tenía que ser no sólo la renuncia de Bordaberry sino también la asunción inmediata del vicepresidente Jorge Sapelli”.
Enrique Rubio, de la gremial de profesores de Enseñanza Secundaria, sostiene que:
“La discusión se crispa porque la tendencia sindical mayoritaria que se expresó a través de editoriales del diario El Popular, del Partido Comunista, evaluaba a los comunicados 4 y 7 como inscriptos dentro de lo que se llamó el ‘peruanismo’. Las ideas centrales eran la existencia en las Fuerzas Armadas uruguayas de militares progresistas y que los comunicados contenían algunas de las banderas del movimiento social y de izquierda... Pero había un riesgo y es que eso encubre una operación de ‘inteligencia’ para promover el ascenso de las fuerzas militares. Había otra visión dentro de la izquierda que era más tajante y la expresó nítidamente el doctor Carlos Quijano, director del semanario Marcha. Decía: no miremos los comunicados de los militares sólo por su contenido y si son o no una maniobra. Miremos esto desde la contraposición poder civil-poder militar. Desde el punto de vista de esta polarización acá hay que situarse del lado del poder civil y hacer un rechazo de plano de lo que son expresiones de desacato institucional. Porque estos militares con este verso o con otro van a terminar por liquidar las instituciones democráticas en Uruguay...”.
Luis Romero, del sindicato de FUNSA, insiste en que hubo una lectura incorrecta de la interna militar:
“Pesó en la mayoría de la central lo que estaba pasando en Perú con el general Velazco Alvarado y todo aquel entorno de los militares progresistas. Para nosotros la verdadera realidad pasaba por examinar más concretamente qué ocurría con las Fuerzas Armadas en nuestro país. ¿Cómo estaban conformadas? ¿Qué tendencias prevalecían en su interior? Este fue el análisis que se obvió, que no se hizo o se hizo mal. A medida que transcurría el tiempo todos fueron viendo que en las Fuerzas Armadas dominaban los mandos más autoritarios. Esto lo veíamos claramente cada vez que íbamos a reclamar la libertad de nuestros presos. También discutíamos en la CNT si había que salir a la calle a pedir la libertad de todos los presos o sólo, como planteaban algunos, exigir la libertad de los presos sin proceso. Esta fue una discusión que estuvo planteada y generó discusiones y grandes broncas en las manifestaciones. Estas son cosas que sucedieron. No hay por qué ocultarlas porque evidentemente los comunicados 4 y 7 generaron expectativas en sectores obreros”.
Carlos Bouzas, de la Asociación de Empleados Bancarios, recuerda:
“La Mesa Representativa se reunió creo que cinco o seis días después de los pronunciamientos militares de febrero del 73, y ante los interrogantes planteados manifestó que el movimiento sindical no estaba para defender a las oligarquías y era dueño de resolver cuándo debía decretar la huelga general. Se afirmó además que el movimiento sindical priorizaba las salidas políticas y populares. Por un lado se expresó la desconfianza hacia los militares y, por otro, la simpatía hacia el texto de los comunicados. Esta situación recién se comenzó a revertir en marzo cuando luego de una entrevista de los mandos militares con una delegación de la CNT, y frente a una declaración diciendo que se habían encontrado puntos de acuerdo, salieron los mandos militares muy duros a manifestar públicamente que no tenían nada que ver con la central, que no los unía nada, que no era con paros y huelgas que se solucionaba la situación del país y que verían con buenos ojos si el poder político sacaba una reglamentación de los sindicatos”.
Hugo Cores, en la clandestinidad desde agosto de 1972, señala:
“El propio senador Wilson Ferreira Aldunate, del Partido Nacional, sector de Por la Patria, que había apoyado la incorporación de las Fuerzas Armadas a la represión política, ya unos meses después empezaba a plantearse cómo hacerlas marchar atrás, a la situación anterior de pasividad o de latencia en los cuarteles y evitar que siguieran participando como protagonistas activas de la vida política del país. Imaginarse al principio del 73 que aquellas Fuerzas Armadas –que habían ido tan lejos en lastimar a una parte de la sociedad civil, que habían traspasado tantos límites en materia de vulnerar los equilibrios institucionales y políticos históricos de Uruguay– podían aceptar el programa de la CNT, el plan de soluciones para la crisis o algunas de las propuestas históricas del movimiento sindical, era un error gravísimo. Era desconocer la elocuencia de los hechos en aras de una teorización que no tenía arraigo en Uruguay. Eso podía ser relativamente justo como un camino cierto para la liberación nacional en otras partes del mundo, para Uruguay no tenía viabilidad”.
Wladimir Turianski, de la Agrupación UTE, electo primer vicepresidente de la CNT por el congreso ordinario del 71 y entonces además diputado por la 1001 –Frente Amplio–, comenta:
“Si ayudó o no al desarrollo de la lucha del movimiento obrero y popular la discusión en torno a esos comunicados, nada es blanco y negro en el plano de la reflexión ideológica. En el plano concreto de la acción, generó cierta parálisis en algunos sectores y a veces expectativas desmesuradas. Si me preguntan qué pienso hoy de estas cosas, no tengo reparo en decir que debimos ser más críticos y examinar con más frialdad los hechos objetivos. Por otra parte, si teníamos ciertas expectativas, a la altura de los meses de abril y mayo, cuando se produce la escalada hacia el Parlamento con el pedido de desafuero del senador Erro, ya las condiciones políticas habían variado mucho y era necesario, como diríamos hoy, ver las cosas desde el ángulo de la construcción de un frente democrático capaz de frenar el proceso golpista que se nos venía liderado por un personaje oscuro y de ideología fascista como era Bordaberry y como lo eran los mandos militares que lo acompañaban”.
El general Seregni, presidente de la Mesa Política de la coalición de izquierda Frente Amplio y con contactos permanentes con la dirección de la CNT, manifiesta:
“El 9 de febrero las Fuerzas Armadas desconocieron la designación de un nuevo ministro de Defensa que había hecho el gobierno de Bordaberry. No aceptaron el nombramiento. Se sublevaron contra el poder político. En ese momento y para justificar esa acción frente a la opinión pública emitieron unos comunicados que generaron confusión en mucha gente. Eran comunicados en los que tan sólo marcaban una intencionalidad con respecto a medidas que fueran vistas como un avance posible, y esto fue tomado por sectores sindicales importantes y también por algunos sectores políticos, como una posibilidad cierta de avance en la cual la fuerza militar emergente en vez de constituirse en fuerza represora fuera una fuerza progresista. Los hechos demostraron que no era así. Nosotros en lo personal lo denunciamos en su momento porque conocíamos a los militares”.
BRECHA, 15 de setiembre de 2006.