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¿Por qué Marx?
Por: Emir Sader
La BBC hizo circular hace algunas semanas la información de que Marx lideraba la lista de los mayores filósofos de todos los tiempos en una investigación que estaba realizando, apelando para alguna manipulación paralela que evitara esa victoria. La revista The Economist fue a buscar, en el fondo del baúl de los filósofos clásicos, y decidió que aquel que podría hacer frente al barbudo subversivo era... David Hume –tal vez considerando que David podría ser asociado Beckham y dar popularidad al empirista inglés. Otros apelaron a Wittgenstein, a Kant, Nietszche y hasta a Churchill.
No alcanzó: Marx fue elegido, por los oyentes de la BBC –la vetusta emisora estatal británica, durante el tercer mandato de la “tercera vía” de Tony Blair, bajo el patronato teórico de Antony Giddens– el mayor filósofo de todos los tiempos.
El resultado, imprevisto para los apostadores de la Bolsa de Londres, colocó a Marx en primer lugar, con un 28% de los votos. Es decir, casi uno de cada tres oyentes de la BBC escogió a Marx como el mayor filósofo de todos los tiempos. En segundo, el candidato de la The Economist, Hume, con un 12,7%, en tercero, el candidato del The Independent, Wittgenstein, en cuarto Nietszche, después, por su orden, Platón, Kant (candidato del The Guardian), Santo Tomás de Aquino, Sócrates, Aristóteles y, finalmente, Karl Popper.
Bastante antes de la BBC, Marx ya había recibido otras consagraciones, como la de Sartre: “El marxismo es la filosofía insuperable de nuestro tiempo”. Sin embargo, desde el fin de la URSS, la derecha se apropió de la idea de que “la rueda de la historia no gira hacia atrás”, de que el horizonte insuperable de la historia es el de la economía capitalista de mercado y el de la democracia liberal y que la libertad se identifica con el “libre comercio”.
Pasada la euforia del corto ciclo expansivo de la economía de los EUA los años 90, que tuvo en Davos, en la Microsoft y en el McDonalds sus iconos, después que se dieron cuenta de que las promesas de la “nueva economía” que el capitalismo a partir del toque de Midas de los ordenadores crecería sin parar, eran falacias, algunas publicaciones conservadoras volvieron a dar valor a Marx. Pero, ¡atención! Conforme el capitalismo de mercado se extendía a zonas inesperadas del mundo –desde China hasta las empresas públicas privatizadas, desde la explotación del trabajo esclavo infantil hasta la explotación del trabajo de presidiarios– y conforme se revelaba dramáticamente que los análisis de Marx sobre las crisis cíclicas continuaban acompañando el capitalismo como su piel insuperable –de que la crisis, acompañada de los mayores escándalos de su historia económica, de los EUA, la crisis del sudeste asiático, de Brasil, de Argentina, eran sólo algunos nuevos ejemplos-, Marx era revalorizado. Pero sólo como analista.
Como tantos “marxólogos” o ex-marxistas convertidos a Wittgenstein, a Kant o a Foucault, se pasó a separar el Marx analista del Marx político. Aquel sería rescatable, para intentar prevenir las crisis del capitalismo, para entender fenómenos de productividad del trabajo, para calcular la tasa de explotación de la fuerza de trabajo. Pero el político sería un desastre. Sus “pronósticos” resultarían quimeras –revolución en el centro del capitalismo– o en desastres –la URSS.
Pero entonces, ¿por qué Marx? ¿Por qué él fue elegido el mayor filósofo de todos los tiempos, en el país del apóstol fundador del liberalismo, John Locke, por un órgano conservador de prensa?
Porque la obra de Marx sigue siendo el
instrumento fundamental para la comprensión del mundo contemporáneo, un siglo
y medio después de ser escrita. Tantos que “abandonaron” el marxismo, ¿por qué
visión del mundo
Mientras tanto, es en el marco de los análisis de Marx que se consigue inteligibilidad del mundo contemporáneo, dominado cada vez más por la lógica del capital, de la mercancía, de las crisis cíclicas. Pero también por la lógica de la lucha de clases, cuando el capitalismo liberal reproduce de la forma más aguda las contradicciones entre propietarios del capital y la aplastante mayoría de la humanidad, que vive de su trabajo. La hegemonía del capital financiero corroyó por dentro la capacidad del capitalismo de imponerse como “fuerza civilizatoria”, contrapuesta a la barbarie plebeya de los proletarios.
El reconocimiento de Marx como el mayor filósofo de todos los tiempos sólo recoloca con fuerza sus ideas y su método –la dialéctica-, como marcos insuperables de comprensión y de propuesta de transformación revolucionaria del mundo. La lectura de sus obras y su aplicación creadora siguen siendo los instrumentos esenciales de todos los revolucionarios. Sus palabras se repiten con más fuerza que nunca, en el nuevo siglo: “Proletários del mundo, uníos!”
Traducción de Angel Vera
Tomado de Carta Maior, 17 de julio 2005.
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