Partido por la Victoria del Pueblo | ANULAR LA LEY DE IMPUNIDAD |
|
Por María José Frías y
Rafael Sanseviero
(Extractado de la revista dominical Bitácora, del diario La República)
Tomás Rodríguez-Villasante
Técnico en descentralización de la Universidad Complutense de Madrid
La
descentralización, las formas y los caminos de la participación ciudadana, la
iniciativa y la creatividad social; tales son algunos de los ejes del debate
sobre los nuevos y los viejos problemas de la construcción democrática. A once
años de establecida la administración frenteamplista en la ciudad de Montevideo,
"el proceso de descentralización", pieza central de la estrategia de gobierno
inaugurada por Tabaré Vázquez en 1990, recibe cuestionamientos desde adentro y
también desde fuera del sector. Es un momento de inflexión para la
descentralización, la cual se encuentra en una meseta que puede constituir una
base de relanzamiento o el inicio de una declinación acelerada.
Para Tomás Rodríguez-Villasante, profesor titular de la Universidad Complutense
de Madrid, que se encuentra en nuestro país mientras realiza un estudio sobre
proyectos descentralizadores, estos son unos momentos "de quiebre" en el
proceso.En una extensa entrevista realizada por Bitácora estimó que en Uruguay
"el proceso no se renueva" y aclaró que "se necesita un nuevo empezar para
comenzar un nuevo proceso instituyente". Su experiencia luego de numerosas
visitas a nuestro país efectuadas desde 1993, es que la situación en Montevideo
está progresivamente partidizada. A su entender, la izquierda debería "aprender
a ganar una autoridad más ética y moral que funcional. El hacer pasar las cosas
por el partido es una lógica perversa que a veces la izquierda ha jugado y que
es poco inteligente, incluso para el propio partido fracción política".
Rodríguez-Villasante cree que lo principal es "no tenerle miedo a la gente, ni a
los movimientos sociales organizados, ni a las movilizaciones o culturas poco
organizadas".
Cuando se detecta que los políticos de izquierda e incluso los dirigentes
sociales le empiezan a tener recelos y miedos a la gente organizada o no
organizada, algo está pasando".
En medio de la conversación, mantenida en un bar de la avenida 18 de Julio, un
niño se acercó al grabador y gritó varias veces, ignorando el pedido de
entrevistador y entrevistado para permitirnos continuar. Cuando finalmente se
alejó, Rodríguez-Villasante resumió la experiencia: "Esto es un paradigma de lo
que pasa en los barrios. La gente no es escuchada y aprovecha cualquier
resquicio, cualquier aparato que ve, cualquier intendente, no para decir lo que
quiere sino para bronquearle, para gritarle. A partir de ahí no se construye
porque se perfila el miedo del otro lado".
Lo que sigue es el resumen de una larga conversación.
Vaivenes de la participación
La descentralización en Montevideo ¿va encaminada a evolucionar o no?
- Está en un
momento de toma de decisiones. Desde el Foro II de Montevideo, en 1997, se
vienen haciendo muchos diagnósticos y todos coinciden en que estamos en un cruce
de caminos. O se opta por mantener lo instituido hasta donde dure o se opta por
reiniciar un proceso instituyente abriendo el campo hacia los sectores de base y
hacia nuevos sectores que hoy pueden tener críticas. Eso requiere una capacidad
de negociación más allá de las peleas internas en la IMM.¿Cómo influye la marca
política que tiene la administración de Montevideo en el decrecimiento de la
participación ciudadana?
- Esto es un síntoma que dicen varios analistas. En otros lugares hay
esfuerzos grandes para hacer lo contrario. De hecho, el nuevo intendente de
Londres, aunque viene del laborismo, se presentó apoyado en las iniciativas
sociales, no partidarias. Esto en Europa significa una renovación muy fuerte.En
otros sitios se considera que "con lo que tenemos ya estamos bien". Alcanza con
evitar las discusiones internas entre las vertientes y se conforman porque los
siguen votando. Y en otros sitios simplemente gobierna una derecha clientelar y
cavernícola y no pasa nada. Pero se puede hacer con democracias participativas e
instituyentes porque hay ciudades latinoamericanas como Bogotá, Porto Alegre,
Villa El Salvador en Lima, Belem, Recife, que tienen políticas donde quieren que
gobiernen los ciudadanos.
¿Cuáles son las medidas que facilitan que gobiernen los ciudadanos?
- Lo principal es no tenerle miedo a la gente. Cuando se detecta que los
políticos de izquierda e incluso los dirigentes sociales le empiezan a tener
miedo a la gente organizada o no organizada, algo está pasando. Es algo así como
cuando la derecha le empieza a tener miedo a los empresarios y entonces no puede
gobernar. No digo que haya un miedo explícito ni que nadie lo vaya a decir; pero
se va a las asambleas con cierta prevención, por parte de los políticos y de los
técnicos.
¿Aquí se percibe ese miedo?
- Hay como un juego de desconfianzas creciente. Las cosas se pueden estar
cargando o descargando. Y el proceso de Montevideo, que fue cargándose mientras
fue instituyente, está en un punto donde algunos síntomas indican que empieza a
descargarse. Otros síntomas dicen que todavía hay posibilidades de recarga pero
eso significa que hay que tomar una opción metodológica alternativa. Mi análisis
es que no se está cargando del entusiasmo que necesita una ciudad para
funcionar. Creo que se cuenta con una buena base para la recarga pero hay que
optar con políticas de gestión compartida con la ciudadanía. No solo con los
diagnósticos que se vienen haciendo desde hace tres años.
Unidad en la necesidad
En Montevideo la experiencia de descentralización comienza en una ciudad que
estaba mejor social y económicamente y se ha ido deteriorando. ¿Eso influye
en la caída del proceso?
- Cuando las clases medias se vuelven más pobres y los gobiernos no les
pueden dar dinero, deben darles participación. Si los reclamos se hacen
participadamente, vuelven a los ciudadanos. Es el modelo de Porto Alegre. La
poca plata que tengamos ahí la tienen para que debatan sus prioridades. Es
cierto que los pobres no dejan de serlo porque tengan una mayor participación,
pero el hecho de tomar decisiones sobre los pocos recursos con que cuentan les
permite cambiar su vida, o al menos el esquema de cómo pueden cambiarla
asumiendo sus responsabilidades. He visitado algunos lugares donde la
participación ha permitido alcanzar muchos logros materiales porque se conjugan
las ideas de todos para alcanzar un bien común. Mas allá de eso, tuve una
experiencia en Villa El Salvador donde la gente me decía que la experiencia de
gobierno descentralizado les enseñó "como hacer las cosas". Hay que tener
confianza en que la gente es capaz de gobernarse. Porque hay algunas
experiencias que así lo demuestran.
¿Cuáles son los caminos para lograr una mejor participación ciudadana?
- Partir de que los ciudadanos no van a pedir locuras si se les dan medios
creativos. Hay que entrar en participación en la gestión y no solo en los
controles. Hay que escuchar lo que dicen los ciudadanos no organizados. Se
necesitan personas por fuera de la IMM que les pongan acuerdo a las diferentes
tendencias dentro del proceso. La otra opción es consumirse en un debate
interno, eterno, sobre los caminos a seguir. Hay que trabajar con el sociograma
y no con el organigrama. Hay que trabajar más con lo que la gente vive y menos
con el diseño de ingeniería institucional, que es necesario para responder a lo
que ocurre en la sociedad y no a lo que ocurre en una línea política u otra. La
descentralización tiene que ser descentralización de poder hacia la gente y no
distribución de poder dentro de un partido. El ejemplo de Londres es claro, así
como el de algunas de las ciudades brasileñas o peruanas.
El proceso de descentralización actual que se vive en Montevideo, ¿responde a
lo que se apostó o hubo un quiebre?
- Creo que muy al comienzo se apostaba por una cosa muy participativa, y
después se dio un quiebre en los primeros años. Lo que se estabilizó entró en un
proceso de crecimiento lento pero hay una serie de situaciones internas al
proceso de la propia IMM, de los movimientos sociales que tampoco han estado muy
fuertes. Desde hace dos o tres años necesitan un rediseño porque las cosas no
son para toda la vida. Aunque fuera el mejor de los diseños necesitaría un
sistema de relanzamiento. Es lo que se hace en otras ciudades, donde el sistema
es muy bueno pero se está rediseñando cada cierto tiempo. Porque en política
como en todas las cosas en la vida, las cosas que no crecen, decrecen.
Un cambio para la izquierda
¿Un rediseño formal o de contenidos?
- Básicamente de contenidos. La clave está en los sujetos que participan. Hay
que preguntarse para qué y para quién. Es para recuperar a todos los
desencantados, para alcanzar a todos los que vienen de otras tradiciones que se
les puede ganar a esta causa si ven que hay transparencia y resultados
prácticos. La izquierda latinoamericana debería dejar de leer a buena parte de
los teóricos europeos y norteamericanos para empezar a fijarse en los
práctico-teóricos latinoamericanos, que están haciendo reflexiones sobre la
práctica innovadora latinoamericana. Se debe apuntar a políticas que "reencanten"
y hagan procesos instituyentes desde la base. Cada dos años hay que hacer una
revisión y cada siete años un relanzamiento, más o menos. Si no las políticas
pasan a funcionar por la inercia y llevan al fracaso de la izquierda, como en
Perú o en parte de Europa. Creo que la izquierda necesita una estrategia de
democracia participativa, pero también resultados electorales además. La
izquierda debe apostar a la calidad de vida, la creatividad social y los
procesos instituyentes. La democracia es instituyente o paralizante. Uno se
puede establecer en una democracia paralizante pero entra en un proceso de
degradación. Se debe ingresar a un proceso de retroalimentarla y eso sabiendo
que no tiene una respuesta inmediata. Por ejemplo, yo creo que las
movilizaciones estudiantiles que en este momento se viven en Uruguay recién
tendrán consecuencias dentro de un período aproximado de cinco años porque los
cambios necesitan de un período para ser asimilados por la sociedad. Lo mismo
sucede con los procesos políticos. Los errores de hoy tienen una consecuencia
dentro de algunos años y si la izquierda pierde su oportunidad, le va a llevar
un tiempo "recargar" el proceso.
Aspectos positivos y negativos de la experiencia montevideana.
- Lo negativo es que se da la excusa de no tener plata para iniciar un nuevo
proceso. Es una excusa porque justamente cuando las cosas están mal es cuando
hay que buscar participación. Las propuestas sociales organizativas no están
coordinadas. Se relacionan con los Concejos Vecinales y las Juntas Locales y así
quedan integradas a lo institucional. Creo que hace falta una coordinación
relativamente autónoma que les de poder de decisión, o incluso de cogestión. Se
necesitarían metodologías participativas innovadoras, que den confianza a los
técnicos y a los dirigentes sociales que no se sientan demasiado político
partidarios. En experiencias positivas, creo que hay varias como por ejemplo el
Movimiento Tacurú o tareas que se realizan en algunos barrios con (Radios
comunitarias) o la obra del Padre Cacho,(o el movimiento contra los residuos).
El inconveniente es que estas experiencias no están integradas (y coordinadas
entre sí), no tienen una independencia real, que les permita autogestionarse.
Sería importante lograr que tuvieran un sentido de autonomía en su gestión.-La
descentralización en Montevideo ¿se mantiene mucho en el ámbito partidario?-Aquí
lo partidario sigue teniendo un peso muy grande. No quiere decir que los
partidos deban desaparecer o tener menos peso sino que tienen que aprender a
descentralizar lo que tienen y a ganar una autoridad más ética y moral que
funcional. No decir que todas las cosas pasen por el partido sino aceptar que
vayan por afuera y éste si así lo cree las apoye. Eso también es una lógica
partidaria pero es distinta. El hacer pasar todas las cosas por el partido es
una lógica perversa que a veces la izquierda ha jugado y que es poco
inteligente; incluso para el propio partido.
Experiencias más avanzadas
El proceso de descentralización se vive con franco retraso en algunas
ciudades, con cierta estabilidad en otras -entre las que se encuentra
Montevideo- y en forma muy avanzada en algunos países del "primer mundo" y en
lugares de muy escasos recursos. Según Rodríguez-Villasante, lo que permite
lograr avances tan importantes en algunos países es la capacidad para
despartidizar el proceso y "tomar de cada uno las mejores ideas. Es hacer que la
gente se gobierne a sí misma y administre sus propios recursos, sin importar si
son muchos o pocos". Pese a sus observaciones, el profesor gallego considera que
Montevideo se encuentra en una etapa muy avanzada respecto al resto de América
Latina. En ese sentido, señaló que "hay ciudades que no han llegado al grado de
Montevideo porque nunca vivieron un proceso democrático instituyente fuerte y
todavía tienen que hacer ese traslado. Hay otras ciudades donde se hizo un
proceso semejante al de Montevideo donde hubo un proceso instituyente en algún
momento y donde se ha consolidado una forma de gobernar de buena gestión
técnica, como Curitiba o Barcelona". Sin embargo, en estos lugares "no se ha
conseguido un grado de implicancia de la ciudadanía como responsables de su
ciudad".
Paradigma para la nueva
izquierda
Los lugares donde realmente se han logrado avances son aún pocos y se
destacan algunas muy pobres, como Villa San Salvador en Lima o el Estado de
Kerala en India. Otras pueden ser más referentes para Montevideo como Porto
Alegre o Londres, donde "se están innovando políticas de descentralización del
poder radicales e instituyentes. Son formas paradigmáticas para la nueva
izquierda que se está construyendo a nivel internacional. El programa de
gobierno en Londres es que cogobiernen con las dos mil iniciativas ciudadanas.
El gobierno aprende de la gente y no sólo enseña a la gente". Rodríguez-Villasante
entiende que "lo han hecho a base de arriesgar y equivocarse varias veces. La
clave no está en que sean pobres y tengan grandes necesidades sino que tuvieron
grupos sociopolíticos con capacidad para hacer su propio camino, abriendo sus
ideologías a las necesidades de la gente". Desde su punto de vista, el avance
radica en "entender que el que está al lado puede entrar en un juego democrático
participativo y que hay que aprovechar sus fuerzas y creatividad. Es aprovechar
la diversidad y construir la línea posible entre todos. La gente de esos lugares
reconoce todos los bienes materiales que han conseguido pero lo principal es que
aprendan a saber cómo hacer las cosas y se autovaloran como movimiento social y
político, base de cualquier alternativa progresista".
PERFIL
Tomás Rodríguez-Villasante
dirige un Magister en la Universidad Complutense de Madrid desde hace seis años
sobre Investigación, gestión y desarrollo local, también otro en la Universidad
autónoma de Barcelona y otro en la Univ. Pablo Olavida de Sevilla, España En
este momento transita un año sabático que resolvió dedicar a hacer una
investigación sobre creatividad social. Para eso eligió cinco ciudades
latinoamericanas y Madrid y pasar en cada sitio cerca de tres meses para
dialogar con los diversos actores sociales. En América sus objetivos son
Salvador de Bahía en Brasil, Cuernavaca en México, Montevideo en Uruguay, Cuenca
en Ecuador y Santiago de Cuba. Solamente quedan pendientes los dos últimos.
Entre las conclusiones primarias a que arribó en su primer recorrido figura que
"los grupos de mujeres de 30 a 45 años son los más activos. Los varones están
más institucionalizados y son menos creativos. Los jóvenes de menos de 30 tienen
una ruptura generacional y quieren cosas diferentes, no tanto en el programa
sociopolítico sino en el estilo de hacer las cosas". Si bien se constata que en
el proceso descentralizador la gente que elige hacer tareas sociales "tiene un
perfil sociopolítico determinado" ese perfil "no es político partidario. Cuando
la gente se junta para hacer cosas concretas por los demás no le importa el
partido a que pertenecen y trabajan todos juntos sin hacer diferencias entre
ellos".