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Otro camino económico es necesario para este
gobierno.
Red de
Economistas de Izquierda del Uruguay
Transcribimos el último capítulo del libro
Un grupo de economistas de izquierda salió ayer al cruce de la propuesta actual del gobierno con fuertes criticas al modelo presentado por Danilo Astori. Los expertos Oscar Mañán, José Rocca, Gustavo Melazzi, Joaquín Etchevers, José Pedro Lopardo, Antonio Elias y Jorge Rosa, presentaron ayer en el Teatro "El Galpón" dicho plan alternativo al modelo que lleva adelante la administración Vázquez
Puntos de partida
La política económica es un instrumento al
servicio de los pueblos. Su decisión soberana, a partir de cada escenario
inicial, establecerá las aspiraciones y el camino para construir con todos la
propia historia.
Nos interesa intercambiar ideas en torno a las
diferentes alternativas o caminos que la política económica nos ofrece, en la
situación concreta del Uruguay 2006 y a partir del triunfo histórico de octubre
del 2004, que le permitió al EP-FA-NM acceder al gobierno y con mayoría
absoluta.
Nos sentimos parte del rico, sacrificado y largo
proceso popular que logró tales objetivos. Por consiguiente, tenemos presente y
nos motiva actuar la muy difícil situación por la que atraviesa el país,
especialmente los trabajadores y todos los sectores postergados. Los
diagnósticos y objetivos de nuestro gobierno indican con claridad suficiente
dónde estamos parados y, por otro lado, cuáles son las aspiraciones de la
mayoría.
El objetivo concreto de nuestro actual esfuerzo parte
de que la política económica adoptada por nuestro gobierno es "Un Camino
Imposible" (véase documentos adjuntos) y que es urgente proponer alternativas.
Entendemos
que lo correcto es proponer "Otro Camino", pero no como modelo cerrado, sino en
tanto lineamientos básicos; puntos estratégicos sobre los cuales construir entre
todos y democráticamente un proceso que respete los aspectos centrales por los
que se movilizaron el pueblo uruguayo y sus organizaciones, y que la ciudadanía
adoptó como propios.
No se trata de pedir "una rápida materialización de los
objetivos" sino cuestionarnos por dónde deberíamos transitar; cuál es el rumbo
concreto, explícito, y no vagas alusiones a "cambios que se verán en el futuro".
Además, el difícil escenario en el cual hay que actuar lleva a reconocer las
restricciones existentes. Pero nuestra opción no es "desconocer los límites que
el Uruguay tiene en materia de endeudamiento"; y tampoco la de aceptar sin más
la agenda de restricciones (que es la agenda del status quo), cuya aceptación
lleva a una penosa historia que ya conocemos.
Teniendo en cuenta las restricciones, nuestra opción es
intentar cambiar el
rumbo, tal como fue aprobado por la ciudadanía, en
función de las necesidades de la mayoría.
En
definitiva, "no se trata de debatir sólo lo posible" sino, con esta perspectiva,
construir con todos un camino de lo necesario. Los cambios profundos requieren
decisiones importantes y en el momento apropiado.
Ejes para otro camino posible
Proponemos siete ejes fundamentales, que presentamos con independencia de sus interrelaciones.
Los niños primero
Estamos convencidos de que en perspectiva histórica, y ante la necesidad de
jerarquizar las acciones de gobierno, el grupo social en el cual debemos centrar
nuestros esfuerzos es el de los niños. Son el futuro, y nos enfrentamos al
impactante desafío de que más del 50% se encuentra en la pobreza.
Se debería implementar un programa permanente y a
posteriori del Plan de Emergencia que garantice la alimentación en las Escuelas
Públicas a todos los niños hasta superar la edad escolar.
En
locales ampliados, con personal adecuado, articulando programas de producción de
alimentos sanos de diversos sectores, con horario extendido que, a su vez,
permita enriquecer labores docentes, cumpliendo actividades lúdicas, cuidando su
salud, etc.; esto constituiría un claro mojón de la refundación del nuevo
Uruguay.
Los niños y la educación: ¿qué mejor centro para la
comunidad?
Uruguay Productivo y Natural
Es un
eje al cual claramente se le dio prioridad y con el que nos comprometimos ante
la ciudadanía. Es preciso concretarlo. Avanzar en las formas para impulsarlo.
Su natural complejidad no debe llevarnos a claudicar
ante la necesidad de concretar propuestas. Tampoco repetir que el mercado debe
decidir (en realidad los capitalistas nacionales o internacionales),
tradicionalmente lo ha hecho y sus resultados están a la vista.
Un primer tema es el de la inversión. Lo primero es
estimular y fomentar la inversión realmente productiva, y no cualquiera. A tales
efectos, y enmarcado por las orientaciones que apruebe el Estado, debe
comprometerse efectivamente con ellas, respaldando con instrumentos concretos a
quienes estén dispuestos a actuar o propongan áreas a desarrollar. Se trata de
ir mucho más allá de "cuidar equilibrios y que el mercado decida".
La tarea de gobierno debe incluir el apoyo a proyectos
específicos (incluso asociado con privados), así como involucrarse con los que
se le presenten y considere positivos, a nivel nacional y en el ámbito del
Mercosur. Esta es la verdadera historia de la gran mayoría de los sectores de
desarrollo del Uruguay; sólo que ahora seremos cuidadosos de sus implicancias, y
también de su impacto ecológico.
A tales efectos, un instrumento privilegiado a impulsar
podría ser el de los Convenios de Producción entre particulares y el Estado.
En los Convenios ambos se
comprometen por escrito con una producción determinada con los créditos
necesarios; eventual-mente con aportes de capital; facilitando y agilizando
todos los trámites; con convenios salariales de largo plazo; con estímulos o
fomentos precisos, etc. El país todo logra por esta vía claridad y seguridad
productiva y de objetivos sociales en un horizonte de mediano y largo plazo.
En
función de su aporte inmediato al Uruguay Productivo, al empleo y a la calidad
de vida, los ámbitos a privilegiar para la inversión serían el agropecuario, la
pesca, la industria, el turismo, también el urbanismo, tradicionalmente
relegado, y aquellos que impulsen las áreas tecnológicas del futuro.
El segundo componente, directamente vinculado al
anterior, es el de empleo. Los enormes problemas de desocupación, subocupación,
exclusión del mercado de trabajo, e incluso de mala calidad e insuficiente
remuneración en una parte importante de los empleos existentes, sólo comenzarían
a encontrar solución si el objetivo Uruguay Productivo progresivamente logra
resultados positivos.
Los programas de empleo (hoy inexistentes), por
consiguiente, deben ser ante todo programas de producción. Sólo así obtendremos
su sostenibilidad en el tiempo y, en consecuencia, un efecto multiplicador y de
aporte a la producción nacional.
Tercero, el sector externo. El argumento que sostiene
abordar primero las restricciones externas, para luego abocarse a las internas
ha sido implementado sin éxito por muchos países. Esta opción forma parte de los
dogmas del neoliberalismo.
En este Camino Posible estamos
de acuerdo, y respetamos los compromisos con la ciudadanía, que establecen que
lo primero es el desarrollo nacional, tratar de revertir la "deuda interna" con
los pobres, los trabajadores Y con todos aquellos que sufren desde hace mucho
tiempo, sin ver los frutos de su duro esfuerzo.
Es más, al contrario del neoliberalismo, que coloca el
crecimiento de las exportaciones como centro de sus objetivos (así sean
primarias, de monocultivos, desatiendan necesidades sociales o impacten
negativamente la ecología), pensamos que lo primero es el desarrollo nacional, y
que, ante todo, el sector externo debe responder a sus necesidades.
También reafirmamos que con apertura externa
irrestricta el desarrollo es imposible. Esto es así en relación al comercio
exterior (no hay un solo país en el mundo que no lo verifique) y también en
cuanto al movimiento de capitales de ' corto plazo. Es imprescindible establecer
restricciones a este último, para que la tasa internacional de interés no genere
flujos desestabilizadores, y para poder defender la moneda nacional. Los
acuerdos comerciales de gobierno a gobierno, con especial énfasis en los países
del Mercosur, deben ser una responsabilidad estatal a abordar.
En
este ámbito regional, nuestro gobierno debe impulsar acuerdos e inversiones para
la complementación concreta de sectores productivos. En los flujos externos de
mercancías y de capital, un instrumento clave a desarrollar es la creación de un
banco para financiar el comercio internacional e inversiones comunes de los
países del Mercosur.
Mucho se habla del tipo de cambio (TC), y creemos que
en demasía. Hay ciertos puntos de partida: un TC "atrasado" es un seguro
desestímulo a la inversión; si se encuentra algo "adelantado" (como
correctamente lo estimula Argentina) es muy probable que los particulares
decidan invertir. Pero el TC no es la variable más influyente en la inversión
sino la rentabilidad y seguridad a largo plazo.
El actual ejemplo argentino también nos clarifica en
cuanto a que un TC "adelantado" debe acompañarse de cierto nivel de control de
cambios. Por ejemplo, aplica detracciones a las exportaciones cuando estima
necesario regular los ingresos del sector exportador, lo que a su vez aporta
recursos importantes a los gastos estatales. Los equilibrios macroeconómicos es
otro de los temas a abordar de manera diferente. Es simplemente de sentido común
plantear la necesidad de cuidar ciertas relaciones proporcionales entre las
variables económicas. Pero los equilibrios que se manejan con machacona
reiteración son los neoliberales, que atienden casi exclusivamente variables
financieras, y que expresan objetivos de política económica que sirven a grupos
sociales muy poco interesados en lo productivo; en el respeto económico y ético
a quienes producen, y a la población en general.
En
definitiva, especialmente poderosos grupos económicos del exterior.
La experiencia enseña que las tan citadas "anclas"
cambiaria o monetaria, en realidad ocultan el ancla real a la que recurren: el
ancla salarial (véase Recuadro).
Es preciso considerar equilibrios macroeconómicos que
contemplen la inversión, el empleo, el comercio exterior, la distribución del
ingreso.
En la historia económica se les
conoce genéricamente como los equilibrios clásicos.
Con base en lo anterior, concluimos que el "criterio
neoliberal de déficit fiscal cero (o peor aún, un superávit fiscal con destino
al pago de la deuda) debe sustituirse por un equilibrio relativo en el largo
plazo, de manera de posibilitar un impulso estatal a la actividad económica y a
la recuperación de salarios, y otros ingresos de los trabajadores.
Del mismo modo, en la experiencia uruguaya y
latinoamericana las típicas políticas contractivas, rígidamente
antiinflacionarias, demostraron generar enormes costos sociales sin impulsar la
inversión y ni siquiera un mínimo crecimiento económico. Por el contrario,
procesos levemente inflacionarios pueden estimular la actividad económica, la
generación de empleo y no necesariamente problemas graves al ingreso de los
trabajadores.
Estado: líder del desarrollo
La
actual coyuntura permite alentar el objetivo de un Estado incluyente, que
redistribuya el poder social. Apoyado en el respaldo popular y en los ejes
programáticos es posible impulsar una economía diferente, para lo cual el gasto
y la inversión deben ser herramientas claras y directas.
El Estado debe cambiar su actitud actual. De simple
garante y sustento de decisiones de los empresarios (el "mercado") debe pasar a
ser el orientador general de las actividades económicas del país. No sólo como
regulador sino como impulsor y responsable del desarrollo económico y social.
Sólo así cumpliremos los objetivos a que nos comprometimos; un país de equidad,
de desarrollo, de un proyecto de país consensuado por la mayoría de los
ciudadanos.
Se constituiría por este camino un Estado incluyente,
que tome en cuenta los distintos intereses sociales, pero privilegiando a los
más desposeídos e incluyendo en su quehacer a los trabajadores, y se comprometa
con ellos de forma democrática y participativa.
Este papel orientador y comprometido, concreto, es el
que recomendó incluso el propio Banco ínter-americano de Desarrollo y que es el
papel histórico que asumió al apoyar y fomentar directamente sectores
productivos.
El rumbo, las locomotoras del desarrollo, el compromiso
con los esfuerzos privados y de toda la sociedad deben ser asumidos por el Estad©
democrático. Vimos ya, por ejemplo que un instrumento importante en tal sentido:
los Convenios de Producción.
Estas orientaciones y el apoyo directo constituyen sin
duda impulsos mucho más reales que genéricas alusiones a "equilibrios macro" o
ala "estabilidad".
Condiciones de vida
El
compromiso de nuestro gobierno con la mayoría de la sociedad requiere
concretarse en principio por tres vías. La primera es tradicional, referida a
las remuneraciones, al empleo y a la distribución del ingreso.
Las necesidades de la población y el fortalecimiento
del mercado interno exigen un nivel salarial progresivamente superior al actual.
El énfasis en el Uruguay productivo y en las inversiones debería incrementar el
empleo de calidad, y la consideración de la distribución del ingreso obliga a
plantearse una reforma fiscal distinta a la propuesta, y que sea realmente
estructural, acorde con los compromisos electorales.
La segunda vía es desarrollar una política que podemos
llamar de costo de vida.
En ella el Estado desarrolla
mecanismos para estimular la producción (agroindustria alimenticia) y defender
la estructura y niveles de precio de componentes de la canasta básica. Ya
mencionamos la necesidad de aplicar cierto control de cambios; también acordar
políticas de producción y distribución de estos bienes básicos, y una real
reforma fiscal también contribuye en este sentido.
Por último, una política decidida y creativa en
política urbana tiene amplios impactos positivos sobre la población. Puede, a su
vez, incidir también sobre una "ciudad cultural y productiva" al estimular la
integración y riqueza social, y también el turismo.
Financiamiento
Luego
de acordar los componentes fundamentales de la política a impulsar por nuestro
gobierno (la nuestra es una de las propuestas posibles) ya es tiempo de abordar
los aspectos financieros.
Destacamos desde el inicio un punto central: todo
financiamiento deriva del trabajo de los uruguayos. Por lo tanto, los frutos de
ese trabajo deben ser, primero, para los uruguayos.
La actual política económica adoptó como criterio
prioritario y excluyente el pago de la deuda externa tal como nos la reclaman
desde el exterior, y que nos conduce a Un Camino Imposible. Vimos también que el
uso de dicha deuda en el país no condujo al crecimiento; no se destinó a
inversión para aumentar la capacidad productiva del Uruguay; no llevó a un
mejoramiento de la distribución del ingreso; no alivió la situación de pobreza y
miseria ("extrema pobreza", la llaman) de cientos de miles de uruguayos.
Es muy importante destacar que esta situación era de
pleno conocimiento del FMI y del BM, y que los gobiernos anteriores. aplicaban
escrupulosamente sus instrucciones de política económica. Pese a los fracasos, y
aún frente a la enorme deuda externa acumulada (obviamente impagable),
continuaron otorgando sus préstamos y respaldo político a todos los gobiernos
anteriores.
Su compromiso y corresponsabilidad son ineludibles.
Estos antecedentes, y los montos que (hasta ahora) este
gobierno se comprometió a pagar por el acuerdo con el FMI, obligan
imperiosamente a un cambio de política. De no ser así, lo seguro es que el país
sufrirá costos altísimos en todos sus ámbitos, y desembocará en una gran
frustración.
Lo primero y coyuntural es no seguir endeudándonos. Los
últimos meses incrementamos la deuda en más de mil millones de dólares. Y el
objetivo del gobierno es simplemente contratar nueva deuda para pagar la
anterior.
En
segundo lugar, la cuestión de fondo es que debemos decidir nuestro desarrollo y
la "deuda" interna con los necesitados. Los pagos a los acreedores externos se
resolverían a posteriori.
Este
proceso lleva su tiempo (estamos muy atrasados), pero mientras avanza no podemos
seguir transfiriendo al exterior impresionantes sumas (véase artículos
anteriores), que generan increíbles consecuencias, como las que vivimos
mínimamente con los recortes a las solicitudes presupuéstales en educación,
salud, obras públicas, vivienda, etc.. Urge reducir y limitar estos pagos al
exterior, y reorientar los recursos hacia el desarrollo nacional.
Una vez que resolvamos las prioridades de nuestro
desarrollo, nuestra propuesta es continuar con el pago de la deuda externa,
pero: a) el monto total de la deuda pública en moneda extranjera no debe
aumentar; b) el pago de intereses no podrá ser superior al 10% de los ingresos
del Gobierno Central; c) el pago de amortizaciones no será superior al 50% del
superávit primario del Gobierno Central.
De esta manera, dispondremos de recursos para aumentar
la capacidad productiva del país y afrontar la deuda social.
La experiencia de muchos países latinoamericanos avala
esta postura.
El otro sustento importante del financiamiento es
instrumentar una verdadera Reforma Fiscal. También en este tema los compromisos
con la ciudadanía indican con claridad sus orientaciones centrales.
En
Uruguay también hay ahorros en poder de instituciones financieras y de
particulares, es falso que no haya capitales y que sólo dependemos de la
mistificada "inversión extranjera". Si nuestro gobierno resuelve impulsar
proyectos concretos, ofrecer respaldo a las inversiones, aportar seguridades en
el mediano y largo plazo, en el marco de lo que señalamos anteriormente, esos
ahorros podrán canalizarse y beneficiar el conjunto del país aportando,
simultáneamente, una rentabilidad suficiente.
Es particularmente urgente revisar la normativa que
obstaculiza al BROU para que éste desarrolle una política crediticia; hoy el
banco debe tener un encaje casi tres veces mayor que el de la banca privada.
Por último, privilegiar los acuerdos
intergubernamentales de financiamiento, en especial del Mercosur, y líneas
especiales de complementación y articulación para proyectos concretos impulsados
por nuestro gobierno.
Democracia, participación
El movimiento popular y sus
organizaciones gremiales y partidarias han defendido siempre, y con total
justicia, la plena democracia como uno de los pilares ineludibles de una
sociedad más justa y solidaria. Su lucha concreta, durante muchos años,
construyó efectivamente y paso a paso los componentes democráticos
fundamentales.
Al momento de acceder al gobierno, todo ello se
potencia. Por su propia historia, y por convicción, las formas democráticas se
deben aproximar progresivamente a la máxima artiguista: mi autoridad emana de
vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana.
Pero también nuevos ámbitos se incorporan a la
participación.
En especial, el ámbito estatal,
lo que implica el conjunto de decisiones e impulsos ejecutivos concretos para
orientar el futuro del país, y que debe abrirse a la participación, convocando a
los ciudadanos y, en particular, a los trabajadores. Así debería ocurrir, por
ejemplo, con la propuesta del Presupuesto Nacional; la reforma tributaria;
proyectos concretos, etcétera.
La movilización popular, cada vez más consciente y
organizada, es a la vez el mejor respaldo de un gobierno de objetivos nacionales
y populares, y el mejor objetivo, el más trascendente a lograr en esta etapa.
Como decía el Che, en aquella famosa carta al Dr. Quijano: "nosotros no somos
más libres por tener más horas para ir a la playa, sino por ser más
conscientes".
Nuevas instituciones para una nueva sociedad
Es
notorio el fracaso de las políticas centradas en mejorar el sistema de
incentivos para fomentar la inversión y el crecimiento económico mediante
cambios institucionales que favorecieron la apertura, la desregulación, la
liberalización de mercados y la flexibilización laboral. Pero además, dichas
políticas fueron nocivas para el funcionamiento estructural de la economía,
generando islas de dinamismo vinculadas al comercio exterior y manteniendo de
rehenes a los sectores del mercado interno, con desarticulación sectorial y
desintegración económica general.
La institucionalidad internacional de Bretton Woods
(FMI, BIRF, OMC, BID, etc.) fue creada y utilizada para implementar el proceso
de penetración y expansión del capital transnacional a nivel mundial. Las
políticas emanadas del Consenso de Washington son parte de dicho proceso que
generó un aumento significativo de la vulnerabilidad de nuestra economía y
altísimos niveles de exclusión y segmentación social.
Debería reconocerse que no es posible resolver los
graves problemas y el futuro económico del país sin destruir el blindaje
institucional y el bloqueo mental construido por los sectores dominantes a nivel
mundial.
Es imprescindible cambiar las reglas de juego de la
economía y la sociedad creadas a lo largo de tres décadas, utilizando para ello
la dictadura militar y la guerra de baja intensidad contra la organización de
los trabajadores y los movimientos sociales. Si retomamos lo anteriormente
señalado y la concepción que inspiró el Programa del Congreso del Pueblo sería
necesario realizar múltiples cambios institucionales y estructurales que
incentiven la producción nacional generando, entre otros aspectos, los
mecanismos de protección imprescindibles para que pueda desarrollarse el país
productivo.
La agenda de cambios institucionales, entre otros
aspectos, debería incluir:
ü La creación de reglas y mecanismos que permitan una conexión selectiva, comercial y financiera, al mercado mundial, evitando la apertura indiscriminada y el proteccionismo a ultranza. El proceso de apertura de nuestra economía nos ha dejado en debilidad absoluta respecto al poderío económico, financiero y comercial del resto del mundo. Se deben recrear las fronteras de nuestra economía y ampliarlas lo máximo posible en el marco sudamericano, para tener la capacidad de incidir a través de la política económica y las políticas públicas en los procesos de producción, acumulación y distribución. Es necesario impulsar procesos de integración, más allá de las permanentes dificultades y frustraciones. Nuestra economía es muy pequeña y es fundamental que se pueda tener acceso a un mercado regional ampliado. La integración económica debe incluir necesariamente procesos de complementación productiva y de reducción de las asimetrías.
ü Devolver al Estado su papel como actor fundamental del proceso económico, lo que permitiría favorecer el desarrollo del mercado interno y de actores sociales fundamentales, como los trabajadores. El Estado, en el marco de una disputa por la hegemonía, puede ostentar una autonomía relativa que le permita, mediante la gestión concreta de sus políticas, enfrentar el poder económico que se expresa fundamentalmente en el mercado que -por su propia lógica - no atiende las demandas de los que no tienen capacidad de pago, que impulsa procesos de centralización y concentración de la riqueza y que genera una salida permanente de recursos materiales y humanos de nuestra economía hacia los países centrales. Como consecuencia cuestionamos los cambios de reglas que buscan reducir el papel del poder político en el proceso económico, por ejemplo, la autonomía que se pretende otorgar al Banco Central.
ü Nuevas normas para la economía pública a fin de priorizar el pago de la deuda social y el desarrollo productivo sobre el pago de la deuda externa: a) una nueva política presu-puestal, que debe expresarse en las rendiciones de cuenta, destinada a impulsar la producción nacional y la atención de las necesidades básicas lo que implica aumentar la inversión pública y el gasto social en salud, alimentación, educación y vivienda; b) una reforma tributaria destinada a que efectivamente paguen más quienes tienen más, lo que significa, necesariamente, que tengan una carga proporcionalmente mayor los ingresos del capital que los del trabajo y que, a su vez, sea un instrumento para propiciar un cambio estructural de la economía acorde con los objetivos de desarrollo nacional; d) una norma, en los. términos plantados anteriormente, que fije un monto máximo de intereses y amortizaciones de la deuda pública que puede pagar el país y límite los niveles de endeudamiento.
ü La creación de disposiciones obligatorias que garanticen el libre acceso a la información para ampliar la transparencia en la gestión pública y facilitar la participación democrática e informada de la sociedad en la toma de decisiones. En ese sentido, complementariamente con el punto anterior, es necesario implementar una auditoria de la deuda pública externa e interna.
ü La elaboración de normas que favorezcan, tanto, la organización sindical y la defensa de los derechos a los trabajadores del campo y la ciudad, como el desarrollo de un área de propiedad social a partir de las unidades productivas (industriales, comerciales y agropecuarias) cerradas o en proceso de cierre.
ü Incluir en el marco normativo el principio de que la propiedad social tiene preferencia respecto a otras formas de capital en todos los ámbitos de la economía. Dicho marco no puede sustentarse, como se sostiene actualmente, en un principio de "neutralidad" respecto a las diferentes formas de capital: las normas bancadas no privilegian la banca cooperativa; el proyecto de reforma tributario elimina las exenciones a las cooperativas; el anteproyecto de Ley de Concursos y Reorganización Empresarial no tiene entre sus objetivos la recuperación de las empresas por parte de sus trabajadores, tampoco la preservación del empleo de dichos trabajadores.
ü
El problema fundamental
no está en la rapidez de los cambios sino en la dirección de los mismos: o se
crea una nueva trayectoria hacia el desarrollo o se consolida el predominio del
capital trasnacional y sus aliados locales. Para implantar un nuevo modelo de
desarrollo es imprescindible un programa económico alternativo y una nueva
estrategia de acumulación que le dé viabilidad.
Nada de esto será posible sin movilización popular,
sin la radicalización de la democracia, sin un proceso de articulación solidaria
y convergencia programática entre las fuerzas sociales y políticas dispuestas a
preservar el carácter emancipador el proyecto histórico de la izquierda
uruguaya.
Convoquemos al pueblo a construir su propia historia.