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Paradoja socialdemócrata
Escribe: José Luis Fiori
La primera vez que un partido socialdemócrata participó oficialmente en un gobierno nacional fue en Dinamarca, en 1916, como socio “minoritario” de un gobierno de coalición. Después, durante todo el siglo XX, los socialdemócratas lideraron o participaron en un número cada vez mayor de gobiernos en toda Europa. Sin embargo, su experiencia no fue homogénea ni lineal a través del tiempo, y tiene que ser dividida en, por lo menos, tres períodos muy diferentes entre sí:
1º) Entre 1917 y 1945, durante la “era de la catástrofe” (Eric Hobsbawm), entre las dos Guerras Mundiales, cuando los socialdemócratas participaron – en situaciones de emergencia – en varios gobiernos de “unión nacional” nacidos para enfrentar los problemas de la guerra y de la crisis económica en la década del 30. Sus prioridades eran el colapso del crecimiento y del comercio internacional, el desempleo y la inflación, una agenda que no estaba prevista en las discusiones doctrinarias de los socialdemócratas al inicio del siglo XX. Por eso, en la práctica, en general, apoyaron las políticas de sus aliados conservadores, con la excepción de la socialdemocracia sueca, que formó un gobierno en el auge de la crisis, bajo su liderazgo y con un programa inédito y bien exitoso de promoción del crecimiento y de pleno empleo, a contramano de la ortodoxia económica de la época.
2º) Entre 1946 y 1976, durante
la “era de oro” del capitalismo, y en el auge de
3º) Entre 1980 y 2000, durante
la “restauración liberal-conservadora” de los años 80 y después del final de
Es interesante observar que a cada uno de esos períodos correspondió una gran “revisión doctrinal”, por parte de los socialdemócratas europeos. La primera comenzó ya al finalizar el Siglo XIX, cuando algunos partidos socialdemócratas aceptaron y optaron por la “vía electoral”, con todas sus consecuencias en el plano de la competencia electoral, desde el punto de vista de la organización partidaria y de las alianzas parlamentarias y de gobierno.
La segunda gran “revisión” doctrinal de los socialdemócratas europeos ocurrió en la década de 1950. En un primer momento parecía ser apenas un cambio programático de cuño electoral, pero después quedó claro que se trataba de una verdadera ruptura “revolucionaria” con relación a la tradición socialista. Resumiendo una cuestión muy compleja, se podría decir que en el origen y en la base del pensamiento socialista moderno siempre existió una tesis o una especie de ecuación fundamental: “libertad política = igualdad económica = fin de la propiedad privada”. En la década del 50, sin embargo, esa tesis fue abandonada y la ecuación fundamental pasó a ser otra: “libertad política = igualdad social = crecimiento económico”. Fue el momento en que los socialdemócratas dejaron de creer en una “crisis final” del capitalismo y pasaron a luchar por un desarrollo acelerado del propio sistema, a fin de lograr más empleos y más recursos para financiar las políticas redistributivas. Tal vez éste haya sido el cambio doctrinal más radical en toda la historia del pensamiento socialista. De tal manera, que la tercera revisión “neoliberal” de los socialdemócratas de los años 1980-1990 no cayó del cielo y fue apenas una adaptación lógica a la “nueva ecuación” socialdemócrata de los años 50 en tiempos de globalización financiera.
De “revisión” en “revisión”,
los socialdemócratas europeos dejaron por el camino, primero, la idea de la
revolución socialista, y después, el propio socialismo. Aunque sin eufemismos,
renunciaron al proyecto de estatización de la propiedad privada, y al finalizar
el siglo XX, algunos llegaron incluso a abandonar las políticas de pleno empleo
y de protección social universal que fueron su principal contribución al siglo
XX. Además de eso, la “descontrucción” socialdemócrata de la teoría marxista del
capital y de la historia no dio lugar a ninguna otra teoría alternativa con la
misma capacidad de definir actores, intereses y estrategias a partir del
análisis crítico del capitalismo. El resultado fue un aumento constante de la
confusión teórica y de la división interna de los socialistas, envueltos en un
debate interminable y circular sobre su propia identidad y sobre la
especificidad de sus propias políticas. No obstante, al fin de esta historia,
permanece una gran paradoja: a pesar de las revisiones, de las divisiones y de
las divergencias permanentes entre intelectuales, tecnócratas, partidos y
movimientos sociales, a pesar de la multiplicidad de los caminos, estrategias y
políticas socialistas, en una perspectiva de largo término, no ofrece duda que
los gobiernos socialdemócratas del siglo XX contribuyeron de manera decisiva al
avance de la democracia y de la igualdad en las sociedades europeas. Tal vez
por eso, hace tiempo, en una conversación informal sobre la izquierda europea,
el entonces diputado comunista italiano, Giovanni Berlinguer, se refirió con
humor a los “infinitos caminos de
Tomado de www.sinpermiso.info, 12/11/06.
Traducción: Carlos Abel Suárez