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Partido por la Victoria del Pueblo ANULAR LA LEY DE IMPUNIDAD

 

 

¿POR QUE ES IMPORTANTE ENTENDER LA ACTUAL REVOLUCION DEL CONOCIMIENTO?

Escribe: Alfredo Falero[1]

1. CAPITALISMO Y REVOLUCION INFORMACIONAL             

     Así como la revolución industrial transformó profundamente el capitalismo del siglo XIX, lo que puede denominarse como revolución informacional o del conocimiento, puede está haciendo otro tanto en la actualidad. Esta es una tesis que con distintas palabras, con distintas perspectivas, subyace a varios autores. Por ejemplo, el sociólogo francés, Jean Lojkine  habla de "revolución informacional" y tomamos prestada la denominación. En todo caso, lo importante es discutir la magnitud y consecuencias de los cambios, las comparaciones posibles con otras coyunturas históricas o las tendencias que pueden advertirse sobre hacia donde se camina. Lo que no parece razonable es pensar caminos de emancipación social desde una postura de indiferencia de lo que está ocurriendo.

    En las nuevas bases científicas y tecnológicas a considerar, están  la informática y la irrupción de las tecnologías de la comunicación y de la información (las llamadas TICs), la biotecnología y la ingeniería genética que implican la transformación de la materia animada, la nanotecnología que es la manipulación de la materia inanimada pero también las conexiones entre ambas. A partir de aquí se puede seguir líneas de entrelazamientos entre áreas diversas del conocimiento para generar nuevas áreas o aplicaciones varias (robótica, neurociencia, sistemas microelectromecánicos, mecatrónica[2], etc.).

   Cotidianamente se agregan datos sobre nuevos conocimientos, particularmente realizados en países centrales, pero lo que lo que interesa subrayar aquí, es que estas transformaciones afectan a toda la sociedad y a nivel global. El corte, además, es transversal. Esto es: la información y el conocimiento cruzan los distintos espacios sociales transformándolos. Las alteraciones producto del nuevo lugar que ocupa la información –vista en sentido amplio como recurso de la producción- son enormes. Modifica –aunque no por sí sola- las relaciones sociales que a su vez pueden potenciar o bloquear el desarrollo de las nuevas fuerzas productivas.

    Así es que, en suma, bien puede caracterizarse lo que está ocurriendo como de revolución informacional o cognitiva.  Como es de suponer, los sistemas tecnocientíficos que tal revolución implica, aparecen vinculados a una lógica mercantil directa, a un aprovechamiento comercial inmediato..

    Para el futuro de países como los nuestros y en una perspectiva de pensar la emancipación social, esto tiene enormes consecuencias. Por ejemplo, se trata de evitar otro tipo de saqueo, distinto al tradicional de materias primas y otros recursos que por cierto igual se mantiene. Por ejemplo, resulta cada vez más frecuente recibir información sobre transnacionales vinculadas a las nuevas áreas de la revolución cognitiva atrás de patentes y mercados.  Se trata de formas actuales para la privatización de lo común y la captación de la economía del saber que suponen nuevas formas de drenaje de excedentes desde los países periféricos a los países centrales. Todo ello lleva a proyecciones variadas sobre nuevos riesgos pero también nuevas posibilidades.  

2. VIEJAS Y NUEVAS PERSPECTIVAS PARA ENTENDER LO QUE ESTA OCURRIENDO.

    ¿De qué magnitud es el cambio? La respuesta no es fácil. Además, se recordará que no es la primera vez que se afirma de la existencia de transformaciones sociales gigantes producto de la tecnología. Y de hecho, frecuentemente se trató de razonamientos mecánicos y eurocéntricos. Así es que desde ya, esto recuerda la necesidad de ponderar desde nuestras sociedades latinoamericanas la idoneidad de los instrumentos teóricos que se manejan para captar las nuevas realidades y que provienen de sociedades del capitalismo central.

    Entre los antecedentes teóricos a considerar resulta inevitable pensar en la década del sesenta y principios de la del setenta, cuando Bell caracterizaba como sociedad post-industrial a un cambio cualitativo del capitalismo. Una de las dimensiones manejadas era el cambio en el lugar y el carácter del conocimiento (particularmente su papel en la innovación) adquiriendo una centralidad social desconocida. “La sociedad industrial se caracteriza por la coordinación de máquinas y hombres para la producción de bienes. La sociedad post-industrial se organiza en torno al conocimiento para lograr el control social y la dirección de la innovación y el cambio, y esto a su vez da lugar a nuevas relaciones sociales y nuevas estructuras que tienen que ser dirigidas políticamente” (1991: 34).   Su registro, era conservador pero agudo, y anticipó algunas cosas.

   No obstante el mayor alcance mediático –y por tanto también el mayor eco popular- lo tuvo el libro del ensayista norteamericano Alvin Toffler y el “El shock del futuro” donde reflexionaba sobre una excepcional transformación social en curso ya entonces producto de la ciencia y la tecnología[3]. Si antes se trataba de un mundo predecible, el mismo desde el nacimiento a la muerte de un individuo, ahora el ritmo de cambio suponía que se estaba obligado a convivir con transformaciones permanentes.  

    Como hace unas décadas atrás, se desencadenan cada tanto expresiones que tienden a marcar una nueva etapa en la “evolución” o "revolución" de las sociedades alentadas por el cambio tecnológico. Por ejemplo, se dice que se está en la “sociedad de la información” y se generan cumbres mundiales en tal sentido[4]. También hoy como en la década del sesenta, se realizan afirmaciones fáciles al estilo de “el trabajo ahora será una actividad fundamentalmente simbólica” o, desde otro ángulo, que se está ante una pérdida definitiva del peso del trabajo manual.

    Obviamente existen optimismos fáciles y confusiones interesadas, pero ello no puede obstaculizar el pensar sobre la relación entre nuevas tecnologías que implican una forma de organización social diferente ya que la generación, el flujo y el procesamiento de la información se convierten en verdad, en sustento clave de la productividad y de la reproducción del poder, dando lugar a nuevas desigualdades sociales (entre ellas la difundida de la brecha digital, pero no es la única).

    Entre los autores más conocidos en la actualidad que han examinado tales transformaciones debe señalarse a Manuel Castells. Con una visión inspirada (no necesariamente reconocida) en el ya citado Toffler aunque desplegada con mayor apoyatura empírica y actualizada con un tono progresista políticamente correcto, los tres tomos de su trabajo “La era de la información” –dicho sea de paso, repetido exacerbada y acríticamente en el medio académico- advierten  de una reestructuración global del sistema capitalista a partir de la década del ochenta en lo que significa un nuevo modo de desarrollo: el informacional[5].  

   “Lo que caracteriza a la revolución tecnológica actual no es el carácter central del conocimiento y la información, sino la aplicación de ese conocimiento e información a aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información / comunicación, en un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y sus usos” (Castells, 1998: 58). De acuerdo a la síntesis conceptual que aquí puede encontrarse, la información se constituye en una materia prima esencial, con alta capacidad de penetración en todas las actividades y generando una lógica de interconexión sistémica.

    Un balance del trabajo de Castells permite advertir que si bien no tiende a alimentar ilusiones o mitos tecnológicos (al estilo de decir por ejemplo que la sociedad de la información estará en condiciones de asegurar abundancia de recursos) no se escapa del esquema de caracterizar una nueva etapa por la cual la novedad de lo que se maneja es de tal magnitud que buena parte del instrumental conceptual heredado -como el de Marx-  de poco sirve ya para entender lo que está ocurriendo. De hecho, el principal eje pasa a ser el estar incluido o excluido de esa avasallante, irrefrenable carrera a la sociedad global de la información.

    Tal esquema conceptual constituye una suerte de trampa teórica en el sentido que significa la disolución de la contradicción centro – periferia, esa doble cara dialéctica de una totalidad donde las transformaciones se especifican en función de una división global del trabajo y de la transferencia de excedentes. De esto hablamos en otros trabajos (Falero, 2003 y 2006) y no nos vamos a detener aquí.  Dígase simplemente entonces que si se quieren analizar las transformaciones “informacionales” en un país de América Latina como Uruguay, no puede subestimarse las formas que adquiere la polaridad en el nuevo esquema del capital global.

    Una de las claves conceptuales es advertir como se articulan las nuevas relaciones sociales de producción con las anteriores en un espectro amplio que incluye, aún hoy, hasta relaciones pre-capitalistas de producción.  Esto es, y como ya fue demostrado en la década del sesenta en América Latina, en áreas periféricas no existe superación progresiva, evolutiva, de lo viejo a partir de lo nuevo, sino articulación funcional entre ambos.  Hoy se puede decir que las sociedades periféricas muestran una gama amplia de formas de producción constituyendo una heterogeneidad articulada, que crea funcionalidades y poder.

    Así es que lo primero a tener presente dentro de las premisas que permitan una aproximación emancipatoria a las transformaciones en curso, es el tener en cuenta la existencia de una polaridad intrínseca al capitalismo que se expresa social y geográficamente y que supone la perpetuación de una lógica de regiones centrales y regiones periféricas que reproducen su condición de subalternidad.

    Esto significa, en suma, que dentro de la división global del trabajo, el capital promueve en los países centrales lo que podría denominarse una revolución informacional o cogntiva que supone un desarrollo expansivo de ciencia y tecnología, pero que no anula la polaridad sino que la exacerba. Para los países periféricos (y semiperiféricos o aspirantes a éstos, en la terminología de Wallerstein) se agrega al esquema clásico de proveedores de materias primas, el de regiones para la deslocalización de algunos procesos industriales de las transnacionales en la búsqueda de fuerza de trabajo más barata, regulaciones estatales más débiles, penalizaciones ambientales más indulgentes, etc.

    De lo cual se desprende que el Uruguay "productivo" no se podrá lograr "repitiendo" ni lo que hizo Nueva Zelandia, ni Irlanda, ni Finlandia ni ningún otro país, porque no hay carreras históricas hacia una meta llamada “desarrollo” ni en consecuencia imitaciones posibles, sino articulaciones múltiples (económicas, geopolíticas, etc.) dentro de una totalidad única capitalista y en un espacio-tiempo específico. Allí se advierte la potencialidad de lo alternativo que encierra un proyecto regional latinoamericano con una relativa autonomía de las presiones de la acumulación global.

3. TRABAJADORES Y PRODUCTOS “INMATERIALES”

    Hardt y Negri, igual que Castells, desprecian las implicancias de la polaridad centro – periferia, pero sus trabajos tienen la virtud de haber colocado en la agenda de la izquierda el tema que aquí nos convoca. Así es que hablan de la creciente importancia del trabajo inmaterial como aquel que produce un bien inmaterial, tal como un servicio, un producto cultural, conocimiento o comunicación. Es decir que lo que es inmaterial no es la producción sino el producto, pero las consecuencias sociales van más allá de tales productos. La importancia está en que “la computadora y la revolución comunicativa de la producción transformaron las prácticas laborales hasta tal punto que hoy todas ellas tienden al modelo de las tecnologías de la información y la comunicación” (2002: 270-271).

   Tomado estrictamente el concepto, hasta aquí no cabría mayor discusión sobre lo que implica en términos generales. No obstante, en su más reciente producto “Multitud” (2004) los dos autores al pretender aclarar y ampliar los enfoques del libro anterior (a nuestro juicio, también a relativizar algunas posiciones) observan que el trabajo inmaterial implica más que trabajo cognitivo o intelectual; produce más que ideas, símbolos, códigos, textos, figuras linguísticas o imágenes. El trabajo inmaterial incluye el “trabajo afectivo”, esto es, aquel que produce o manipula afectos.

   Señalan en tal sentido: “reconocemos el trabajo afectivo, por ejemplo, en la labor de los asesores jurídicos, de las azafatas de vuelto o de los trabajadores de los establecimientos de comidas rápidas (servir con una sonrisa)… Decir que se necesita un trabajador con buena actitud y capacidad para desenvolverse socialmente es otra manera de calificar a una persona idónea para el trabajo afectivo” (2004: 137). Otro ejemplo posible es el del personal sanitario, el típico caso de la enfermera, ya que realiza tareas afectivas, cognitivas y lingüísticas al mismo tiempo que un trabajo material.

    Como se ve, el planteamiento ya se vuelve notoriamente polémico y sociológicamente poco fecundo: ¿acaso no es forzado incluir en una misma categoría de análisis un calificado ingeniero en sistemas con, por ejemplo, una mujer inmigrante que trabaja cuidando los niños de dicho calificado trabajador seguramente de clase media?  Claro, tal postura se relaciona con una extensión del papel que se le adjudica a la comunicación y al nuevo paradigma de poder –el biopoder- propio del “Imperio” (y no del imperialismo), propio de la sociedad de control (y no de la sociedad disciplinaria) que abarca la totalidad de la vida social. Se trata de dispositivos que invaden todos los aspectos de la vida social.  Y en este sentido, es posible observar elementos interesantes.

    Mucho se ha escrito sobre los últimos trabajos de los autores, pero lo que importa retener aquí son las consecuencias que se pueden extraer de un cuadro donde la comunicación intelectual y el lenguaje son recursos productivos. Como dice Bensaid (2004) polemizando con los autores, el planteo lleva al desdibujamiento de la distinción entre productor y ciudadano, entre lo público y lo privado, en beneficio de un espacio común mixto, indiferenciación que permita ubicar el nuevo sujeto que los autores caracterizan como “multitud”.

    Recuérdese que Negri en particular, viene trabajando el capítulo VI inédito de “El Capital” desde hace años y de allí rescata la idea de producción socializada que emana del concepto de subsunción real del trabajo en el capital y que reemplaza la subsunción formal. Esto significa a nuestros efectos que en la revolución informacional, el tiempo de vida humana ha sido “totalmente vampirizado” por el de la producción social[6].

    Cuando la producción no puede fijarse al espacio de una fábrica (aunque la incluye, claro está), cuando ésta supone una combinación de actividades sociales, cuando de hecho una mercancía pasa a estar cada vez menos vinculada a un trabajador individual y es cada vez más una combinación de actividades sociales globales,  se percibe con más claridad la importancia actual para el capitalismo de las dimensiones informacionales y comunicaciones.

    El trabajador polivalente de la era informacional[7], es decir que tiene una dimensión más intelectual que en el pasado, es aún minoritario pero deben advertirse tendencias cuidadosamente. Además no puede dejar de articularse a su contracara: la creciente precarización de trabajo no calificado.  Para Antunes (2005 a y b), sociólogo brasileño especializado en estudio del trabajo, una de las nociones claves de los nuevos tiempos es la existencia de nuevas formas de interpenetración entre actividades productivas e improductivas, entre actividades fabriles y de servicios, entre actividades de trabajo y de concepción, entre producción y de conocimiento científico. Esta idea de mayor retroalimentación entre trabajo y ciencia productiva y de mayor transferencia de capacidades intelectuales para la maquinaria informatizada pretende subrayar el mito de afirmar que se está ante la sustitución del trabajo por la ciencia.

    Todo lo anterior puede llevar a extensos debates, pero lo que interesa subrayar aquí es esa dimensión de la revolución cognitiva en curso: la ampliación de la explotación de la dimensión subjetiva del trabajo. Esto es: se depende cada vez más de la energía intelectual (además de la material) para la producción de valores de cambio lo que vuelve a ésta una mercancía cada vez más valiosa. Los sectores implicados se vuelven objeto directo de un intenso proceso de manipulación y envolvimiento en el interior del espacio productivo y del trabajo.  La nueva fase que busca apropiarse crecientemente de las capacidades cognitivas no puede hacerse sin envolver más intensamente la subjetividad, lo que lleva ampliar las formas de reificación.

    En suma, obsérvese que el tema implica no solo discutir el nuevo papel de la ciencia sino todo el conjunto de conocimientos teóricos y prácticos, la experiencia social de los trabajadores colectivos, es decir lo que Marx llamó “General Intellect” y que podemos denominar hoy como SABER SOCIAL.  Este saber social, más amplio que lo implicado en el trabajo de investigación científica, aparece imprescindible para el desarrollo de las fuerzas productivas.

4. ALGUNAS PINCELADAS SOBRE COOPERACION Y SUBJETIVIDAD SOCIAL.

     El papel que Marx le adjudica a la cooperación en la producción de mercancías es notorio (recuérdese el capítulo XI de El Capital).  El desarrollo de las fuerzas productivas, convierte a la cooperación entre asalariados en el “requisito”, en la “condición” de producción. Claro está, es una cooperación vigilada ya que “las órdenes del capitalista en el campo de la producción se vuelven, actualmente, tan indispensables como las órdenes del general en el campo de batalla” (1988: 402).

    Se trataba obviamente de la cooperación en la fase industrial moderna, así que la pregunta es ¿qué ocurre en el nuevo contexto?. Ya se ha dicho que el resultado de una mercancía –material o inmaterial- hoy resulta de una combinación de actividades sociales cada vez más compleja. Por cierto puede implicar trabajo a distancia, pero esto no es lo central sino la generación de redes de trabajadores (dentro de la empresa, entre empresas, entre empresas y centros de investigación) la anulación cada vez mayor de la diferenciación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio, capacidad de los trabajadores involucrados para generar comunicación, para permitir creatividad, “innovación” (esa expresión tan recurrente), etc. En suma es condición de producción un control de la subjetividad social por el capital.

    Nuestra hipótesis es que existe una tensión entre el requerimiento de una subjetividad reguladora, capturada, vampirizada para la reproducción sistémica, lo cual significa maximizar un individualismo consumista, meritocrático y una subjetividad emancipadora, independiente, constitutiva de creatividad, con enorme capacidad de desarrollar la capacidad de cooperación para la innovación.  El siglo XXI puede percibirse entonces como el de un período de batallas sin antecedentes por el control de la subjetividad.

     Siendo el trabajo generador de vínculos sociales, de cohesión, de subjetividad, estando ésta inficionada por la competencia exacerbada, por esa cultura narcisista según la cual nada importa sino nosotros mismos, puede discutirse que existan condiciones para la cooperación. Por lo cual, si la  creatividad es un proceso colectivo, no meramente el producto de una personalidad excepcional aunque puede plasmarse en individuos concretos, más bien puede observarse hoy una búsqueda permanente del capital por incentivar de las formas más variadas lo que el propio capital limita colectivamente desde otros ángulos. 

   Antes, en el período industrial fondista, sometimiento productivo de la fuerza de trabajo sugería control directo porque la subjetividad colectiva potencialmente emancipadora (por la acción del movimiento sindical y/o de partidos políticos) advertía de debilidades específicas del esquema de reproducción que debían ser minimizadas. En el contexto actual de inseguridad laboral, los métodos más formalizados y sofisticados de organización del trabajo (que en nuestros países se articulan con las formas de gestión de la producción más arcaicas) suponen la expropiación de la capacidad creativa.

    Las nuevas formas de gestión no suponen entonces meramente –aunque implican esto- un nuevo discurso organizacional donde los valores de la “empresa” parecen ser universales y ahistóricos.  Las formas de gestión actualizadas de “recursos humanos” están planeadas con la incorporación de conocimiento científico. Allí hay conocimiento transmitido con frecuencia por universidades privadas que apuestan –con una ecuación que mezcla la educación como mercancía y un intrínseco proyecto de sociedad- a la formación de nuevas elites.  Así es que las empresas hoy rápidamente captan las nuevas necesidades dentro de su esquema de racionalidad limitada.

    Particularmente aquellas que producen mercancías “inmateriales” (pero no exclusivamente éstas), se convierten en “centro de resocialización”, lugar de conformación de nuevos patrones de influencia y legitimación, que permiten que los trabajadores hagan propios los objetivos y valores de la empresa sin experimentar coerción. Esa es la construcción de una subjetividad sometida en el mundo de hoy (Galcerán y Domínguez, 1997). 

    Por ello, los directivos de las empresas actualizadas hablan de fomentar las relaciones de colaboración, alientan a sus empleados a considerar los problemas bajo prismas nuevos, son hostiles a roles estructurados. En suma, debe procurarse hacer hincapié en la creatividad y la innovación. La nueva subjetividad es de competencia pero en versión más refinada y se extiende en ese segmento de fuerza de trabajo.

    La misma contradicción entre cooperación y subjetividad social individualista y meritocrática se encuentra en las “fábricas de conocimiento”. Cuando en los ámbitos científicos o universitarios se asiste a formas de sociabilidad más contradictorias, más fetichizadas, más minadas por la desconfianza entre colegas, difícilmente la innovación y la creatividad se puedan abrir paso.  Razón por la cual poco puede esperarse en creatividad y mucho menos que ésta se vuelquen a pensar la emancipación social.

5.  A MODO DE CONCLUSIÓN

    De lo tratado en este artículo, se pueden establecer resumidamente las tres siguientes conclusiones:

a) Las profundas transformaciones en el capitalismo global pueden manejarse como una revolución informacional o cognitiva que exige repensar las formas de emancipación social para el futuro.

b) Esto deberá hacerse tomando en cuenta como se especifican tales transformaciones en los países periféricos, evitando paradigmas eurocéntricos de interpretación de la realidad social y teniendo presente las nuevas formas de transferencias de excedentes hacia los países centrales.

c) Entre las consecuencias que aparecen en el desarrollo de las nuevas fuerzas productivas, están las nuevas relaciones entre ciencia y organización empresarial y gestión de la fuerza de trabajo que suponen una batalla por el control de la subjetividad social.

   A partir de esto último, se advierte la necesidad de repensar el tironeo entre subjetividades de competencia y de cooperación. El capitalismo requiere capturar la inteligencia, estimular la creatividad, se impone la innovación, pero no puede sobrepasarse el freno de relaciones sociales que precisamente no promueven la cooperación necesaria. De hecho, llevado al extremo, la verdadera promoción de cooperación para la creatividad social, supondría al mismo tiempo la capacidad social de cuestionar la autoridad, de construirse colectivamente, en suma, una radical potencialidad de transformación. Y eso significaría precisamente el fin de las bases de reproducción capitalista.

BIBLIOGRAFIA

Antunes, Ricardo: "Los sentidos del trabajo. Ensayo sobre la afirmación y la negación del trabajo",  Buenos Aires, Ediciones Herramienta / Taller de Estudios Laborales, 2005a

Antunes, Ricardo: “O caracol e sua concha. Ensaios sobre a nova morfología do trabalho”, Sào Paulo, Bointempo Editorial, 2005b.

Bell, Daniel: “El advenimiento de la sociedad post-industrial”, Madrid, Alianza editorial, 1991 (edición original en inglés, 1973).

Bensaid, Daniel: “Multitudes ventrilocuas (A propósito de Multitud, de Hardt y Negri), en revista Herramienta Nº 28, Buenos Aires, octubre 2004.

Castells, Manuel: “La era de la información”, 3 tomos, Madrid, Alianza Editorial,  1998.

Falero, Alfredo: “El paradigma renaciente de América Latina. Una aproximación sociológica a legados y desafíos de la visión centro – periferia”, Buenos Aires, CLACSO, compilación de trabajos del concurso Los Legados teóricos de las ciencias sociales en América Latina y el Caribe, en prensa, previsto para agosto 2006.

Falero, Alfredo: “Globalización e integración regional: elementos para un paradigma sociológico de interpretación”, documento de trabajo nº 72, Dpto. de Sociología / Facultad de Ciencias Sociales, Montevideo, octubre 2003.

Galcerán Huguet, Montserrat y Domínguez Sánchez, Mario: “Innovación tecnológica y sociedad de masas”, Madrid, editorial Síntesis, 1997.

Hardt, Michael y Negri, Antonio: “Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio”, Buenos Aires, editorial Debate, 2004.

Hardt, Michael y Negri, Antonio: “Imperio”, Buenos Aires, editorial Paidós, 2002.

Lojkine, Jean: «Le nouveau salariat informationnel. Aux frontières du salariat»

Texte provisoire, Séminaire d´Etudes Marxistes, 16.12.99. Véase en internet: www.jourdan.ens.fr/~levy/lojkine.rtf

Marx, Karl: « El Capital », México, Siglo XXI editores, 1988.

Marx, Karl: “Capítulo VI inédito”, México, Siglo XXI editores, 1985.

Negri, Antonio: “Fin de siglo”, Barcelona, ediciones Paidós, 1992.

Tofller, Alvin: “El shock del futuro”, Barcelona, Plaza y Janés, 1978.

[1]  Sociólogo; docente e investigador del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Algunas de las ideas manejadas aquí fueron ya expuestas en el artículo "Conexiones entre trabajo inmaterial y subjetividad social: un desafío para la educación", en revista CONVERSACION Nº 14, Montevideo, Marzo 2006.

[2] La mecatrónica -acrónimo de mecánica y electrónica- es la combinación sinérgica de las ingenierías mecánica, electrónica, informática y de control; esta última con frecuencia se omite, pues es considerada dentro de alguna de las dos anteriores, pero es importante destacarla por el importante papel que el control juega en la mecatrónica. Todo esto pensando en el diseño de productos y en procesos de manufactura con miras a formar el ingeniero de este milenio. Esta disciplina tecnológica es cada vez más frecuente en el diseño, fabricación y mantenimiento de innumerable variedad de productos y procesos de la ingeniería.

[3] Hoy consultor de empresas (también lo fue del gobierno norteamericano) “Future Schock” apareció en 1970 y constituyó su primer best-seller, aunque no su primer libro. Véase Toffler, 1978.

[4] La noción de “sociedad de la información” siempre estuvo cargada de ambigüedades. La más reciente de “sociedad global de la información” estrenada en 1995 por los siete países más industrializados no mejora el panorama. Por su parte la UNESCO que había privilegiado el rótulo de “sociedad de la información”, tiende a sustituirlo por “sociedad del conocimiento” por evaluar que teje un vínculo entre tecnologías y diversidad cultural. Véase el artículo de Armand Mattelart “El derecho social a la Información” en Le Monde Diplomatique, Buenos Aires, Agosto 2003 y Diciembre 2003.

[5] Según Castells si el modo de desarrollo industrial se orienta hacia el crecimiento económico, el informacional lo hace hacia el desarrollo tecnológico, hacia la acumulación de conocimiento.

[6] En “Fin de Siglo” Negri señalaba: “El trabajo abandona la fábrica para hallar en lo social, precisamente, el lugar adecuado a las funciones de consolidación y de transformación de la actividad laboral en valor” (1992: 81). Desde el punto de vista sociológico, esta afirmación compartible, puede, sin embargo, ser el punto de partida de trayectos teóricos-metodológicos diferentes.

[7] El concepto de trabajador polivalente puede implicar aquel trabajador que hace una simple rotación de tareas entre 2 o 3 máquinas. No es el caso a que nos referimos aquí.

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