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América Latina en la mundialización neoliberal
Escribe: Gérard Duménil
La posición ocupada por América Latina
en la mundialización neoliberal es bastante particular. Su importancia deriva de
numerosos factores, tanto económicos como políticos. Esta singularidad no
resulta solamente de la comprensión de la historia reciente, sino del análisis
de las oportunidades de cambio. Si existe una región en el mundo donde es
posible concebir un escenario de desestabilización del orden neoliberal, esa es
América Latina.
Entendemos por "neoliberalismo", la nueva fase en la
cual entró el capitalismo en la transición de los años 1970 y 1980. Aunque se
trata de una transformación compleja, cabe señalar, a fines de 1979, la decisión
de la Federal Reserve estadounidense, de elevar las tasas de interés no importa
a qué nivel, como una exigencia pretendidamente obligatoria en la lucha contra
la inflación (no importa cuales sean las consecuencias, principalmente para los
países endeudados de la periferia). Si bien existe una ideología neoliberal, el
neoliberalismo es mucho mas que eso, es una fase del capitalismo en la cual las
características de explotación de ese modo de producción, inclusive en su
dimensión imperialista, alcanzó una nueva radicalización: disciplinamiento del
trabajo y de su gestión a favor de los detentores de capitales (acreedores y
accionistas); libre circulación de las mercancías y de los capitales, vale
decir, globalización del terreno de caza del capital internacional. Si las
sociedades multinacionales son los agentes de ese nuevo orden mundial, éste
responde a las exigencias de las clases capitalistas, lo que llamamos de
"finanzas", o sea, la fracción superior de los propietarios de capital y sus
instituciones financieras. Si en un primer nivel, el poder de esos propietarios,
muy alejados de las empresas, no hubiera podido afirmarse sin la intermediación
de las instituciones financieras (bancos, banco central, fondos de todo tipo),
él se ejerce, en un segundo nivel, a través del Estado.
Cuatro razones que explican el lugar central de América
Latina en el mundo neoliberal:
1. La primer víctima del orden neoliberal
La mayor parte de los países del subcontinente se
comprometieron en procesos de crecimiento sostenidos, a pesar de las
desigualdades. Esto comenzó antes de la Segunda Guerra mundial y continuó
después. ¿Es necesario recordar que la renta per capita de Argentina, al final
de la guerra, era del orden de la de Francia? Algunas grandes ciudades de
América Latina, como Buenos Aires o Montevideo, son testimonios de ese pasado.
El modelo de sustitución de importaciones condujo a elevadas tasas de
crecimiento, cerca del 6% en México, por ejemplo.
El contraste con las décadas neoliberales es chocante.
Con poquísimas excepciones, las tasas de crecimiento se derrumbaron luego de
1982. A esta desaceleración se agregó una peligrosa inestabilidad
macroeconómica, quiere decir, la recurrencia de graves recesiones: de hecho, de
crisis mayores ("tequila" en México, la crisis argentina, etc.). En este mundo
de libre circulación de capitales, cualquier política macroeconómica se volvió
imposible. Es cierto que la imposición de tasas elevadas de cambio permitió
acabar con la inflación y que gritos de victoria acompañaron el restablecimiento
del crecimiento en los años 1990. Pero esas trayectorias se revelaron
insostenibles en el mediano plazo. Ese nuevo curso se vio además agravado por el
proceso de desindustrialización o por la sustitución de una parte de la
industria nacional, liquidada por una competencia insostenible, por la industria
"maquiladora", con sus características bien conocidas de extrema explotación y
de ausencia de integración al tejido industrial nacional. A esto se suma la
deuda externa, acumulada a fines de los años 1970 en un contexto donde las tasas
de interés real eran nulas, pero que se volvió impagable cuando el alza de los
intereses. Una segunda ola de endeudamiento acompaña la apertura financiera de
los años 1990. Las obligaciones fundamentales del Estado en materia de reforma
agraria, de educación, de salud, fueron sacrificadas frente a la sacrosanta
obligación de hacerle frente a los compromisos con los acreedores, en detrimento
de las obligaciones sociales mas elementales.
2. La nueva configuración imperial
Si el neoliberalismo tuvo como principal objetivo la
restauración del poder y de las rentas de las clases capitalistas de los países
del Centro, sobretodo de los Estados Unidos, ese objetivo no hubiera sido
alcanzado sin la colaboración de las clases dominantes de los países de la
periferia. Una vez más, América Latina, si bien en diferente grado según los
países, es una figura emblemática de tal configuración. Las tasas de cambio
elevadas y la convertibilidad permitieron a las clases ricas de esos países
poner sus capitales en los países del Centro, en los Estados Unidos en primer
lugar: la famosa fuga de capitales. Se puede observar que los rendimientos
financieros (principalmente dividendos e intereses) provenientes del resto del
mundo, destinados a América Latina, aumentaron fuertemente a lo largo de los
años 1990. En Argentina, a fines de la década, éstos representaban la mitad de
los flujos de la misma naturaleza para el exterior, a pesar de que éstos últimos
incluían los intereses de la deuda. En Uruguay, los dos flujos fueron iguales a
inicios del 2000. De esa forma, las burguesías de los diferentes países estan
directamente insertas en ese circuito de explotación internacional.
Indirectamente, ellas se benefician del costo de la deuda, que impone tantas
restricciones a sus propios países.
Por otro lado, por su comportamiento rentista (con
excepción de algunas multinacionales), esas clases contribuyen al financiamiento
de la economia estadounidense, donde la inversión pudo restablecerse en los años
1990, a pesar de la caída de su ahorro interno, gracias a esa contribución
internacional. En este mecanismo, América Latina ocupa el segundo lugar,
quedando detrás de Europa. En ningún otro lugar, con la excepción posible de los
países productores de petróleo, la integración de las clases dominantes de cada
país en el seno del gran sistema del imperialismo alcanzó este grado, aunque en
una posición subalterna. Sin lugar a dudas, en ningún otro lugar el
cuestionamiento de ese orden imperial neoliberal tendrá las mismas
consecuencias.
3. Una apuesta central dentro de la hegemonía
estadounidense
El imperialismo es una característica estructural
permanente del capitalismo desde sus orígenes. Su forma se modifica
continuamente con las propias transformaciones del capitalismo. El sistema
imperialista debe ser entendido como una pirámide donde el mas avanzado explota
al menos avanzado, utilizando la violencia económica "simple", particularmente
la apertura de las fronteras comerciales entre países con niveles de desarrollo
muy desiguales, u otros métodos tradicionales de violencia directa: corrupción,
subversión y guerra.
Una característica de la fase actual del imperialismo
es la existencia de una potencia hegemónica indiscutible: los Estados Unidos.
Esta fase se diferencia profundamente de la "belle époque" del imperialismo,
aquella de principios del siglo XX, donde se confrontaron los imperialismos
francés, alemán, inglés, etc.
Lo que los Estados Unidos temen más es la disolución de
esta configuración en un mundo multipolar, como el que parecía afirmarse a fines
de los años 1970. Se hablaba en esa época de "tríada": Estados Unidos, Europa y
Japón. El potencial de este último país diminuyó debido a la crisis en que se
hundió luego de su entrada en el orden neoliberal (el desmantelamiento del
modelo anterior, tan eficaz).
Se constituyó un eje atlántico que confiere a Europa
una posición subordinada. La integración de China en la economía mundial, en sus
modalidades actuales, vale decir, fuera del marco neoliberal (con un control
radical de su comercio y del cambio), podría constituir una amenaza, de ahí la
importancia de la obtención de la entrada de ese país en el orden neoliberal
(bien adelantado ya con la inserción en la Organización Mundial del Comercio).
Esta transformación capitalista neoliberal de China se centra en las tasas de
crecimiento de ese país y lo integraría en lo que llamé más arriba al "terreno
de caza del capital internacional".
El ablandamiento de la influencia de los Estados Unidos
sobre a América Latina pondría en peligro a la hegemonía estadounidense, y este
peligro aumentaría aún más si esa autonomía fuera acompañada por el
establecimiento de lazos privilegiados entre América Latina, Europa y Asia. Todo
se mantiene, y América Latina permanece como el "patio trasero" del gigante
estadounidense. Barrer primero su casa, frente a su puerta y después su patio!
4. El peso de la historia
Un último aspecto de esta posición central de América
Latina en la mundialización neoliberal se refiere a su tradición de lucha y a
las experiencias que ella protagonizó. Esta región del mundo fue marcada por el
desencadenamiento de luchas sociales radicales, donde las resistencias anti-imperialistas
y anti-capitalistas alcanzaron niveles de desarrollo extraordinarios. El hecho
de que la barbarie de las dictaduras finalmente haya triunfado solo pone de
relieve la amplitud de la amenaza que las clases dominantes y el imperialismo
tuvieron que enfrentar en esta región del mundo: guerrillas, luchas urbanas,
etc. A esto se suman los combates de los pueblo autóctonos, aculturados y
expoliados de sus tierras.
Sean cuales sean las decepciones, parece que los votos
en favor de gobiernos de izquierda y las luchas por todo el continente (en
Argentina durante la crisis, en Chiapas, en Bolivia, etc.) atestiguan que la
lucha de las clases dominadas puede sufrir derrotas, pero continuará siendo
imposible vencerlas en un mundo de opresión. América Latina es la vanguardia de
este frente de resistencia. Evidentemente los riesgos son enormes.
¿Donde y cómo
comenzar? ¿Cuáles caminos? Una presión popular marcando los límites de lo
insoportable; una dosis de nacionalismo del lado de las clases dominantes, si
aún existen o donde aún existan; mucho de solidaridad continental; el rechazo a
los tratados llamados "de libre comercio"; control del cambio frente a las
amenazas evidentes de nuevas crisis, que luego de los desequilibrios de los años
1990 se acumularon nuevamente en los años 2000; el congelamiento gradual de la
deuda, de todas formas impagable; etc. Un recorrido complejo, tal vez la única
salida dentro de un mundo paralizado por la derrota de los pueblos.
El autor es Economista, investigador
del Centre National de la Recherche Scientifique, Université de París X-Nanterre,
miembro de ATTAC. Francia.
Tomado de Bitácora, 25/11/05.
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