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Fragmento de «El segundo sexo», (publicado en compañero, la revista No.6)
Simone de Beauvoir
[…] Verdad es que la división del trabajo por sexos y la opresión que de ello resulta, evocan en algunos aspectos la división en clases; pero no se deben confundir: no hay ninguna base biológica en la escisión entre las clases; en el trabajo, el esclavo adquiere conciencia de sí mismo frente al amo; el proletario siempre ha comprobado su condición en la revuelta, regresando por ese medio a lo esencial, constituyéndose en una amenaza para sus explotadores; y a lo que apunta es a su desaparición en tanto que clase. Hemos dicho en la introducción hasta qué punto es diferente la situación de la mujer, singularmente a causa de la comunidad de vida y de intereses que la hace solidaria del hombre, así como por la complicidad que este encuentra en ella: ella no abriga ningún deseo de revolución, no sabría suprimirse en tanto que sexo; únicamente pide que sean abolidas ciertas consecuencias de la especificación sexual. Lo que aún resulta más grave es que, sin mala fe, no se podría considerar a la mujer únicamente como trabajadora; tan importante como su capacidad productiva es su función reproductora, tanto en la economía social como en la vida individual; hay épocas en que es más útil hacer niños que manejar el arado. Engels ha escamoteado el problema; se limita a declarar que la comunidad socialista abolirá la familia, lo cual es una solución bastante abstracta; ya se sabe con cuánta frecuencia y tan radicalmente ha tenido que cambiar la URSS su política familiar, según el diferente equilibrio entre las necesidades inmediatas de la producción y las de la repoblación; por lo demás, suprimir no supone necesariamente liberar a la mujer: los ejemplos de Esparta y del régimen nazi demuestran que no por estar directamente vinculada al Estado puede la mujer ser menos oprimida por los varones. Una ética verdaderamente socialista, es decir, que busque la justicia sin suprimir la libertad, que imponga cargas a los individuos, pero sin abolir la individualidad, se hallará en grave aprieto por los problemas que plantea la condición de la mujer. […] Y para un socialismo democrático, en el que las clases serían abolidas, pero no los individuos, la cuestión del destino individual conservaría toda su importancia: la diferenciación sexual mantendría toda su importancia. (p. 26).
[…] No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto […] (p. 109).
1 | Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1969.
Compañero, la revista No.9
En este número hablamos de punitividad, de convivencia pero tambien de las demandas de más represión de algunos sectores de nuestra sociedad, conversamos sobre Mexico y el triunfo de Obrador así como del desastre en Argentina, también hablamos del tema de nuestros trabajadores tercerizados o las “apariciones” del fotógrafo cordobes Gabriel Orge.