¿Cómo enderezar la política exterior uruguaya?
Publicado el 19/03/24 a las 12:37 am
Por Bernardo Frías
El futuro accionar de un eventual gobierno del Frente Amplio se puede delinear en base a la pésima política exterior del actual gobierno.
La política exterior frenteamplista deberá ser una política de Estado. Para ello será necesario basarse en los grandes consensos nacionales existentes y, en caso de decisiones y posicionamientos inéditos, procurar nuevos consensos en base al intercambio abierto y fraterno con las fuerzas políticas y sociales, especialmente las opositoras. Solamente así se podrá pensar en una política que perdure a través del tiempo.
Podríamos pensar que, a grandes rasgos, luego de la recuperación democrática en Uruguay los diferentes gobiernos han aplicado este principio. Ejemplos sobran: Priorizar la integración latinoamericana (Art. 6 de la Constitución de la República) con participación activa a favor de una América Latina unida e independiente; reconocimiento de China continental (únicamente dos diputados votaron en contra); ingreso al Mercosur, luego de una exhaustiva discusión pública; política consecuente de defensa de la paz, denuncia de la guerra, (según la Carta de las Naciones Unidas); promoción de la solución pacífica de controversias, tanto en aquéllas que involucraran a la República como en otros casos, actuando activamente como componedores, en un consenso nacional que viene de la época de Don José Batlle y Ordóñez; defensa de la soberanía nacional: “no venderé el rico patrimonio de los Orientales al vil precio de la necesidad”.
Todos los gobiernos, con una sola excepción: el actual.
El hábito más acendrado en materia internacional del actual gobierno es no permitir cuestionar los cambios de rumbo (que han sido abundantes). A veces, es cierto, presentando una “fachada” de consenso. A título de ejemplo, sabotear sistemáticamente el Mercosur agitando la absurda bandera de negociar, Uruguay solito, un TLC con China. O volver a adherir al TIAR, tratado en total descrédito desde el apoyo de Estados Unidos a Gran Bretaña en la Guerra de las Malvinas.
Todos los uruguayos concordamos en la necesidad y conveniencia de gestionar en común con Argentina el río Uruguay, la Represa de Salto Grande y el Río de la Plata. Podíamos hablar de un interés nacional. Y podremos volver a hacerlo en caso de un eventual gobierno del Frente Amplio, en que los integrantes de las comisiones mixtas volverán a ser designados por sus conocimientos y capacidades y no para cobrar sueldones sin siquiera asistir a sus tareas, dedicándose a hacer política partidaria como ediles del Partido Nacional (94 diputados en 99 votaron la destitución inmediata, aunque los designados siguen en sus puestos).
En plena pandemia, las negociaciones para la obtención de vacunas fueron demoradas, porque estaban siendo “negociadas”, en secreto, por los dos más altos representantes del Gobierno. Al día de hoy se desconocen los costos y los criterios para la obtención de las vacunas.
El mecanismo del secreto y de la opacidad ha dilapidado en muy buena parte el acervo logrado por nuestro país a nivel internacional en base a su seriedad. Es increíble que, al día de hoy, no se sepa que ciudadanos rusos una centena) circulan por el mundo con pasaportes falsos uruguayos expedidos por el jefe de Seguridad de la Presidencia de la República (nadie ha pedido a Interpol que averigüe, a pesar de conocerse los números identificatorios).
La vergüenza del Pasaporte “exprés” otorgado a Sebastián Marset, por ese entonces preso en Dubai y al día de hoy con paradero desconocido no ha obstaculizado que el gobierno continúe negociando con él y con su “familia” y “abogados”.
Todo Uruguay estaba conteste, desde hace muchos años, que uno de nuestros principales activos era el puerto de Montevideo y era responsabilidad de los gobiernos de turno preservarlos. Sin embargo, sin mediar consulta alguna, el actual gobierno entregó a la empresa Katoen Natie el uso exclusivo del puerto a un precio irrisorio durante… ¡sesenta años! La denuncia continúa en la justicia. No hubo consulta, porque no existieron beneficios para el pueblo uruguayo. Únicamente para la empresa
De soberanía en la toma de decisiones a nivel internacional, ni hablemos: la política exterior del Uruguay se dicta desde Washington. Sea en América Latina, donde según las necesidades de petróleo de EE. UU. abrimos, cerramos y volvemos a abrir embajadas de Uruguay. Sea en Europa, donde, en vez de pronunciarnos por la paz, tomamos partido a favor de la OTAN contra Rusia. Sea en Palestina, en que somos uno de los cinco países (EE. UU. y cuatro islas minúsculas dependientes) que no se pronuncian en Naciones Unidas a favor de un alto al fuego ante el actual genocidio.
El Frente Amplio, de ser gobierno, se compromete a retomar las mejores tradiciones uruguayas. Y a asegurar la transparencia y el consenso cuando esté en juego el bienestar común de nuestra Nación.