Elena y Tota: obligación y compromiso

Publicado el 28/09/23 a las 6:25 am

Por Franklin Pagola

En 1986 hubo una reunión de presidentes en Uruguay, en Punta del Este.
Salíamos de la dictadura con el gobierno de Sanguinetti.
A esa reunión vino el presidente de Venezuela.
En ese momento Tota vino a la casa de un compañero, José Enrique.
Para tratar de reunirse con el presidente de Venezuela, ya que en Montevideo no le habían permitido que se reuniera (El gobierno de Sanguinetti).
Venía acompañada aparte de su voluntad y fortaleza para averiguar de Elena, con su bastón para ayudarla a caminar y un morocho que venía a cuidarla (grande era poco el hombre). Había varias actividades porque según recuerdo estaba algún otro presidente de América. La idea era poder interceptarlo en algún lugar de esos para que ella conversara.
Salimos en un Hilman del 47 que yo tenía : el compa del PVP su ángel guardián, José, la Tota, y yo. El cachilo tenía algunos inconvenientes a su edad, la dirección tenia un juego de una vuelta completa, o sea que si andaba a mas de 40 Km/h se ponía livianita y no me daban los brazos para llevarlo derecho. Como el asiento del acompañante estaba casi suelto y cuando doblaba hacia la izquierda muy de golpe se venia hacia mi.
La Tota iba sentada en ese asiento del acompañante porque adelante era más cómodo para el tamaño de ella.
Comenzamos a recorrer los posibles lugares donde podríamos verlo, teniendo que evitar los controles que había y muchas veces nos cerraba casualmente el paso en alguna esquina la policía.
En el bólido que íbamos era frecuente hacer alguna maniobra con rapidez para doblar por alguna calle cuando veíamos que los canas estaban mas adelante. En esos momentos cuando doblaba bruscamente el asiento de la Tota se venia hacia mi y ella se tenia que agarrar para no venirse encima mío. A lo cual me decía » M’ijo, ¿usted no querrá algo conmigo no? Mire que soy mayor».
Al final en un momento nos acercamos al Hotel Palace en la península y lo vemos bajar al Presidente venezolano y la Tota con una agilidad que solo le podía dar Elena se bajo del cachilo con su bastón y su guardia acompañándola y se metió entre los milicos que no reaccionaron porque estaban ocupados en que el auto no se acercara. La Tota le dijo «señor presidente, soy la madre de Elena Quinteros». Se dio vuelta y en eso la guardia le impedía seguir a Tota, y les dijo «dejen pasar a la señora».
La hizo pasar al hall del hotel y ahí conversaron, donde le dijo que iba a hacer todo lo que estuviera en sus manos para saber algo mas.
Esa sin dudas debe de haber sido una de las miles de veces que La Tota tozudamente buscaba a su Elena. Así como tantas otras madres y abuelas lo hicieron y lo siguen haciendo.
De esos momentos no me olvidare nunca, ahí vi como el amor, la dignidad y la entrega de esa madre no reconocía escollo alguno para buscar la verdad sobre su hija.
Cada vez que lo recuerdo me emociona el momento vivido que fue cuasi novelesco, pero heroico de esa Madre.
Y me enorgullezco de haber podido contribuir a que esa Madre pudiera seguir tozudamente buscando a su Hija y nos dejara esa obligación y compromiso.