Allende la estrategia. Actualidad de los desafíos de Salvador Allende
Publicado el 11/09/23 a las 8:27 pm
Por Ángel Vera
Hoy, las fuerzas políticas populares no suelen hablar de revolución. Pareciera que se ha impuesto cierto realismo capitalista que impide debatir en términos estratégicos. El progresismo, en particular, siquiera se atreve a pensar a largo plazo. Sus programas no van más allá de un período de gobierno. Aquí reside el verdadero triunfo de la idea del “fin de la historia”.
Sin embargo, el recuerdo de Salvador Allende nos obliga a repensar estas claudicaciones. Allende sostenía un horizonte estratégico. Decía: “Vamos hacia el socialismo, en democracia, pluralismo y libertad”. Hoy, la unión de estos cuatro conceptos resulta impúdica para los valores tan difundidos del individualismo posesivo, para los hinchas rabiosos del homo economicus y otras fórmulas ideológicas.
Chile era y es un país subdesarrollado, un exportador de materias primas, commodities, mano de obra barata, sobreexplotada, bienes sujetos a la volatilidad de las tasas de ganancia del mercado financiero. Allende estaba a la cabeza de un modelo de desarrollo con todas letras, inclusivo de mujeres e indígenas. Orientaba la transformación de la estructura material, la constitución de un proceso de acumulación del pueblo, por el pueblo, para el pueblo y a costa de corporaciones transnacionales y la oligarquía local. Por eso fue declarado enemigo número uno por el imperialismo norteamericano. Por eso antes de asumir ya había comenzado a rodar la maquinaria del golpe de estado.
Los primeros en caer fueron los mandos militares constitucionalistas para ser sustituidos por militares golpistas, defensores a la “cultura occidental y cristiana” y adeptos a la “Doctrina de la Seguridad Nacional”. Esta doctrina comprende un conjunto de proposiciones con eje en el “enemigo interno”. Se trata de un producto estadounidense, propio de la Guerra Fría, dictado durante décadas a efectivos de los países latinoamericanos en la Escuela de las Américas.
Cuando la izquierda avanza pacífica y legalmente, la derecha recurre a la violencia y rompe la legalidad. Ante esta prueba de fuego, muchos liberales y conservadores suelen alinearse al autoritarismo y al fascismo. Desde Washington, Nixon y Kissinger planificaron cómo hacer chillar de dolor la economía chilena. La CIA volcó millones de dólares a medios como El Mercurio y a toda la oposición. Sin embargo, elección tras elección la Unidad Popular continuó aumentando su apoyo electoral hasta alcanzar casi el 50%.
Hoy hablamos de “fake news”, de mentiras elaboradas y difundidas sistemáticamente a través de los medios digitales. Sin embargo, todavía resulta ilustrativo repasar los ataques mediáticos que sufrió el gobierno de la Unidad Popular. Allende cayó por la injerencia imperialista, por la fuerza de las armas, por la traición de un General y docente de Geopolítica como Augusto Pinochet, por un sangriento golpe militar. No por otra cosa.
A Washington, las transnacionales, la oligarquía, los militares golpistas, los políticos arribistas y las empresas de comunicación debemos agregar otro componente fundamental de la dictadura, la tecnocracia neoliberal. Las transformaciones del Estado fueron gestionadas por un grupo selecto de ex becarios de la Universidad de Chicago, alumnos de Milton Friedman. Un grupo de académicos al servicio del capital concentrado. Un grueso texto, “El Ladrillo”, estableció el desmontaje del Estado, la privatización de todo lo público, las desregulaciones, la precarización de las relaciones laborales, la devastación de la naturaleza y la pérdida de derechos elementales.
Tras la larga, tutelada e inconclusa transición política, la economía chilena quedó signada por la concentración del capital, la determinación del capital extranjero, la dependencia y la polarización de las desigualdades sociales. Cabe subrayar la importancia de la firma de veintiséis Tratados de Libre Comercio que dejan comprometido al Estado por décadas, independientemente de los cambios de gobierno. Destaca también la privatización del sistema de pensiones. Las retenciones del salario a los trabajadores formales alimentan el capital especulativo. Para la mayoría de estos trabajadores la jubilación llega tarde y paupérrima.
Durante la dictadura, el despojo gigantesco al pueblo chileno requirió el sacrificio de decenas de miles de torturados, más de dos mil desaparecidos y más de mil asesinados. La Concertación significó algunos avances constreñidos por el poder real, subsumida al modelo y condenada a la alternancia. Durante el segundo gobierno de Piñera, las masivas protestas de 2019 contra la suba del precio del transporte público y contra el sistema de pensiones dejaron manifestantes ciegos, torturados, heridos y muertos. Esta es la relación íntima, proporcional, entre la lucha por los Derechos Humanos y la lucha contra la dictadura y el neoliberalismo.
Gracias a estas manifestaciones hubo un intento de reforma constitucional y Gabriel Boric fue electo presidente. Sin embargo, el año pasado capotó la nueva Constitución. En 2023 ha sido elegido un Consejo Constitucional con predominio de la derecha, el gobierno de Boric comenzó a deteriorarse mientras ascienden personajes siniestros como Antonio Kast, un admirador de Pinochet, extremista reaccionario y ultraneoliberal.
El futuro es preocupante. La clase dominante, el capital transnacional en particular, cuenta con el poder estructural y con usinas capaces de planificar cambios estructurales. Las viejas cadenas de la dictadura y del Estado Neoliberal maniatan a un progresismo impotente, incapaz de liberar al pueblo de la noria. La actualidad de los desafíos que enfrentó Allende exige recuperar la política, reconocer el enemigo, constituir sujetos en lucha y trazar las coordenadas estratégicas de los tiempos que corren.