Discurso de Liber Seregni del 26/3/71
Publicado el 26/03/21 a las 7:23 am
A cotinuación transcribimos el discurso completo.
Ciudadanos; ciudadanos presentes y ciudadanos de todo el país:
Nunca nuestro país presenció un acto como éste. Jamás hubo un acto político de esta envergadura.
Esto es el Frente Amplio. Pero cabe preguntamos:
¿Cómo y por qué ha sido posible el Frente Amplio? ¿Cómo surgió este incontenible movimiento popular que tardó tanto en nacer y ha sido tan rápido en propalarse? Tiene que haber profundas razones que lo expliquen. ¿Es que acaso es como dicen nuestros detractores, una suma de retazos ? No, ésta es una observación frívola, superficial, que demuestra muy escaso entendimiento de lo que hoy sucede en nuestro país. Pero eso también merece una explicación. ¿Es que es acaso una corriente popular que busca como cuestión de vida o muerte, en las dramáticas circunstancias que vive el país, nuevos cauces, cauces nuevos que salten por encima de viejas y anacrónicas estructuras partidarias que ayer fueron potentes y configuradoras del Uruguay y que hoy se debaten en la incapacidad y una inepcia huérfanas de toda vida arraigada en el pueblo?
Una necesidad popular y colectiva
Todas esas son interrogantes que debemos contestarnos, y para ello hay un solo medio posible: analizar de frente la realidad nacional, buscar las causas que generan estos hechos ya irreversibles. Esta multitud que está aquí, que aquí se ha congregado, esa multitud que se mueve a lo largo y a lo ancho de todo el país, porque somos concientes que estamos abriendo una nueva época en la vida del Uruguay: Sabemos que el Frente Amplio abre una etapa histórica en la vida de nuestra sociedad. Porque el Frente Amplio no es una ocurrencia de dirigentes políticos; el Frente Amplio es una necesidad popular y colectiva del Uruguay. Es un hecho colectivo, con razones colectivas, porque las resoluciones individuales de todos nosotros, tienen causas sociales y tienen metas sociales, porque tienen que ver con el destino entero de la sociedad uruguaya. Tampoco el Frente Amplio es una resolución circunstancial de partidos o grupos políticos; por el contrario, ellos han interpretado una exigencia que estaba en la calle; han dado forma y cuerpo a un sentimiento y a una urgencia de todo nuestro pueblo. Por eso el Frente Amplio desencadenó tan rápidamente este movimiento popular de adhesión, de participación y de militancia. Porque interpreta una necesidad objetiva de nuestra sociedad. Son éstos, y éste de hoy los primeros pasos, pero son pasos de gigante; hoy tiene el Frente Amplio su bautismo en la calle, en la multitud, en ustedes, en un movimiento político sin precedentes en el país y que tiene la estatura del Uruguay entero. Estos son los primeros pasos porque el resto de los que vamos a dar los daremos con los zancos del pueblo y con la inteligencia del pueblo.
Pero veamos más de cerca las razones que condujeron a la creación poderosa del Frente Amplio. Siempre es bueno reflexionar, sobre lo que estamos haciendo, para ubicarnos con justeza, para saber los caminos que estamos recorriendo, para obrar con pleno conocimiento.
La sangría emigratoria
¿Cuál es la situación actual del Uruguay? ¿Cuáles son los rasgos más notorios de lo que nos está pasando? Ante lodo, un hecho hiriente y brutal aunque sea el más silencioso. El Uruguay, nuestro Uruguay se ha transformado en un país de emigración. Los uruguayos emigran. Emigran por miles y por miles. Y se van porque su país no les ofrece posibilidades, porque no pueden vivir y trabajar aquí. El que emigra, el que se destierra a sí mismo, es un ser que ha perdido la confianza en las posibilidades de vida que le ofrece su comunidad. Es un desesperanzado del Uruguay, de un Uruguay que hasta hace 30 o 40 años recibía con hospitalidad el aporte de hombres y de familias venidas de otros países que llegaban acá a buscar la esperanza para encontrar un lugar de trabajo y para formar un hogar. Eso era antes, hace 30 o 40 años y ahora es al revés, son los uruguayos quienes deben salir fuera de fronteras para encontrar ahí esperanza, trabajo y hogar. Esa sangría emigratoria es responsabilidad directa de la oligarquía y del gobierno. Es una violencia sobre el país, una violencia tan terrible como las muertes en la calle, que también hemos soportado. La oligarquía no quiere modificar la estructura económica del país, la estructura económica que la beneficia, aunque sea a costa de transformamos en un país de emigrantes.
Pero hay emigrantes, porque hay desocupación, porque los salarios no alcanzan para sostener dignamente una vida y así perdemos lo mejor de nuestra gente, lo mejor en edad, lo mejor en energía; técnicos, profesionales, obreros especializados, nuestro capital más precioso que es el capital humano. Insisto en esto porque es un síntoma y un símbolo de nuestra situación. La emigración es el peor juicio sobre un régimen económico y social, es el peor juicio sobre un gobierno. Pero otro aspecto de esta desocupación que desbasta al país, otro aspecto de la falta de horizontes es el drama de nuestra juventud. Una juventud que siente día a día la angustia de sus mayores, perpleja por el deterioro del país, que no encuentra salida, porque se le cierran todos los caminos, porque se le amputa el futuro. Por eso nuestra juventud manifiesta, a todos los niveles, su justa desconformidad. Porque no se pueden embretar sus ansias de vivir y sus ansias de crear. Por eso, nuestra juventud, porque no tiene caminos individuales se politiza y se radicaliza. Y el régimen responde con sanciones y con represión. El régimen reconoce con ello que es él, el régimen, el que no tiene futuro. Y a la desocupación, a salarios reales cada vez más reducidos, que sólo favorecen a un pequeño grupo oligárquico, se agrega un proceso de intensa extranjerización de nuestros recursos, de endeudamiento externo que nos ahoga y que compromete nuestro futuro. Las clases medias urbanas y la clase obrera, los jubilados, esa legión tan mentada, pero tan olvidada, las clases medias rurales y los asalariados rurales son las grandes víctimas de la política económica actual. Quiebras y concordatos, paralización de industrias, especulación, esto es el síntoma de los últimos tiempos.
¿Cómo no van a agudizarse las tensiones sociales? ¿Es que alguien puede creer que con Medidas Prontas de Seguridad, con un estado policial, va a solucionarse la inseguridad que hoy afecta a todo el país, la inseguridad de los productores y de los trabajadores? Porque la nuestra es una inseguridad global, que afecta a todos los ámbitos de la vida. Se limitan las libertades públicas, desaparece la libertad de prensa, ocurren encarcelamientos masivos sin justificación alguna, se ataca con ensañamiento a la enseñanza tanto a nivel universitario como secundario. Todo eso lo saben ustedes muy bien, porque además lo sintieron y lo están sintiendo en carne propia. El país vive una situación de violencia como no conoció desde la época de las guerras civiles. Es si la crisis más profunda de la historia del país. Y de eso debemos tener muy clara conciencia porque estamos en tiempo de decisión.
Todos estos síntomas son reflejo de la realidad que vivimos. Pero veamos ahora qué es lo que se ha intentado en los últimos tiempos. Constatemos el fracaso de lo que se ha intentado y expongamos el camino nuevo que pretende el Frente. Así veremos también el tránsito que explica la formación del Frente Amplio. Para saber dónde estamos hay que conocer de dónde venimos. Es necesario examinar las políticas fundamentales que intentó el país, para determinar con claridad la razón fundamental de sus fracasos, para tomar las cosas desde las raíces que es la única forma de poder enderezarlas.
Dos etapas de frustración
Seremos muy breves. En los últimos 25 años, desde el término de la Segunda Guerra Mundial, pueden distinguirse dos etapas diferenciadas, dos políticas económicas distintas. La primera, que comienza al término de la SGM y se clausura en el año 1958, corresponde al esfuerzo por industrializar al país. La segunda que va desde el año 1958 al año 1964, parece animada por el intento de fortificar nuestra agropecuaria. Esos dos enfoques sucesivos y distintos, terminaron los dos en callejones sin salida, con características distintas, con enfoques distintos, no lograron renovar y movilizar creativamente al país.
¿Por qué no tuvieron salida? ¿Por qué se frustraron? En la última instancia la contestación es muy sencilla: las dos vías tomadas no enfrentaron el obstáculo decisivo para el desarrollo nacional, y ese obstáculo es la oligarquía, es decir, la trenza bancaria terrateniente y de intermediación exportadora, el grupo social que domina y acapara la tierra, el crédito, los canales de comercialización de nuestros productos. Sus centros de poder siguieron intactos, determinando nuestra economía, estrangulando al país, beneficiándose de las energías de nuestro pueblo, apropiándose y desviando el esfuerzo nacional.
En la primera etapa, cuando la prosperidad de la postguerra, en la fase ascendente de la etapa industrializadora, las masas urbanas participaron de un nivel de vida que llenaba sus necesidades mínimas. No parecía vital entonces profundizar la lucha.
En la segunda etapa, cuando se reviene el proceso sobre una vía ruralista, las clases medias rurales tuvieron un momento de ilusión, creyeron que se abrían nuevos horizontes. Pero tampoco fue así. Los precios fueron absorbidos por la inflación, por la trenza bancaria exportadora y latifundista. El país siguió estancado y el deterioro siguió avanzando. Porque está claro, los grupos dominantes están ligados a poderosos intereses extranjeros, son la expresión interna de nuestra dependencia de las grandes potencias capitalistas, de esas potencias que nos fijan precios, que nos imponen términos de intercambio adversos. Así, en los últimos años, se agudizó el endeudamiento externo y las ataduras al Fondo Monetario Internacional.
Es entonces la realidad urgente, el empobrecimiento colectivo, lo que obliga a enfrentar de una buena vez a la rosca que nos aprieta. La disyuntiva de hoy es muy clara: o la oligarquía liquida al pueblo oriental, o el pueblo oriental termina con la oligarquía.
Esa es la radicalización política de hoy; ésa es la expresión de la realidad que vivimos: un país empobrecido y empobreciéndose no puede seguir con soluciones de medias tintas. No hay «mejorales» para el cambio. El último intento del viejo Uruguay para encontrar una salida de «medias tintas» fue la elección del General Gestido. En unos pocos meses se intentaron lodos los caminos y no se recorrió ninguno. Es que no era un problema de buena voluntad y Gestido quemó su vida en un esfuerzo imposible y entonces, ¿qué pasó?, entonces fue la oligarquía la que resolvió radicalizarse, la que quiso terminar con las «medias tintas», porque únicamente podía mantenerse transfiriendo lodo el peso de la crisis sobre el pueblo. Así vino el gobierno del Señor Pacheco y las Medidas de Seguridad como un régimen permanente.
Y vinieron los últimos tiempos. Los políticos blancos y los políticos colorados quedaron relegados y la oligarquía tomó directamente el gobierno. Esto nunca había sido tan visible, tan descarnado y tan claro. Los grupos económicamente dominantes estaban dispuestos a todo para reducir al pueblo oriental y se abrió así una era de violencia, la que estamos viviendo. La violencia comenzó desde arriba. La estructura de dominación oligárquica quedó al desnudo; decretó que era la «hora del garrote» y, como siempre, cínicamente, culpó del desorden a las masas estudiantiles y a las masas obreras.
Medidas de seguridad para mantener intacto el privilegio
Hubo acá un cambio fundamental, cualitativo. No se buscó una modificación del campo económico: no se propuso un nuevo modelo para el desarrollo. Las transformaciones se centraron en el campo político y en el campo social. Para mantener intactas las estructuras del poder económico, para mantener los privilegios de la oligarquía, era necesario terminar con el régimen de libertades públicas y con el régimen de seguridades sociales. La congelación de salarios y las Medidas de Seguridad provocaron la polarización social. La clase media y la clase obrera se vieron diezmadas económicamente. Pero, además, se las marginalizó, se las dejó al costado del camino. Este proceso, que se acompaña de un Poder Ejecutivo que consolida su primacía total sobre el Poder Legislativo, está ligado necesariamente a la descomposición de los partidos tradicionales.
¿Por qué? ¿Qué es lo que ha pasado con esas dos grandes fuerzas históricas de los partidos tradicionales? ¿Qué se ha hecho de sus sectores más populares? Vale la pena analizar esto, porque está en la médula de la existencia política uruguaya. Y esto también es muy fácil de entender. Siempre hubo, dentro de cada uno de los partidos tradicionales, un ala conservadora y un ala popular, y en las últimas décadas la mayoría, el control de cada partido, lo tuvieron los sectores más populares. Pero los partidos tradicionales fueron siempre un compromiso entre el pueblo y la oligarquía. Pero ahora, ya no pueden serlo más. La oligarquía controla totalmente a ambos partidos, porque no tiene otro partido que contra el pueblo, y el pueblo ya no tiene lugar en los viejos lemas.
Este es el hecho actual de relevancia histórica. Los hombres progresistas y populares del Partido Colorado y del Partido Nacional, de clara y firme militancia política, que quieren ser fieles a su pueblo, comprendieron que tenían que romper el cascarón vacío de los viejos lemas y unirse con las otras fuerzas populares y progresistas, que ya no importan los cintillos; que no son válidas las vallas con que quisieron separarnos, que la única línea divisoria está entre quienes quieren mantener un orden como el actual, un régimen caduco, opresor, antipopular, y aquellos que desean los cambios que el país exige; que de un lado está la oligarquía blanca y colorada, y del otro lado el pueblo, blanco, colorado, demo-cristiano, comunista, socialista, independientes. Esa es la verdad y ésa es la definición de la hora actual.
El Frente Amplio heredero de la tradición artiguista
Es por esto que el Frente Amplio no es una simple suma de partidos y de grupos; es la. nueva conciencia que levantará un nuevo Uruguay. Aquí está el pueblo, que no ha perdido la fe ni en si mismo ni en el destino del país. Nunca se abrió un cauce tan ancho para la unidad popular como en estos momentos. Nunca, salvo con Artigas. También junto a él el pueblo oriental se unió, para enfrentar a la oligarquía y al imperialismo de la época. Y hoy volvemos a lo mismo. Por eso el pueblo, por eso el Frente Amplio es el legitimo heredero de la tradición artiguista y toma sus banderas y su ideario.
Y no es que cada ciudadano, que cada grupo o partido pierda u olvide sus tradiciones partidarias. Las guarda y las cuida celosamente, porque esas tradiciones sirvieron para construir el Uruguay, pero las integra y las une en un sólo haz, porque la fuerza del Frente Amplio está en que asume las mejores tradiciones uruguayas para construir un Uruguay mejor.
Hoy, lo artificial es el lema colorado y el lema blanco. Están vacíos de contenido, no representan verdaderos partidos, están caducos, inmóviles, porque han perdido a su pueblo. Cumplieron ya su etapa en la historia del país y esto lo sabe el régimen, esto lo sabe la oligarquía, por eso apela a la fuerza. Tiene miedo a la libertad de expresión. Por eso cierra diarios, intentando clausurar conciencias.
Nuestra decisión es otra. El Frente Amplio nace del pueblo y se nutre con el pueblo, del pueblo que no perdió las esperanzas en el destino del Uruguay. Por eso estamos aquí, porque al pueblo oriental no lo doblega el despotismo, porque somos empecinados, y nos reunimos en la calle porque la calle es nuestra. Y esta manifestación, este acto, como nunca conoció el país otro similar, es la manifestación rotunda de la única fuerza, verdaderamente democrática que existe en el país, porque el Frente Amplio es la única salida histórica para el Uruguay, porque es la única fuerza que puede asegurar la pacificación que todos ansiamos.
Es el pueblo conciente de su destino, seguro de su decisión. Es el último, el definitivo intento del Uruguay para buscar salidas legales, democráticas, pacificas. Somos el Frente Amplio una afirmación pacifica; pero no nos dejaremos trampear nuestro destino.
No queremos la violencia, pero no tenemos miedo a la violencia. Nosotros no queremos ni el caos ni el desorden. El régimen actual no es el orden, sino el «desorden establecido». Nosotros sí queremos cambios radicales en la vida económica y social del país. Son los que no quieren cambiar las cosas, los agentes de la violencia y los agentes del desorden.
Tenemos confianza en nuestras propias fuerzas; tenemos claridad en nuestros propósitos; tenemos fuerza de pueblo e ideas de pueblo, para el pueblo.
Y bien: ¿qué se propone el Frente Amplio? ¿Cuáles son sus objetivos principales? ¿Cómo determina sus metas y los instrumentos para alcanzarlas? El Frente Amplio comenzó por elaborar una base programática común, por definir sus objetivos a alcanzar. Estos han tenido amplia difusión, y la tendrán más todavía. Todos ustedes las conocen. Hasta se nos hizo una crítica que es finalmente un elogio. La «gran prensa» dijo que las ideas que presentamos no eran nuevas, que ya eran conocidas. ¡Claro que sí! el pueblo ya sabe lo que necesita. Lo que hizo el Frente fue recoger las ideas del pueblo. La gran diferencia es que nuestras bases programáticas no son bases de enganche electoral, son las ideas que queremos realizar y que vamos a realizar.
Qué se propone el Frente Amplio
Las bases programáticas son públicas y todos las conocen. Pero quiero fijar su orientación, el espíritu que las anima. Ante todo, el punto de partida, el criterio rector, y ése no puede ser otro que el hombre uruguayo, que es el capital más precioso de que disponemos. No es secreto para nadie, no es falso patrioterismo el afirmar que el Uruguay tiene uno de los niveles culturales más altos de América. Esa es nuestra riqueza. De ese capital partimos para determinar qué es lo que debemos construir, para llevar al hombre a su mayor potencialidad, rendimiento y autorealización.
El país tiene una inmensa capacidad subutilizada, mal utilizada, desperdiciada. La primera es el hombre. ¿Cómo realizar al hombre en el cumplimiento de sus funciones sociales, para que éstas lleguen al máximo de su eficacia? Partiendo de aquí, las metas adquieren toda su importancia.
Los puntos críticos de los que tenemos que desamarrar al país, para que éste despegue con fuerza, para que crezca con vigor. Tenemos que desamarrar y cortar con el latifundio; tenemos que desamarrar y cortar con la banca privada; tenemos que desamarrar y cortar con el complejo de succión de la exportación. Estos son los aspectos principales, fáciles de visualizar, pero fortalezas que el pueblo tendrá que conquistar con luchas y sacrificios, porque hoy, o el pueblo elige su sacrificio para salvarse, o la oligarquía lo sacrifica a sus intereses. Todo esto exige temple, conciencia, responsabilidad, la mayor seriedad en las decisiones. Y para esto, el instrumento del pueblo será el gobierno, el gobierno del pueblo al servicio del pueblo, con la participación y contralor del pueblo.
No el Estado y el gobierno actual, producto de la oligarquía; no el gobierno que cierra todos los caminos y toda dinámica al desarrollo nacional, que frena la expansión industrial, expropia parasitariamente el ahorro y el esfuerzo nacionales, que dilapida el potencial humano de que disponemos. Nosotros vamos a potencializar al Estado, a usar al máximo la capacidad humana que esta ahí ahogada, porque vamos a la vez a romper los tres pilares básicos de la oligarquía, latifundio, banca particular, complejo de succión de la exportación.
Estos son los tres objetivos, que no son independientes entre sí, sino que conforman una unidad indisoluble. Sobre esa base se levantará el resto del edificio. Esa es la base de nuestra estrategia: reforma agraria, nacionalización de la banca, nacionalización del comercio exterior, y siempre partiendo del criterio rector que es el hombre uruguayo.
Reforma agraria, nacionalizar el comercio exterior
La reforma agraria: nuestro hombre de campo y nuestros recursos del campo, están mal utilizados, ahogados por el latifundio, aplastados por el minifundio. Pero nuestra realidad agraria es distinta de la de otros países. Por la forma de nuestra agropecuaria, por las características de nuestra campaña, no hay un campesinado numeroso, como en otras partes. Nuestra reforma agraria tiene que ser profundamente a la uruguaya. Para hacerla, tenemos que contar con el hombre de nuestro campo, con el trabajador rural, con los medianos y pequeños productores, que son las víctimas de la especulación bancaria, latifundista y comercializadora. Tenemos así que terminar con el éxodo rural; poner la técnica, la investigación, la Universidad, los conocimientos y los medios adecuados a su servicio para que el país incremente su producción v su productividad.
Pero, ¿qué seria una reforma agraria si el crédito no está a su servicio y si el país no controla la comercialización de los productos en el exterior? Sería una reforma agraria ilusoria.
Y, conjuntamente con la reforma agraria, ligada a ella, está la industrialización del país, la creación y solidez de fuentes de trabajo permanentes. También nuestra capacidad industrial está mal utilizada, subutilizada. Bien saben ustedes la paralización de la industria textil y la del cuero. Tenemos que exportar productos nacionales, industrializados y manufacturados. Pero para eso es necesario que controlemos también el crédito, el comercio exterior, que el Estado esté al servicio de la producción y no de la telaraña financiera… que nuestro Servicio Exterior esté al servicio activo, total de la colocación de nuestros productos agrarios o industriales. Nada de burócratas displicentes, sino de servidores públicos al servicio real del pueblo: controlados por el pueblo, responsables ante el pueblo.
Por todo eso es que tenemos que nacionalizar el comercio exterior. Ya sabemos que los grandes consorcios internacionales compran barato y nos venden caro. Para vender mejor debemos evitar que la rosca exportadora, que en gran parte es vendedora y compradora a la vez, se apropie de una porción enorme de nuestro esfuerzo productivo. Porque en los canales particulares de comercialización se evapora gran parte del trabajo nacional.
Nacionalización de la banca
Y finalmente, la banca nacionalizada. Hay que poner todos nuestros recursos financieros al servicio de la reforma agraria y la industrialización. La banca privada impide todo plan orgánico nacional; usa del ahorro para sus fines particulares de ganancia y especulación. Hoy, la banca se extranjeriza y nos extranjeriza. Nacionalizar la banca se conviene así en una cuestión fundamental.
Estas son las bases principales, son las metas racionales y necesarias para superar la crisis actual del país; van al fondo de nuestros problemas, desamarran al país de la oligarquía. Tomamos al país en nuestras propias manos; echamos las bases de una real autodeterminación nacional. Somos orientales y queremos decidir por nosotros mismos.
Autodeterminación y no intervención
Esta política interna de autodeterminación se manifiesta también en la concepción que el Frente Amplio tiene de la política internacional.
Porque lo nacional y lo internacional son dos aspectos de una sola política. De ahí que nos basemos en nuestro plan nacional de autodeterminación, de liberación nacional. Este principio de autodeterminación se conquista con la energía de cada pueblo. Esta es nuestra regla fundamental e indiscutible : el principio de autodeterminación de los pueblos. La autodeterminación significa libertad de los pueblos para crear por sí mismos, con su propia fuerza y elección, su propio destino. Cada pueblo dueño de su destino.
Esto nos lleva, en el plano internacional, a dos corolarios necesarios. El primero, es la no intervención. Es un principio defensivo ante las amenazas y presiones extranjeras; es el repudio a las intervenciones extranjeras. El principio de la no intervención debe ser una constante intangible de nuestra política internacional. Pero no basta con proclamarlo, con declararlo; exige, como única garantía, la vigilancia y la militancia popular.
Pero no basta con la no intervención. El otro corolario necesario a la autodeterminación es la activa solidaridad latinoamericana. La autodeterminación exige la ruptura de nuestras formas de dependencia: la económica, la política, la cultural, la científica. Estamos en América Latina y América entera es víctima de la misma dependencia, de los mismos poderes. Nuestra lucha es común con nuestros hermanos latinoamericanos. También lo fue cuando Artigas, Bolívar y San Martín. Y porque aquellas luchas terminaron con el exilio de Artigas, Bolívar y San Martín, es que emprendemos ahora la segunda emancipación latinoamericana, y esto nos lleva a la solidaridad con todos los movimientos de liberación nacional que hoy se levantan en América Latina. Solidarios hoy, como fuimos solidarios ayer. Es el camino hacia la Patria Grande que soñaron nuestros próceres. No los evocamos en vano. Simplemente retomamos su política a la altura de nuestro tiempo y de nuestras necesidades.
La revolución la hacen los pueblos
Y aquí no se trata de importar o exportar revoluciones. Esto es un planteo falso, o calumnioso de la oligarquía. La revolución es lo único que no se puede exportar o importar, porque la revolución la hacen los pueblos, y un pueblo no se importa ni se exporta. Los pueblos son raíz permanente en cada uno de sus países. Cada uno tiene sus características y debe resolver sus problemas de acuerdo a ellas. Lo otro es invento y recurso de los contrarrevolucionarios, de la oligarquía, del imperialismo.
Por otra parte, no se trata de imitar a Cuba, a Perú, a Bolivia, a Chile ni a ningún otro país. Es imposible porque cada pueblo tiene su realidad histórica. Nadie va a inventar el camino de Uruguay, sino nosotros mismos, los orientales basados en nuestra manera de ver y en nuestras realidades. Renunciar a ello seria renunciar a nosotros mismos. Somos y queremos ser orientales. Todo esto es muy claro. Nuestra política internacional está necesariamente ligada al proceso de liberación de América Latina. El proceso de liberación de América Latina está ligado al de todos los pueblos oprimidos del Tercer Mundo. Esa es nuestra posición. Nuestra orientación está perfectamente definida y nuestra política internacional es acorde y resultante de nuestros propósitos nacionales.
Queremos decir aún dos cosas fundamentales: me siento todavía integrante de las fuerzas armadas de mi país, de esas fuerzas y esos hombres que llevan sobre el frente de sus gorras el emblema artiguista, son los continuadores históricos de las huestes artiguistas y en estos momentos de liberación nacional, de búsqueda de una real y efectiva democracia, de prosecución de la justicia social, nuestras fuerzas armadas como fueron antes, como serán siempre, serán salvaguardia de la Constitución y serán también celosos salvaguardias de la voluntad del pueblo.
«Un pueblo unido jamás será vencido»
Una última precisión: El Frente Amplio nos ha honrado con la nominación para la candidatura presidencial. Somos conscientes de la tremenda responsabilidad que asumimos. Pero estoy consustanciado con el Frente Amplio y con el pueblo de mi país. Del pueblo provengo, es mi país, mi pueblo, el que me permitió realizarme como hombre, como militar y como ciudadano, y a él me debo. Por eso nuestro compromiso, aquí y ante ustedes, de entregar todas nuestras energías y nuestras posibilidades para la causa del Frente, que es la del pueblo oriental todo nuestro esfuerzo por esa causa, por su programa, seguros, confiados en la victoria. Porque es el pueblo oriental el que emprende el camino hacia su futuro y nadie ni nada detiene a un pueblo decidido consciente, seguro que sabe lo que quiere y sabe dónde va.
Repito -porque tiene la profundidad y la simplicidad de las grandes verdades- un canto que escuchamos a los estudiantes de Medicina: «Un Pueblo Unido, Jamás Será Vencido».
Y antes de irnos, una invocación que nos sale del fondo del alma;
Padre Artigas: aquí está otra vez tu pueblo; te invoca con emoción, y con devoción y bajo tu primer bandera, rodeando tu estatua, este pueblo te dice otra vez, como en la patria vieja, padre Artigas guíanos!
Explanada Municipal, 26 de marzo de 1971