Gatti en los orígenes del PVP
Publicado el 06/08/19 a las 6:31 am
Hace pocas semanas la figura de Gerardo Gatti volvió a atraer la atención pública por dos hechos relevantes. Primero, por la desclasificación de documentos del Departamento de Estado en los que surge bajo las alas del Plan Cóndor la coordinación represiva entre las dictaduras uruguaya, argentina, chilena, paraguaya, boliviana y brasilera. Segundo, por la recuperación del video de la declaración de Washington «Perro» Pérez en el Juicio a las Juntas en Argentina. Este video fue obtenido por Mateo Gutiérrez en el Archivo General de la Nación (Argentina) y hecho público por Montevideo Portal el 17 de junio.
El PVP reivindica la actualidad de la pensamiento crítico de su primer Secretario General. Por eso nos permitimos enlazar el video recuperado. Que de algún modo sirva para reafirmar los valores que nos dieron origen.
Palabras Fundacionales
En una de las cintas de audio de 1975, en la fundación del PVP, decía Gatti:
“Nosotros tenemos un programa de contenido socialista siempre, hoy antidictatorial centralmente, haciendo énfasis en los contenidos contra la dictadura porque esa es hoy la contradicción a resolver. Mañana puede ser otra, mañana pueden ser los burgueses liberales que quieran volver y entonces la lucha tendrá otro centro. Pero para nosotros la meta es el socialismo. La única solución para los trabajadores y para todos es el socialismo. El socialismo significa terminar con la explotación económica, significa terminar con la opresión política, terminar con la dominación cultural. Esa solución, el socialismo con ese o con otro nombre, es lo que la gente que vive de su trabajo, que quiere ser libre, que anhela tener paz y cultura para sus hijos, que propone vivir en paz, siempre ha soñado. Que la tierra, que las fábricas, que todos los medios de producción ya no estén en manos de pequeñas minorías de oligarcas sino que estén administradas por el conjunto de la nación y puestas al servicio del pueblo. Que todos tengamos trabajo digno y que nadie pueda vivir sin trabajar ni a costa del trabajo ajeno. Que haya techo, cultura, salud, comida para todos. Que se pueda vivir sin miedo, en paz y con dignidad. […] Este es el ángulo esencial del que partimos en todos los casos, una definición categórica del socialismo, muy claro a partir de la experiencia histórica de la clase obrera qué es y qué no es el socialismo”.
Hugo Cores
Cuando se cumplieron 25 años de la desaparición de Gatti, Hugo Cores, entonces Secretario General del PVP, lo recordó en el diario La República. Reproducimos un fragmento de ese artículo.
Un hombre que desde joven pensó y escribió sobre sus preocupaciones políticas y sus anhelos libertarios.
A mediados de los cincuenta, con poco más de veinte años, fue militante estudiantil y dirigente de la FEUU. Estudiaba literatura en el IPA y lo que aprendía –Homero, Falco, Vallejo– lo devolvía luego incitando, con humor, con inteligencia, a los demás para que lo apreciáramos como él.
A lo largo de los años, y a medida que el Uruguay en el que había nacido y criado se volvía más injusto y más prepotente, Gerardo fue desarrollando una tremenda voluntad de organización. Lo conocí en octubre de 1956, en la fundación de la FAU. Y apenas un tiempo después, y hasta el final, él estaba al frente de casi todas las actividades que se emprendían, empezando por los periódicos (Voluntad, Ãpoca, Lucha Libertaria, Cartas de FAU, Compañero), las revistas (Rojo y Negro, Recortes, La Semana), los cursos de formación, la fundación de la ROE.
Muy temprano en su vida decidió ser un trabajador, un obrero y aprendió el oficio y fue a trabajar a la industria gráfica. Sus compañeros lo hicieron dirigente del sindicato y luego encargado de las relaciones sindicales.
Desde ahí, junto con Duarte, Héctor Rodríguez, y decenas de otros sindicalistas, hicieron posible la unidad sindical.
Para la vertiente a la que pertenecíamos, el anarquismo y todas sus tendencias, participar en una central o confederación obrera junto con los marxistas era una decisión mal vista. Y peor con los comunistas. Cuando Gerardo, y los demás compañeros, siguieron adelante con el proceso de unidad sindical, la prensa anarquista de muchas partes lo atacó por su inconsecuencia con la ortodoxia centenaria.
La incorporación de Gatti, Duarte y los demás en una central como sería la CNT no fue una concesión, un acto de oportunismo por lo demás inimaginable en cabezas y personalidades como las de ellos. Participaron defendiendo principios libertarios, respetando la identidad de los otros, y haciendo que se respetara la de ellos, la nuestra.
Admirador desde la primera hora del Che, Gerardo supo tempranamente que no alcanzaba con la labor sindical para enfrentar la expoliación y el mandoneo. Y empezó a construir desde ahí, desde la base misma de su pensamiento anarquista, una respuesta ideológica que recogiera también el aporte del marxismo revolucionario. Desarrolló a partir de estos elementos un pensamiento propio, elocuentemente fundamentado. ¿Importa hoy saber cuánto había de acierto y cuánto de error en esa meta titánica que se había propuesto? En todo caso no es el motivo de esta nota.
La palabra indoblegable se usa demasiado. Pero ¿cómo podríamos llamar a la voluntad de Gerardo y los compañeros que en 1975 y 1976 intentaron relanzar en Uruguay la resistencia contra la dictadura?
¿Qué decir de la jerarquización de la acción política y la decisión de forjar un instrumento partidario en tan desigual combate con el terrorismo de Estado?
¿Qué otro sentimiento que el de la sorpresa se puede experimentar al conocer los esfuerzos, los sacrificios y los actos de coraje que fueron realizados en el intento de enfrentar a la dictadura que se había instalado en Uruguay?
Aquella resistencia fue derrotada. Aquel esfuerzo de reorganización popular de 1975 y 1976 que intentaba corregir limitaciones anteriores, fue ahogado en muerte. La muerte oscura, silenciosa, hipócrita, de las desapariciones.
Cuando oigo la Guitarra Negra, la voz, y no sólo la voz de Alfredo me hace acordar al andar rápido y neto del hablar de Gerardo, sus afirmaciones decididas, su llamado a pelear, sus “no” y sus “todavía”.
La contribución de Ivonne Trías y Universindo Rodríguez
En 2012 Ivonne Trías y Universindo Rodríguez publicaron el invalorable libro «Gerardo Gatti, Revolucionario«. Reproducimos unos párrafos.
En 1956 se fundó la Federación Anarquista Uruguaya (fau), que muy pronto tuvo que tomar posición frente a uno de los hechos más impactantes del período: la revolución cubana. Una parte de la fau, en la que se contaba Gatti, apoyó críticamente pero sin ambages el proceso cubano, otra parte se opuso y ambas colisionaron.
A fines de los cincuenta escribía en Lucha Libertaria que, dada la experiencia de acción común de los trabajadores uruguayos, el año 59 debería ser proclamado “año de la unificación real del proletariado”. A eso se abocó, reclamando que se distinguiera el real estadio de unidad de los trabajadores y postulando como forma organizativa la de convención. En setiembre de 1964 se creó la Convención Nacional de Trabajadores como organismo coordinador y, luego del Congreso del Pueblo, culminó en octubre de 1966 el proceso de unificación que transformó a la cnt en central única nacional.
Y cada una de estas cosas tuvo sus costos. Usamos muchas veces el término fundador para presentar a Gatti, pero es necesario señalar que todo acto fundacional, como dice De Sousa Santos, “es originario, es incompleto y es confuso” porque nos pone en transición.
Tanto el apoyo a la revolución cubana como la participación en la CNT, junto a los comunistas, le valió a Gatti y a la fau el calificativo de “anarcobolches” en la crítica cerrada del movimiento anarquista internacional, favoreció la división de la fau y los embretó en titánicas tareas de síntesis doctrinaria. Nada más interesante y a la vez más lejano a las preocupaciones actuales que una definición ideológica en marcha.
En ese proceso, Gatti apelaba a pensar con cabeza propia porque ningún “ismo” tenía garantía de infalibilidad a la hora de interpretar las exigencias concretas de la lucha de clases. Pensando que lo mejor del marxismo era compatible con lo mejor del anarquismo y que en ambas corrientes históricas del pensamiento socialista había elementos a desechar, Gatti se ubicaba en el camino de la traducción, tan caro a Gramsci. Del mismo modo en que lo hacía el marxismo crítico, desde su origen libertario Gatti planteaba la necesidad del diálogo con corrientes y experiencias diversas y criticaba a quienes apostaban a la “aplicación” mecánica de un recetario perfecto. Pero sobre todo apostaba a la reflexión propia, a la construcción colectiva de una identidad ideológica que no fuera una etiqueta.
Aunque la trayectoria política que planteamos aquí puede ser objeto de muy diversas lecturas queremos incluir una, tal vez la más simple y cercana al sentido común. Para Gatti y sus compañeros el proyecto emancipatorio pasaría, más tarde o más temprano, por la insurrección de masas y, para prepararla, era imprescindible la voluntad política. Combatía tanto las posiciones que ubicaban este desenlace revolucionario “en el cielo de los ideales inalcanzables” como las posiciones que lo ubicaban a la vuelta de la esquina. De ahí la secuencia lógica que parte de la pregunta: ¿qué necesitamos para hacerlo?, a la que responde paso a paso: si necesitamos organización, organicemos; si necesitamos definiciones, definamos; si necesitamos medios y técnicas, obtengamos medios y técnicas, y si necesitamos armas, también. En cada una de esas respuestas Gatti se implicó personalmente a fondo.
A fines de 1972 la fau empezó a preparar una instancia deliberativa que, tras el golpe de Estado de 1973, debió completarse en el exilio. La etapa final de esta instancia fue el congreso realizado en 1975 en Buenos Aires, que fundó el Partido por la Victoria del Pueblo cuyo secretario general fue Gerardo Gatti.
El tránsito entre la fau y el PVP fue conflictivo y en el choque con la realidad, fuera del recinto congresal, esa conflictividad se intensificó. La presencia de Gatti, sus propuestas de trabajo y de acumulación, jugaron un papel unificador. Pero apenas un año después del congreso Gatti fue secuestrado, conducido a Orletti y desaparecido. La misma suerte corrieron el resto de las direcciones que se fueron conformando en la vertiginosa y letal represión desatada con el golpe de Estado argentino de 1976. Los que lograron escapar se dispersaron por distintos países y, en 1977 se reunieron en París para interpretar, en una Conferencia Extraordinaria, qué había pasado, por qué y cómo seguir. De esa conferencia, en la que jugó un papel clave Hugo Cores, surgió una autocrítica y un plan de trabajo que incluía el retorno de los militantes a la región. Pero así como en 1963 no todos los anarquistas se mantuvieron en la fau, esta vez no todos los militantes de la fau se sumaron al PVP. Después de la dictadura, un grupo encabezado por Juan Carlos Mechoso reivindicó para sí el nombre de fau y su funcionamiento, sin vínculo orgánico alguno con el PVP.