Recuperar nuestra capacidad de pensar en medio de tanta brutalidad quiere decir recuperar nuestra dignidad
Publicado el 23/05/19 a las 1:03 pm
Por Sara Méndez [1]
Días pasados Virginia Martínez me habló de un documental, que la había impresionado mucho, realizado por Natalia Bruschtein, la nieta de una madre de desaparecidos de la Argentina: Laura Bonaparte.
A los pocos días me envió el link y lo puedo ver. Conocía la historia de esta madre que murió hace pocos años y que fue una incansable luchadora dentro de su país y fuera, especialmente en México, donde vivió (de 1976 a 1985). Laura tuvo tres de sus cuatro hijos desaparecidos, al padre de sus hijos, a dos yernos y una nuera.
El documental que realiza Natalia Bruschtein, “Tiempo suspendido”, que se refiere a su abuela Laura, no es un documental sobre desaparecidos, sino sobre la fragmentación de la memoria y sobre la desmemoria.
Laura Bonaparte, luego de tener a su hijo menor estudió psicología en la UBA y una vez graduada en los años 70 ejerció en el área de salud mental de mujeres carenciadas.
Como integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, fue una de las precursoras de la campaña internacional para que se declarara delito de lesa humanidad a la desaparición forzada de personas.
Se desempeñó como observadora de Amnistía Internacional en campos de refugiados en el Salvador y en la frontera con Guatemala durante la guerra de Centroamérica.
Claude Mary, escritora francesa, quien escribió un libro sobre la vida de Laura Bonaparte, recoge una reflexión profunda sobre el hecho de pasar de ser “madre”, a ser “madre del desaparecido”. Se pregunta qué queda de la identidad de una madre cuando sus hijos desaparecen. Y recuerda a Rene Espelbaum, que tiene a todos sus hijos desaparecidos.
“¿En mi caso, me considero madre porque Luis está vivo? Pero cuál es mi papel de madre con respecto a mis otros hijos desaparecidos? Quiero que me entiendan bien. Estoy hablando de una función materna, y no de la lucha que llevaré hasta mis últimos días para aportar mi testimonio, para intentar saber cuál fue el destino de mis hijos y el de los treinta mil desaparecidos.”
“Sé que cuesta mucho escucharlo, pero no hay madre si no viven más el hijo o la hija.”
Es el/la hijo/a quien significa a la madre. La madre cuyos hijos desparecieron se encuentra expulsada del significante. Se vuelve el espectro de lo que ha sido. Se la llama “madre del desaparecido” en un lenguaje que la nombra al mismo tiempo que la despoja. Un lenguaje que borra lo que fue y la nombra por lo que ya no es.
Es el motivo por el cual hablo de la crueldad que esos canallas han incrustado hasta en el lenguaje.
Recuperar nuestra capacidad de pensar en medio de tanta brutalidad quiere decir recuperar nuestra dignidad.
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Estando Natalia en Canadá, se entera que su abuela sufre de demencia senil y resuelve no esperar más para realizar su proyecto. Conoce que los que padecen esa enfermedad eligen recuerdos y otros los olvidan. Los hechos más fuertes en sus historias son los primeros que se borran.
Dice Laura entrevistada por su nieta: “yo no me puedo morir porque si no, ¿quién va a recordar a mis hijos?”.
Por otro lado, no reconoce a sus hijos en las fotos que Natalia le muestra de la familia. El tiempo suspendido, es un tiempo desaparecido, dice la realizadora.
Laura niega con vehemencia la desaparición dice: “ninguna materia puede desaparecer… nada desaparece, por eso la palabra ‘desaparecido’ es muy canalla porque quiere hacer integrar a algo que no existe… como la desaparición de las personas que han tenido vida, que tienen vida…”.
A partir de este documental Natalia Bruschtein invita al espectador a reflexionar sobre la necesidad de recordar y se hace eco de las palabras de su abuela “una sociedad sin memoria es una sociedad sin identidad”.
La memoria es un derecho pero también una responsabilidad de la sociedad.
Tratando de entender sobre la memoria de su abuela dice: “nada es muy lógico con ese tipo de enfermedad. No es que la memoria se borre sino que la conciencia va y viene. Fragmentación de la memoria, como elige recuerdos: uno se recuerda y otros no…”.
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¿Por qué traigo hoy esta historia, tan dolorosa de una madre argentina? Sin duda porque el documental, que es un magnífico trabajo de la profesional, me conmovió profundamente, no solo por el drama de una familia destrozada por la represión, sino porque la sobreviviente, que es la que tiene la misión de recordar, de dar testimonio, va perdiendo su memoria.
A partir de eso la situación dramática toma una fuerza mayor, porque deja al descubierto el absurdo de la exigencia que se plantea la víctima: “no me puedo morir –dice Laura–, porque si me muero ¿quién recordará a mis hijos?”.
Pero este absurdo está cargado por la responsabilidad que el sistema le ha impuesto a la víctima.
Ninguno de los gobiernos que asumieron luego de las dictaduras se hicieron cargo de los delitos cometidos por el aparato represivo o por los civiles cómplices o directivos de estos procesos. Hacerse cargo es llevar adelante la investigación de lo acontecido y el juicio a los responsables de hechos aberrantes, como son los delito de lesa humanidad. Primer paso para recomponer un tejido social dañado profundamente.
Nada de esto es nuevo para ustedes aquí presentes, que son parte de esta sociedad civil que consecuentemente han estado reclamando verdad, memoria y justicia.
Pero estamos en época de elecciones donde se trata de confundir, donde los lobos se ponen piel de oveja y los responsables directos de crímenes de Estado hacen manejo de los hechos en que participaron alardeando el poder que aún tienen.
Los acontecimientos de los últimos meses vinculados a las actas de los Tribunal de Honor del Ejército, revelaron que la mentalidad, la ideología y el encuadre de lo que es la seguridad nacional dentro de las Fuerzas Armadas se mantiene en los mismos términos que en el período de dictadura.
Y ¿quién se hace cargo de estos 30 años, quién responde?, ¿quiénes del sistema político reconocen esta realidad?
Señalo para terminar, algunos hechos que resultan preocupantes:
Discursos enfáticos, muy parecidos a los que escuchamos a fines de los 60 y comienzo de los 70, por quien comandaba hasta hace pocos meses la jefatura del Ejército.
La reaparición del que fue dos veces presidente y el artífice de la impunidad, que aún perdura y que seguirá reivindicando el beneficio del “cambio en paz” y la caducidad de reivindicaciones de las víctimas del terrorismo de Estado.
Una izquierda que llega al fin del tercer período de gobierno sin haber resuelto un tema tan sensible que hace a nuestra fibra democrática y que, sin expresarlo con la crueldad que lo han hecho alguno de ellos, por la vía de los hechos apuesta a la paz de los sepulcros.
Estos y muchos otros diseñan un panorama complejo que exige respuesta, y memoria para no dejar pasar, para recordarles a cada uno de ellos su deber histórico y su compromiso social.
[1] Intervención en la actividad “Memoria, verdad y justicia. Ni mentiras, ni ocultamientos, ni medias verdades”, realizada el martes 14 de mayo de 2019, organizada por el FRENTE JUVENIL DEL PVP, Espacio 567.
MIRTHA CUBA
May 30th, 2019
SE ACABA DE VOTAR UNA LEY DE REFORMA ,QUE ENTRE OTRAS ,DEEROGA LA DOCTRINA DE LA SEGURIDAD Nacional NACIONAL» .ME PARESE IMPORTANTE INFORMARLO