Guerra de maniobras y fascistización en Brasil
Publicado el 22/01/19 a las 6:30 am
Por Ángel Vera
Brasil sufre un contraataque hegemónico de las clases dominantes, un proceso de fascistización y la asunción a la Presidencia de un militarista declarado. Este resultado no solo impone nuevos desafíos a la izquierda continental, los efectos incidirán en la geopolítica mundial.
Quizás haya sido Fernando Henrique Cardoso, aquel viejo dependentista hoy aliado incondicional del imperio, quien mejor delineó tempranamente la agenda política de la derecha brasileña. El 4 de mayo de 2014 editorializó en el diario O Globo: “Si en el pasado nuestro sistema de gobierno fue llamado ‘presidencialismo de coalición’, ahora es solo un ‘presidencialismo de cooptación’. Yo nunca entendí la razón por la cual el gobierno de Lula insistió en formar una mayoría tan grande y pagó el precio del mensalão. O mejor, puedo entenderla: es porque el PT tiene vocación de hegemonía […]. Y dio en lo que dio: un festival de incoherencias políticas y puertas abiertas a la complicidad ante la corrupción […]. Si, de hecho, queremos salir del lodo que ahoga la política y conservar la democracia que tanto ha costado al pueblo conquistar, ¿vamos a esperar que una crisis mayor destruya la creencia en todo y el cambio no se haga por el consenso democrático, sino por la voluntad férrea de algún salvador de la patria?”.1
Cuatro años después su espera ha terminado. Ya conocemos el nombre, la calaña y los apoyos del “salvador de la patria”.
Según Nicos Poulantzas, “el proceso de fascistización corresponde a un viraje decisivo en la relación de las fuerzas en presencia; corresponde muy exactamente a una etapa y a una estrategia ofensiva de la burguesía y a una etapa de defensiva de la clase obrera”.2
Esas etapas y estrategias burguesas y las resistencias populares en el Brasil actual han sido muy claras. De hecho correspondieron a un vaciamiento sucesivo, sistemático y sustantivo de cada una de las instituciones del Estado de Derecho. Simultáneamente se agudizó la ofensiva desde otros aparatos ideológicos como iglesias, partidos, medios y redes.3
Como evaluamos en un artículo anterior sobre Brasil, la vieja “guerra de maniobras” ha tomado la forma de “golpe suave” y de “guerra híbrida”.4 Repasemos este proceso de manipulación, arbitrariedad, imprevisibilidad y autoritarismo que obtuvo un triunfo cultural, hegemónico contra la izquierda brasileña. Conforme analicemos cada momento podremos también revelar como se cierra el círculo de una “democracia” que incuba un Estado de excepción permanente.
El primer gran movimiento consistió en la destitución arbitraria de la Presidente Dilma Rousseff en 2016. Brasil fue una nueva víctima de la nueva estrategia de la oligarquía latinoamericana, golpes de Estado “legales”, “institucionales”, como Paraguay y Honduras. Pero esta víctima tiene dimensiones continentales. Los efectos serán globales.
El Poder Legislativo se encargó de quitar al PT del timón del gobierno y traspasarlo a manos del vicepresidente Michel Temer, ex colaborador de la inteligencia norteamericana según consignó Wikileaks.5 La farsa parlamentaria fue realizada por el bloque parlamentario suprapartidario hoy bien conocido como “las tres B”: a) “Bala”, los representantes de los aparatos represivos públicos y privados, de los fabricantes de armas y de los nostálgicos de la dictadura; b) “Buey”, los representantes de la oligarquía de la cadena de la industria ganadera; y c) “Biblia”, la bancada de “pastores” fundamentalistas neopentecostales. Consignemos la importancia de este momento. Las tres B serán el apoyo legislativo del Presidente Bolsonaro.
Tras el “golpe blando”, el Presidente interino Temer abrió un período de excepción radicalmente hostil para las organizaciones populares. Militantes e incluso simples simpatizantes de distintos movimientos fueron golpeados, torturados y asesinados por la furia de un nuevo fascismo cotidiano o vulgar. Tomemos nota de esta tendencia ascendente de la violencia de clase hasta la actualidad.
El segundo movimiento consistió en la proscripción de Lula, la eliminación de la mayor figura política del país por medio del Poder Judicial. El lawfare, la peor forma de politización del Poder Judicial, se convirtió en uno de los métodos de la guerra híbrida. Este Poder Judicial parece un inmejorable ejemplo de la selectividad estratégica del sistema estatal. En un país caracterizado por la corrupción estructural este Poder se encargó de ejercer un punitivismo discrecional y delictivo.6 Su independencia puede medirse por la sentencia del General Eduardo Villas Boas mientras ocupaba las favelas de Río de Janeiro: “Si los jueces no defienden la democracia contra el ex presidente de izquierdas, el ejército sí lo hará”. Luego de las elecciones el General justificó sus acciones al límite de la legalidad: “Nos preocupa la estabilidad, porque el agravamiento de la situación después cae en nuestro regazo. Es mejor prevenir que curar”.7 Será este mismo Poder Judicial coordinado explícitamente con el aparato represivo y los medios masivos quienes garantizarán el “Estado de Derecho”. El Juez Sergio Moro, director de las operaciones jurídico-mediáticas del Lava-Jato, fue asignado futuro Ministro de Justicia por Bolsonaro. Moro aceptó inmediatamente su nuevo rol político subordinado al presidente electo.
Antes de entrar en prisión, el 7 de abril de 2018, en el Sindicato de los Metalúrgicos, el ex presidente Lula sentenció ante una multitud: “El golpe solo va a concluir cuando ellos logren asegurarse de que Lula no pueda ser candidato a la Presidencia de la República en 2018”. Como veremos, se equivocó.
El tercer momento consistió en la brutal campaña electoral. Particularmente con la reproducción de noticias falsas (fake news) a través de Whatsapp por empresas contratadas a esos efectos. Si los medios tradicionales, las iglesias neopentecostales y la oposición venían demonizando a la izquierda, la campaña estructurada según los parámetros de Steve Bannon fue monumental. Bannon es un miembro connotado de la “derecha alternativa” (alt-right) y sostiene una lucha personal contra el “marxismo cultural”. Fue uno de los estrategas de campaña de Donald Trump y varios movimientos de derecha europeos. Su especialidad es el montaje de una red de noticias falsas capaz de reproducir propaganda personalizada, adaptable y adictiva a través de datos masivos de las redes sociales. Estas operaciones continuarán en el ejercicio del nuevo Presidente.
El alcance de la derrota política de la izquierda solo puede medirse en términos de hegemonía. Esta no fue una elección más ni una simple alternancia pendular.
No hemos querido ahondar en la atroz retórica de Jair Bolsonaro, su apología de la barbarie, su racismo, su misoginia, su homofobia, su pobreza argumental, su ignorancia, su irracionalidad o su estado psíquico. Su próximo ministro de economía será Paulo Guedes, un viejo Chicago Boy dispuesto a la privatización de las empresas e inmuebles públicos, la reducción drástica del gasto, la reforma del sistema previsional, la desregulación laboral y la apertura externa indiscriminada. Bolsonaro anunció sus primeras visitas al exterior: el Chile de Piñera, el Israel de Netanyahu y los Estados Unidos de Trump. Todo un realineamiento geopolítico que posterga la integración latinoamericana, cuestiona la asociación de los BRICS y gestará nuevas contradicciones.
Detrás de este programa hay un cambio dramático de la correlación interna de las clases dominantes dada por la evolución de la crisis. El sector industrial fue desplazado por el sector financiero y la cadena del agronegocio. No en vano Valter Pomar, ex Secretario Ejecutivo del Foro de San Pablo, advierte: “No es Bolsonaro el problema de fondo, es la clase dominante”.8
El nuevo “mesías” Bolsonaro será la cara visible de la formalización de una “nueva normalidad” política acorde al bloque histórico que hemos descrito sucintamente. Los próximos movimientos intentarán la constitución de un Estado autoritario de emergencia política capaz de garantizar un régimen de acumulación transnacional, depredador y socialmente regresivo.9 Semejante perspectiva de austeridad permanente tendrá como condición necesaria la persecución y disolución del conjunto de las organizaciones populares. Este sombrío horizonte solo deja entrever el estallido de mayores contradicciones sistémicas y luchas de clase.
1| “A que ponto chegamos!”, disponible en: <https://oglobo.globo.com/brasil/a-que-ponto-chegamos-12377006>.
2| Nicos Poulantzas, Fascismo y dictadura. La 3. ª Internacional frente al fascismo, Siglo XXI Editores S.A., México, 1971, p. 80.
3| Nos referimos obviamente al concepto de “estado integral” elaborado por Antonio Gramsci.
4| “Brasil hacia el neoliberalismo de guerra”, Compañero, la revista, 6ta. Época, N.º 8, abril-mayo, 2018. Disponible en: <http://www.pvp.org.uy/2018/05/28/brasil-hacia-el-neoliberalismo-de-guerra/>.
5| Disponible en: <https://wikileaks.org/plusd/cables/06SAOPAULO30_a.html#efmAJZAKWAKfAKARrASHAS1ATbC-f0Cf9CgLCg-ZDOLDOVDWDDX7EGjEHl>.
6| Felipe da Silva Freitas, “El ‘caso Lula’ y las tendencias autoritarias de la justicia brasileña: derecho, política y abogacía criminal”, en Comentarios a una sentencia anunciada. El proceso Lula, CLACSO, Buenos Aires, 2018.
7| Folha de São Paulo, 11/11/2018.
8| Disponible en: <http://anccom.sociales.uba.ar/2018/10/24/no-es-bolsonaro-el-problema-de-fondo-es-la-clase-dominante/>.
9| Tomamos los conceptos de Bob Jessop en El Estado. Pasado. Presente. Futuro, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2017, pp. 281-311.
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Artículo publicado en el número 10 de la Revista Compañero.