Revoluciones moleculares
Publicado el 18/05/18 a las 2:43 pm
Entrevista de Luca Veloz a Leonardo Boff
| Foto Juan Angel Urruzola
El teólogo brasileño dijo que su país está en riesgo de una dictadura, habló del capitalismo y planteó alternativas al sistema que pone en riesgo la vida en el planeta.
El escritor, filósofo y ecologista brasileño Leonardo Boff estuvo por Montevideo donde fue reconocido por su trabajo en la defensa de los derechos humanos. Esta fue una ocasión para mantener un intercambio con el ex sacerdote franciscano, uno de los principales teólogos de la Liberación. Haciendo gala de su vocación docente, Boff, recibió al equipo de la Revista Compañero con la participación de la compañera Virginia Cardozo, para explicar el estado de la política de su país, el proceso de los movimientos sociales y la alternativa a un sistema capitalista que lleva al colapso de la civilización.
Cuando las políticas sociales empezaban a solidificarse han dado un golpe
¿Cómo analiza el movimiento social y la izquierda, en un escenario de disputa ante la posibilidad de que vuelva Luiz Inácio Lula da Silva?
“El problema de Brasil es que tenemos dos tradiciones muy pesadas. Por un lado la colonización que significó en sí misma un acto de violencia, una imposición de las estructuras políticas de arriba abajo. No fue una colonización para crear un país, fue una gran empresa que sirvió a los europeos. La segunda fue la esclavitud. Fueron casi cinco millones de africanos que llegaron, lo que hace que hoy el 63% de la población del Brasil sea afrodescendiente. Hay que tomar en cuenta que fue el último país del continente en hacer efectiva la abolición de la esclavitud, recién en el año 1888. Desde entonces no se ha hecho ninguna concesión. No les han dado ni un poco de tierra, herramientas o casa. Los echaron a la calle y de allí en más han sido mano de obra obrera. Son millones de brasileños que viven totalmente desorganizados, empobrecidos. Mientras tanto la clase dominante, los descendientes de la casa grande –como se le llamaba a la casa de los dueños de las plantaciones en contraposición a la senzala o casa de los esclavos–, siempre han seguido una política de conciliación de clase entre los ricos de espaldas al pueblo. Nunca han tenido un proyecto de nación. Sólo un proyecto de enriquecimiento del grupo que ha ocupado el Estado bajo el patrimonialismo. Ocuparon el aparato del Estado y de todos los grandes proyectos sacaban la ‘propina’, una parte que separaban para ellos. Este sistema funcionó hasta que Lula llegó al gobierno.
Con Lula fue la primera vez que un conjunto de fuerzas sociales se articularon para funcionar como una fuerza política que es el Partido de los Trabajadores (PT). Así es que Lula, un sobreviviente de la gran tribulación que vive la gente pobre del Nordeste llegó al poder e hizo una política distinta hacia el país. Pero ese mismo Lula cuando llegó al gobierno también tuvo que escribir una carta de intensión llamada ‘Carta al Brasil’, que en realidad es una carta al mercado, dando garantías de mantener las reglas del sistema. Sino la suscribía probablemente no habría asumido la presidencia”.
Boff contó a la Revista Compañero que hace unos meses, en un encuentro que mantuvo con el líder petista, este le confirmó que ahora está preparando otra misiva, esta vez dirigida a los brasileños para hacer un pacto con las bases populares y no con el mercado.
El teólogo reafirmó su discurso: “Siempre que hubo avances de los movimientos sociales que ascendían y lograban ciertas libertades venía un golpe de Estado y marginaban a esos sectores ‘poniéndolos en su lugar’, es el discurso de los que ostentan el poder, marginándolos a la periferia mientras ellos mantienen sus privilegios.
La clase dominante aceptó la victoria de Lula porque este no modificó en nada la naturaleza de la acumulación, solamente abrió una brecha para hacer una política social. Ellos lo han permitido, diciendo ‘es mejor que él lo haga y así nosotros nos ahorramos las críticas. Siempre y cuando nos permita seguir acumulando’. Y Lula lo ha aceptado –yo no lo haría porque es muy comprometedor–: ‘todos han ganado, los pobres, los bancos, pero los ricos han ganado mucho más’.
Cuando esas políticas sociales de inclusión empezaban a solidificarse como políticas de Estado, con el gobierno de Dilma Rousseff, ahí han dado un golpe”.
Desestabilizar los gobiernos, difamar al Estado, difamar la Política
Al repasar el trasfondo del golpe dado en el país norteño, el filósofo analiza la realidad de la región y el mundo, en disputa por la hegemonía económica. Con China que amenaza a Estados Unidos con sus inversiones en América Latina. El ambientalista concluyó que por sus riquezas naturales el continente se ha convertido en el escenario de la nueva Guerra Fría.
“Hoy sabemos que fue articulado desde el poder central. El Pentágono tiene tres ejes: ‘Un mundo y un imperio’, entonces hay un imperio mundial. Segundo, cubrir todos los espacios, ‘Full-spectrum dominance’, son más de 800 bases militares en todo el mundo; casi todas con ojivas nucleares. Y el tercer eje es desestabilizar todos los gobiernos progresistas para alinearlos a las lógicas del Imperio.
Ellos observaron que todo el Atlántico Sur estaba cubierto por Brasil, con China además entrando a través de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Estamos ante la segunda categoría de la Guerra Fría donde ya Estados Unidos no tiene a Rusia como potencia enemiga sino que es China el que disputa la hegemonía. China con su proyecto de ‘La Ruta de la Seda’ que involucra a 56 países con un presupuesto de ayuda al desarrollo de 26 billones de dólares, no por sentido humanitario sino con el objetivo de crear mercados para sus productos. En Brasil está proyectada la construcción de un ferrocarril que une el Atlántico con el Pacífico para facilitar la exportación de commodities.
Estados Unidos decidió que debía controlar a Brasil, séptima potencia económica a nivel mundial, para ello activaron la cuarta flota que había sido desactivada en 1950 y que solo su portaaviones cuenta con mayor poder de fuego que todo el empleado en la Segunda Guerra Mundial. Todo este aparato militar enorme que incluye dos submarinos atómicos está destinado a controlar el Pre-Sal y los recursos que tiene esa parte del Atlántico Sur volcada hacia África.
Ese es el verdadero trasfondo de lo ocurrido en Brasil, entonces no se puede pensar solamente en Brasil, hay que ubicarlo dentro del equilibrio de fuerzas mundiales. Donde Brasil tiene un lugar significativo tanto en América Latina como en el mundo; por sus riquezas ecológicas, el agua, la Amazonía. Economistas como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, entre otros, han señalado que en los próximos años la economía pasará por la ecología. Esto lleva a que todos los países que ostenten una riqueza ecológica tendrán una importancia destacada. Es por eso que necesitan controlar a Brasil.
El golpe viene en ese trasfondo. Un golpe que no se llevó adelante utilizando los militares, como en otro momento, sino que se hizo a través del Parlamento. Han comprado a un importante número de diputados y senadores. Han articulado con la Suprema Corte de Justicia que es cómplice de sacar a Dilma Rousseff del poder y eso es un golpe más allá de cuestiones técnicas. Lo han hecho para imponer un proyecto neoliberal extremamente radical.
Es parte de esta dinámica de cubrir todos los escenarios: Desestabilizar los gobiernos. Difamar al Estado. Difamar la Política. Destruir las figuras carismáticas que pueden influenciar al pueblo. Y privatizar rápidamente lo más posible reduciendo el Estado a su expresión mínima.
Hoy están cambiando las leyes de trabajo y jubilación. En Brasil han conjurado los derechos garantizados por casi medio siglo, con la flexibilización del trabajo y la desregulación. Terminaron con el 13 salario (aguinaldo) que es una conquista histórica y a partir de ahora los campesinos no se podrán jubilar.
Temer gastó mil millones de dólares para comprar diputados y senadores, y no lo hizo a escondidas, los llamaba a su despacho en el palacio y depositaba directamente en las cuentas. Hay un desmonte del Estado y de las políticas sociales implantando un neoliberalismo radical. Lo hizo”.
Lula tuvo la alternativa de articular con los movimientos sociales
Al consultarlo sobre la falta de estrategia de Lula y el PT para evitar el golpe el teólogo de la liberación dejó en claro sus diferencias con su amigo, el ex presidente del Brasil:
“Lula cometió un error: llevar adelante un gobierno de conciliación de partidos. La coalición de partidos necesaria para llegar a eso exige la negociación por cargos, por proyectos que abre espacio a la corrupción. Además cortó la conexión orgánica con las bases haciendo un gobierno exclusivamente de partidos y nada con el pueblo.
Lula tuvo la alternativa de articular con los movimientos sociales, al estilo de Evo Morales, en un país donde las organizaciones tienen un peso importante y permitieron asegurar el triunfo del PT.
Varios analistas internacionales, entre ellos Noam Chomsky, aseguran que Brasil es uno de los países con más movimientos sociales, organizaciones de mujeres, negros, una red inmensa de movimientos sociales de derechos humanos y el Movimiento Sin Tierra. Él podría haber realizado esto y para ello tenía apoyo social, de partidos políticos, inclusive desde la iglesia –que tiene un poder político fuerte en Brasil– y que apoyaban ese camino. Pero Lula no siguió eso.
Debió presionar al Parlamento a través de la movilización popular para forzar las leyes. Es verdad que este sería el camino más difícil, pero eligió el camino más fácil que fue el tradicional de construir una alianza de partidos.
El ex ministro José Dirceu, quien fue presidente del PT, me dijo: ´No pudimos hacer la revolución en 20 años. Vamos a hacerla ahora pero creo que para eso hay que mercantilizar las relaciones políticas. Ganar en el municipio, el Estado y en la Federación’. Entraron en el mismo sistema con que se maneja la política brasileña desde hace años.
Ahora me ha invitado para discutir sobre esto y le he pedido, le he suplicado, que en caso de ganar no lleve adelante un gobierno de coalición con los partidos sino gobernar con los movimientos sociales, presionando para que vengan a las bases. Hoy está ensayando esto en las caravanas que está realizando por el país.
Pienso que Lula ha aprendido la lección. Él tiene 72 años y hace una hora y media de entrenamiento diario y me ha dicho: ‘Quiero llegar a los noventa tranquilo para así poder cumplir las reformas que no he podido hacer. Está vez desde abajo, con el pueblo y con el Parlamento vigilado, presionado’ ”.
Ante este panorama consultamos a Boff sobre la confianza de la gente en el proyecto político y la posibilidad de recuperar a la gente que esté descreída.
“Hay hoy más que nunca en Brasil, odio, rabia y una violencia social que lleva a que cada 10 minutos una persona sea asesinada. En los últimos 10 años fueron asesinadas 700 mil personas, es como si la ciudad de Frankfurt fuese eliminada de un plumazo, es mucho más que las muertes en la guerra de Siria. Sólo en Río de Janeiro, en 2017, han matado a 1800 jóvenes que tenían entre 18 y 24 años; el 80% de estos eran negros. Estos son asesinatos sumarios en los morros, no van a detener a nadie, simplemente los exterminan y se justifican diciendo que estaban en la droga. Es un Estado de excepción que utiliza a la policía como brazo de represión al estilo militar. Es como una vuelta a la dictadura.
En este contexto el presidente Temer tiene una aceptación de la opinión pública de menos de 3%, según la encuestas, un día marco 0% inclusive. Lula en cambio siempre está entre el 40 y 45% despegado lejos del segundo que tiene en el entorno del 8%”.
El filósofo dijo a la Revista Compañero que es muy posible que la condena de Lula le impida participar en las elecciones y que esto puede generar no solo un problema político sino que podría ser el inicio de un estallido social.
“Hasta ahora no hubo convulsión social, el pueblo está inerte. Pero hemos vuelto al mapa del hambre, del que habíamos salido. En este último tiempo más de un millón de personas han entrado en esta categoría.”
El ex sacerdote franciscano aventuró que “un padre o una madre puede sufrir el hambre pero cuando ve que un hijo o una hija lloran por hambre van a salir a la calle a manifestarse o asaltar para conseguir el alimento. Temo que se produzca una especie de convulsión que puede explotar con esta condena a Lula.
Allí se podrá en jaque la democracia, porque es posible que no se realicen las próximas elecciones de octubre próximo. Inclusive es factible que el gobierno de Temer se instale de tal manera que imponga una dictadura parlamentaria. Que gobierne sin pueblo. Una democracia no puede gobernar sin pueblo”.
Al indicar que el presidente Temer y sus aliados están implicados en casos de corrupción que debería tenerlos ante la justicia Boff ensayó un escenario de futuro para la política de su país: “Puede ser que estén proyectando una especie de parlamentarismo donde ellos se preservan de todos los procesos que tienen y no salen del poder. Eligen un primer ministro y Temer puede volver a ser candidato para que todo siga igual”.
Lo consultamos entonces por el escenario donde al final no se le permita a Lula hacer efectiva la candidatura. ¿Existe un cuadro de recambio que logre representar los intereses populares?
“Hay una persona que tiene cierto liderazgo que es Ciro Gomes quien fue ministro de Integración Nacional del gobierno de Lula y diputado federal con la votación más alta del país por su Estado, Ceará. Él es carismático, tiene ciertas preferencias pero también genera antipatías. Porque en ocasiones se pone nervioso y se pelea con el público. Es el único que tendría fuerza pero no tenemos líderes. Los que había fueron asimilados por el Estado, Lula los llamó a funciones de gobierno. Este es otro de los errores enormes de la administración Lula, vació a los movimientos sociales para componer el gobierno sin formar cuadros de recambio. Abandonando lo que durante años fuimos trabajando a través de la Teología de la Liberación, la discusión política sobre el Brasil que queremos, los núcleos de Fe y Política, cursos completos de formación política.
Hay una despolitización tremenda del pueblo, de la Iglesia y aún uno no sabe hacia dónde vamos. Es como un avión sin piloto. En este momento uno no sabe nada hacia dónde vamos”.
Vencer las elites del atraso
Con un Brasil fragmentado y sin líder que pueda enfrentar a las fuerzas conservadoras Boff reclama la articulación de movimientos que posibilite la construcción de un proyecto tras el cual embanderarse:
“Los movimientos de izquierda no tienen articulación entre ellos, al revés se pelean y eso debilita al movimiento. Incluso los que están más a la izquierda como el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y otros que reivindican la ética no quieren saber nada con el PT.
Hace falta un proyecto de nación que pueda reunir a las personas para luchar y crear un frente para vencer las élites del atraso. Hoy sabemos que son 71400 personas que controlan más de la mitad del PIB del Brasil, con una renta mensual cercana a los 500 mil dólares. Hay un enorme problema de proyecto político. La derecha no tiene ningún proyecto, es un proyecto individual de enriquecimiento, de acumulación ilimitada.
A su vez se ha instalado el discurso dominante de que todos los políticos son iguales. Y que lo que se necesita son buenos administradores más allá de su ideología. El mismo modelo de políticos que viene desde las empresas que podemos ver en otros países.
Las izquierdas están divididas, se intenta una articulación pero no alcanzan a crear un núcleo de valores, de principios, una idea fundamental de crear una especie de proyecto. Tal vez con la crisis se logre una conjunción, pero parece difícil.
Una característica de la gran mayoría de los partidos de izquierda de América Latina es que se manifiestan contra el neoliberalismo y las políticas de ajuste pero no están en contra del capitalismo. No se pone en discusión el problema de fondo que es el capitalismo altamente globalizado y el consumismo. El gran problema del capitalismo y lo que le pondrá su límite definitivo es la ecología. Porque el sistema de mercado explota de tal manera a la naturaleza que la tierra ya no aguanta más. No alcanza a reproducirse, hemos llegado a la sobrecarga del planeta. El ritmo de producción es tan grande que no llega a cumplirse el ciclo. Esto se está viendo en toda América Latina con una voracidad peor que en el tiempo de la colonización. Este es un fenómeno que ya está instalado desde hace tiempo en África y ahora vienen por nuestro continente. Son fenómenos nuevos y que pueden poner en jaque al sistema vida, si no llegamos a darnos cuenta puede llevar al colapso de la civilización. La tensión sobre la vida del sistema tierra llegó a su límite. Y este es el peligro”.
Utopías minimalistas
Sin una alternativa aparente para un mundo que camina hacia el colapso, el ex sacerdote franciscano planteó el camino de las revoluciones a partir de pequeños colectivos que luchen por las cosas esenciales para la vida.
“Debemos andar con dos pies. Uno en el sistema, porque no se puede salir, y el otro en lo nuevo, lo anti-sistémico. Esto supone un proyecto alternativo, otro paradigma, otra forma de producción, de consumo. Por todas partes en el mundo hay grupos de agricultura familiar orgánica, de pequeños grupos que trabajan articulados. El sistema es dominante desde la cultura, que es lo más difícil de superar. El capitalismo con su cultura no solo nos conquista sino que además nos culpabiliza.
Ellos tienen un proyecto de crecimiento ilimitado pero el planeta es pequeño y llegó a un punto que no alcanza a reponer los recursos. Los indígenas hablan de las bondades de la naturaleza y nosotros hablamos de bienes y servicios. Allí está el fin del capitalismo, la tierra es quien le pondrá su límite.
El discurso del Papa parte de esa conciencia. En su encíclica Francisco ha definido que más importante que hacer la reforma de la curia es planificar cómo la Iglesia Católica, que es muy fuerte, puede contribuir a salvar la casa común. Crear una conciencia ecológica preservar la vida, sino vamos al encuentro de lo peor. Entonces discutimos proyectos políticos pero hay que articular. Tenemos que hacer la lucha local pero el horizonte debe ser global y tiene que estar en la conciencia. No es una ecología verde, es ambiental, social, política, cotidiana, espiritual. La encíclica papal dice en el final: ‘Si no hay una mística, una pasión para salvar al mundo no nos salvaremos’.
En Brasil hoy las comunidades eclesiales de base han pasado a comunidades ecológicas de base y están en plena discusión de los problemas ambientales. Pero esto tiene un contrapeso importante que está en la función política de las iglesias evangélicas. En el Congreso brasileño tienen una bancada que bloquea todos los asuntos relacionados con los derechos individuales y los avances de las libertades. Entonces está complicado pero la cuestión está en tener claro el mundo que queremos.
El tiempo de las grandes utopías –el iluminismo, el capitalismo, el socialismo, la igualdad– pasó. No hay lugar para las utopías maximalistas. Hoy es el tiempo de las utopías minimalistas. En un sistema tremendo buscar cómo mejorar la salud, la enseñanza; buscar una alimentación menos industrializada, más sana. Esto se puede hacer dentro del sistema, estas utopías minimalistas que nos permiten zafar del desánimo, porque el sistema es tan grande que nos lleva a desesperarnos. Ahí está el papel de los pequeños grupos organizados”.
Revoluciones moleculares
Hoy es el tiempo de las revoluciones moleculares. Cada uno empieza haciendo su cambio, su grupo. Lo importante es crear pequeños grupos de discusión porque solos no se avanza.
Estos grupos deben tener tres instancias: reflexionar, crear y accionar. Discutir en el grupo entorno a un tema y articular con otros grupos. Por último tener un trabajo de campo fuera del grupo y del entorno social para acercarse a otras realidades. Esto no solo hace que el pueblo crezca en conciencia sino que genera otras solidaridades. Eso es la verdadera liberación.”
Ante este planteo de luchas particulares, por sector, le consultamos sobre el peligro de la fragmentación y el debilitamiento que podría encerrar, Boff nos invita a la acción:
“Ese es un problema de articulación porque debemos tener un sentido más político. Estamos ante un problema de sobrevivencia, de salvar la vida. Pero en la articulación le podemos dar un sentido de presión al sistema. Manteniendo cada uno su identidad, pero articulando. En un momento determinado puede significar una acción de grandes masas. Eso pasó con el PT en Brasil cuando se logró una gran votación producto del acuerdo con los movimientos sociales. Hay que politizar siempre la acción. Politizarla es un paso para una utopía más grande. Esa utopía podría ser que el mundo sea la casa común”.
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