El otro, el extraño, el pobre. Entrevista con Luis Eduardo Morás
Publicado el 04/10/16 a las 7:55 pm
Los incidentes que tiempo atrás se registraron en el barrio Marconi, golpearon una vez más al ya agonizante imaginario de una sociedad uruguaya integrada, bajo la potente red de sus capas medias. A través de la televisión pudimos ver que el campo de batalla, era un barrio de la tristemente célebre «zona roja» de Montevideo y sus protagonistas los conocidos «menores infractores» que ni estudian, ni trabajan. Buscando otras miradas sobre los hechos, entrevistamos a Luis Eduardo Morás: sociólogo y docente universitario, con casi treinta años de experiencia en el trabajo con niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad. Con su ayuda procuramos, primero comprender porque esos «demonizados hijos de este apocalíptico presente», son en realidad el recurrente chivo emisario de nuestras crisis sistémicas y en segundo lugar reflexionar sobre los desafíos que con relación a estos jóvenes debe asumir un gobierno de izquierda.
¿Cómo se construye el concepto de «Menores infractores»?
El tema ya aparece como preocupación de la sociedad uruguaya, desde comienzos del siglo XX. En 1910, Washington Beltrán escribe su tesis para recibirse de abogado y la titula: «Cuestiones sociológicas: Lucha contra la criminalidad infantil». Tiene un prólogo de Irureta Goyena, quien ya en 1907 se refería a la delincuencia infantil como un problema a nivel universal: «Se incrementa la cifra de los delitos y desciende la edad de los autores, por todas partes el fenómeno es el mismo». El viejo Código del Niño se aprueba en 1934, junto con el Código Penal. Los dos son del mismo año y ahí aparece muy fuertemente la preocupación por el llamado “menor abandonado y delincuente”. Fijate que los dos términos se toman juntos: abandonado y delincuente. Está presente esa idea, de que un menor abandonado se convierte en delincuente. El Código del Niño apunta a ese menor, que está en la ambigua zona del abandono, del cual el no es culpable (obviamente) pero puede transformarse en victimario de toda la sociedad. Veinte años después en 1954, aparece el tema de la baja de la edad de imputabilidad penal y se comienza a decir en diversos medios de prensa: «Los delincuentes de ahora vienen cada vez más chicos. Los delincuentes de ahora no son como los de antes, porque ahora los medios de comunicación los hacen madurar antes” y se describen cuales son los medios de comunicación: las revistas de espionaje y policiales, la violencia de las películas del lejano oeste, los radio teatros que eran fuentes de múltiples tentaciones y ahí aparece fuertemente la idea de que los delincuentes son cada vez más jóvenes, más precoces, desarrollan mayor violencia y para demostrarlo siempre hay un caso extraordinario. Está Zelacio Durán Naveiras, alias «El Cacho», que a mediados de la década de los cincuenta, es el prototipo del menor infractor, cometiendo una serie de crímenes que bien recoge el semanario Al rojo vivo. Pensemos nosotros, que ahora estamos convencidos de que esta ola delictiva tiene niveles que nunca se habían conocido antes, cómo era posible que pudiera existir un publicación semanal, exclusivamente dedicada a noticias policiales, con fotos muy explícitas. Al rojo vivo batía récords de venta.
Nosotros miramos la década de los cincuenta como la época de las vacas gordas, pero los contemporáneos ya habían empezado a ver la crisis. En este sentido, los actos delictivos son el preámbulo de cambios a nivel de la Administración del Gobierno, porque en 1934 está la dictadura de Terra. Los proyectos de la baja de la edad de imputabilidad penal aparecen en los años 54, 55 y 56 que son anteriores al triunfo en las elecciones del partido Nacional; y en el año 1985, posterior a la restauración democrática, vuelve a aparecer con fuerza el tema. Hay una figura, que yo quiero rescatar del Partido Colorado: la doctora Adela Reta, que en la década de los cincuenta, y a través de la Revista de Criminología, se opone desde una visión muy progresista a la rebaja de la edad de imputabilidad penal. La misma como Ministra de Cultura, se volverá a oponer durante el primer gobierno de Sanguinetti, a los proyectos que al respecto presentaron el doctor Pablo Millor, el escribano Cersócimo y el senador Dardo Ortiz, entre 1986 y 1987. En la fundamentación de esos proyectos, se vuelve a repetir que la ola delictiva encabezada por menores es algo nunca antes visto. Entonces esa idea de la peligrosidad del menor infractor, su precocidad y que se involucra en nuevas modalidades delictivas, es un discurso cíclico que retorna en la sociedad uruguaya en momentos que son de crisis más profunda, que tienen otras razones, pero que el chivo expiatorio es el menor infractor.
Planteas que ya desde mediados de los 50 se observa la participación de los medios masivos de comunicación en las estrategias de criminalización de la juventud. ¿Cuál es el rol que juegan?
Juegan un rol importantísimo, porque los temas de seguridad y violencia ejercen una fascinación en la sociedad uruguaya. Está por un lado el rechazo, pero por otro la fascinación por conocer detalles de cómo son esos episodios morbosos. Hay una morbosidad también en el manejo periodístico, que obviamente es una empresa altamente lucrativa. Rinde beneficios económicos, de la misma manera que aquellos que proponen el endurecimiento penal, obtienen beneficios electorales. Quién proponga incrementar la pena para algún tipo de delito, va a obtener una amplia repercusión mediática. Va obtener una cantidad de adhesiones por parte de la población, como ha sido demostrado en la historia reciente. Un episodio que si se quiere resume un poco esta idea, fue el caso de La Pasiva. La exhibición en televisión del momento en que es asesinado el trabajador, a través del registro visual de la cámara de seguridad, genera una situación de escándalo social que es beneficiosa para quienes proponen medidas ejemplarizantes. Esta la ley 19055, que es la llamada “ley La Pasiva”, empezó a castigar con un año de prisión como mínimo a aquellos adolescentes autores de rapiña. Una ley que el propio presidente de la Suprema Corte de Justicia, Ricardo Pérez Manrique, ha señalado que tenía ciertos rasgos que la podían convertir en inconstitucional.
Ese video sin dar los detalles de vida, ni de las razones de los actores, fue exageradamente difundido. El mismo día, el Ministerio de Interior saca un comunicado de que había sido pasado 47 veces por la televisión, pero hay un estudio de la consultora Foco, que dice que fueron cientos de veces, porque una semana después se seguía pasando. Hay una columna sumamente interesante en El Observador que se llama: «Un menor apodado El Locura», que recupera la historia de ese infractor. Infractor que pasa por infinidad de episodios de violencia. Se mueren varios de sus familiares. El padre lo abandona. Se va a vivir con la tía. La madre se muere de cáncer, la tía también. Nunca se bañó en su vida con agua caliente. No podemos olvidar además, que el suceso de La Pasiva se genera en realidad por una mujer adulta, que le pasa el dato de donde está el dinero y le pide que le dé una lección al encargado que está detrás de la caja. Una persona adulta, cuyo resentimiento contra el encargado fue por haber sido despedida de su trabajo. El tema es que se da una confusión, que muestra también la falta de planificación de ese delito, en donde la víctima termina siendo otra y no aquella que había sido señalada. Hay historias detrás de lo que muestran las cámaras de televisión, que son absolutamente desconocidas y que a nadie le interesan, porque no venden. En este sentido, vende mucho más el dolor de una víctima de rapiña, delito que atenta contra la propiedad privada, que el dolor de una víctima de violencia doméstica, de un siniestro o de accidentes de tránsito. A través de los medios de comunicación se construyen determinados tipos de víctimas y determinados tipos de victimarios, que en el caso que nos ocupa lo muestran como un sujeto imprevisible, extremadamente peligroso, que puede matarnos sin ninguna razón.
Ese video generó un impacto social, que fue también político y económico, porque me imagino que en ese momento, se deben de haber disparado las ventas de rejas, cercas electrificadas, armas de fuego, para defenderse de estas expresiones de violencia, aparentemente desconocidas en el pasado.
¿Este discurso pregonado por los medios de comunicación, puede obedecer a una estrategia previamente diseñada o es una reacción defensiva del orden hegemónico?
Como decía Chávez: “Que yo sea paranoico, no significa que no me estén persiguiendo”. En general trato de pensar de que no hay una operación concertada de los medios de comunicación con el sistema político para mostrar determinados episodios, pero es posible que exista cierto acuerdo, porque coinciden determinado tipo de intereses. Las páginas editoriales de los grandes medios de comunicación masiva tienen una alta incidencia política. Tienen además una matriz político-partidaria y se basan supuestamente en la presentación objetiva de los hechos crudos de la realidad, tal cual son y aparecen en la crónica policial. Luego además es tomada por la página editorial que es escrita por personas con una clara afiliación política.
La voz de las víctimas entra a tener un rol importante como protagonistas. Basta ver el plebiscito por la baja de la edad de imputabilidad penal, que fue realizado por una Comisión para Vivir en Paz, dónde el primer lugar lo ocupaban las propias víctimas del delito. El sistema político estaba un poco atrás de eso, si se quiere chupando rueda de unas víctimas a las cuales es muy difícil contrastar en su dolor. Es muy difícil rebatir ese legítimo dolor. Es un sufrimiento sincero, importante, insoportable en muchas ocasiones. Entonces las víctimas empiezan a ser protagonistas. En un reciente seminario organizado en el Palacio Legislativo, por FUNDAPRO, la fundación del Partido Colorado, entre los panelistas se encontraban un prestigioso fiscal, Esteban Valenti supuestamente para dar el punto de vista de la izquierda, Guillermo Maciel, Álvaro Garcé y como expositores también estaban representadas víctimas del delito.
Las víctimas del delito adquieren una visibilidad, que se refleja en los editoriales de prensa y conforman un estado de la opinión pública, frente al cual aquella parte del sistema político que es más reacia a aceptar ese tipo de construcción discursiva, se le hace muy difícil oponerse a lo que aparece como sentido común: la única solución es poner medidas cada vez más duras. En este sentido la aprobación de la ley 19055, fue propuesta por el Poder Ejecutivo del Frente Amplio y votada por prácticamente todo el sistema político.
Esa solución, es la que se viene tramitando desde 1995, con la llamada Ley de Seguridad Ciudadana, que fue también votada por la totalidad del sistema político, para dar seguridad a través del incremento de las penas y la creación de nuevas figuras delictivas, pero lo único que ha conseguido es cuadruplicar la cantidad de gente presa y duplicar la cantidad de delitos. El encarcelamiento como respuesta generalizada al delito, lo único que generó es que en el año 2010 hubo que decretar la emergencia carcelaria. Si el primer gobierno de Tabaré Vázquez empieza con la emergencia social, el gobierno del Pepe empieza con la emergencia carcelaria. El relator internacional de la ONU para el sistema carcelario, Manfred Nowack, declaró en el 2009 que las cárceles uruguayas son las peores del mundo, por debajo de los peores países africanos. La Constitución dice que las cárceles servirán para rehabilitar, no para mortificar. Ese mandato no se puede cumplir por las condiciones de hacinamiento. A pesar de que en los últimos años ha mejorado notoriamente, siguen habiendo situaciones de violencia. Estas semanas han muerto varias personas en el COMCAR, por la violencia que hay dentro de los penales. Este encarcelamiento masivo, lo que hizo además fue generar un nuevo problema: el traslado de la cultura carcelaria a los barrios. Generó los ajustes de cuentas, que en algún momento se dijo que eran conflictos intra-carcelarios que tenían expresión fuera de la cárcel. Entonces ahora estamos hablando del problema del hacinamiento carcelario, de la violencia en las cárceles, de cómo darle algún contenido a la cárcel para que no sea un mero depósito de pobres y además tenemos que enfrentar el tema del ajuste de cuentas. La extorsión a los familiares de los presos, etc. Tenemos que resolver conflictos generados por la “solución” a un problema inicial que pese a todo sigue creciendo, porque la cantidad de rapiñas y hurtos no ha disminuido en los últimos años.
¿Por qué no han decrecido?
Yo creo que hay un conjunto de factores que están afectando. Si bien es cierto que se ha reducido la pobreza, siguen habiendo fenómenos muy importantes de desigualdad. Hay una pobreza absoluta y una pobreza relativa. La primera es material y monetaria, mientras que la segunda tiene que ver con cómo me comparo respecto al otro, dentro de una sociedad de consumo, pletórica de bienes y ostentosa. Yo puedo estar un poco mejor en términos monetarios, como para salir de la condición de pobreza, según parámetros que establecen que con determinado ingreso mínimo uno deja de ser pobre, pero en realidad puedo sentirme mucho más pobre que antes, porque comparativamente el resto está mucho mejor y yo sigo en las mismas condiciones. Si a mi vecino le va muy bien y a mi apenas bien, yo puedo sentir un sentimiento de frustración importante. Sigue habiendo además fenómenos importantes de desigualdad social, que tienen que ver con el mercado de trabajo. Cuando uno mira el desempleo sin duda es muy inferior al que había en el momento de la crisis, pero sigue habiendo cuatro adolescentes y tres jóvenes, por cada desempleado adulto. Sigue siendo seis o siete veces más grande la cantidad de niños pobres, respecto a los adultos mayores. La relación entre la pobreza infantil y la pobreza adulta se mantiene. El nivel de ingresos de los más jóvenes sigue siendo varias veces inferior en relación a los adultos. A eso se suma una fuerte segmentación territorial. Los Municipios A y D, concentran los peores indicadores económicos de la ciudad de Montevideo y allí es dónde se producen muchos de los episodios de violencia, que dan origen al pánico de la sociedad con relación a los adolescentes infractores. Es un error creer que porque en el último año mejoró un 4% el PBI, aquel que vive en un asentamiento ve sustantivamente modificada su calidad de vida. La persona que vive en determinado segmento caracterizado por la marginación durante décadas y generaciones, no ve ese efecto. Los beneficios supuestos de mejora de la economía, o no llegan a determinadas zonas de Montevideo o no se ven. Marconi sigue siendo el mismo tipo de barrio en el que yo iba a la escuela, casi cincuenta años atrás. No se ve un cambio sustantivo en las últimas cuatro o cinco décadas en determinados barrios de Montevideo. El problema de la infantilización de la pobreza, ya lo introdujo Juan Pablo Terra en un libro que publica en 1986: La situación de la infancia en el Uruguay. Pasaron treinta años y seguimos hablando de la infantilización de la pobreza.
Los discursos del sentido común, suelen culpar de ese tema a los pobres por tener gran cantidad de hijos.
Lo que pasa, es que hay que entender cómo determinan el horizonte de vida de las personas los profundos procesos de exclusión. Hay más oportunidades de trabajo, pero también tiene que haber capacidad y disposición para aprovechar esas oportunidades. Nadie dice que una persona que no tiene dientes, si se enfrenta a un plato de comida, no come porque no quiere. ¡No! No come porque no tiene dientes. Sin embargo, decimos que las personas pobres no trabajan porque son perezosos o son viciosos. Hay que entender los procesos de larga data. Una gurisa adolescente, que ya crío a todos sus hermanos, quiere tener el suyo. Quizás la única gratificación que les quede es esa, tener alguien que se le parezca a ella, que tenga sus mismos ojos, su misma cara, porque ya crió una cantidad de gurises que no eran de ella. Es difícil contrarrestar eso, sobre todo porque nada garantiza que si no tuviera hijos pudiera comprarse un auto cero kilómetro o ser ahorrista del Banco Hipotecario. No le podemos ofrecer la posibilidad de un proyecto de vida autónomo a cambio de que dilatara su maternidad, porque aun aquellos adolescentes pobres que no tienen hijos, se encuentran con una cantidad de muros a la hora de estudiar y trabajar.
¿Cómo es la situación de esos jóvenes con respecto a los servicios que ofrece el Estado?
Hay una encuesta del INJU que es muy significativa y está referida al mecanismo de ingreso a la primera experiencia laboral. Esta encuesta le puso validación empírica a algo que todos nosotros ya sabemos, que el 87% de los jóvenes que ingresan al mercado laboral, lo hacen por redes de contactos. Cuando le pedís a alguien un pibe para trabajar en tu kiosko, te importa muy poco si terminó el Ciclo Básico o no lo terminó. Vos lo que querés es confianza, mediante la recomendación de otra persona. Yo me pregunto, ¿cuáles son las redes de contacto para los pibes que nacieron en el Marconi? De qué te sirve terminar el Ciclo Básico con un esfuerzo enorme; urgido por las necesidades económicas que siguen sin resolverse pese a los apoyos del Estado; con dificultades de aprendizaje porque fuiste a una escuela donde la calidad no era la mejor. Los docentes no estaban todo lo dispuestos que era necesario para comprender tu problema. Empezaste a ir tarde a la escuela, no a los tres años como empiezan en promedio los gurises que viven en la costa, sino a los seis. Eso te marcó profundamente, porque tu nivel de estimulación fue inferior y van a aumentar tus dificultades de aprendizaje en la escuela. Llegaste con extra-edad a secundaria y decís: “Bueno voy a hacer las doce materias que me pide primer año del Ciclo Básico, luego doce materias más y después doce más y voy a tener el Ciclo Básico terminado, que es una credencial para ingresar ¿a dónde?, si no tengo ninguna red de contactos”.
Entonces detrás de lo que muestra la televisión, sobre el pibe que pegó un tiro en La Pasiva, hay una historia donde el Estado, en cierta medida, no pudo garantizar patrones mínimos de bienestar. No pudo garantizar derechos que son constitucionales, como el derecho a la salud, a la vivienda y a la alimentación. Es algo muy vaporoso hablar del Estado en general, cuando el Estado somos todos y, por lo mismo, no puede hacer aquello que la sociedad no desea. La última encuesta de valores mostró que la mayoría de la población uruguaya piensa que los pobres, son pobres por culpa de ellos y que no quieren progresar. El clima social y cultural de la sociedad uruguaya actual, se muestra profundamente reticente a incorporar al otro, al extraño, al pobre. Al que está en esas zonas rojas donde “se reproducen como conejos”, “lo único que hacen es consumir pasta base”, “están esperando para dar el golpe” y que “no aceptan trabajar, ni estudiar”, como si todas las opciones estuvieran abiertas.
Se habla de los “ni, ni”. Ni estudian, ni trabajan. Yo creo que debería hablarse de los “sin, sin”. Sin empleo y sin educación. Sin empleo decente y sin educación adaptada a las características de esa persona, para que sea un instrumento válido de ingreso a un mercado de trabajo, que hoy no está dispuesto a recibirlo. Hice un censo entre los 530 adolescentes privados de libertad el año pasado. El 80% de los gurises que están internados en el SIRPA, trabajaron en horno de ladrillos, quintas, ferias, cargando cajones, en la construcción. Comenzaron a trabajar en edades muy tempranas. Una de las preguntas que le hacía era: “¿Trabajaste a lo largo de tu vida?” y uno de ellos me respondió: “Sí, trabajé en un horno de ladrillos a los 12 años”, pero lo que más me impactó fue que cuando le dije: “empezaste de chico, ya a los doce años”, me respondió que su padre había empezado a los 8 años. Después empecé a preguntar y habían varios que habían empezado a los 8, 10 o 12 años. Todos trabajos informales y fuera de la ley, porque trabajar en un horno de ladrillos a los 12 años es un disparate. Entonces cuando vos estás fuera de la ley en el mercado laboral, qué reacción a la norma podés tener. Las fronteras que hay, entre los trabajos informales y determinado tipo de negocios ilegales es mucho más débil. Si a muchos de ellos se les hubiera garantizado condiciones dignas de trabajo, no estarían en el SIRPA. A nivel educativo el sistema les dijo “no podés”. El 46% de ellos se trancaron donde se trancan la mayoría de los adolescentes en el primer año de la enseñanza media. Intentaron tres o cuatro veces de hacer primer año y no pudieron. Intentaron luego la UTU y tampoco pudieron, porque les demanda una cantidad aún mayor de asignaturas y tiempo. Las mismas materias y además taller, para gurises que tienen déficit de aprendizaje. Muchos me decían que no entendían las materias. En el caso de las mujeres se debe agregar que muchas veces tienen que hacerse cargo de los hermanitos, o tienen entre 2 y 3 hijos, más la tía y la abuela. Hay una claúsula normativa en secundaria, que prevé la adaptación curricular. El proyecto educativo de ellos va a ser aprender lo que puedan aprender, según sus dificultades. Yo quisiera saber si ellos hubieran abandonado el sistema educativo con un adecuado psicodiagnóstico y padres preocupados por exigir la adecuación curricular, que por ley les corresponde.
Hay un informe del Instituto de Estadística, sobre los 136 mil jóvenes entre 14 y 25 años que son categorizados como que no estudian, ni trabajan. Cuando entrás a analizar ves que 96 mil son mujeres, de las cuales 70 mil tienen hijos a su cargo, además hay una cantidad de adolescentes que no tienen trabajo pero lo están buscando. A esto hay que incluir los que tienen dificultades de aprendizaje severa. Entrás a descontar y los “ni, ni” te quedan en 30 mil.
De tus planteos se desprende una visión del Estado como nudo de tensiones entre los intereses de diversos grupos sociales. Entonces te pregunto: ¿desde un gobierno qué quiere ser de izquierda qué se puede hacer en dos dimensiones: primero como respuesta a la estrategia de los medios y su impacto en la opinión pública y en segundo lugar para el relacionamiento con estos sectores?
Creo que un gobierno de izquierda tiene que cumplir una función pedagógica. No puede ser un gobierno ventrílocuo que reproduce lo que la sociedad le está pidiendo. Si José Batlle y Ordoñez hubiera reproducido el discurso que le trasmitía la sociedad de su época, todavía seguiríamos con corridas de toros y la pena de muerte. Las grandes figuras que marcaron la historia fueron las que tuvieron la capacidad de liderar a la opinión pública, para hacer una labor pedagógica con la sociedad hacia el cambio progresista. No hay que dejarse llevar por la opinión pública, porque eso no es un proyecto progresista, si no que se trata solo de conservar la situación en la que la sociedad está. Hay en eso un déficit general en los gobiernos progresistas uruguayos, de la región y el mundo, que en lugar de guiar a la opinión pública, son guiados por los peores sentimientos de la sociedad.
En cuanto a lo que debería hacer el gobierno por esos sectores, creo que debe hacer muchas cosas. Primero que nada garantizar sus derechos, que ningún adolescente quede impedido de estudiar, por ausencia de una oferta adecuada, o porque las instituciones le dijeron: “vos no podés, porque no sabés o no estás capacitado”. Un adolescente que quiera trabajar, no debería estar impedido por la falta de salidas laborales. El Estado debería garantizarle el acceso por lo menos a una primera experiencia laboral. Ya algo se está haciendo con el sistema de cuidados, para que ninguna mujer que quiera estudiar o trabajar lo deje de hacer porque tiene un hijo a cargo. Lo que debe de hacerse es multiplicar las oportunidades.
TOMADO DE Compañero la revista, setiembre-octubre 2016