viernes 29 de noviembre, 2024

El colonialismo y los nativos (I)

Publicado el 15/02/16 a las 6:30 am

DIEGO RIVERAEn este primer artículo de tres, Moshé Machover examina las controversias de la Segunda Internacional sobre la cuestión colonial. Comienza así un análisis difícil, oportuno y sobre todo polémico, que culminará con un acercamiento al conflicto entre Israel y Palestina. El autor es un militante socialista antisionista israelí y co-fundador de la extinta Organización Socialista de Israel (Matzpen). Hoy vive en Londres.

Por Moshé Machover 1

La colonización sionista de Palestina, que comenzó desde los inicios del siglo XX, ha generado un conflicto con características excepcionales. En esencia se trata de un enfrentamiento entre los colonos y los habitantes indígenas que los primeros continuamente intentan desarraigar y desplazar 2. Pero – de forma excepcional en este tipo de conflictos – ha adoptado la forma de una confrontación binaria entre dos grupos nacionales concretos que han cristalizado en y a través de esta colisión asimétrica: una nación colona hebrea y un solo pueblo árabe palestino indígena 3 Me gustaría presentar una visión socialista de cómo se puede resolver esta compleja conjunción de un problema nacional con dos partes y un problema de tipo colonial.

Pero antes de abordar la cuestión específica de Palestina, voy a dar un rodeo: ofrecer una visión general de la forma en que las cuestiones coloniales y nacionales fueron abordadas por nuestro movimiento durante el «largo» siglo XX. Mi propósito al hacerlo no es descubrir una formula establecida para hacer frente al problema particular de Palestina: sus singularidades excepcionales excluyen copiar los paradigmas del pasado. Y de todos modos, el balance del movimiento marxista revolucionario en estos temas está lejos de ser perfecto: contiene quizás tantos puntos ciegos y suposiciones falsas como ideas instructivas y orientaciones válidas. Sin embargo, no podemos simplemente ignorar o pasar por alto la tradición de la que somos herederos, pero debemos comprometernos con ella dialécticamente y ofrecer una perspectiva del pasado a las inquietudes presentes.
Esto requerirá una breve serie de artículos. El actual 1 es la primera parte de la serie y consiste en una serie de observaciones no sistemáticas sobre las controversias en relación a las cuestiones coloniales y nacionales durante el período de la Segunda Internacional.

Resoluciones sobre el colonialismo

La Segunda Internacional inicialmente tomó una posición anticolonialista aparentemente sin ambigüedades 4. Así, el Cuarto Congreso (Londres, 1896) adoptó una resolución condenando el colonialismo (así como afirmando el derecho de las naciones a la autodeterminación) 5. El Sexto Congreso (Amsterdam , 1904) adoptó una resolución presentada por el Partido Socialdemócrata Alemán «contra la política colonial e imperialista» 6. Un informe sobre el colonialismo, escrito a petición de la Oficina Socialista Internacional (ISB), 7 fue presentado al congreso por Henry M . Hyndman, dirigente de la Federación Socialdemócrata de Gran Bretaña 8. Hyndman se concentró en el colonialismo británico, que condenó rotundamente:
“Nadie mantiene hoy en día que las campañas en el Sudán, en el este de África, en la costa oeste, y el Tíbet se realizan por el bien de la cristiandad y la civilización. Esa pretensión miserable ha sido abandonada. La bandera británica, como el bucanero Cecil Rhodes afirmó, es «un activo comercial», para ser explotado por sus amos y dueños, los capitalistas de Gran Bretaña, bien sean originarios o extranjeros … Por su tratamiento de cafres, indios, chinos y negros, los políticos ingleses han demostrado al mundo que el trabajo forzoso y la esclavitud por deudas ahora son parte esencial de la maquinaria de la explotación capitalista en el extranjero, de la misma manera que el engaño y el trabajo extenuante de los desposeídos asalariados son sus métodos habituales de organización industrial en la metrópoli. Nadie, hasta ahora, se ha atrevido a abogar explícitamente por un retorno de la esclavitud en las posesiones británicas; pero ya existe, y se está extendiendo rápidamente, casi sin protestas”.
Y reservó su denuncia más vehemente a la dominación británica de la India: «el mayor y más poblado imperio que jamás cayó bajo el control de otra nación»:
“India es el principal y más terrible ejemplo histórico de la crueldad, la codicia y la miopía de la clase capitalista. Incluso los horrores de la dominación española en América del Sur quedan empequeñecidos en la insignificancia en comparación con el cálculo frío, la infamia económica que ha matado de hambre, y todavía mata, deliberadamente, a millones de personas en la India británica”.
Esta postura anticolonialista, aparentemente coherente, de la Segunda Internacional fue cuestionada internamente por primera vez en el VII Congreso (Stuttgart, 1907). Los revisionistas eran mayoría en la comisión que preparó el Congreso y su proyecto de resolución sobre la cuestión colonial, presentado por el delegado holandés, Hendrick van Kol, 9 afirmó que «el Congreso no condena, en principio, toda política colonial, porque una política colonial socialista podría desempeñar un papel civilizador».
Lenin, que apenas podía contener su incredulidad y desprecio, informa que en el debate «Bernstein y David instaron a aceptar una «política colonial socialista» y atacaron en tropel a los radicales por su estéril actitud negativa, su incapacidad para apreciar la importancia de las reformas, su falta de un programa colonial práctico, etc «10. Eduard David, un líder del SDP alemán, lo expuso sin rodeos: «Europa necesita colonias», dijo. «No tiene suficientes. Sin ellas, estaríamos económicamente como China»11.
Sin embargo, Kautsky, en contra de la mayoría de la delegación alemana, instó al Congreso a rechazar el proyecto de resolución de Van Kol. Su intervención – de la que Lenin informó con aprobación – obtuvo la mayoría, y el movimiento revisionista fue derrotado por 128 votos contra 108 (los 10 delegados suizos se abstuvieron). 12
Los revisionistas no se rindieron, y en la siguiente reunión de la ISB (Bruselas, 1908) van Kol presentó un informe instando a una política colonial «positiva» de la socialdemocracia. «Todo el informe estaba saturado con un espíritu, no de lucha de clases proletaria,» comenta Lenin, «sino de las reformas más pequeño burguesas – y, peor aún, burocráticas que imaginar quepa”. En conclusión, sugirió que se nombrase un comité con representantes de los cinco principales países con colonias para elaborar un programa colonial social demócrata. De nuevo, como Lenin relata con aprobación, Kautsky encabezó la oposición a Van Kol y sus partidarios; y este, «comprendiendo que su resolución tendría «un entierro de primera clase”, la retiró voluntariamente». 13
Sin embargo, la posición anticolonialista de la mayoría de Stuttgart – dirigida por Kautsky y apoyada por Lenin – sufría de ciertas debilidades. Una de ellas es obvia en retrospectiva. Los pueblos colonizados – con la excepción parcial de la India, cuyo Congreso Nacional fue el único partido de un pueblo colonizado representado en la Internacional – eran vistos principalmente como objetos en vez de sujetos capaces de liberarse del yugo colonial. Se suponía que el colonialismo llegaría a su fin tras el derrocamiento del capitalismo y la conquista del poder por el proletariado en los países capitalistas avanzados. La noción de que los pueblos colonizados de Asia, por no hablar de África, pudiesen ganar su independencia formal en un mundo todavía dominado por el capitalismo no parecía posible a los marxistas revolucionarios de la época. La idea misma les habría resultado inconcebible.
Pero, como veremos, había algo más profundamente erróneo en la posición mayoritaria de la Segunda Internacional sobre el colonialismo – al menos en la posición de su exponente principal, Karl Kautsky.

La tipología de Kautsky

Tras el Congreso de Stuttgart de la Segunda Internacional, Kautsky escribió un panfleto polémico, El socialismo y la política colonial (1907), en el que elaboró la posición que había defendido en el Congreso y sus argumentos en contra del revisionismo de Van Kol et al. 14. Todas las citas que siguen de Kautsky son de este folleto – un documento muy importante, que merece ser leído con atención y críticamente.
Pero aquí quiero centrarme en un tema: la distinción que Kautsky dibuja entre dos tipos de colonias: «colonias de trabajo» y «colonias de explotación». Esta distinción la había formulado efectivamente mucho antes: en el folleto de 1907 se refiere a un artículo que publicó en 1880 15; y la misma distinción se describe brevemente en su serie de tres artículos de 1898, “La política colonial, pasado y presente». (Este trabajo, bastante inferior pero muy influyente, está disponible en inglés, con una introducción crítica y explicativa de Mike Macnair, que recomiendo encarecidamente 16. Esta es la formulación de Kautsky de 1907:
“La colonia de trabajo es un asentamiento de miembros de las clases trabajadoras de la metrópoli: artesanos, trabajadores asalariados, y en particular, de campesinos. Abandonan su país de origen para escapar de la presión económica o política, y fundar un nuevo hogar para liberarse de esa presión Dicha colonia descansa en su propio trabajo, y no en el trabajo de los indígenas sometidos.
Por otro lado, la colonia de explotación es un asentamiento de los miembros de las clases explotadoras de la metrópoli, cuyo saqueo no les basta, y, por lo tanto, aspiran a ampliar su campo de explotación. Van a las colonias no con el fin de encontrar un nuevo hogar, sino para abandonarla cuando la han exprimido lo suficiente; no para escapar de la presión en casa, sino para poder ejercer una presión aún mayor que en la madre patria. La utilidad económica de una colonia de este tipo no se basa en el trabajo de los colonos, sino en el saqueo o el trabajo forzado de los indígenas”.
Kautsky se equivoca al afirmar que los colonos no encuentran un nuevo hogar en una colonia de explotación, y «la abandonan cuando la han exprimido suficiente [??]». Quizás pueda ser cierto en el caso de los colonos magnates más ricos; pero en realidad, muchos se quedaron, a menos y hasta que fueron expulsados.
Sin embargo, aparte de esto, una distinción en este sentido es absolutamente básica y debe ser el punto de partida de cualquier discusión sobre las colonias y, en general, de la colonización. (Digo «en general», ya que la colonización no ocurre necesariamente en una colonia. Por ejemplo, la colonización del territorio de los Estados Unidos por los colonos europeos continuó mucho después de la independencia). Los dos tipos de colonización difieren fundamentalmente en su economía política , en la formación socio-política a la que den origen, y en su dinámica y resultado final.
Ciertamente, las primeras preguntas que un examen marxista de cualquier formación social debe plantear son: ¿Quiénes son los productores directos? ¿Cuál es la forma en la que se produce el sobreproducto social? Quien se apropia de ese excedente? De hecho, la tipología de Kautsky se insinúa originariamente en el propio Marx, que se refiere a lo que Kautsky llama «colonias de trabajo» como «colonias propiamente dichas»: un término que suena algo desconcertante para los oídos acyuales. 17
Por ello no es de extrañar que Kautsky no estubiese solo a la hora de hacer esta distinción de dos tipos de colonias. Incluso Hyndman – de ninguna manera un marxista destacado – hizo una diferenciación similar, aunque no claramente articulada, en su informe de 1904 citado anteriormente, utilizando el término de Marx, «colonias propiamente dichas».
Mientras estoy con el tema de la terminología, permítanme señalar que el término de Kautsky, «colonia de trabajo», no es satisfactorio: se centra unilateralmente en lo que los colonos hacen y alude a su origen de clase, pero hace caso omiso de la población indígena colonizada. Como veremos más adelante, detrás de este sesgo terminológico se esconde uno más grave y sustantivo.
La actual, y relativamente nueva, disciplina académica y literaria de estudios poscoloniales utiliza una tipología de las colonias más o menos similar a la de Kautsky, aunque los académicos y escritores no marxistas tienden a estar menos interesados en la economía política subyacente y preocuparse más por cuestiones de racismo y arrogancia cultural. En esta disciplina, lo que Kautsky llama «colonia de trabajo» se conoce generalmente como un «asentamiento de colonos». Me parece este último término incluso menos satisfactorio que el anterior: además de ser unilateral, también es claramente engañoso. De hecho había colonos en ambos tipos de colonia, aunque su número relativo obviamente era menor en las colonias de explotación.
Poco antes de la guerra de junio de 1967, en la organización socialista israelí Matzpen, sin conocer los escritos de Kautsky sobre el colonialismo, pero haciendo lo que considerábamos una observación marxista elemental, dibujamos la siguiente distinción entre dos tipos de colonización:
“La colonización sionista de Palestina difiere en un aspecto básico de la colonización de otros países: mientras que en otros países los colonos establecieron su economía en la explotación del trabajo de los habitantes indígenas, la colonización de Palestina se llevó a cabo a través de la sustitución y expulsión de la población indígena”. 18
Por «otros países» queríamos decir los principales escenarios contemporáneos de la lucha de liberación de los pueblos colonizados: Argelia, que unos años antes había ganado su independencia de Francia (entonces principal patrocinador imperialista de Israel); y Sudáfrica (cuyo régimen de apartheid era un estrecho aliado de Israel).
Naturalmente, éramos conscientes de que Palestina no era de ninguna manera una excepción: históricamente había habido otros lugares – como América del Norte y Australia – donde la población indígena había sido desplazada y en su mayor parte excluida de la economía política de los colonos, en lugar de ser explotada, y con ello integrada como gentes subyugadas pero indispensables.
En esencia, nuestra tipología era evidentemente la misma que la de Kautsky, y utilizamos exactamente la misma categoría para definir uno de los dos tipos: la explotación, una relación de dos caras entre explotadores y explotados. Pero hay una diferencia significativa en la caracterización del otro tipo: mientras Kautsky lo hace en términos de lo que los colonos hacían, la nuestra era en términos de lo que hacían al pueblo indígena.
Creo que «la colonización con exclusión» es una descripción correcta de este último tipo de proceso. Y voy, en consecuencia, a preferir este término al de «colonia propiamente dicha» de Marx, o a la «colonia de trabajo» de Kautsky, y el «asentamiento de colonos» de los académicos post-colonialistas.
Por supuesto, como se llama a un tipo de colonia es menos importante que lo que se dice sobre ella. Marx, que en un principio fue un tanto ambiguo sobre el colonialismo – viéndolo como un motor para el progreso, al tiempo que condenaba su brutalidad, se fue haciendo más mordaz en sus últimos años 19. Esto es lo que tiene que decir sobre el tema en su discusión sobre la génesis del capitalismo industrial:
“Del sistema colonial cristiano, W Howitt, un hombre que hace del cristianismo una especialidad, dice: «Las barbaridades y atropellos desesperados de la llamada raza cristiana, a lo largo de todas las regiones del mundo, y sobre todos los pueblos que ha sido capaz de subyugar, no tiene paralelo con ninguna otra raza, por muy feroz que fueran, por muy ignorantes, por muy carentes de misericordia y vergüenza que fueran, en cualquier época de la Tierra «…
El tratamiento de los aborígenes era, naturalmente, más espantosa en las colonias de plantaciones destinadas sólo al comercio de exportación, tales como las Antillas, y en los países ricos y bien poblados, como México y la India, que fueron destinados al saqueo. Pero incluso en las colonias propiamente dichas, el carácter cristiano de la acumulación primitiva nunca deslumbró.
Esos virtuosos sobrios del protestantismo, los puritanos de Nueva Inglaterra, por decreto de su asamblea en 1703 establecieron una prima de 40 £ por cada cuero cabelludo indio y cada piel rojo capturado: en 1720 un premio de 100 por cada cuero cabelludo; en 1744, después de que Massachusetts-Bay hubiese proclamado una determinada tribu como rebeldes, los siguientes precios: para un cuero cabelludo masculino de 12 años o mayor: 100 £ (nueva moneda), por un prisionero masculino: 105 £, para las mujeres y niños prisioneros: 50 £, para los cueros cabelludos de las mujeres y los niños: 50 £.
Algunas décadas más tarde, el sistema colonial tomó venganza contra los descendientes de los piadosos padres peregrinos, que mientras tanto se habían vuelto unos sediciosos. A instancias inglesas y pagados por los ingleses, fueron abatidos a tomahawk por los pieles rojas. El Parlamento británico proclamó que su caza y arranque de sus cabelleras era «un medio que Dios y la naturaleza nos han ofrecido». 20
Hyndman, por el contrario, mientras que condena con vehemencia el colonialismo de explotación, tiene grandes elogios para el otro tipo:
“Las colonias propiamente dichas …, incluso cuando fueron creadas inicialmente como asentamientos de convictos, obtuvieron poco a poco el derecho de autogobierno, después de enfrentamientos más o menos duros y a veces sangrientos con la camarilla oficial que representaba la vieja idea de dominación de la metrópoli. Así ha ocurrido en Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Tasmania y el Cabo, que son comunidades tan completamente libres y autónomas como la misma Gran Bretaña. Son, de hecho, las democracias más cabales existentes en el planeta; y aquellos asentamientos de colonos, como los franceses en Canadá, que han pasado bajo control inglés por tratado después de guerra, se les permite tener sus propias leyes y su propia lengua, como si nunca se les hubiera anexado”. 21
Omite mencionar que, como preludio a la institución de la democracia más profunda existente en el planeta en Tasmania, sus pueblos indígenas fueron cazados, algunos deportados y el resto exterminados: la forma más radical de exclusión.
Además, incluir el Cabo, en Sudáfrica, entre las colonias «propiamente dichas» debería haber sido considerado un error ya en 1904 (¡después de la Guerra de los Boers!). La fundación en 1888 de De Beers Consolidated Mines, presidida por Cecil Rhodes, había marcado claramente un giro definitivo e irreversible hacia una economía política basada en la explotación de la fuerza de trabajo indígena. Que el Cabo fuese una de las democracias más cabales existentes en el planeta, era algo difícil de conciliar con las severas restricciones al derecho de voto de los negros introducidas en 1892 por el mismo Cecil Rhodes, ahora desde su cargo de primer ministro de la colonia.

Kautsky sobre las «colonias de trabajo ‘

Si bien la exposición de Hyndman sobre este tipo de colonias es breve y somera, Kautsky dedica todo el capítulo IV de su folleto de 1907 a las «colonias de trabajo». Su discusión aquí es ciertamente más sofisticada y matizada, pero su actitud hacia esas colonias no es muy diferente de la de Hyndman. Comienza observando que:
“Las colonias de trabajo son posibles para las naciones europeas solamente en climas templados; en las zonas calidas los europeos no puede realizar el trabajo pesado que exige el cultivo en una colonia. Sólo son posibles en las regiones muy poco pobladas, en las que predomina un modo muy primitivo de producción, tal vez la caza, que requiere inmensos territorios para sostener a un solo individuo. En los territorios densamente poblados con una producción desarrollada, los colonos, por supuesto, no encuentran lugar, ni encontrarían la libertad que exigen, porque allí de nuevo tropiezan con la propiedad privada de la tierra, la renta del suelo, el Estado y las estructuras militares, de las que habían tratado de escapar”.
Y concluye que la colonización con exclusión es una cosa del pasado:
“Todos aquellos territorios que pueden considerarse como posibles colonias de trabajo ya están ocupados, y de hecho se han convertido en Estados independientes, formalmente, en muchos casos: los Estados Unidos, Canadá, Sur de Brasil, Argentina, Chile, Australia, África del Sur. Todos ellos han dejado de ser objeto de una política colonial europea, trabajando de manera civilizadora que les permita desarrollar sus fuerzas productivas; algunos de ellos, por el contrario, tienen el potencial de desarrollar una civilización superior y unas fuerzas productivas mejores que Europa”.
Kautsky, como Hyndman, se equivocaban por completo al incluir a Sudáfrica entre las “colonias de trabajo». Esto es aún más desconcertante, porque él mismo se refiere en el capítulo VIII del mismo folleto a «los cafres [que trabajan] en las minas de oro y diamantes de Sudáfrica». Así que era perfectamente consciente de que en este sector cada vez más dominante de la economía del país – que describe como el «reino … del capitalismo moderno, del sistema de trusts y del dominio de la industria por las altas finanzas» – el trabajo lo hacían los «cafres» en lugar del colono-propietario», el señor Cecil Rhodes», a quien menciona por su nombre.
Su implicación de que ninguna nueva colonia de exclusión («colonia de trabajo») podía tener lugar, resultó ser casi exacta – con la única excepción de Palestina, que es precisamente el objeto de esta serie de artículos. El hecho de que Palestina estuviese relativamente «muy poblada … con una producción desarrollada», con una bien establecida «propiedad privada de la tierra, renta del suelo, Estado y estructuras militares», no resultó un obstáculo insuperable para la colonización sionista de exclusión. Hasta 1948, la tierra privada tuvo que ser comprada a sus propietarios, en su mayoría absentistas, y acto seguido sus campesinos aparceros podían ser desalojados.
Esta era la única «colonia de trabajo» formalizada del mundo: la prohibición de que los colonos empleasen árabes palestinos fue impuesta por las organizaciones sindicales sionistas. En 1948, con las «estructuras estatales y militares» en manos de los colonos, la gran mayoría de los habitantes palestinos indígenas en lo que se convirtió en Israel fueron expulsados y limpiados étnicamente 22. La minoría que se quedó atrás fueron despojados de gran parte de sus tierras por diversas formas de robo legal 23. Estos métodos de adquisición de tierras se extendió después de la guerra de 1967 a los Altos del Golán sirios (limpieza étnica masiva) y a Cisjordania (robo legalizado).
Pero permítaseme volver a la discusión de Kautsky de las antiguas colonias de exclusión. Para obtener su verdadero sabor debe ser citado con cierta extensión:
“Si los colonos de la civilización europea llegan a una tierra prácticamente despoblada, y se dedican a su cultivo, levantan de inmediato su poder productivo. Sustituyen una economía atrasada, que casi no produce, sino que en su lugar colecta principalmente lo que la naturaleza ofrece libremente, con los métodos de producción más desarrollados de su tiempo. Aún más: liberados de presiones ocultas, y de la carga de la renta de la tierra, de los impuestos, del servicio militar, etc, son capaces de desarrollar las fuerzas espirituales y materiales con mucha más libertad que en la metrópoli. No se limitan a sustituir la pequeña fuerza productiva de los salvajes con la fuerza productiva desarrollada que corresponde con su nivel cultural, sino que son capaces de desarrollar su propia fuerza productiva mucho más rápido que en la metrópoli, y así convertirse en uno de los motores de gran alcance para el desarrollo de la fuerzas productivas generales de la humanidad. El ejemplo más brillante de esto lo proporcionan los Estados Unidos de América.
Ciertamente, no podemos tener una actitud de rechazo a este tipo de colonialismo. Pero ¿no entramos así en conflicto con nuestro rechazo a todo tipo de dominación colonial? De ningún modo. Estas colonias originadas en el esfuerzo por escapar de la dominación de clase, no descansan en la explotación y la opresión de los indígenas, sino en el propio trabajo de los colonos. Por lo tanto, estos últimos no están creando un nuevo tipo especial de dominación de clase sobre los nativos. Ciertamente, hasta el presente, esto ha provocado en todas partes la represión, y a menudo la destrucción total, de los indígenas, pero eso no fue el resultado inevitable de este tipo de colonialismo.
Los territorios abiertos al cultivo son tan extensos en estos casos que son fácilmente lo suficientemente grandes para sostener tanto a los nuevos colonos como a los antiguos habitantes, si éstos fueran instruidos y civilizados y se familiarizasen con el nuevo modo de producción. Pero estos colonos eran campesinos, y, más que cualquier otra clase, los campesinos carecen de la flexibilidad y la comprensión para amoldarse a un medio extraño. Es el resultado de su inmovilidad y aislamiento, lo que limita su horizonte a la comarca, especialmente allí donde las relaciones comerciales están poco desarrolladas.
El campesino también está demasiado absorto en su trabajo para encontrar tiempo para integrarse felizmente en una estructura exterior y actuar como educador y civilizador. Todos los intentos en esta dirección realizados con respecto a los salvajes en las colonias campesinas fueron abandonados en muy corto tiempo, no porque fuera imposible civilizar a los salvajes, sino porque era complicado; y el campesino se enfrenta al salvaje sin comprensión y con desconfianza desde el principio. La naturaleza peculiar del salvaje, libre y audaz, parecía paganismo inmoral y maldad diabólica a los provincianos campesinos y pequeñoburgueses que llegaron de Europa. Así estallaron fácilmente unos conflictos que acabaron sucesivamente en una hostilidad profunda e interminable.
Así que nunca hubo un trabajo sistemático y permanente de ilustración de los salvajes en las colonias campesinas. Pero que era posible lo demuestra el éxito brillante de los jesuitas en Paraguay, que elevaron a unos 100.000 indios salvajes a un nivel significativo de capacidad productiva, sin el uso de armas, sin sometimiento – de hecho, porque las armas no fueron utilizadas – hasta la intervención violenta de los españoles destruyó su trabajo. Debemos lamentar enormemente que en las colonias de trabajo los nativos no fueran igualmente civilizados, preservados y convertidos en ciudadanos útiles del país. Pero eso no debe hacernos olvidar las ventajas masivas de tales colonias para el desarrollo de la fuerza productiva humana”.
A los lectores actuales les parecerá chocante referirse a pueblos cazadores-recolectores como «salvajes». Pero en la época era el término estándar para este tipo de sociedades. Fue utilizado por el antropólogo pionero, Lewis H Morgan, y por Engels tras él (en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado) en un sentido carente de valores que sin duda no tenía connotación de crueldad. De hecho, algunos de los antiguos usos literarios del término, lejos de ser despectivo, tenían una connotación bastante positiva:
“Soy tan libre como el primer hombre surgido de la naturaleza …
Así surgieron las primeras leyes de servidumbre …
Cuando corría por los bosques salvajes el buen salvaje …” 24
Sin embargo, Kautsky debía saber que no todos los nativos de las colonias con exclusión eran «salvajes» en ningún sentido del término. En algunos casos, eran ellos los que tenía mucho que enseñar a los colonos sobre los cultivos locales y los métodos de cultivo.
Kautsky no puede ser acusado de ignorar la devastación causada en sociedades previamente aisladas por la exposición a las enfermedades contagiosas, contra las que no tenían inmunidad. Fue poco comprendido en el momento en que ocurrió. Pero lo que es verdaderamente impactante es su actitud condescendiente hacia los pueblos indígenas «salvajes», su creencia de que la colonización no violenta de su «tierra prácticamente deshabitada» era posible, y su confianza en la posibilidad de un tarea benigna y civilizatoria «de ilustración de los salvajes».
El contraejemplo que aduce – «el éxito brillante de los jesuitas en el Paraguay» – era una rara, incluso única, excepción paternalista: el tipo de excepción que confirma la regla. 25 La idea de que la «intervención violenta de los españoles» fue un accidente evitable es bastante inverosímil. En cualquier caso, la verdadera cuestión no es si la colonización benigna es lógicamente posible, sino si es probable.
El intento de Kautsky de culpar de la brutalidad habitual de la colonización con exclusión a la psicología de clase de los colonos campesinos y pequeño burgueses, además de ser causalmente ofensiva para los campesinos, es poco convincente. Para hacer posible el asentamiento de colonos, tenía que ponerse a su disposición tierra; y eso significaba desposeer a sus antiguos usuarios – bien fuesen cazadores-recolectores, pastores o agricultores nómadas – y perturbar su modo tradicional de la existencia. No es probable que ninguna sociedad acepte tal desposesión y perturbación de su vida sin resistencia, y ninguna comunidad de colonos es probable que considerase esa resistencia como otra cosa que una agresión de los salvajes e incivilizados nativos.

Debates sobre la cuestión nacional

Los debates sobre la cuestión nacional en la II Internacional son bastante conocidos por los marxistas de nuestra época, aunque de una manera unilateral, a través de los artículos polémicos de Lenin 26. Estos fueron escritos principalmente contra Rosa Luxemburgo, que había lanzado un fuerte ataque con motivo de la inclusión del apoyo al derecho a la autodeterminación nacional en el programa del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia 27.
Una tercera posición, distinto tanto de Luxemburgo como de Lenin, fue la defendida por el marxista austríaco Otto Bauer, y adoptada por el Bund judío. Esa tercera posición exigía la autonomía lingüística y cultural, basado en la afiliación personal, no territorial, para todos los grupos nacionales / lingüísticos 28. El ensayo de Kautsky sobre la cuestión nacional está también disponible en inglés 29. Una útil re-evaluación crítica de la cuestión puede encontrarse en una serie de tres artículos de Mike Macnair en julio de 2015 en Weekly Worker 30.
No voy a tomar partido aquí en este viejo debate, y me limitaré a algunas observaciones en relación con su contexto.
En primer lugar quiero señalar que, a pesar de que los distintos participantes en los debates anteriores a 1914 discutieron la cuestión nacional en general, invocando ejemplos de diversas partes del mundo, su principal preocupación era el problema de las nacionalidades subordinadas y oprimidas en los imperios austro-húngaro ruso.
En segundo lugar, este problema se abordó no sólo porque, como Luxemburgo observó, «el deber del partido de clase del proletariado de protestar y resistir la opresión nacional surge … exclusivamente de la oposición general al régimen de clases y de todas las formas de desigualdad social y dominación social: en una palabra, desde la posición fundamental del socialismo»31. Más bien, lo que estaba específicamente en juego era la necesidad de reforzar la unidad de clase transnacional del proletariado en la lucha por el socialismo.
La mayoría de los marxistas revolucionarios de la época creían que esa lucha estaba llegando a un punto crítico, y que la revolución socialista estaría al orden del día en Europa en un futuro no muy lejano. En este contexto, los problemas nacionales, con su potencial de división de la unidad de la clase obrera, presentaban un grave peligro que necesitaba ser neutralizado. Pero había una fuerte división de opiniones sobre cual era la mejor manera de prevenir la fragmentación del movimiento obrero en líneas nacionales.
Por otra parte, había consenso entre los participantes en estos debates de que, como Rosa Luxemburgo lo resumió, «el intento general de dividir todos los estados existentes en unidades nacionales y redefinirlos según el modelo de estados y estaditos nacionales es completamente inútil e, históricamente hablando, una empresa reaccionaria» 32. Ninguno de ellos estaba a favor de fomentar esa «empresa reaccionaria «. La secesión nacional era aceptable sólo en casos excepcionales.
Esto es cierto, en particular, en relación con la posición del POSDR, ardientemente defendida por Lenin. La defensa del «derecho a la autodeterminación nacional, incluyendo la separación», a menudo se ha malinterpretado como un apoyo positivo a la separación. Pero, como Lenin mantuvo siempre, no era nada de eso. En todo caso, era todo lo contrario. Luxemburgo dio, de hecho, en el clavo cuando afirmó que:
“La única directriz que aporta [el derecho a la libre determinación] a la política práctica es de carácter puramente negativo. El deber de resistir todas las formas de opresión nacional no incluye ninguna explicación de que condiciones y formas políticas debe recomendar el proletariado con conciencia de clase en Rusia en el momento actual como solución para los problemas de las nacionalidades de Polonia, Letonia, los Judíos, etc, o qué programa debe presentar para hacer frente a los diferentes programas de la burguesía, nacionalistas y partidos pseudo-socialista en la actual lucha de clases” 33.
De hecho, aunque Lenin no lo explicó de esta manera, el «derecho a la autodeterminación», tal y como lo interpretaba él era una formulación positiva de un principio «puramente negativo»: la oposición a cualquier coacción, a cualquier uso de la fuerza, por una nación dominante contra una subordinada en un intento de prevenir la secesión de esta última. Este era especialmente un deber de los socialistas pertenecientes a la nación dominante. Pero eso no implicaba el apoyo a la secesión como norma. Por el contrario, la posición por defecto era la promoción de la no-secesión; y el apoyo positivo a la separación era visto como una excepción, una medida de último recurso.
El resultado de la Primera Guerra Mundial, y especialmente la Revolución Rusa, supuso un cambio radical del contexto de las cuestiones coloniales y nacionales abordadas por los marxistas revolucionarios. Volveré a este tema en próximo artículo de esta serie.

Notas:
1. Esta es una versión editada y ampliada de una charla pronunciada en la Universidad Comunista del CPGB el 21 de agosto de 2015. Estoy en deuda con el camarada Mike Macnair por sus útiles comentarios.
2. Véase mi libro Israelis and Palestinians: conflict and resolution London 2012, chapter 33. Also http://tinyurl.com/27zk26x.
3. Uso «pueblo», como un sustantivo singular, para denotar el componente árabe palestino de una entidad más amplia, la nación pan-árabe.
4. Pero sólo en apariencia. Voy a explicar esta calificación a continuación.
5. www.marxists.org/history/international/social-democracy/index.htm#1917.
6. www.marxists.org/history/international/social-democracy/1903/dresden-resolution.htm#amsterdam.
7. La ISB, creada en el V Congreso (Paris 1900) era la organización permanente de la Segunda Internacional.
8. HM Hyndman, ‘Colonies and dependencies: report to the International Socialist Congress, held at Amsterdam, August 14-20 1904’: www.marxists.org/archive/hyndman/1904/08/colonies-dependencies.htm .
9. Hasta entonces, Van Kol había sido el principal portavoz de la Internacional para temas coloniales, poseía una plantación en Java y mantenía puntos de vista abiertamente racistas. Ver J Riddell, ‘How socialists of Lenin’s time responded to colonialism’: https://johnriddell.wordpress.com/2014/12/14/how-socialists-of-lenins-time-responded-to-colonialism.
10. VI Lenin, ‘The International Socialist Congress in Stuttgart’: www.marxists.org/archive/lenin/works/1907/oct/20.htm.
11. J Riddell op cit.
12. VI Lenin op cit.
13. VI Lenin, ‘Meeting of the International Socialist Bureau’: www.marxists.org/archive/lenin/works/1908/oct/16b.htm.
14. K Kautsky Socialism and colonial policy (1907). English translation: www.marxists.org/archive/kautsky/1907/colonial/index.htm.
15. K Kautsky, ‘Soll Deutschland Kolonien Gründen?’ (‘Should Germany found colonies?’), en RF Seyfferth (ed) Staatswissenschaftliche Abhandlungen (1880).
16. K Kautsky, ‘Past and present colonial policy’ (1898). English translation by B Lewis and M Zurowski with a critical introduction by M Macnair, London 2013. Available from http://cpgb.org.uk/pages/books/32/karl-kautsky-on-colonialism-2013.
17. Ver la cita de El Capital, Vol I, capítulo 31. Es posible que Marx partiera de la antigua definición romana de colonia, una donación de tierra a ciudadanos romanos o veteranos de las legiones.
18. ‘The Palestine problem and the Israeli-Arab dispute’, Declaración de la Organización Socialista Israelí (Matzpen), 18 de mayo 1967. Reproducida en M Machover Israelis and Palestinians: conflict and resolution Chicago 2012, p13. También en http://tinyurl.com/opx2guo.
19. Ver KB Anderson Marx at the margins: on nationalism, ethnicity and non-western societies Chicago 2010.
20. K Marx Capital Vol 1, chapter 31.
21. HM Hyndman op cit.
22. I Pappe The ethnic cleansing of Palestine London 2006.
23. S Jiryis Arabs in Israel London 1976.
24. J Dryden The conquest of Granada act 1, scene 1.
25. Este excepcional episodio, las llamadas Reducciones, es el tema de la película de Roland Joffé de 1986, La Misión, con Robert De Niro y Jeremy Irons.
26. VI Lenin, ‘The right of nations to self-determination’ (1914): www.marxists.org/archive/lenin/works/1914/self-det/index.htm; ‘The discussion on self-determination summed up’ (1916): www.marxists.org/archive/lenin/works/1916/jul/x01.htm.
27. R Luxemburg, «La cuestión nacional ‘(1909): www.marxists.org/archive/luxemburg/1909/national-question/index.htm.
28. O Bauer Die Sozialdemokratie und die Nationalitätenfrage (1907); Traducción al inglés: The question of nationalities and social democracy Minnesota 2000
29. K Kautsky, «Nacionalidad e internacionalidad» (1907-08). Traducción al inglés de B Lewis – parte 1: Crítica Vol 37, N º 3, agosto de 2009, pp371-89; parte 2: Crítica Vol 38, N º 1, febrero de 2010, pp143-63.
30. ‘Democracy and rights’ Weekly Worker July 9 2015; ‘Nation-state and nationalism’, July 16 2015; ‘Self-determination and communist policy’, July 23 2015.
31. R Luxemburg op cit.
32. Ibid.
33. Ibid.

TOMADO DE  http://www.sinpermiso.info/textos/el-colonialismo-y-los-nativos-i

Traducción: G. Buster

FUENTE ORIGINAL http://weeklyworker.co.uk/worker/1087/colonialism-and-the-natives/

 

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