Sader: “Los gobiernos progresistas tienen un horizonte de futuro”
Publicado el 21/12/15 a las 6:30 am
En días recientes el sociólogo, politólogo y escritor brasileño, Emir Sader, de visita en La Paz, se entrevistó con un equipo de La Época para atender nuestras inquietudes acerca de la coyuntura política regional tras las presidenciales argentinas y parlamentarias en Venezuela.
Igualmente, la plática versó sobre los recientes ataques a la presidenta brasileña Dilma Rousseff, las tesis del supuesto “fin de ciclo” del progresismo latinoamericano, entre otros temas.
Javier Larraín.- Recientemente, el Congreso de Brasil dio curso a un juicio político contra Dilma Rousseff por “delitos de responsabilidad”, ¿de qué se le acusa y cuál es la gravedad del caso?
Emir Sader.- Hay dos acusaciones y ninguna de las dos da razón para un juicio. Una tiene relación con cuentas del gobierno, balances de un año al otro, cosas así; son acusaciones que no tienen trascendencia.
El tema de fondo es la fragilidad del gobierno, por eso es acusado, porque se debilitó por las políticas llevadas a cabo este año; los opositores se dan cuenta de su falta de apoyo. Es claro que disminuyó el apoyo, justamente los que han votado por ella, que no se han pasado para el otro lado, están descontentos, pero Lula sigue siendo favorito para ganar el 2018.
Rousseff ganó por un margen pequeño y creo que hizo una lectura equivocada de lo que habría que hacer.
Porque pactó con la oposición parte del Gabinete
No tanto eso, ella asumió la idea de que había que hacer un ajuste a las cuentas públicas, pero tiene un plan de ajuste que penaliza a los trabajadores, que es económicamente ineficiente porque del corte de recursos no se reinvierte en la retoma de desarrollo y, además, es políticamente desastroso porque la dejó aislada, las encuestas hechas por la prensa de derecha le dan 7 o 9 % de apoyo después de haber ganado con más del 50.
Es cierto que Dilma perdió apoyo, por ahí la atacan, a lo que hay que sumar que en el horizonte de la próxima elección está Lula, por lo cual intentan hacer una ruptura institucional ahora. Hacen dos cosas, primero, ataques a Lula intentando elevar el rechazo a su nombre, y segundo, debilitarla a ella.
¿Causa real daño esa política desestabilizadora de la derecha?
Causa daño porque paraliza al país, centraliza la agenda en el tema del impeachmet. Es una presidenta de todas maneras –nadie dice que está envuelta en corrupción– pero está bajo el impeachmet. Entonces, en el marco general de América Latina aparece como desgastada, bajo acusación.
En ese marco se consolida la idea de que el 2015 fue un año de recuperación de la iniciativa por parte de la derecha, con Argentina, Brasil, Venezuela, Ecuador, localmente en Bolivia, y lo de Dilma consolida esa imagen de cambio de relación de fuerzas.
¿Qué lectura tiene de lo sucedido en las parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela?
Creo que habría que hacer un análisis profundo, ya de antes –a mi juicio– haberse tirado un objetivo, en un cambio de correlación de fuerza internacional muy negativo en las últimas décadas, como el proyecto del socialismo del siglo XXI –sin hacer el balance del socialismo del siglo XX, que fue una derrota monumental en tanto nunca una potencia en la historia desapareció sin resistencia– fue un error pues se repitieron graves errores de aquel modelo, por ejemplo, no socializar los medios de producción sino estatizar los medios de producción, lo cual además se junta a la incapacidad de gestión pública, cuyos problemas en las empresas estatales acaban por desprestigiar la conducción estatal en esa esfera.
¿Habría otros elementos que pudiéramos añadir?
Se juntan otros temas que habría que revisarlos más, como el despilfarro del petróleo; además, todos aceptan que hay elementos de corrupción pero una cosa es sufrir desabastecimiento mirando hacia un gobierno –como el caso de Cuba incluso el Chile de Allende– honrado, del cual nadie tiene sospechas de que hay recursos y son desviados, y otra es cuando hay sospechas de ese orden, pues la resistencia moral se debilita.
Hay que tomar en cuenta también el tema de la violencia que se ve que es grave. Hay un descontento que se fue acumulando en varios aspectos y, en los últimos capítulos después de la muerte de Chávez, hace dos años y medios, Maduro ganó con una diferencia del 1,7%, y todo empeoró desde entonces: bajó más el precio del petróleo, aumentó la inflación, desabastecimiento, o sea, no había como prever un resultado muy distinto.
Hay que ver la mayoría que la oposición logra tener, si es de primer nivel o de segundo nivel, para saber qué tipo de acciones tomar; sin embargo, no importa tanto eso ya que con cualquiera de las dos la iniciativa pasa a manos de ellos y el gobierno pasa a la defensiva, tampoco va a tener ni tiempo ni espacio para recomponer su política económica y los empresarios no van a querer alianzas porque están tras un supuesto referéndum revocatorio que pueden convocar con un 20% de firmas; entonces el tercer capítulo será ese.
¿Alguna otra reflexión en torno a la votación?
El único aspecto positivo es que gran parte de los votos fueron votos de castigo, de chavistas descontentos por el desabastecimiento, por el tema de corrupción, en otras palabras, son votos recuperables, pero hay que cambiar algo para recuperarlos y la corrupción no se puede cambiar mucho, y la política económica ¿cómo?
Creo que hay sabotajes pero no son ni tanto de afuera, el gobierno concede créditos con dólar oficial, bajísimo o muy rentable, y no tiene control sobre las empresas que compran los alimentos y una pequeña parte lo ponen en el mercado formal, otra en el mercado negro y otra aparentemente lo llevan hacia Colombia. Hay sabotajes internos producto de la incapacidad del gobierno de solucionar eso.
Hay un margen de juego en el sentido que el pueblo no está ideológicamente a la derecha y no sé cómo se comportaría frente a la situación de si sigue Maduro o termina de una vez con el chavismo. Eso puede ser un dilema. En Nicaragua también hubo un voto castigo creyendo que iba a ser una punición sin mayores consecuencias.
Pero, uno ve que en los gobiernos progresistas hay errores internos que se repiten, como la corrupción, prebendalismo, divisiones políticas, etc.
Hay que tomar en cuenta lo siguiente. Las campañas de la derecha tienen dos ejes fundamentales, uno –que acá tiene poco efecto– es el terrorismo económico, en que en un país que tiene inflación crean una expectativa de que todo va a ser peor, habrá recesión, etc. Eso es una cosa muy dura y busca atacar el clima de optimismo, autoconfianza y autoestima de la gente.
En segundo lugar está el tema de la corrupción, en el cual sólo les interesa la corrupción vinculada al Estado. Y es que el tema no es que sean moralistas sino que quieren descalificar al Estado: el que se mete al Estado termina…
Tanto en Brasil como en Argentina, en los últimos días de campaña, sacan una acusación que luego abandonan pero que queda planteada y tiene un efecto; a lo largo del tiempo si se ponen a decir Evo es corrupto, su hermana es corrupta, queda algo.
¿Cuál es la responsabilidad que le compete a los medios de comunicación en esa estrategia?
El monopolio de los medios de comunicación magnifica los errores de la izquierda –que efectivamente los tiene– pero, es una disputa de agenda, pues hay que ver si el tema fundamental de los países del continente más desigual del mundo es el tema social o el tema de la corrupción.
Dicen que harían las mismas políticas sociales y tienen políticas económicas que inviabilizan eso, pero sobre todo esconden el tema social, estas cuestiones están asociadas al capital financiero que canaliza recursos para otras cosas, para especulación y no para producción, entonces todo ese tema en general lo tratan de esconder.
No son un factor decisivo las divisiones. A lo mejor en Ecuador y en Bolivia, porque son ideológicamente más significativos, las divisiones aparecen, pero creo que estos gobiernos progresistas unifican casi todo el campo popular, tanto es así que las alternativas a esos gobiernos están a la derecha, nunca a la izquierda, así la ultra izquierda no tiene fuerza propia alguna para construir alternativas, por eso no creo que el tema de división cause daños, en cambio creo que el elemento nuevo que casi resultó en Brasil y resultó en Argentina es que ellos tienen un candidato duro de la oposición y un disidente del gobierno, que fue Massa en Argentina, iba a ser Marina Silva en Brasil, con eso suman más fuerzas.
Insistiendo en las escisiones de izquierda, en Argentina está el caso del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT)
En Argentina lo que fue decisivo era el mal candidato; la provincia de Buenos Aires, que era el gran feudo del peronismo, fue dirigida durante ocho años por Scioli y ganó por dos puntos, ahí se jodió todo. Fue un mal gobernador y un mal candidato.
En segunda vuelta la ultra izquierda planteó voto en blanco y tenían un 1%, en consecuencia, no fue decisivo, ni siquiera matemáticamente, porque la diferencia entre los dos candidatos fue de 2,6%.
¿Cuál ha sido la consecuencia de “virar” el discurso clásico de la izquierda de los pobres del campo y de la ciudad hacia las “clases medias” urbanas?
Hay dos cosas. Primero, que la izquierda se ha mostrado mala administradora en el nivel municipal y local, por eso en varios lados perdimos elecciones importantes –en el mismo Ecuador–, o sea, hay un problema con estos manejos.
En segundo lugar, hay dos aspectos, uno es que se considera que el campo popular ya está ganado de alguna forma, lo cual no es cierto; lo otro, la visión equivocada de que los que han mejorado de vida son clase media. En Europa la clase trabajadora tiene un alto nivel de vida y nadie dice que son de clase media sino que siguen siendo clase trabajadora.
Pero se considera que los pobres están ganados y hay que disputar al sector vacilante que es la clase media; empero, en Brasil, por ejemplo, y en Argentina, gran parte de los beneficiarios de las políticas sociales no votaron por el gobierno, es decir, hay una disputa en el sentido de que no se logró traducir los beneficios que ellos ganaron en conciencia social y política, y eso no sólo afecta al gobierno, también a los movimientos populares que no tienen conciencia, los mismos partidos, sindicatos que no trabajaron.
Hay una disputa de la opinión pública sobre las clases populares pero, ante todo, una equivocación de creer que los beneficiados de las políticas sociales ya están automáticamente ganados al proceso y que hay que disputar a quienes desempatarían, que sería la clase media –siempre vacilante–; ahora, en verdad, estadísticamente son una minoría insignificante. La clase media tiene importancia en la formación de la opinión pública pero estadísticamente y electoralmente somos el continente más desigual y tenemos una mayoría aplastante de gente pobre.
¿Cree que efectivamente en nuestra América estamos asistiendo a un “fin de ciclo” del progresismo?
Creo que hay periodos de hegemonía, un fin de ciclo típico fue el ascenso del neoliberalismo, ellos ganaron el debate de porqué la economía no crecía y se renovaron, era un horizonte de superación y la superación de la derecha a las crisis de estancamiento, una modernización de la derecha, eso sí fue un fin de ciclo claro, que además coincidió con el fin de la Unión Soviética y otras cosas, pero sobre todo fue un fin de ciclo largo del capitalismo de segunda posguerra.
Ahora no hay eso, incluso los planteamientos de la derecha, aunque incorporen políticas sociales, en materia económica sigue siendo tradicional, no hay superación, no hay elementos nuevos, claro, son más cautelosos, dicen que no van a poner en práctica todo lo que prometían de inmediato pero su equipo económico es puro y duro neoliberal; en Brasil, hasta Marina Silva era neoliberal y Massa también, entonces no tienen medios de superación. Los gobiernos progresistas son los que tienen mejores condiciones de renovarse, replantearse y superarse, porque están en un horizonte de futuro, planteando los procesos de progreso de América Latina.
¿Cuál es el papel que juega Bolivia en el momento actual?
Es sorprendente, para el que no conocía Bolivia –el proceso–, el salto que se dio, basta ver cómo han tratado a Evo hace dos años en Europa y como lo han tratado ahora –no vamos a limitarnos a cómo ellos nos tratan pero es un síntoma de reconocimiento de las transformaciones internas del país–.
La derecha siempre tuvo sus casos “modelos” como México, Argentina, Chile, etc., pero hoy la referencia es Bolivia, no sólo por los ritmos de crecimientos sino por las transformaciones sociales, este país siempre estuvo con Honduras y Haití como uno de los países más pobre del continente y, ahora, con una transformación extraordinaria y con un liderazgo indígena, es reconocido. Hay elementos simbólicos que nos garantizan que este es el camino porque en Bolivia está claro que no se agotó el gobierno de Evo, tiene problemas tácticos, desviaciones, errores, pero está claro que abrió un horizonte.
Algunos analistas tienden a responsabilizar a una “ultra izquierda” de los naufragios electorales del progresismo, en Chile por ejemplo, se culpó al MIR del derrocamiento de Allende, ¿qué tan justos son esos juicios?
Yo fui del MIR, hubo errores y está claro que no hizo eso. Aunque ahí se puede discutir su rol porque tenía fuerza de masas; estos otros –los de hoy– no tienen ninguna importancia, pueden causar daño porque canalizan a una parte de la realidad e influyen en jóvenes intelectuales volviéndolos tempranamente escépticos.
Es grave que empiecen a desacreditar estos procesos ante jóvenes que son progresistas, hay que vivir el proceso, hacer críticas desde adentro, buscar una alternativa superadora, etc.
La universidad es un gueto, yo veo que la universidad acá no avanzó casi nada, muy poco, hasta los jóvenes indígenas tienen poca perspectiva de superación, tampoco cambió la composición interna de la universidad y ahí la ultra izquierda tiene responsabilidades porque hace interpretaciones mecánicas y esquemáticas de la teoría, la aplican a la realidad y como no se corresponden con ella intentan reducir los procesos a ser modelos extractivistas, como si todo el resto de transformaciones en la sociedad no fuera más determinante. ¿Hay elementos extractivistas? Sí, pero ¿qué es lo que se ha hecho con el extractivismo? Extractivista es Perú que es explorado y explotado por capital trasnacional que se lleva la riqueza del país y no cambia nada de la situación social.
TOMADO DE LA ÉPOCA, Bolivia, http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=5092