viernes 4 de octubre, 2024

Nomenclatura, protocapitalismo y cambio de régimen en la URSS

Publicado el 02/09/14 a las 9:34 pm

nomenklaturaPor Iván León Zhukovski.

El rol básico de la burocracia soviética como expresión y regulador del poder político se mantuvo constante durante toda la historia de la URSS. Sin embargo, en diferentes momentos este estrato social asumió rasgos e influyó de manera distinta. El análisis de la evolución de las contradicciones entre el mando político central y la dimensión sectorial-territorial de la burocracia, constituye condición para comprender las inflexiones históricas fundamentales en este país, específicamente, el desarrollo de relaciones sociales protocapitalistas y el cambio de régimen.

Por mando político central soviético se entiende el conjunto de relaciones sociales de poder, materializadas mediante la acción esencialmente colegiada de los máximos órganos políticos y de fuerza en su función de trazar las directrices generales del país. Tenía como fines intrínsecos garantizar la reproducción de los intereses nacional-estatales, económicos y políticos de largo plazo, y en claro distanciamiento y confrontación con el sistema capitalista mundial. Ontológica y funcionalmente, el mando central entraba en contrapunteo con la burocracia sectorial-territorial, entendida como la dimensión grupal o individual de la nomenclatura, consumista y cortoplacista y que fue manifestando una tendencia cada vez más marcada al acercamiento con Occidente.

Fragmentación de la nomenclatura y debilitamiento del mando central en la URSS (1928-1985)

Durante el primer gran período orgánicamente estructurado en la historia de la URSS, el estaliniano (1928–1945),[1] el rasgo fundamental de la praxis burocrática fue el de la clara preeminencia del mando central sobre el resto de la nomenclatura. Durante este período la burocracia sectorial-territorial apenas manifestaba los rasgos primarios de un “estrato en sí”, presa de serias limitaciones en la capacidad de toma de decisiones, en los niveles de consumo y de apropiación del plus producto social. De la mano del terror estaliniano, carecía inclusive de garantías de su propia reproducción física.

El estatismo industrialista soviético, en su expresión más pura, asumió como condición sine qua non esa autoridad ilimitada del mando central, encarnada en la dirección despótica de Stalin. Los intereses nacionales y sistémicos de largo plazo se impusieron rotundamente, tanto en la dinámica de desarrollo interno como en la política exterior. Todas las instancias sociales quedaron subordinadas a ese centro: la burocracia en sus distintas dimensiones, el ser humano como miembro de la sociedad.

Aunque no ha sido demostrada la tesis del asesinato de Stalin, presuntamente organizado por Lavrenti Beria, es un hecho que el terror estaliniano y el férreo control del mando central sobre el proceso de apropiación del plus producto social, hacía insostenible para la burocracia sectorial la reproducción del modelo anterior. Durante la guerra y los años posteriores, este grupo social dio los primeros signos de consolidación, como resultado de la complejización que cobraba el sistema. Muchos historiadores reconocen que gran parte de los “procesos” que Stalin inició en sus últimos años de vida (el “caso de los médicos”[2], el “caso de Leningrado”[3] el fortalecimiento del aparato gubernamental en detrimento del partidista, la rotación de cuadros en los máximos órganos legislativo y político y la sustitución entre 1946 y 1948 de todos los comandantes de grandes y medianas unidades del ejército) fueron intentos de frenar el empuje de la burocracia.

Con la muerte de Stalin se inaugura una nueva página en la historia de la URSS y la nomenclatura como estrato social dominante. Este segundo período (1953-1964) fue altamente complejo y de aparentes contradicciones en sus rasgos principales, fungiendo como un puente entre el primer período (predominio total del mando central) y el tercero (predominio marcado de los clanes burocráticos), manifestando rasgos de uno y otro.

La reproducción de un mando central de características similares al estaliniano no fue posible, tomando en consideración su debilitamiento tras la muerte del líder carismático y el desgaste resultante de la pugna de Nikita Jruschev con Beria y Georgi Malenkov. Igualmente, la complejidad que alcanzaba el sistema a raíz de la modernización industrial, expresada en la urbanización y sus impactos sociales (demanda de consumo de bienes y servicios, aumento vertiginoso de la masa trabajadora, modificación de la cosmovisión social) y la diversificación y complejización del proceso productivo, creaban obstáculos insuperables para la reproducción de un régimen político y de control social totalitario y despótico. De esta manera, se modificaron los mecanismos de la coacción social, quedando suprimido el sistema de terror social que había primado durante el industrialismo estaliniano.

Ciertamente, Jruschev, al margen de otras liberalizaciones puntuales, cumplió con el primero de los objetivos de la élite para ese momento: garantizó su reproducción física y la de sus familias, suprimiendo el terror estaliniano y aplicando otras medidas que limitaban la capacidad coactiva de los órganos de seguridad.[4]

Otra de las consecuencias de la gestión jruscheviana fue el fortalecimiento definitivo del ala partidista de la nomenclatura, en detrimento del gubernamental y el militar. En este sentido, fueron determinantes la “eliminación política” de figuras como Malenkov (1955) y Georgi Zhukov (1957), y la ejecución de Beria (1953). Si bien en el largo plazo este proceso, quizás, haya tenido consecuencias negativas para el sistema en su conjunto (aunque el posible carácter alternativo de figuras como Malenkov, queda en el plano de la especulación histórica) en el corto plazo significó el mantenimiento de importantes prerrogativas del mando político central, aunque ya sin la misma capacidad de cohesión y centralización que primó bajo el liderazgo de Stalin.

Durante este período, el mando político central, en forma de “suave estalinismo”, continuó controlando el proceso de toma de decisiones y la burocracia sectorial-territorial, aunque se fortaleció notablemente, continuó limitada en sus posibilidades de apropiación del plus producto social. El “suave estalinismo” de Jruschev limitaba las posibilidades de la burocracia soviética de convertirse en un “estrato para sí”, lo cual, sumado a otros conocidos factores, condicionó el golpe de estado organizado contra él por la élite de la nomenclatura en 1964.

Así comienza el tercer período de desarrollo de la burocracia soviética (1964-1985), durante el cual se desplegaron plenamente las principales contradicciones sistémicas de la URSS y la fracción sectorial-territorial logra imponerse definitivamente en su enfrentamiento con el mando político central, logra suprimir los principales mecanismos de control a los que estaba sujeta. Esto encontraba condiciones favorables en la propia esencia del estatismo soviético, donde la burocracia, por definición, carecía de los límites que, en las formaciones capitalistas, les impone las tradicionales clases sociales. No era un grupo al servicio de una clase dominante; era lo que se ha denominado, entre otras formas, como la Estadocracia: encarnación extensiva del Estado.

Los límites que podía encontrar la nomenclatura en las formaciones de tipo soviético eran, el control popular, desde abajo, o el mando político central, desde arriba. En la URSS, el primero había sido suprimido totalmente desde la década del veinte. Como alternativa, solo un mando central fuerte podía fungir como mecanismo de control sobre la burocracia sectorial-territorial, más autónoma, numerosa e influyente en los marcos de un sistema social más complejo en términos estructurales y funcionales. Si en 1939 el número de cargos de dirección de nivel medio se correspondía con el 20% del total de la burocracia soviética, en 1952 era ya el 50%. También fue notorio el intensivo crecimiento de la carcasa institucional de la nomenclatura: en 1965 existían solo 29 ministerios, incluyendo tanto los de nivel soviético como los republicanos; en 1975 se elevaron hasta 135, mientras que a mediados de los ochenta ascendían a 160. Para esta última fecha, el “ejército burocrático” soviético, en su acepción amplia, estaba compuesto por 18 millones de personas.[5]

El devenir lógico de estos procesos fue la atomización de la burocracia en grupos y clanes, como resultado de la asociación y coordinación entre la élite económico-productiva y la gubernamental y partidista, especialmente en el marco de una misma rama o tipo de actividad económica. La incorporación de importantes grupos del crimen organizado a este sistema de relaciones informales terminó por delinear “micro corporaciones” de tipo sectorial y territorial.[6]

Estas alianzas entre la alta y media burocracia y los llamados “teneviki”[7], comenzaron a expresarse de manera organizada primero en el Cáucaso, después en Asia Central, hasta que en la década del setenta se convirtió en un fenómeno generalizado en todas las repúblicas soviéticas.[8]

Los efectos de la economía ilegal durante el período de Brezhnev fueron múltiples. Por una parte, redistribuyeron los recursos del sector de la producción de medios de producción al del consumo de bienes e hicieron fluir los ingresos, en ocasiones millonarios[9], hacia los sectores vinculados a la actividad comercial y de intermediación. Al mismo tiempo, sobre la base de las limitaciones estructurales inherentes al industrialismo soviético, se reproducía con carácter crónico la escasez y el desabastecimiento. Los estudios del destacado economista ruso G.I. Khazin desvelan que el monto de la actividad económica ilegal se correspondía, aproximadamente, con el 15% del PNB durante los años de la Perestroika. Los partícipes más activos de la economía ilegal ascendían a cinco millones de ciudadanos. Junto a los miembros de su familia nuclear, abarcaría una masa de veinte millones o el siete por ciento de la población soviética.[10]

En estrecha relación, el mando político central, debilitado en su esencia, vivió un proceso de oligarquización, senilidad y anquilosamiento interno. En términos funcionales, se elevó a un primer plano su rol como regulador y garante del equilibrio relativo entre los diferentes clanes y grupos de la burocracia. En el marco de estas relaciones se dirimía el control sobre los flujos financieros y el visto bueno del más alto nivel para la realización de actividades anómalas, creándose un nutrido sistema de lazos clientelares entre la élite económica y política.

Otro elemento que propició el debilitamiento del mando político central y el desarrollo del protocapitalismo soviético fueron las reformas que tuvieron lugar en la URSS en la década del sesenta. Las reformas económicas de Andrei Kosigyn, al margen del breve impacto positivo que tuvieron en el PNB[11], legitimaron la “mercantilización” de las conciencias y de la praxis de diferentes grupos sociales. Por otra parte, el “deshielo” de Jruschev y su crítica al estalinismo en el XX Congreso, generó una relativamente silenciosa “revolución” en las subjetividades, tanto de la intelectualidad como de la burocracia, conformándose dos grandes “fracciones” dentro de esta que pujarían entre sí durante más de dos décadas: los liberales y los “ortodoxos”, estos últimos con posturas más leales a la estatalidad soviética.

Ciertamente, la relativa flexibilización política que tuvo lugar durante el “deshielo”, sentó las bases del liberalismo que en la década del ochenta emergerá con toda su fuerza desreguladora. Esta apertura ideológica no se limitó a lo que muchos identifican, salvando la vaguedad inherente al término, como la clase media soviética: artistas, científicos, intelectuales y profesionales de alto nivel. En el propio seno de la nomenclatura fueron marcados los ánimos en pos de una liberalización del sistema. En este sentido, se debe destacar a la élite técnico-productiva, los funcionarios vinculados al comercio exterior (con un papel preponderante para los vinculados a la exportación de hidrocarburos), a miembros de la KGB y un pequeño pero influyente grupo de asesores, ayudantes y consultantes de los más altos funcionarios del país, que durante casi treinta años, salvo contadas excepciones, mantuvieron o mejoraron sus posibilidades de influencia y radicalizaron su pensamiento[12]. Esta vocación liberal, que posteriormente cristalizará en la proyección de importantes centros de pensamiento, ira forjando una nutrida y compleja sociedad informal que desempeñará un papel de primer orden en la Perestroika.

Quedaron así constituidos los sujetos históricos que Andrei Fursov denominó “las tres fuentes y tres parte integrantes del cambio de régimen en la URSS”: la nomenclatura, el crimen organizado y el capital extranjero[13], junto con el soporte ideo-político de la intelectualidad liberal. Igualmente, son muchos los autores que insisten con firmeza y no siempre en tono de vulgar conspirología, en el protagonismo de la KGB en el largo proceso de cambio de régimen en la URSS[14].

La Perestroika y el cambio de régimen en la URSS

Bajo la premisa del análisis histórico-dialéctico, de los condicionamientos sistémicos y estructurales y de la conciencia colectiva predominante, la Perestroika se entenderá, en su esencia, como la fase final del largo proceso mediante el cual se crearon las condiciones materiales y jurídicas para la conversión formal de parte de la burocracia soviética en clase social, mediante la conversión de la capacidad de control sobre los medios de producción en poder de apropiación privada.

La burocracia sectorial y territorial buscaba una fuente de legitimidad propia, distinta al poder político, que le sostuvo y limitó al mismo tiempo durante décadas. Las tendencias socio-económicas críticas a lo interno de la formación social soviética y las dificultades, cada vez mayores, para reproducir la legitimidad del sistema, también actuaron sobre la élite de la nomenclatura como factores movilizativos para el cambio de régimen. La suma de las tendencias críticas en las distintas instancias, la escases relativa del plus producto susceptible de ser explotado por la nomenclatura y el crecimiento de la demanda de consumo y prerrogativas de los sectores medios y altos de la urbanidad soviética, limitaba la capacidad de la élite de reproducir los mecanismos que le garantizaban la apropiación ampliada del plus producto y la dominación política. Era necesaria, entonces, la metarfosis clasista, la desposesión de la “clase media soviética” y la generación de mecanismos para la apropiación a título personal de los medios de producción y para la explotación económica (en sustitución de la extraeconómica predominante), en este último caso, mediante la liberalización del mercado laboral.

Este proyecto solo podía ser realizado mediante la modificación del régimen socio-político, lo cual requería, al mismo tiempo, la agudización, la elevación a rango sistémico del conjunto de serias contradicciones estructurales de la formación social soviética, específicamente, la crisis del modelo de desarrollo extensivo, y sobre todo, la debilidad del mando central, la crisis de legitimidad político-ideológica y los latentes conflictos de raíz étnico-nacional. De esta manera, quedan cuestionadas frontalmente las tesis “subjetivistas” de importantes sovietólogos, que ubican en el primer plano de la Perestroika, la motivación y acción volitiva de las principales figuras políticas, sobre todo de Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin.[15]

Los grupos y actores sociales concretos que inspiraron y viabilizaron la Perestroika fueron diversos, como lo fueron también sus intereses, tácticas y, en ocasiones sus estrategias. Bajo la aureola mayormente consensuada del cambio de régimen, estos luchaban por el poder político y el control sobre el proceso de conversión de la propiedad estatal en privada y sobre las actividades económicas más rentables. Aunque solo una pequeña parte del enorme ejército burocrático, tanto soviético como republicano[16][17], fue promotor directo de las políticas reformistas, la aceptación e inserción en esa dinámica, de manera tanto activa como pasiva, sí abarcó a la gran parte de la nomenclatura de los diferentes niveles.

Como se mencionó, las pretensiones reformistas de las fuerzas más liberales de la élite política soviética se remontaban a la década del sesenta. Sin embargo, sus posibilidades de influencia eran limitadas y la debilidad del mando central y del sistema en su conjunto todavía no alcanzaban los niveles necesarios.

Igualmente, hoy existen testimonios y evidencias de historiadores y partícipes directos de que, Yuri Andropov, durante su breve estancia al frente del país, concibió una importante liberalización económica que buscaba convertir a la URSS en una economía mixta, siendo este el antecedente más directo de la vertiente económica de la Perestroika.

Según renombrados historiadores rusos como Nikolai Ostrovski y Rudolf Pijoya y testimonios de los partícipes[18], Andropov encargó a Mijaíl Gorbachov, Nikolai Rizhkov y Vladimir Dolgij, todos secretarios del bloque económico del Comité Central del PCUS, la elaboración de una propuesta de reforma económica. En este proyecto trabajaron también decenas de académicos, entre ellos, ideólogos de la Perestroika como Leonid Abalkin y Abel Aganbegyan. A diferencia de su secuela gorvacheviana, los escasos testimonios existentes coinciden en que los planes de Andropov implicaban, con carácter prioritario, el fortalecimiento del control político sobre los procesos económicos y sociales, ponderando adecuadamente los posibles efectos negativos de una liberalización económica descontrolada. La muerte de Andropov y la elección de Konstantin Chernenko como su sustituto, hicieron aparcar el plan de reformas, hasta que, en 1985, Gorbachov asumió la secretaría general del PCUS.

Su llegada al poder propició, al calor del importante desarrollo de elementos protocapitalistas y de las serias limitaciones estructurales del sistema soviético, la aplicación de las drásticas medidas que desembocaron en el cambio de régimen y la desaparición de la URSS. Muchos de los protagonistas habían realizado un importante trabajo preparatorio, como por ejemplo, los que participaron en la Comisión Gorbachov-Rizhkov o los jóvenes economistas liberales de los grupos de Egor Gaidar y Anatoly Chubais, dos de los “padres fundadores” del paracapitalismo ruso[19].

Resalta entonces el papel de la intelectualidad y los centros de pensamiento en las reformas liberales en la URSS. Su vocación reformista, nacida, como se vió, al calor del “deshielo”, no pereció durante el largo “estancamiento” brezhneviano; se mantuvo latente y entrados los años ochenta adquirió un empuje incontenible. Las pretensiones, tanto materiales (consumo) como políticas de la intelligentsia soviética, la hicieron paladín del cambio de régimen. A la postre, sin embargo, fue una de sus grandes renegadas, en la medida en que, después de un breve protagonismo en los primeros años de la transición, fue marginada en el espacio ideo-político ruso.

En este sentido, descollaron los mencionados asesores y consultantes de las máximas figuras de la URSS. Además, dentro del grupo de instituciones que viabilizaron ideológicamente las reformas de Gorvachev, de forma más o menos abierta y en la mayoría de los casos en estrecha relación con “tanques pensantes” y los servicios de inteligencia de EE.UU. y países europeos, se deben mencionar el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales, el Instituto de Estados Unidos y Canadá, el Instituto de Problemas Sociales y Económicos de Leningrado (IPSE) y al Grupo ante el Consejo Interinstitucional para el estudio de las experiencias de los países socialistas, entre otros.

Sin embargo, el lugar central en esa lista lo ocupa el Centro Soviético de Estudios Sistémicos del Comité Estatal de Ciencia y Técnica, (CSES) que fuera la filial soviética del Instituto Internacional de Estudios Sistémicos Aplicados, IIASA por sus siglas en ingles. Dicha institución estuvo presidida por Djermen Gvishiani, quien fuera también yerno del Primer Ministro soviético, Andrei Kosigyn. Esta figura, que en la nomenclatura soviética ocupaba el discreto cargo de Vicepresidente del Comité Soviético de Ciencia y Técnica, tuvo un rol de primer orden en el fomento de las relaciones encubiertas de parte de la élite soviética con Occidente. Desde ese modesto cargo, siempre como súbdito soviético y sin haber realizado aportes científicos destacables, no solo fue designado para dirigir las labores del CSES, sino que también fungió como Presidente de la Asociación soviética para el fomento de la actividad del Club de Roma, miembro del Club de Roma, de la Real Academia Sueca de Ciencias de la Ingeniería, de la Academia de Dirección de EE.UU., de la Academia Internacional de Dirección, entre muchos otras prestigiosas instituciones.

En dicho centro, creado en fecha tan temprana como 1976, fueron “educados” muchos de los principales artífices del cambio de régimen, entre ellos, el que fuera el primer jefe de gobierno de la Federación Rusa y responsable de la implementación de la terapia de choque en ese país, Egor Gaidar y Stanislav Shatalin, asesor de Gorbachev y uno de los creadores del Programa de los 500 días para la reforma en la URSS. En total, entre el CSES-IIASA y el Grupo de Anatoly Chubais (en su gran mayoría miembros del IPSE), los cuales, a mediados de los ochenta trabajaban de manera coordinada, “aportaron” al nuevo capitalismo ruso un jefe de gobierno, 8 vicepresidentes del gobierno, 10 ministros y 14 vice ministros.[20] Aunque no se han presentado fehacientes pruebas documentales, pocas dudas caben del papel fundamental de los órganos de inteligencia, tanto occidentales como de la KGB, en la puesta en funcionamiento y promoción de las actividades de dicho centro, en todo orden anómalas para la sociedad soviética.

Siendo así y delimitado el rol de la intelectualidad, el papel fundamental en la implementación de las “reformas” lo desempeñaron, sin embargo, la alta dirigencia gubernamental y sobre todo partidista de la URSS, de conjunto con la élite del Komsomol y los grupos dominantes a nivel republicano. En este último sentido, la fragmentación, atendiendo al arraigo y cohesión del “corporativismo” regional, fue un resultado lógico de la inoperancia del mando político central, siendo el terreno republicano el marco espacial básico para la fragua de las nuevas relaciones socio-políticas.

En los marcos de la Perestroika, la metamorfosis clasista de la nomenclatura soviética tuvo dos fases: en una primera instancia, la monetarización de los privilegios (1986-1989) y con posterioridad, el comienzo de la apropiación privada de los medios de producción y las riquezas del país (1989 – 1991).

Referido al primer proceso, según la experta rusa en los estudios sobre las élites, Olga Krishtanovskaya,[21] durante los primeros años se modificó el sentido y alcance de los privilegios de la nomenclatura. Esta se confirió facultades legalmente vedadas para el resto de los agentes económicos. Las tradicionales prerrogativas para la apropiación de bienes materiales y el disfrute de servicios, dieron paso a los privilegios para la obtención de ganancias resultantes de actividades económicas. Todos los procesos que se analizarán a continuación, se llevaron a cabo bajo la autorización y en muchos de los casos, la conducción directa de la élite partidista y gubernamental.

La creación de empresas mixtas fue una importante manifestación de esta “nueva economía”, para lo cual fueron facultadas empresas por tipo de actividad o rama de la economía. [22] Otro ejemplo fue el otorgamiento de créditos en divisas en condiciones muy favorables. El carácter excepcionalmente lucrativo de esta actividad se fundamentó en las características de la política cambiaria soviética. A las unidades empresariales privilegiadas se les concedió la posibilidad de recibir créditos según la tasa de cambio estatal, la cual durante mucho tiempo fue de 65 centavos de rublo por un dólar estadounidense, inferior a los otros dos tipos de cambio, el turístico y el comercial.

Igualmente, también se concedieron importantes privilegios en el ámbito de las operaciones de exportación-importación, monopolizadas por el Estado hasta ese momento. En el marco de una cada vez mayor desregulación, estas prerrogativas, que permitían mediar comercialmente entre productores nacionales y compradores extranjeros, se convirtieron en una vía para el enriquecimiento “corporativo” y personal. Estas empresas controlaban a título propio las ganancias provenientes de actividades tan lucrativas como la exportación de materias primas. Se estima que en 1990, un tercio de los bienes de consumo circulantes en la URSS fueron “importados” por esta vía.[23]

Uno de los principales protagonistas de esta primera etapa de las reformas fue el Komsomol. La élite de dicha organización, al amparo del Comité Central y utilizando los Centros de Creación Científica y Técnica de la Juventud, creados como verdaderas unidades productivas y comerciales, fue la pionera en recibir facilidades extraordinarias para la realización de las mencionadas actividades y su verdadero impulsor a nivel nacional.[24]Además de las actividades “propias”, de producción y exportación-importación, fue facultada para convertir a efectivo el dinero de las empresas y otros sujetos económicos, que hasta ese momento no podía ser utilizado fuera de los rígidos marcos de las transacciones contables. Para ello, actuaban como mediadores, cobrando por estos servicios entre un 15% y un 30% de las ganancias. Esto generó no solo una importante inflación durante los últimos dos años de la Perestroika, sino que creo los cimientos de algunas de las más importantes fortunas y carreras políticas de la Rusia postsoviética.

La apropiación privada de la propiedad estatal constituyó el colofón lógico de la monetarización de los privilegios y en general del proceso de conversión de la nomenclatura en clase social. A partir de 1989, dos años antes del comienzo del período legal de la privatización (1991-1992), un grupo de importantes entidades estatales soviéticas fueron convertidas en sociedades por acciones, bajo el control directo de sus antiguos directivos o de miembros del ejecutivo al más alto nivel. Los ministros y otros dirigentes se convirtieron en propietarios o directores de las unidades más rentables de su rama, tanto en el sector productivo como en el financiero, iniciándose así la primera fase, concesional, “espontanea”, burocrática y desregulada de la privatización de las riquezas soviéticas, que después se verá continuada por la privatización mediante los cheques (1992-1994) y la llamada privatización mediante subastas (1995-1996).

La génesis del paracapitalismo ruso, aunque resultado de una firme voluntad de la burocracia soviética y republicana, estuvo marcada por el caos, la desregulación interna, la desbocada vocación de enriquecimiento y la apertura a los influjos de los mercados internacionales, en un contexto de estancamiento tecnológico, falta de competitividad de la industria soviética en la mayoría de los sectores, la posesión de una de las mayores reservas mundiales de energéticos y el desarrollo acelerado de este sector desde la década del setenta. Como resultado, el capital comercial, el financiero y en general el ámbito de la circulación, así como la explotación de los recursos naturales, adquirieron una relevancia de primer orden en el proceso de capitalización y privatización en la URSS, adelantando así rasgos fundamentales del capitalismo ruso contemporáneo.

Las mencionadas actividades económicas anómalas, tuvieron como fin, en su gran mayoría, la exportación de productos primarios, la importación de bienes de larga duración y alta demanda, como computadoras y efectos electrodomésticos, y sobre todo, la actividad de intermediación, tanto financiera como comercial. Por su parte, fue en estas esferas donde se desarrolló con más fuerza la privatización de la propiedad estatal.

El centro de la concentración del capital lo constituyeron las estructuras financieras. El recién estrenado capital bancario controlaba los dos procesos más importantes y rentables de aquel momento: la circulación del capital comercial y la intermediación financiera. En este sentido, las organizaciones capitalistas más importantes de la génesis del paracapitalismo ruso, fueron bancos, como Menatep, Oneksimbank, Inkombank, Credobank y Crédito Ruso, muchos de los cuales nacieron “facultados”, es decir, al amparo directo de instituciones y figuras estatales y partidistas de alto nivel, gozaban de privilegios excepcionales, como los de operar con las cuentas de dichas instituciones. Esto, tomando en consideración la alta inflación de aquellos años y la volatilidad del curso del rublo, garantizaba ganancias extraordinarias. Además, el peso relativo de estos actores en la economía y su ascendente en la estratificación social de la transición, aumentaba proporcionalmente con la desarticulación de los procesos productivos y el debilitamiento del sistema político.

Como se ha podido ver, el rol de la instancia política en el cambio de régimen en los países del espacio postsoviético fue determinante, tanto antes como después de 1991. La élite partidista y gubernamental no solo impulsó y dirigió el marco general de las reformas, proceso que de forma latente se venía gestando años antes. Como se ha repetido tantas veces, el Estado se privatizo a sí mismo, sea en sentido directo y literal, o mediante la creación y el fomento de otros actores económicos y sociales portadores del cambio.

Esto otorgó un sentido diferente a los vínculos de tipo clientelista que desde los setenta habían desempeñado un rol importante en las relaciones entre las élites políticas y económicas en la URSS. El aparato político soviético fungió como condición sine que non de la privatización, utilizando las dispensas inherentes a los diferentes cargos, otorgando las prerrogativas asociadas a la capitalización de la economía, creando o reproduciendo un vínculo directo y personal. En este sentido, también alcanzaba su máximo esplendor, al tiempo que se desarticulaba, el tradicional sistema de poder-propiedad, característico de las formaciones periféricas y, sobre todo, de las de tipo soviética, mediante el cual el poder político – burocrático era puesto en función de la obtención de beneficios particulares.

Entendidos los acontecimientos en toda su extensión de fondo, en su continuum histórico, muchos de los procesos abordados y otros que fueron sistémicos en el desarrollo y colapso de la URSS, continuaron reproduciendo su materialidad con posterioridad a agosto de 1991. El análisis de las élites soviéticas, sus intereses, proyecciones y condicionamientos, desde un paradigma histórico-materialista heterodoxo, permite sentar las bases para el estudio de la génesis y desarrollo de la Gran Involución[25] de los pueblos del este europeo y el Espacio Postsoviético y además, realizar necesarios modelajes comparativos con otras formaciones de tipo estatista.

Notas

[1] A los efectos del presente estudio, los años comprendidos entre 1917 y 1928 se entienden como de génesis del sistema. Por otra parte, aunque se ubica el fin del período en 1953, los primeros indicios de cambio de paradigma en las relaciones burocracia sectorial – mando central comenzaron a manifestarse con el fin de la II Guerra Mundial.

[2] Procesos legales llevados a cabo en 1952 contra médicos soviéticos, en su mayoría de origen judío, acusados de atentar deliberadamente contra la vida de importantes dirigentes del país y formar parte de la organización judía JOINT.

[3] Procesos legales llevados a cabo entre 1949 y 1952 contra funcionarios del partido, el gobierno, intelectuales y otros, que ejercían sus funciones en Leningrado o eran oriundos de esa ciudad. 214 personas fueron condenadas, de ellas 23 a la pena capital.

[4] Por ejemplo, la exigencia de la aprobación del Comité Central del PCUS para el arresto de alguno de sus miembros o la eliminación de la Comisión especial del Ministerio del Interior.

[5] Colectivo de autores, La URSS entre 1965 y 1984. La vida socio-política. Disponible en, http://aleho.narod.ru/book2/ch24.htm.

[6] Son abundantes la bibliografía y las referencias sobre estos procesos, existiendo un alto consenso entre los sovietólogos. Se pueden destacar profusos análisis, datos y testimonios en las obras de Andrei Fursov, Georgi Dergulian, G.I. Khanin, Boris Kagarlitskiy, Manuel Castells, Roy Medvediev, entre muchos otros.

[7] Actores de la “economía sumergida”, comúnmente dirigentes de estructuras productivas y/o representantes del mundo criminal.

[8] En el caso de Georgia, proliferó bajo la dirección de su Primer Secretario Mzhavanadze (1953-1971). En Azerbaiyán, durante la dirección del Primer Secretario Geidar Aliev, nombrado en 1969. Ver G.I. Khanin: “La economía soviética entre 1966 y 1987”. Disponible en http://uchebana5.ru/cont/1530990.html.

[9] Según G.I. Khanin, muestra de ello fue el importante aumento de los depósitos en los Bancos de Ahorro de la URSS. Ver G.I. Khanin, ob. cit.

[10] Íd.

[11] El Producto Nacional Bruto es el indicador fundamental por el cual el Comité de Estadística de la URSS medía la actividad económica del país.

[12] La promoción de estos “cuadros”, con determinados grados de libertad de pensamiento, comenzó en los Departamentos de Relaciones Internacionales del Comité Central del PCUS en la década de los cincuenta, uno de los cuales estaba presidido por Yuri Andropov. Después se extendió a otros departamentos y a los equipos de apoyo de las más altas figuras del país. Entre las figuras de mayor impacto, resaltan F. Burlatskiy, G. Arbatov, G. Shajnazarov, A. Bovin, A. Beliakov, entre muchos otros. Detallados análisis y testimonios sobre la influencia de las “reformas” de Jruschev en los cambios de orientación ideológica en la URSS, y particularmente sobre los asesores y consultantes, se pueden encontrar en: Fiodor Burlatskiy: Líderes y consejeros. Moscú, Politizdat, 1990; Tamash Krausz, “La perestroika y el reparto de la propiedad en la URSS. Lecturas políticas e interpretaciones histórica”. Disponible en http://www.scepsis.net/library/id_2612.htm; Roy Medvediev, Lo desconocido sobre el conocido Yuri Andropov. Moscú, Vremia, 2004; G Monro, “La lucha por el poder entre los occidentalistas y los antioccidentalistas en la URSS (1964-1985)”. Disponible en http://www.bramaby.com/forum/viewtopic.php?f=29&t=860; Aleksander Sheviakin, “Ocho pasos para el derrumbe de la URSS”. Disponible en http://www.x-libri.ru/elib/shevk002/00000031.htm; y La KGB contra la URSS: diecisiete instantes de una traición. Moscú, Eksmo, 2011.

[13] En el caso del capital extranjero, se debe entender no en sentido directo, ya que su presencia en la URSS fue insignificante, sino mediante la acción de los agentes políticos que canalizaron los intereses globalizadores y antisoviéticos del gran capital transnacional.

[14] Para un análisis más detallado de las tesis sobre la participación de la KGB en el desarrollo del protocapitalismo ruso y en el derrumbe de la URSS ver Andrei Fursov, “Andropov violó las reglas”. Disponible en http://www.nakanune.ru/articles/17126/; Aleksander Ostrovskii, “La concepción del reparto de la propiedad en la URSS estaba lista en la primavera de 1985”. Disponible en http://www.km.ru/front-projects/belovezhskoe-soglashenie/kontseptsiya-peredela-sobstvennosti-byla-gotova-k-vesne-1985, junio de 2013; Nikolai Rishkov, “Las iniciativas de Gorbachev fueron precedidas por un gran trabajo previo”. Disponible en http://www.ng.ru/ng_politics/2010-04-20/9_ryzhkov.html; Aleksander Sheviakin, ob. cit. y “El plan Andropov-Putin. Como la KGB obtuvo logró el control sobre Rusia”. Disponible en: http://politikan.com.ua/8/0/0/76024.htm.

[15] Ver, por ejemplo, las argumentaciones del historiador y sovietólogo Stephen Cohen en su libro, La gran pregunta. ¿Por qué desapareció la URSS? San Petersburgo, AIRO-XXI, 2007.

[17] Entendido como el de las diferentes repúblicas constitutivas de la URSS.

[18] Rudolf Pikoja, “Porqué la nomenclatura no defendió a la URSS”. Disponible en http://www.russ.ru/Mirovaya-povestka/Rudol-f-Pihoya-Pochemu-nomenklatura-ne-stala-zaschischat-Sovetskij-Soyuz; Nikolai Rizhkov, ob. cit.; Aleksandr Ostrovskiy, “¿Ingenuidad o traición? Una investigación de la “muerte” de la URSS; ¿Quien puso a Gorbachov?”. Disponible en http://royallib.ru/read/ostrovskiy_aleksandr/glupost_ili_izmena_rassledovanie_gibeli_sssr.html#0.

[19] Forma de denominar al desarrollo de tipo capitalista en las formaciones periféricas, atrofiado y dependiente, lo que las distingue del capitalismo de los países del centro capitalista o llamados desarrollados.

[20] Son profusos los testimonios y análisis del papel de la intelectualidad liberal y los centros de pensamiento en el derrumbe de la URSS. En este sentido, se recomienda como consulta: Aleksander Sheviakin, “Ocho pasos para el derrumbe de la URSS”. Disponible en http://www.x-libri.ru/elib/shevk002/00000031.htm; Sergei Kurginian, “Quien preparó y cuáles fueron las causa del derrumbe de la URSS”. Disponible en http://dokumentika.org/lt/pasaulio/kto-gotovil-i-prichini-razvala-sssr-chast-1; Georgii Filin, “El derrumbe de la URSS. ¿Quien estuvo detrás?”. Disponible en http://versia.ru/articles/2011/apr/18/raspad_sovetskogo_souza.

[21] Olga Krishtanovskaya: “La transformación de la nomenclatura soviética en la nueva élite rusa”. Disponible en: http://ecsocman.hse.ru/data/080/910/1231/005_Kryshtanovskaya.pdf.

[22] Los pioneros en este sentido fueron los consorcios BUTEK, MNTK y las fábricas de automóviles KAMAZ y VAZ.

[23] Sergei Kara-Murza, La Civilización rusa. Moscú, Algoritm, 2008, p. 798.

[24] Solo entre 1987 y 1989 fueron creadas cuatro mil nuevas unidades económicas subordinadas a la dirección del Komsomol, que realizaron actividades por un valor de más de 2 mil millones de rublos. También al amparo de dicha organización fueron creadas más de 17 mil cooperativas. Ver en B.A. Ruchkin: “La élite del Komsomol durante la Perestroika y el período postsoviético de desarrollo del país”. Disponible en http://www.zpu-journal.ru/e-zpu/2010/6/Ruchkin_Komsomol_Elite/.

[25] Término acuñado por el importante sociólogo estadounidense Michael Burawoy, referido a los trágicos efectos que tuvo el cambio de régimen en los territorios postsoviéticos y de Europa del Este. Ver Michael Burawoy,”La Gran involución. La reacción de Rusia al mercado”. Disponible en http://www.ecosociology.narod.ru/putvel.doc .

 

Tomado de Foro Mundial de las Alternativas (FMA),  http://www.forumdesalternatives.org/nomenclatura-protocapitalismo-y-cambio-de-regimen-en-la-urss

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