Geopolítica del gas shale
Publicado el 05/05/14 a las 12:30 am
«Un nuevo acuerdo comercial transatlántico permitirá contar con licencias de exportación para proyectos de gas natural licuado (GNL) con destino a Europa, lo que es de obvia relevancia en la geopolítica de hoy», dijo Barak Obama luego de reunirse con líderes de la Unión Europea, UE (Reuters, 26/3/14). Dada la falta de sustento geológico, financiero y atmosférico de la explotación de gas y petróleo de lutitas (shale), más sus graves impactos en la salud y el agua, llama la atención que sólo al final de ese bluff en torno a la crisis ucrania, Obama reconociera, muy de pasito, que sustituir a Rusia como fuente de gas para la UE, «no es algo que pueda lograrse de la noche a la mañana». En contraste con la narrativa oficial de la “geopolítica shale”, existe evidencia dura, de los registros diarios de producción de 65 mil pozos en 31 cuencas shale de Estados Unidos (EU), que muestran curvas de declinación exponencial, según estudios del geofísico David Hughes (La Jornada, 18/4/2013 p. 30).
Hughes muestra que la producción de gas shale en EU, luego de un gran auge, llegó a una meseta a finales de 2011. El 80 por ciento viene de cinco cuencas, varias en declive. Las altas tasas de declinación que muestran los registros diarios de los pozos acarrean un alto costo financiero. En 2012, por ejemplo, se perforaron más de 7 mil pozos de gasshale, con una inversión de 42 mil millones de dólares (mmdd), sólo para mantener el mismo nivel de producción (valorada en 32 mmdd). En relación con el crudo shale, más de 80 por ciento viene de dos cuencas: Bakken en Dakota del Norte y Montana, e Eagle Ford, al sur de Texas que colinda con México. En 2012, por la alta tasa de declive, se perforaron más de 6 mil pozos con un costo de 35 mmdd anuales para mantener el mismo nivel de producción (Ibid).
Mientras Obama hablaba, el liderato europeo sabía que EU ha experimentado un inusitado aumento de 40 por ciento de la producción de gas shale y que la producción del tight oil creció hasta llegar cerca de 20 por ciento de la producción total, revirtiendo años de descenso, pero también está al tanto de los límites geológicos de la explotación shale sobre las ganancias de las grandes petroleras: Desde agosto 2013 Shell registró una pérdida de 2.07 mmdd de su portafolio shale en EU y en el segundo trimestre de ese año sus ganancias cayeron 60 por ciento en relación con igual periodo de 2012, por lo que anunció que “contemplaba la venta de sus propiedades shale” (Wall Street Journal, 1/8/13). Pero también Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del mundo, había registrado desde 2010 un desplome en sus ganancias por mayores gastos y abruptas «caídas en la producción de crudo y gas» (ibid). Esto significó un desplome trimestral de 57 por ciento. Sus ganancias por barril de crudo y gas equivalente cayeron 23 por ciento en relación con el año anterior. Agréguese la gran especulación y manejo de los precios del gas shale por los grandes bancos y firmas de inversión de Wall Street y se entenderá por qué, en diciembre de 2013, Shell también desistió, por riesgosa, de una inversión en EU de unos 20 mmdd, decisión calificada por el Financial Times (5/12/13), como»un severo golpe a la industria de transformación de Gas a Líquidos», en la que Shell es líder, esencial al insostenible escenario geopolítico de Obama.
Como los combustibles fósiles junto a los bienes de alta tecnología, forman parte del «comercio estratégico», el uso del shale para incidir en la ecuación energética entre Rusia y la UE además de fútil, es síntoma de lo que, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, Thorstein Veblen (1857-1929) calificó de «demencia precoz», término usado metafóricamente en la historia del pensamiento económico para calificar el irracional riesgo de una globalización monetaria desenfrenada, de la desregulación de los sistemas bancarios y del desboque especulativo. En síntesis, se trata de la relación no regulada entre la especulación monetaria y el comercio internacional que, según el destacado –y recordado– sociólogo Arthur Vidich,»tiende a generar guerras comerciales y finalmente a lanzar a los países a la búsqueda de soluciones militares para sus conflictos internos e internacionales».
Este planteo es muy relevante si se recuerda que Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial (BM), al referirse a los catastróficos efectos del calentamiento global por la quema de combustibles fósiles, advirtió sobre «(las) batallas por alimentos y el agua en los próximos cinco a 10 años». Lo que contrasta con la agenda pro-fósil y el entusiasmo del Tesoro –y del BM– por la privatización/desregulación petrolera en México y los leoninos acuerdos transatlántico y transpacífico, que privilegian al alto capital y a las firmas emisoras de gases con efecto invernadero, por encima del interés público nacional e internacional.
En la era nuclear y en medio del colapso climático en curso, los impactos de la depredación capitalista son de alto riesgo para la vida en el planeta.
Tomado de La Jornada, Jueves 17 de Abril de 2014.