VOLUNTAD INTEGRACIONISTA
Publicado el 30/03/14 a las 9:51 pm
Por Pablo Anzalone. Secretario General del PVP -FA
América Latina fue la primera región del mundo donde se implantaron las políticas neoliberales. Luego de un largo periodo de desmantelamiento de los sistemas de protección social, de la industria, de privatizaciones, también fue la pionera en rechazar esta ideología. Amplios movimientos sociales resistieron la ofensiva neoliberal y gestaron las condiciones para un cambio a nivel continental.
Se abrió así, por primera vez en la historia del continente, un período en el cual la izquierda llegó al gobierno en la mayoría de los países. Disminución de la pobreza, mayores derechos sociales, crecimiento económico han caracterizado a América Latina en la última década, bajo la conducción gubernamental de las izquierdas. Procesos diferentes pero con fuerte protagonismo de la sociedad han marcado rumbos distintos en la región más desigual del planeta. Siguen existiendo profundas fracturas y desigualdades pero por primera vez el camino es de avance en el plano social. A pesar de su heterogeneidad hay tres ejes comunes: la búsqueda de mayor justicia social, la soberanía nacional y la democratización política.
La democracia se ha fortalecido en América Latina. A diferencia de la derecha que gestó el terrorismo de Estado y operaciones criminales como el “Plan Cóndor” que asesinaron, secuestraron y torturaron, la izquierda ha sostenido y profundizado los regímenes democráticos. Una y otra vez la ciudadanía ha reafirmado en las urnas el apoyo a las opciones populares. Al menos, la mayoría de las veces porque también ha habido derrotas como en Chile cuyas causas arrojan enseñanzas importantes. Sin embargo allí la derecha no fue capaz de resolver los graves problemas de desigualdad ni mantener el apoyo del electorado.
Como en el caso de Paraguay antes y Venezuela ahora, la derecha recurre al golpismo para desestabilizar los gobiernos populares. Noam Chomsky dice que las fuerzas reaccionarias del mundo aceptan el juego democrático siempre que puedan “domesticar al rebaño perplejo” controlando los medios para “fabricar el consenso”. Con una solidaridad de clase, profundamente ideológica, la derecha uruguaya ha apoyado con entusiasmo estos intentos golpistas aunque siga hablando de democracia.
Junto con el Mercosur como plataforma cabe señalar la creación de un conjunto de instituciones como la Unasur, la Celac, el Consejo de Defensa Sudamericano, que expresan una voluntad integracionista y de actuación coordinada en el concierto internacional. El liderazgo mundial del Brasil de Lula y Dilma contribuye a que la región intervenga en el escenario planetario con peso propio.
Existen numerosas trabas a los procesos de integración y la relación de nuestro país con Argentina es un ejemplo claro. Desde el bloqueo de los puentes a las actuales zancadillas económicas vemos un proceso con muchos obstáculos y actores en ambos países que operan hacia el distanciamiento más que hacia la unión. El gobierno de Mujica y la diplomacia de Almagro han logrado avances significativos pero el panorama continúa siendo complejo. Sin embargo, el camino debe seguir siendo la profundización de los vínculos, más allá de los acuerdos de libre comercio, hacia la integración en proyectos estratégicos de desarrollo que atiendan a las desigualdades existentes y afirmen los aspectos sociales y políticos de la unidad regional.
Otros rumbos que pusieran a nuestro país en la estela de Estados Unidos o cualquier otra potencia imperialista nos harían volver a tiempos pretéritos de subordinación y dependencia. No solo en el plano económico o político sino también en lo militar. Basta ver el sistema de las catorce bases militares norteamericanas existente en la región y sus esfuerzos por crear nuevas.
En esta perspectiva es imprescindible terminar con el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) y con el Convenio de Asistencia Militar entre Uruguay y Estados Unidos, instrumentos de la hegemonía militar norteamericana en el continente y en nuestro país.
Estamos en un período donde la ocupación militar de países por parte de EEUU y sus aliados se combina con una política de fuertes incentivos a los conflictos armados internos de los países que desean desestabilizar. La guerra con todas sus secuelas de pérdida de vidas, destrucción económica y retroceso social y cultural es una realidad permanente. No podemos resignarnos a estas gravísimas violaciones a los derechos humanos. Nuestro país tiene que seguir asumiendo un papel claro y sumar fuerzas hacia el respeto de las normas internacionales de convivencia, en el terreno diplomático pero también en la gestación de una opinión pública informada y activa.
Los ataques con aviones no tripulados han implantado el asesinato a distancia, como una forma de agresión bélica con menos costos para el país agresor. El secuestro, el traslado, la tortura y la prisión de cualquier persona sospechosa de terrorismo sin ninguna garantía legal han sido impuestos por EEUU con complicidad de las potencias europeas. La cárcel de Guantánamo es un terrible ejemplo, el bloqueo al avión del presidente Evo Morales es otro. Las denuncias de Snowden han puesto en evidencia un monstruoso sistema de vigilancia, registro e intervención de las comunicaciones desde la NSA de EEUU con la complicidad de las empresas multinacionales de la comunicación en una violación flagrante de la soberanía de nuestros países.
La política internacional de nuestro país debe denunciar y luchar contra estas estrategias de agresión. El silencio de la derecha uruguaya frente a estos temas o su justificación explícita a las agresiones no puede pasarse por alto. No es un hecho menor. Por el contrario, los problemas con Argentina y la situación interna de Venezuela son objeto de constantes pronunciamientos y de una campaña mediática virulenta.
Con la legislación sobre el aborto, sobre el matrimonio igualitario y la regulación de la marihuana, Uruguay ha desempeñado un rol de avanzada en el escenario internacional. En materia de drogas nuestro país está promoviendo con valentía un debate a fondo que cuestiona la estrategia de “guerra contra las drogas” que tantos fracasos y tantas vidas ha acumulado en nuestro continente. La seriedad de nuestras políticas y planteos en este campo, nos han dado un prestigio que constituye un capital político importante para un país como nosotros.
En el debe, comprometiendo nuestra imagen internacional está la violación por parte de la Suprema Corte de Justicia de la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso Gelman. También la persistente defensa de la impunidad y del ocultamiento de los crímenes del terrorismo de Estado que han mantenido las FFAA, los partidos tradicionales y la Suprema Corte de Justicia.
En ese capítulo de los debes también está la presencia de tropas uruguayas en Haití, en una misión militar que cuestiona el derecho de autodeterminación del pueblo haitiano que ha reclamado claramente su retiro.
Junio y después octubre serán instancias claves para la futura política internacional de nuestro país. Quienes apoyamos a Constanza pretendemos que el Frente Amplio tenga posiciones claras en este tema.