MANDELA visto por Joaquín R. Hernández, Atilio Borón y Miguel Máiquez.
Publicado el 10/12/13 a las 12:33 am
“El 1º de julio del año 2008, el gobierno de los Estados Unidos decidió borrar a Nelson Mandela de la lista de terroristas peligrosos. Durante sesenta años, el africano más prestigioso del mundo había integrado ese tenebroso catálogo.»
(Del libro de Eduardo Galeano Los hijos de los días.)
Los verdaderos compañeros de Nelson Mandela.
Por Joaquín R. Hernández.
No es fácil recordar un sentimiento de condolencia tan unánime como el que ha provocado en todo el mundo el fallecimiento del gran líder sudafricano Nelson Mandela. Sus exequias finales convocarán un crecido número de líderes mundiales.
Pero no siempre tuvo Mandela tantos admiradores.
Entre los convocados por su desaparición hay no pocos que durante años acompañaron de forma más encubierta o más visible al régimen del apartheid, y nunca se inmutaron cuando este calificó al gran dirigente sudafricano como terrorista.
Pongamos por ejemplo a los dirigentes israelíes. En estos días, el presidente de este país, el nonagenario Shimon Peres, en cuya trayectoria pesan sangrientos sucesos de represión –muchas veces calificada de racista— contra el pueblo palestino, se condolió del fallecimiento de Mandela calificándolo de “luchador por los derechos humanos que dejó una marca indeleble en la lucha contra el racismo y la discriminación”.
Y Benjamin Netanyahu acrecentó el doble discurso: “Fue el padre de su país, un hombre de visión y un luchador de la libertad que rechazaba la violencia”.
Con lo cual cometió una inexplicable inexactitud histórica.
Mandela defendió con claridad meridiana el recurso de los pueblos a los métodos insurreccionales de lucha en su defensa ante el tribunal que lo juzgó en 1964: “Yo, y los otros que comenzamos con la organización –se refiere al brazo armado del Congreso Nacional Africano- sentimos que sin violencia no habría vía para que el pueblo africano tuviera éxito en su lucha contra el principio de la supremacía blanca. (…) Primero rompimos con la ley de forma que evitáramos el recurso a la violencia; cuando se legisló contra esta forma, y cuando el gobierno utilizó la violencia para aplastar la oposición a sus políticas, solamente entonces decidimos responder a la violencia con violencia”.
Mandela fue, además un defensor inclaudicable de los derechos del pueblo palestino. “Sabemos demasiado bien que nuestra libertad estará incompleta sin la libertad de los palestinos”. Y mientras Mandela luchaba, aun desde la cárcel, contra el régimen del apartheid, los distintos gobiernos israelíes mantenían cálidas relaciones con el régimen sudafricano. Es conocido que en algún momento el gobierno sionista ofreció al gobierno de los afrikaneers el arma nuclear, y que la decisiva batalla de Cuito Cuanavale, que abrió las puertas a la derrota final del apartheid, se libró bajo la permanente amenaza de que el ejército sudafricano, desesperado, pudiera hacer uso de ella.
Las condolencias de Barack Obama, por su parte, deben estar cargadas de sinceridad. El propio presidente estadounidense afirma que su inicio en política se produjo participando en una manifestación antiapartheid.
Pero esa no es la historia de Estados Unidos hacia la lucha contra la discriminación sudafricana ni hacia Nelson Mandela.
En el momento en que Mandela se inició en su combate, cuando recibió entrenamiento en Argelia o cuando cayó prisionero por primera vez, imaginar que un día habría un presidente negro en Estados Unidos era cosa de ciencia ficción. Mientras Mandela pronunciaba su defensa ante el tribunal que lo juzgó, aún se recordaba el conflicto por la integración racial en las escuelas del sur, que hizo famoso al nefasto gobernador de Arkansas Orval Faubus, y el doctor Martin Luther King Jr. difundía su prédica en condiciones que lo llevarían a la muerte cuatro años después.
En fecha tan avanzada como 1980, el presidente sudafricano P. W. Botha visitaba a su congénere Ronald Reagan en Washington para recibir más muestras de apoyo, entre ellas la acusación de terrorista por parte de Reagan contra Mandela.
Reagan se opuso declaradamente a las propuestas de sanciones contra el régimen del apartheid. Vetó las sanciones propuestas por el Congreso y obligó al cuerpo legislativo a pronunciarse contra el veto y aprobar finalmente las medidas punitivas que, tardíamente, hicieron variar la política norteamericana hacia Sudáfrica.
Y por supuesto, la nota pintoresca, groseramente pintoresca, tenía que provenir de Miami.
Mandela visitó Miami en 1990, poco después de ser liberado. En ese viaje expresó lo que realmente sentía: dijo que admiraba al Gaddafi, al gran líder palestino Yasser Arafat. Y a Fidel Castro.
En la cúspide del reconocimiento mundial, Mandela debía haber recibido las llaves de esa ciudad floridana. Pero sus declaraciones, hechas desde Harlem a la cadena ABC, provocaron la indignación de los comisionados de origen cubano de la ciudad.
Sin inmutarse, Mandela habló ante 6 mil personas en el Centro de Convenciones de Miami. La población afroamericana miamense inició un boicot de la industria turística local que provocó pérdidas millonarias.
En estos días también se han escuchado en esa ciudad voces de condolencia de los mismos que lo repudiaron en esa ocasión, por su contribución a la eliminación del apartheid.
Lo cual es doblemente curioso, pues entre muchos de los inmigrantes que han poblado Miami en los últimos cincuenta años el racismo contra los negros es acendrado y sobradamente conocido.
De cualquier forma, en el mundo actual nadie se llama a engaño. El pueblo sudafricano, los pueblos de África, los afroamericanos estadounidenses, saben quiénes son y quiénes fueron los verdaderos compañeros de ideales y de lucha de su líder inmortal.
Texto tomado el 09 de Diciembre de 2013, de http://www.lavozdelsandinismo.com/opinion/2013-12-09/los-verdaderos-companeros-de-nelson-mandela/
Mandela y Fidel
Por Atilio Borón.
La muerte de Nelson Mandela precipitó una catarata de interpretaciones sobre su vida y su obra, todas las cuales lo presentan como un apóstol del pacifismo y una especie de Madre Teresa de Sudáfrica. Se trata de una imagen esencial y premeditadamente equivocada, que soslaya que luego de la matanza de Sharpeville, en 1960, el Congreso Nacional Africano (CNA) y su líder, precisamente Mandela, adoptan la vía armada y el sabotaje a empresas y proyectos de importancia económica, pero sin atentar contra vidas humanas. Mandela recorrió diversos países de Africa en busca de ayuda económica y militar para sostener esta nueva táctica de lucha. Cayó preso en 1962 y poco después se lo condenó a cadena perpetua, que lo mantendría relegado en una cárcel de máxima seguridad, en una celda de dos por dos metros, durante 25 años, salvo los dos últimos años en los cuales la formidable presión internacional para lograr su liberación mejoraron las condiciones de su detención.
Mandela, por lo tanto, no fue un “adorador de la legalidad burguesa”, sino un extraordinario líder político cuya estrategia y tácticas de lucha fueron variando según cambiaban las condiciones bajo las cuales libraba sus batallas. Se dice que fue el hombre que acabó con el odioso “apartheid” sudafricano, lo cual es una verdad a medias. La otra mitad del mérito les corresponde a Fidel y la Revolución Cubana, que con su intervención en la guerra civil de Angola selló la suerte de los racistas al derrotar a las tropas de Zaire (hoy, República Democrática del Congo), del ejército sudafricano y de dos ejércitos mercenarios angoleños organizados, armados y financiados por EE.UU. a través de la CIA. Gracias a su heroica colaboración, en la cual una vez más se demostró el noble internacionalismo de la Revolución Cubana, se logró mantener la independencia de Angola, sentar las bases para la posterior emancipación de Namibia y disparar el tiro de gracia en contra del “apartheid” sudafricano. Por eso, enterado del resultado de la crucial batalla de Cuito Cuanavale, el 23 de marzo de 1988, Mandela escribió desde la cárcel que el desenlace de lo que se dio en llamar “la Stalingrado africana” fue “el punto de inflexión para la liberación de nuestro continente, y de mi pueblo, del flagelo del apartheid”.
La derrota de los racistas y sus mentores estadounidenses asestó un golpe mortal a la ocupación sudafricana de Namibia y precipitó el inicio de las negociaciones con el CNA que, a poco andar, terminarían por demoler al régimen racista sudafricano, obra mancomunada de aquellos dos gigantescos estadistas y revolucionarios. Años más tarde, en la Conferencia de Solidaridad Cubana-Sudafricana de 1995 Mandela diría que “los cubanos vinieron a nuestra región como doctores, maestros, soldados, expertos agrícolas, pero nunca como colonizadores. Compartieron las mismas trincheras en la lucha contra el colonialismo, subdesarrollo y el “apartheid”… Jamás olvidaremos este incomparable ejemplo de desinteresado internacionalismo”. Es un buen recordatorio para quienes hablan de la “invasión” cubana a Angola».
Cuba pagó un precio enorme por este noble acto de solidaridad internacional que, como lo recuerda Mandela, fue el punto de inflexión de la lucha contra el racismo en Africa. Entre 1975 y 1991, cerca de 450.000 hombres y mujeres de la isla pararon por Angola jugándose en ello su vida. Poco más de 2600 la perdieron luchando para derrotar el régimen racista de Pretoria y sus aliados. La muerte de ese extraordinario líder que fue Nelson Mandela es una excelente ocasión para rendir homenaje a su lucha y, también, al heroísmo internacionalista de Fidel y la Revolución Cubana.
Tomado de Página 12, http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-235163-2013-12-07.html
Mandela y Oriente Medio: sin pelos en la lengua
Por Miguel Máiquez.
La muerte este jueves de Nelson Mandela deja al mundo sin una de sus principales referencias morales, sin uno de sus símbolos más auténticos y universales. Mandela, que tenía ya 95 años, representaba –representa– la tenacidad y la fe; la constancia, contra viento y marea, en la lucha por la libertad; el ejemplo vivo de que es posible plantarse, resistir, desafiar al poder, socavar al tirano. Pero también la capacidad de dialogar y de tender puentes para construir el futuro, más allá de la venganza (e incluso de la justicia), y por doloroso que esto pueda resultar.
Al expresidente surafricano se le han reprochado, también, muchas cosas, desde los problemas que aquejaron a su mandato hasta la simpatía que profesó hacia algunos líderes mundiales cuyas credenciales distan mucho de los ideales democráticos que él mismo defendía. Mandela no era un santo. Mandela era un ser humano, pero un ser humano como pocos.
La relación de Mandela con Oriente Medio estuvo marcada tanto por su pensamiento político (socialista, antiimperialista, nacionalista africano), como por su reconocimiento a los apoyos que recibió durante los años que estuvo en prisión. No es una relación muy intensa, pero sí bastante significativa. Pocas veces, en cualquier caso, se mordió la lengua con respecto a lo que pensaba o sentía.
A modo de recuerdo y homenaje a su figura, seleccionamos aquí algunas de sus declaraciones y opiniones sobre diferentes conflictos y líderes de la región:
Israel y Palestina
Mandela apoyaba las reivindicaciones de la OLP, pero mantuvo una posición moderada con respecto a Israel. Reivindicó con firmeza el derecho de los palestinos a la autodeterminación y a tener su propio Estado (Suráfrica mantiene una representación diplomática plena ante Palestina desde 1995), pero reconocía asimismo el derecho de Israel a existir dentro de unas fronteras seguras.
En un discurso que, con motivo del Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, pronunció el 4 de diciembre de 1997 en Pretoria, Mandela alabó a los líderes de ambos bandos por la firma, cuatro años antes, de los Acuerdos de Oslo, acuerdos que en aquel entonces el líder surafricano veía como una oportunidad para la paz. Pero Mandela aprovechó, también, para denunciar la situación en la que se veían (y se ven) obligados a vivir los palestinos:
Me uno a vosotros hoy para sumar nuestra voz a la reivindicación universal del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a tener un Estado. No estaríamos a la altura de nuestra propia razón de ser como gobierno y como nación si la resolución de los problemas de Oriente Medio no ocupase un lugar prominente en nuestra agenda.
Cuando en 1977 la ONU aprobó la resolución por la que se creaba el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, se reconoció que en Palestina se estaban cometiendo injusticias y graves violaciones a los derechos humanos. En esa misma época Naciones Unidas adoptó una posición firme contra el apartheid, y a lo largo de los años se fue construyendo un consenso internacional que ayudó a poner fin a este sistema perverso. Pero sabemos demasiado bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos.
Mandela tardó cinco años en aceptar la invitación para visitar Israel. Tras su liberación, en 1990, el líder surafricano dijo que había sido invitado por “casi todos los países del mundo, excepto Israel”. La invitación israelí se produjo finalmente en 1994, pero en ese momento (en pleno proceso de paz tras los Acuerdos de Oslo) Mandela no quiso realizar una visita que habría tenido, probablemente, una fuerte carga política.
Finalmente, Mandela viajó a Israel y los territorios palestinos ocupados en 1999. En Gaza, el ya expresidente surafricano afirmó que “Israel debería retirarse de las zonas que ha ocupado en países árabes: los altos del Golán, el sur de Líbano y Cisjordania”. No obstante, antes de viajar a Gaza, Mandela mantuvo una reunión en Jerusalén con el entonces ministro de Exteriores israelí, David Levy, al término de la cual admitió que Israel no podía devolver los territorios ocupados “si los Estados árabes no lo reconocen”.
Respondiendo a quienes criticaron su visita, Mandela dijo:
Israel trabajó muy estrechamente con el régimen del apartheid. Pero yo digo: He hecho las paces con muchos hombres que masacraron a nuestro pueblo como se masacra a los animales. Israel cooperó con el régimen del apartheid, pero no participó en ninguna atrocidad.
Tras su visita al Museo del Holocausto, Mandela aseguró que se había sentido “profundamente dolorido y, a la vez, enriquecido”, y enfatizó la importancia de que el mundo no olvide lo que ocurrió.
Irak
Dos meses antes de la invasión de Irak que lideró Estados Unidos, Mandela dejó claro su rechazo frontal a la guerra en un duro discurso que pronunció en el Foro Internacional de la Mujer, en Johannesburgo, el 29 de enero de 2003:
Lo que está ocurriendo, lo que Bush está haciendo, es una tragedia. Lo único que Bush quiere es el petróleo iraquí. No hay duda de que Estados Unidos se está comportando mal. ¿Por qué no intentan confiscar las armas de destrucción masiva de su aliado Israel? Esto no es más que una excusa para obtener el petróleo de Irak.
Bush está ahora socavando las Naciones Unidas. Está actuando fuera de esta organización, a pesar de que las Naciones Unidas fue una idea del presidente Roosevelt y de Winston Churchill. Tanto Bush como Tony Blair están socavando una idea que fue defendida por sus predecesores. No les importa. ¿Es porque el secretario general de las Naciones Unidas [Kofi Annan] es ahora un hombre negro? Nunca hicieron algo así cuando los secretarios generales eran blancos.
Si hay un país que ha cometido innombrables atrocidades en el mundo, ese es Estados Unidos. No les importan los seres humanos.
Lo que estoy condenando es que una potencia, con un presidente [George W. Bush] que no tiene visión de futuro, esté queriendo sumir al mundo en un holocausto.
Según reveló su biógrafo Peter Hain, Mandela se sentía tan traicionado por la participación del Reino Unido en la guerra de Irak que llamó por teléfono al entonces primer ministro británico, Tony Blair, para expresarle su enfado: “Mandela echaba fuego por la boca”, explica Hain, diputado laborista y gran conocedor de Suráfrica, donde vivió en su juventud como activista contra el apartheid. “Es un error, un gran error, ¿por qué hace esto después de todo su apoyo a África? Le causará un enorme daño internacionalmente”, dijo el líder surafricano. “Nunca había visto a Mandela tan frustrado y enojado”, señala Hain.
Siria, Irán
En la misma gira por Oriente Medio que, en 1999, le llevó a Israel y a los territorios palestinos ocupados, Mandela realizó también breves visitas a Damasco y a Teherán. Ambas se desarrollaron en un ambiente de corrección diplomática, sin críticas. En los registros disponibles de sus comparecencias públicas no aparecen menciones a la falta de libertades o a las violaciones de los derechos humanos en estos países (Mandela mantenía también muy buenas relaciones con Gadafi o Fidel Castro, a quienes expresó públicamente su admiración).
Con respecto al entonces presidente sirio, Hafez al Asad (padre del actual mandatario, Bashar al Asad), Mandela se limitó a decir que “estoy feliz por estar junto a un renombrado y conocido presidente”, a quien calificó de “una instución”. De la reunión que mantuvieron ambos no trascendieron detalles.
En Irán, Mandela visitó la tumba del ayatolá Jomeini (fundador de la República Islámica) y, según informó la agencia oficial de noticias iraní, IRNA, alabó al Gobierno de Teherán por haber roto relaciones con el régimen del apartheid: “Estamos en deuda con la Revolución Islámica”, dijo.
Turquía
En 1992, Mandela, líder del Congreso Nacional Africano (CNA), pero no elegido aún presidente de Suráfrica (lo sería dos años después), fue duramente criticado en Turquía por declinar el Premio de la Paz Mustafa Kemal Ataturk, que le había sido concedido en este país. Según explicó un portavoz de Mandela en aquel momento, el líder surafricano no quiso aceptar el premio debido a las “violaciones de los derechos humanos” cometidas por Turquía contra el pueblo kurdo. El comunicado oficial del CNA fue el siguiente:
El Congreso Nacional Africano es consciente del anuncio por parte del Gobierno de Turquía de que se va a ofrecer el Premio Ataturk al presidente del CNA el 19 de mayo.
Nelson Mandela ha dedicado toda su vida al servicio de la democracia, los derechos humanos y la libertad frente a la opresión.
El CNA desea expresar categóricamente que el señor Mandela no ha aceptado el Premio Ataturk, y que no tiene previsto visitar Turquía. La actitud del CNA no refleja ningún punto de vista negativo sobre Kemal Ataturk, el reformador y fundador de la Turquía moderna.
Mandela acabó reconsiderando su postura y aceptó finalmente el premio en 1999.
Y una cita sin fronteras
He dedicado mi vida a esta lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He promovido el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas puedan vivir en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir, hasta lograrlo. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.
(Neson Mandela, ante el Tribunal Supremo de Pretoria, el 20 de abril de 1964, durante el juicio de Rivonia, como resultado del cual pasaría 30 años en la cárcel).
Tomado el 5/12/13 de http://recortesdeorientemedio.com/2013/12/05/mandela-y-oriente-medio-sin-pelos-en-la-lengua/