Un sacudón a la modorra.
Publicado el 03/10/13 a las 1:18 am
Pablo Anzalone – Secretario General del PVP
La creación de un escenario de dos precandidaturas es una alteración en un panorama que parecía totalmente consolidado en el Frente Amplio.
Los sectores mayoritarios, Frente Líber Seregni, Partido Socialista y MPP, definieron muy tempranamente su apoyo común a Tabaré Vázquez. La negociación entre bambalinas entre los grupos mayoritarios quedaba centrada en la candidatura a la Vicepresidencia. Los márgenes de intervención de los frenteamplistas, protagonistas fundamentales del Congreso y de la campaña política, estaban objetivamente muy restringidos. Este tipo de negociación cerrada no es nueva en la política, es la historia de toda la vida de los partidos tradicionales y la izquierda no ha estado ajena a ella en múltiples ocasiones. Pero hay que recordar que en algún caso reciente como las candidaturas a alcaldes, concejales municipales e intendenta en Montevideo, esa conformación de un paquete cerrado tuvo un costo político para el Frente Amplio, más allá de los méritos de los/as compañeras/os candidateados.
Lo que está claro es que la perspectiva continuista quedó afirmada como propuesta política hegemónica en el Frente Amplio. No estamos diciendo que el continuismo sea un elemento político negativo frente a las propuestas de la derecha y tampoco es un valor menor a considerar cuando el país ha logrado en estos años avances sociales y económicos muy significativos. Aleja, además, una parte de los argumentos apocalípticos a los que la derecha nos tiene acostumbrados, desde el Muro de Berlín a la subversión tupamara para generar miedo en los votantes. La reafirmación de la línea económica, sin matices, sin puntos suspensivos, va en ese sentido y la reciente decisión de no innovar en materia impositiva hacia el gran capital saldando un debate interno del gobierno, es coherente con esa perspectiva.
Ni siquiera se aceptó restablecer el Impuesto de Primaria a los grandes establecimientos agropecuarios, exoneración a todas luces injustificada e injusta. Y hay varios otros temas importantes donde se expresa esa concepción. Entre ellos, la negativa a encarar las reformas necesarias del Poder Judicial para evitarse debates con la oposición. Y las propuestas sobre Defensa Nacional que omiten la reducción progresiva de efectivos o las pasividades militares de privilegio y hacen cuestión de comprometernos a un nuevo convenio militar bilateral con Estados Unidos (en momentos en que esa potencia está siendo duramente cuestionada por el espionaje que realiza a países de América Latina).
Falta en este escenario una señal clara de innovación, de cambio dentro del proyecto frenteamplista. Innovación, cambios en los énfasis políticos, inclusión en las figuras, en la participación de mujeres y jóvenes, en las propuestas a presentar a la ciudadanía. Falta la actitud de escucha a esa amplia y diversa disconformidad que ha surgido con el Frente Amplio y sus gobiernos. Incorporando las miradas críticas de la propia militancia frenteamplista a raíz del despegue entre gobierno y fuerza política. Una distancia que se creó con la teoría del “corte del cordón umbilical” y se expresó en un fenómeno que recoge la autocrítica aprobada en 2010 por el Plenario Nacional del FA: “luego de llegar al gobierno la fuerza política se quedó sin estrategia propia”.
Descontentos como el de los docentes que generaron una amplia movilización y luego de varias señales (nada menos que de Mujica) de que habría posibilidades de negociar alguna salida, recibieron una bajada de cortina. O el malestar que surge de las profundas desigualdades que continúan y se reproducen. Mientras un millón de uruguayos siguen teniendo carencias críticas, hay sectores que se han enriquecido en forma extraordinaria. La infantilización de la pobreza sigue marcando nuestra realidad social.
No creemos que todos los cuestionamientos sean “de izquierda”. Hay sectores que siguen mirando el mundo desde el ojo de su bolsillo, como dijo Mujica. Hay gente conservadora en sus valores a los cuales les cae mal, les genera miedos la agenda de derechos que avanzó con el matrimonio igualitario, la ley de interrupción voluntaria del embarazo, la regulación de la marihuana o la ley de medios. Y muchas veces no hemos sabido dialogar con estos sectores, convencer, escuchar.
Pero la gran mayoría de las sensibilidades de izquierda, la indignación ante la injusticia, ante la desigualdad y la discriminación, no encuentran lugar en una lógica conformista. No son compatibles con la mentalidad burocrática y el miedo a chocar con intereses poderosos, con los “chiquitismos” y las cuotas de poder personal o sectorial.
Estamos hablando de peligros de distanciamiento con la población que genera el ejercicio del gobierno y la mimetización de la fuerza política con el Estado. La experiencia de la socialdemocracia es bastante elocuente en ese sentido. Cuanto más se parece a un partido de funcionarios, más difícil es para la izquierda innovar en las propuestas, revitalizar el mensaje político, librar la lucha ideológica contra la derecha, tanto en sus expresiones partidarias o mediáticas como en su penetración en la vida cotidiana.
En este contexto, la precandidatura de Constanza Moreira aparece como una especie de contienda entre David y Goliath. Pero esos sentimientos de disconformidad son parte sustantiva de la izquierda. Privarse de ellos, marginarlos, es achicar el proyecto frenteamplista, quedarse sin acicate.
Y Constanza expresa hoy esas sensibilidades.
TOMADO DE LA REPUBLICA, 29/9/2013.