miércoles 18 de septiembre, 2024

La impostergable actualización ideológica.

Publicado el 06/06/12 a las 11:27 pm


Por Miguel Fernández Galeano.

En el Frente Amplio está pendiente un proceso de actualización ideológica que hasta ahora no ha dejado de ser una buena intención, pero en los hechos estamos lejos de encontrar caminos para avanzar en contenidos y llegar a una nueva síntesis.

En el debate de ideas, la izquierda no está ganando a pesar de que cuenta con todas las evidencias y posibilidades reales de lograr una rotunda victoria intelectual.

La inercia gana y lo único que funciona es la estructura de gobierno y a lo sumo la discusión o la queja de su gestión. Sabemos que no puede resolverse al mismo tiempo el hacer, con el pensar, y mucho menos la planificación estratégica y el proceso de discusión y síntesis ideológica.

Visto desde el ejercicio y los resultados del gobierno el proyecto de izquierda no está en crisis, pero quizás lo esté su proyecto histórico, si no se construye una propuesta colectiva que abra paso a un proyecto alternativo al capitalismo más allá de gestionar la economía y el gobierno en los marcos que impone lo políticamente aceptable .

Se corren serios riesgos de que la izquierda se integre en forma insensible y acrítica al sistema político, al status quo, y de establecer relaciones de cada vez mayor ajenidad y distancia con los movimientos sociales y con los intelectuales que buscan involucrarse en su renovación. A la vez está atravesada por límites autoimpuestos que le impiden repensarla para enfrentar con eficacia el proyecto ideológico de la derecha que intenta recuperar terreno. El gobierno tiene que resolver los desafíos que impone la gestión de gobierno, administrar la cosa pública y procurar no inquietar a los electores. Pero ¿cuál es el rol que le reservamos al partido?

Como dice Tabaré Vázquez en su propuesta de actualización, «la ideología no es una moda, ni un perro guardián del pasado, ni un hermoso pero irrealizable plano del paraíso… su actualización es tan permanente como necesaria e inexorable. Negarse a ella es ignorar la naturaleza humana y, en el caso de los frenteamplistas, renunciar al construcción de un Uruguay mejor, que es la razón que nos une, convoca e impulsa»

Se trata de asumir y jerarquizar el papel indelegable de la fuerza política como ámbito fundamental para abordar (abierto al conjunto de sus militantes y a la sociedad en su conjunto) las definiciones programáticas y el marco ideológico para proyectar el futuro del país por muchos años.

El Frente Amplio se debe renovar en la relación con un contexto que se expresa en múltiples formas de participación social organizada. Eso es particularmente así, si tomamos en cuenta una historia que en los últimos 40 años ha sido intensa, cambiante y llena de desafíos y sacrificios de los que con unidad e inteligencia supimos salir. Se trata, además, de una historia que se inscribe en las transformaciones profundas que atraviesa del propio capitalismo.

La necesidad de proyectar una sociedad de nuevo tipo no esta perimida, construir la viabilidad de un modelo alternativo a un capitalismo que no hace otra cosa que exacerbar sus propias contradicciones y en cuya propia esencia, no está buscar la superación de las mismas. No debemos confundir capitalismo global y unipolar con capitalismo definitivo.

Es imperativo volver a problematizar la realidad de que el cuerpo social está segmentado en clases, más allá de cómo las definamos, y eso no es «normal» ni productos de «naturales procesos de selección de la especie». Debemos decirnos nuevamente que la segmentación social es producto de una injusticia estructural y una inequidad en la distribución de la riqueza, que sobre determina a las personas aún antes de nacer.

En nuestro horizonte ético, pero también en campo de lo racional se impone como necesidad civilizatoria volver y rescatar la idea primigenia de recibir de cada uno según su capacidad y dar a cada quien según su necesidad.

Mas allá de definiciones sectoriales, el Frente Amplio como tal nunca se definió por el socialismo, pero por encima de los rótulos importa debatir los contenidos sobre los caminos que debemos abrir para la profundización en el proyecto estratégico de país para los próximos 20 o 30 años.

Es preciso ver la perspectiva de un horizonte socialista como algo inserto en las luchas actuales por el protagonismo popular, por la democratización de las políticas públicas, por la superación de toda forma de discriminación y desigualdad , no como una hipotética meta a alcanzar donde el desarrollo de las fuerzas productivas empuje el cambio de las relaciones de producción. Si un proyecto de sociedad sustantivamente distinto al actual no aparece como transformador de las prácticas predominantes, es difícil que se llegue a acumular fuerzas para esos cambios estructurales. La dimensión cultural y de valores es clave.

Sin embargo, es de justicia admitir que sabemos más sobre lo que no queremos del socialismo, que sobre lo que queremos. El impacto y la perplejidad que generó la caída de formas autodenominadas socialistas, son un factor explicativo en el rezago para efectuar una necesaria e impostergable revisión de dichos procesos.

Para hacer posible la superación del capitalismo resulta imprescindible repensar el socialismo, los modelos aplicados hasta el presente y sus herencias pesan demasiado para poder levantar sus banderas (o aún las de la izquierda) sin la obligación ética de rendir cuentas con ese pasado.

En los modelos de «socialismo real» que dominaron el siglo pasado, ni la economía con el capitalismo de estado, ni la estructura política con un estado autoritario y policíaco, tenían nada del proyecto socialista.

Se llegó a contraponer a la justicia social con la libertad, subestimando las libertades públicas y los derechos humanos, como componente inherente del socialismo, dejando en manos del discurso capitalista estas banderas; marginando de este modo a la izquierda de su esencia libertaria.

Se subestimaron las formas autogestionarias, cooperativas, o cogestionarias, de organización económica y social haciendo una mecánica identificación del socialismo con la propiedad estatal y se justificó la concentración del poder y la falta de participación de los trabajadores, en aras de un estado que supuestamente los representaba, cayendo ineluctablemente en el economicismo simplificador de las relaciones sociales.

Otra gran restricción a la esencia del socialismo fue la superposición del Partido, el Gobierno y el Estado, con la consiguiente concentración del poder consolidando la supremacía de un solo Partido sobre la sociedad toda. Donde ésta aparece acotada en su diversidad, donde no se promueve el entramado social participativo, integrador, heterogéneo, como un factor esencial de la transformación socialista y no solo como transición sino como destino estratégico.

La reivindicación de la diversidad junto con la equidad, como parte del proyecto finalista de sociedad es tan clara como necesaria. Es un componente estructurante de una transformación cultural que el socialismo de este nuevo tiempo está llamado a impulsar, yugulando todo intento de pensamiento único, con veladas reivindicaciones de un saber y un control total.

Finalmente, en nombre del socialismo, se desestimaron las contradicciones que surgen de las relaciones de desigualdad o de opresión en otros planos como las de género, de raza, opción sexual e incluso en materia artística se internalizaron dogmas que empobrecieron la creatividad y el espíritu innovador. Debemos asumir que la izquierda no supo incluir en su propia agenda la emancipación individual, el tiempo para pensar y asumir la calidad de las relaciones sociales o los potenciales de autorrealización.

Existen condiciones objetivas y también subjetivas para la izquierda retome la iniciativa, jerarquizando políticas públicas y un Estado que atienda las nuevas realidades y el fortalecimiento de una sociedad civil protagonista, activa, dinámica, autónoma e independiente del Estado y de cualquier otro centro de poder político y/o económico, con capacidad de iniciativa y propuesta para incidir en las transformaciones estructurales.

Esa es la discusión que debe empezar a procesar el Frente Amplio con miras a una nueva síntesis. Respetando la diversidad y los tiempos de distintos actores que lo componen, sin renunciar a un amplio y fermental intercambio que sin violentar las definiciones de cada quien, permita saber hacia donde vamos y no quedar agotados con el piloto automático y sin estrategia, con lo que esto supone en términos de acumulación de fuerzas para los cambios.

Descartando cualquier tentación de abrazar modelos normativos ideales, definidos hasta el último detalle, transferibles a cualquier realidad; la idea central, pasa por la democratización radical de la sociedad y del Estado, profundizando el sistema democrático hacia una democracia participativa, sin oponerse o negar mecanismos representativos.

Habilitando controles sociales y desarrollando múltiples formas de organización, circulación y funcionamiento del poder. Superando la lógica del poder-dominación hacia una lógica del poder-servicio. Creando las mejores condiciones para construir la viabilidad de reformas de fondo en diferentes campos y su interacción en el territorio como lugar privilegiado para atender las necesidades y demandas de la vida cotidiana de la gente.

Promoviendo sujetos populares capaces de sumar con otros para empujar los cambios, de interactuar con el Estado no solo desde lo reivindicativo, fortaleciendo la capacidad de propuesta y acción transformadora.

Asumir la democracia, como valor en si mismo, implica el reconocimiento de la política como un campo de la sociedad donde existirán distintas opciones ideológicas, expresando intereses y visiones diversos, en posiciones encontradas o en alianzas.

Un horizonte socialista, y los pasos más cortos y más largos para alcanzarlo, constituyen una enorme y profunda transformación pero no son un punto de llegada. Forman parte de un proceso de conquistas políticas, económicas, culturales y sociales que habilita caminos para nuevos avances. Esa renovación de las metas, en pos de utopías liberadoras, es una cuestión esencial para el objetivo sustantivo de lograr un desarrollo más pleno de los seres humanos en equilibrio y respeto con el ambiente.

* Ex viceministro de Salud Pública y ex Director General de Salud y Programas Sociales de la IMM.

Tomado de BRECHA, 1/8/2012.
http://www.brecha.com.uy/inicio/item/10436-la-impostergable-actualizacion-ideologica-

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