Publicado el 06/05/12 a las 8:02 pm
Por Federico Quintana Domínguez.
¿Qué cosas no encontrarás en este texto?
No encontrarás una lista interminable de porcentajes que avalen una gestión de gobierno, no encontrarás un pedido de ayuda para ningún gran dirigente, ni la devolución de un favor, ni la apología de un slogan que oculta una alianza escandalosamente secreta. Tampoco te señalaré con el dedo si estás harto de que te desilusionen, de que dirigentes y militantes te reprochen tu comprensible enojo y te traten de bajoneado, o que miren con desprecio tu alejamiento. Debo decir, me aborrece escuchar que “hay que volver a enamorar al pueblo frenteamplista”, como si el acto de amor pudiera ser inducido mediante un discurso vacío, y no se diera en realidad por consecuencia de actos solemnes, cargados de valentía, sinceridad, crítica y autocrítica, desprendimiento, solidaridad o justicia.
¿Qué encontrarás aquí?
La única finalidad que persigue esta nota es tratar de generar una brecha de opinión que vaya más allá de la lógica competencia sectorial y canalice una corriente dentro de la cual me incluyo, hacia un pensamiento útil y una acción comprometida:
El Frente como composición ideológica y programática es de por sí un misterio viviente, que tiene mil defectos claro, pero pienso yo atribuibles a personas y no a organismos. Es la única opción política partidaria de actualidad con la capacidad latente de movilizar multitudes sensibles a los problemas de la gente. La palabra latente no es usada en vano sino para denunciar una política de dirección que ha buscado por acción u omisión desmovilizar las bases sociales, sea con el fin de allanar la gobernabilidad o por el motivo que sea, si es acción u omisión es igual de peligroso para las transformaciones necesarias. Muchas veces se intenta sustituir el crédito de las movilizaciones y de organizaciones sociales no-partidarias al obtener una conquista, y dirigentes de la fuerza política vinculados a la gestión de gobierno se la ponen como medalla de general para su haber electoral, desconociendo su papel de articuladores y auto adjudicándose para ellos y su sector, el fruto de la lucha del pueblo organizado. Resistir la desmovilización está en sintonía con un voto protesta.
Un voto protesta debe darse no solo contra la desmovilización, sino contra la incapacidad de nuestros dirigentes de buscar un proceso saludable de elección de candidatos, lo que vale tanto a nivel partidario como para la próxima elección nacional -y dale Juana con la canasta-. A nivel partidario se llegó a cuatro candidatos, resultado que, por un lado puede responder a una irreconciliable disputa sectorial -lo cual sería patéticamente anti-unitario, pese a que digan lo contrario-, o por otro lado, con la intención de convocar más electores ante una plural oferta electoral: lo cierto, es que esto responde a una lógica del consumismo electoral-democrático, es decir, pensar que cuantos más candidatos hay, más atractiva es la elección, es como cuando voy a comprar una herramienta y veo que el vendedor en vez de ofrecerme la que necesito, como no la tiene, me ofrece cualquier cosa, y con variedad, a ver si en una de esas me la llevo. El elector inteligente percibe esto, y con razón se molesta. Vaya la aclaración para algún mal intencionado, que esto no es un insulto ni para Agazzi, ni para Castillo, ni para Xavier, ni para Rubio. Cada uno de ellos es un gran representante del frenteamplismo, pero del frenteamplismo sectorizado: colocados en cuatro esquinas, lo que se percibe es la incapacidad para ceder espacio y acordar, políticas de por medio, un representante común. Que se entienda bien ahora, lo que se ha llamado “falta de apoyo o peso político” como excusa a la no-presentación de candidatos de extracción no-sectorial, no responde a otra cosa que al egoísmo y ansias de poder del sector y candidato que no supo ceder –reconózcanse quienes tienen ésta actitud-, por querer quedarse con el cargo. De todos modos, siempre se puede estar peor, ¡esperemos no llegue el día que tengamos más de un candidato por sector!
Un voto por la fuerza política que nunca responderá a la oligarquía -pese a tener algún personaje coptado- y que aún lucha con éxito por ser antiimperialista. Basta dar un vistazo al resto del sistema político y ver qué representantes tiene la derecha de Uruguay, agitando sus concepciones regresivas y fracasadas: son Lacalle y Bordaberry, fusionados ideológicamente y de caudal electoral compartido, dos paladines de la represión, dos representantes de los ricos del Uruguay, de la sociedad con miedo y fracturada, pero además, de sus sectores, con estructuras mucho menos democráticas que cualquier organismo frenteamplista, pero que aún hoy representan una porción no menor del electorado uruguayo. ¿Qué utilidad tiene señalar esto? Es que es la tarea del frenteamplismo movilizado erosionar esas bases sociales, que poca conexión tienen en muchos casos con la ideología de sus representantes, pero que existen y deben ser debatidas y agitadas democráticamente por convicciones que enaltezcan nuestros valores frenteamplistas y uruguayos. El carácter anti oligárquico del Frente Amplio debe ser apoyado y reforzado.
Reforzado y defendido, con uñas y dientes argumentales debe ser nuestro carácter antiimperialista, que se ha visto en jaque en ocasiones y que enfrenta contradicciones: Un posicionamiento claro y opuesto a la intervención militar en países como Haití es hoy un debe de la fuerza política, y no se corresponde con el legado de nuestros emblemáticos luchadores. Antiimperialista además, no es sólo condenar el terror de la guerra de los EEUU y la OTAN, sino también mirar de reojo el comportamiento de las corporaciones multinacionales que vienen amigablemente a nuestra tierra pero que pueden ser conocidos financistas de guerras, desestabilizadores y mercenarios en otras regiones. Prestar atención es fundamental, cuando no todo es lo que parece. Estas empresas buscan coptar gobiernos para fagocitar los Estados, y no les importa el color del gobierno doméstico: mientras miran a trasluz de él los ricos recursos de la tierra, más abultados serán los dineros destinados para intentar sobornar a la izquierda, para coptar dirigentes que trabajen para ellos, y en la medida que tengamos capacidad para resistir ese atropello, aislando políticamente esas infecciones, deberemos tener capacidad y coraje para apoyar a los valientes compañeros que permanezcan a nuestro lado. Motivo suficiente para mantener el espíritu de protesta, defendiendo la soberanía uruguaya.
Hilar fino es tarea de un responsable votante, y estar atento a los que titubean a la hora de buscar la verdad, a los que van para atrás con la aprobación de nuevos derechos, es también darles la sepultura electoral que se merecen.
Las internas del Frente Amplio han sido muy esperadas, llegan tarde pero a tiempo, a tiempo de promover un modelo de fuerza política no-obsecuente, transformadora, agitadora y discutidora, que rompa los huevos cuando hay que romperlos y que los ponga sobre la mesa cuando hay que ponerlos.
¡Que la tortilla se vuelva!
Salud a las elecciones del Frente Amplio.