Más mujeres, mejor política.
Publicado el 10/03/12 a las 6:00 pm
Desde hace casi dos décadas, cada 8 de marzo todo el sistema político, institucional y social de Uruguay habla de igualdad y reconoce y saluda el creciente protagonismo de las mujeres en la sociedad. Este reconocimiento tiene, sin embargo, una cierta superficialidad, ya que no logra modificar el enfoque y los temas de la política y queda confinado al Día Internacional de la Mujer.
Un ejemplo de ello fue el debate y la aprobación en 2009 de la ley de cuota, que se aplicará por única vez en 2014. La decisión de que el mecanismo de cuota se aplique una única vez denota la resistencia y negación del sistema político para reconocer la exclusión de las mujeres. La cuota aprobada aparece como una concesión por única vez de los hombres que siguen controlando los partidos y sus reglas de juego.
Tampoco la izquierda partidaria, en general, ha sido capaz de liderar un cambio cultural. Es de conocimiento público que, en la interna del Frente Amplio, la búsqueda de un mecanismo concreto que habilite y obligue al sistema político a incrementar los niveles de representación de las mujeres no tiene consenso.**
La transformación de las relaciones sociales cotidianas, y los universos simbólicos y culturales que subviertan el patriarcado, el racismo, la heteronormatividad, y la relación con la naturaleza, siguen siendo campos marginados de las propuestas políticas de las izquierda. De esa forma también la izquierda actúa como reproductora del conservadurismo social y sexual.
Cuando el horizonte de transformación no se orienta a la construcción de una nueva hegemonía que, como dice Gramsci, supone la socialización del poder económico, político y cultural, se renuncia a colocar el poder a escrutinio democrático; se renuncia a explorar e inventar formas no jerárquicas de relacionarse tanto dentro de las estructuras partidarias como en el relacionamiento de éstas con la sociedad y sus protagonistas.
La trasformación de la política requiere de una relación dinámica, de ida y vuelta de la representación con la sociedad, y es allí donde las mujeres pueden hacer un aporte significativo. La feminista francesa François Collin dice que cuando «las habladas se convierten en hablantes» se introduce una ruptura en el espacio de la enunciación. Esa experiencia social y política, recluida a lo privado ingresa al debate público e introduce disonancias y contradicciones donde se suponían unanimidades o aparentes consensos. Ha sido así como el feminismo ha logrado politizar las relaciones de poder establecidas en los vínculos afectivos y familiares desarmando la neutralidad aparente de «la familia como base de la sociedad» para mostrar sus matrices de desigualdad, dominación y violencia, escondidas en la inviolabilidad de ese espacio privado. La sexualidad y el cuerpo, la autonomía y la subjetividad le dan un espesor diferente a la política. La política de las mujeres ha colocado el aborto en el debate público, pero también la violencia, la división sexual del trabajo que hace a las mujeres principales responsables del cuidado.
En el año 2007, en el marco de la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe,*** los gobiernos de la región firmaron en Quito una declaración conocida como el «Consenso de Quito» que establece que «la paridad es uno de los propulsores determinantes de la democracia, cuyo fin es alcanzar la igualdad en el ejercicio del poder, en la toma de decisiones, en los mecanismos de participación y representación social y política, y en las relaciones familiares dentro de los diversos tipos de familias, las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, y que constituye una meta para erradicar la exclusión estructural de las mujeres».
Tenemos el desafío en estos tres años, hasta 2014, de hacer irrumpir esas voces y experiencias en el debate político uruguayo para llegar, tal vez, a consolidar una plataforma de cambios simbólicos y concretos del hacer y decir de la política. La política no se hace sólo desde los ejecutivos o los parlamentos, se hace también desde el espacio autónomo de la sociedad, ejerciendo el control de la gestión pública, desarrollando capacidad de propuesta, pero también abriendo nuevos horizontes conceptuales mediante prácticas sociales anómalas y subversivas.
Las mujeres somos la mitad de la población, y nos atraviesan desigualdades de clase, etnia y raza, orientación u opción sexual, al igual que a los hombres. Incrementar significativamente su acceso a los espacios de representación política es, para comenzar, un principio fundamental de justicia, pero la representación de la diversidad estará siempre desafiada, pujando por esconder en «la otra cara de la luna» nuevas identidades ciudadanas que pugnan por hacerse escuchar. Esa disputa es con la institucionalidad democrática toda, que debe buscar siempre caminos nuevos para revitalizarse.
NOTAS
* Integrante de Cotidiano Mujer.
** Se pueden encontrar todos los detalles del debate, incluso las argumentaciones esgrimidas por senadores y diputados, en el documento elaborado por Johnson y Moreni (2009) para la Bancada Bicameral Femenina.
*** La conferencia tuvo lugar en Quito, Ecuador, del 6 al 9 de agosto de 2007. El texto del «Consenso de Quito» está disponible en http://www.eclac.cl/mujer/noticias/noticias/6/30226/dsc1e.pdf
TOMADO EL 9/3/12 DE http://www.brecha.com.uy/inicio/item/9985-mas-mujeres-mejor-politica