Transformaciones en la educación: ¿Qué hacer? ¿Con quiénes? ¿Cómo?
Publicado el 10/10/11 a las 5:28 pm
Escribe: Pablo Anzalone, Secretario general del PVP- Frente Amplio.
La educación es un centro de debate político y de atención mediática, pero también de preocupación social. En las últimas semanas se incorporó el Senador colorado Pedro Bordaberry con la amenaza de juntar firmas en el 2012 para que haya una Universidad en el interior y 200 días de clase por año. Pareciera que los gobiernos colorados anteriores no hubieran tenido nada que ver con la crisis presupuestal impuesta a la Universidad. Para no mencionar el gobierno de facto de Juan María Bordaberry que directamente arrasó con la Universidad. Nadie puede negar la posibilidad de preocupación genuina (no electoralista) por la educación de cualquier dirigente político. Pero en casos como éste debería ir acompañada de una autocrítica de la gestión de su Partido en relación con el tema.
Esta decisión de la derecha de recurrir a mecanismos típicos del movimiento popular, debería ser un aliciente para profundizar los cambios.
Las pruebas Pisa, el ausentismo docente, las exigencias curriculares , la adecuación al desarrollo productivo, la desconcentración territorial de las ofertas educativas, las escuelas de tiempo completo, han motivado consideraciones públicas de seriedad muy diversa.
La deserción liceal y la calidad de la educación son temas críticos. Es indudable que los mecanismos de exclusión y repetición terminan expulsando a muchos estudiantes del sistema educativo. La inclusión social y la calidad de los aprendizajes son dos objetivos complementarios. ¿Cómo puede haber una educación de calidad que no sea inclusiva?
Ha sido muy cuestionada una actitud de excesiva flexibilidad para promover estudiantes que no reúnen los aprendizajes necesarios. Sin embargo lo que debería importar es el proceso pedagógico que se realiza desde marzo y no las decisiones sobre promociones a fin de año. Y de eso se habla poco.
¿Cómo motivamos a los estudiantes, los entusiasmamos y estimulamos su afán de explorar, de investigar, de crear? ¿Cómo les enseñamos a aprender? ¿A vincular teorías y prácticas, a construir relaciones interpersonales solidarias, estimulantes para el desarrollo humano?.
La prioridad exclusiva de la inteligencia lingüística y la lógico-matemática supone que es posible y conveniente que todos los estudiantes aprendan de la misma forma. Esto implica desestimar enseñanzas y aprendizajes que promuevan una diversidad de inteligencias y capacidades incluyendo lo musical, lo artístico, lo emocional, las relaciones interpersonales.
Hay elementos básicos que requieren soluciones a corto plazo. Si el ausentismo docente es muy elevado o el centro educativo no tiene una infraestructura adecuada o los docentes tienen que concurrir a multiplicidad de centros , no serán posibles objetivos mayores.
Pero reducir a las transformaciones a estos puntos básicos sería equivocado . Por lo menos para la izquierda. Profundizar los cambios en educación necesita de “empoderar” a nuevos actores como los estudiantes, la familia y la comunidad.
El modelo pedagógico y el sistema educativo actual heredaron una lógica de poder concentradora y excluyente. Es así que los estudiantes no tienen participación con voz propia en el funcionamiento de los centros educativos y los modelos comunes de dictado de clases reproducen el diseño vertical. Paradójicamente es un modelo que fracasa muchas veces en la fijación de límites con los muchachos. Y los límites son parte importante del proceso educativo.
Los padres, las madres, la comunidad son reducidos a integrar Comisiones de Fomento o APAL que recaudan fondos para el centro educativo. Sin embargo poseen un rol pedagógico insustituible, para bien o para mal , por acción y por omisión. La educación transcurre en tiempos y espacios mucho más amplios que las cuatro horas que niños y jóvenes pasan en los centros educativos. Como todos los actores del proceso educativo, la familia y la comunidad deben capacitarse para enseñar y aprender, en alianza con la educación formal.
La Ley de Educación establece la formación de Consejos de Participación con alumnos, padres y comunidad en cada centro educativo. Jerarquizar este componente de las políticas educativas puede abrir caminos a experiencias fecundas. El funcionamiento de un centro educativo es, en sí mismo, una instancia formativa para sus participantes, además de soporte de muchos actos educativos. El temor a la participación de los estudiantes y un relacionamiento lejano y utilitario con las familias y comunidad, producen un determinado resultado . Por el contrario la capacitación de niños y jóvenes para la participación democrática permitirá ir formando actores con más poder dentro del proceso educativo, que se apropien de forma más consciente y protagónica de la educación.
Las Asambleas Técnico Docentes y la incorporación de representantes de los docentes a los Consejos y el CODICEN, son pasos para rescatar y valorar. Ampliar la participación de los docentes es también una forma de reafirmar su compromiso y obtener mejores resultados globales. La culpabilización o la defensa corporativa no ayudan a avanzar.
Hay muchos antecedentes de este tipo en la historia de la educación. José Pedro Varela, en “La Educación del Pueblo”, proponía la participación democrática de los niños en el funcionamiento de las escuelas. A comienzos del siglo XX las escuelas experimentales de Las Piedras y de Malvín innovaron en esa dirección.
Paulo Freire sostenía que “un mayor nivel de participación democrática de los alumnos, de los profesores, de las madres, de los padres, de la comunidad escolar, de una escuela que siendo pública pretenda ir volviéndose popular, pide estructuras ligeras, dispuestas al cambio, descentralizadas…”
Una concepción emancipadora de la educación debe poner el acento en estos cambios estructurales, promoviendo estrategias de este tipo en los principales actores educativos.