Periódico «COMPAÑERO». Cuarta época: contra el neoliberalismo puro y duro
Publicado el 20/09/11 a las 3:32 am
Por Ángel Vera.
En 1991 Compañero reapareció como revista bimensual, intentando priorizar en cada número el desarrollo de una temática relacionada con ese momento histórico de particular importancia para nuestra izquierda. El derrumbe de la URSS no sólo había sumido a los partidos comunistas en la más profunda crisis. En términos geopolíticos, el fin de la bipolaridad afectaba estratégicamente al conjunto de la izquierda, incluyendo a los grupos que desde un punto de vista socialista, crítico y transformador marcaban distancias explícitas con los regímenes del “Bloque del Este”.
El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Departamento de Estado combinaban la preocupación por la gobernabilidad democrática latinoamericana con la implementación de las políticas neoliberales. Eran tiempos en los que desde las circunstancias, tanto objetivas como subjetivas, de reflujo debía construirse la resistencia a un verdadero tsunami social que podría terminar arrasando a nuestra América.
Desde el primer número de esta época de Compañero, muchas páginas estuvieron dedicadas a la reforma neoliberal del Estado impulsada alternadamente por los partidos tradicionales en Uruguay. Ya no se trataba sólo de la defensa de ANCAP, de ANTEL, del Banco de Seguros, del Banco Hipotecario, de la Seguridad Social, la salud, la educación, etcétera, sino también de transformar las empresas públicas y el conjunto del Estado, desde su eficiencia y contra su devastación y privatización. Otro de los temas cruciales lo constituyó la Iniciativa para las Américas y el debate sobre el, en un contexto estratégico que implicaba la gestación de acuerdos de libre comercio con países o grupos de países subregionales cuyos gobiernos eran incondicionales a Washington. Hugo Cores, entonces diputado, fue uno de los principales protagonistas de esos debates.
La revista Compañero también asumió otros desafíos que marcaron la línea del PVP. Canalizar el descontento hacia una nueva etapa de luchas populares, la revalorización de los procedimientos de la democracia representativa, la adecuación a la competencia electoral, sumados al desconcierto ideológico y la crisis de la militancia tras la caída del muro promovieron un fuerte debate en torno a la renovación de la izquierda y la organización de un instrumento político. Esta dura polémica se expresó en el llamado “Documento de los 24” y se saldó en cierta medida en el II Congreso Nacional del Frente Amplio. Sin embargo, desde entonces la discusión retornaría periódicamente sobre la modernización del FA poniendo el énfasis en el marketing electoral, la desvalorización de la acción militante y el creciente desmantelamiento del FA como estructura de masas. Compañero respondía que el FA debía predicar sin ambigüedades, actuar sin concesiones y reordenar el tablero a partir de una sólida acumulación política. En la página editorial del número 3 (julio-agosto, 1992) se planteaba lo siguiente:
En un período de defensiva, de desmovilización y descreimiento en las herramientas políticas y sindicales, vale la pena destacar la disconformidad que se acumula y cómo logra efectos cuando se transforma en acción de resistencia firme y clara.
El portavoz de un partido bien enraizado en el movimiento sindical no podía menos que hacerse eco de las luchas de los trabajadores y las polémicas sindicales. En la agenda estuvieron, entre otros temas, la respuesta obrera a los cambios en la organización del trabajo, el impacto de las nuevas tecnologías, la pérdida de puestos de trabajo, la precarización laboral y la rebaja salarial de los funcionarios públicos. Ante el debilitamiento del movimiento obrero en la vida del país, desde Compañero se promovía la recreación del PIT-CNT sin sectarismos, sin tabiques burocráticos y estimulando siempre la unidad a partir de la capacidad de lucha y la movilización del conjunto de los sindicatos. Siendo éste el eje que marcó nuestro compromiso de clara confrontación con el proyecto liberal y de apertura de alianzas con todos los sectores afectados, la movilización por el referéndum contra la ley de empresas públicas constituyó un gran paso para cambiar el escenario.
Recordemos también que el Frente Amplio había conquistado la Intendencia Municipal de Montevideo y desde allí se proponía la ampliación de la participación ciudadana, nuevas formas de gestión urbana y la instrumentación de políticas sociales para los sectores más afectados. La izquierda debía demostrar que podía gobernar y a la vez alentar transformaciones positivas en la capital del país. La creación de los Centros Comunales Zonales intentó llevar a la práctica una forma de hacer política desde abajo, que la gente podía acercarse y constituirse en protagonista de los cambios necesarios y, sobre todo, consolidar la idea de que el cumplimiento del Programa del Frente Amplio requería de la opinión y la movilización de los vecinos. Este esfuerzo mayor implicaba un cambio radical de la mentalidad de los políticos, los trabajadores y la propia comunidad. En más de una oportunidad, Carlos Coitiño, ex director del Área Comercial y Productiva, planteó los problemas de gestión que tenían que resolverse por aquel primer gobierno municipal.
Entre muchos otros temas, debemos resaltar que la revista divulgó una investigación de primera mano sobre las huellas del Plan Cóndor. Continuó y participó de los encuentros de la izquierda latinoamericana hasta el VI Encuentro del Foro de San Pablo (1993) y fue expresión de distintas inquietudes en lo teórico. En esos años todavía existía la Editorial Compañero que publicó gran cantidad de libros y folletos durante más de diez años.
NOTA: Este artículo forma parte de una separata sobre la historia del periódico Compañero que será incluida en el próximo CUADERNOS DE COMPAÑERO.