Integración y Soberanía Energética
Publicado el 28/06/11 a las 12:42 am
Por Gabriel Portillo.
La soberanía energética plantea, además del acceso a la energía, el control de los recursos energéticos en manos del pueblo.
Para esto se necesitan al menos dos condiciones básicas: por una parte que el Estado retome el control de los recursos y el de las empresas en los casos que no cuente con ellos, y por otra, abrir procesos de participación y profundización democrática de las sociedades nacionales a fin de, soberanamente, iniciar un proceso de apropiación de las decisiones en materia de inversiones, investigaciones, etc., que tengan en cuenta, entre otros aspectos, la sustentabilidad del modelo energético a construir.
La experiencia nos dice que no alcanza con tener la propiedad de los recursos y empresas, si las decisiones de los gobiernos se someten a las políticas diseñadas por los organismos internacionales de crédito. A lo que hay que agregar las nuevas condiciones tecnológicas que influyen en el control y construcción de fuentes.
En el debate por la soberanía hay en principio dos tendencias que se enfrentan entre si. Por una parte, las tendencias a la mundialización establecidas por el consenso de Washington, que impulsan las privatizaciones como estrategias de control de recursos y mercados; y por otra, la defensa de las soberanías nacionales.
Entre estas dos tendencias que se confrontan, lo que realmente se pone en juego es la construcción de una sociedad distinta.
Varios países han tomado medidas para recuperar al menos parcialmente, el control de sus recursos energéticos. Ya que sin duda la energía es un elemento imprescindible para el desarrollo económico y humano.
Nuestro accionar
En este contexto, los trabajadores de la energía hemos tratado de ir hacia políticas continentales comunes como respuesta a la ofensiva neoliberal en nuestro continente. En el marco de las estrategias privatizadoras, la soberanía adquiere relevancia. Organizarse de la mejor manera para su defensa, es una tarea difícil pero imprescindible y en ese sentido son los intentos de crear una herramienta de acción continental.
Los trabajadores deben asumir el desafío de la defensa de la soberanía, incluyendo como propuesta el tema de la integración regional vista, como una complementación productiva puesta al servicio de los pueblos.
El Mercosur ha funcionado sobre la lógica del libre mercado cuando estas políticas favorecen a las potencias regionales, y con trabas cuando estas así lo requieren. Sin duda alguna en el tema energía, el mercado se revela claramente insuficiente, alcanza con ver la irracionalidad de lo que sucede dentro de la región, mientras no se turbina en Itaipú, en Salto Grande hay sequía. Esta situación, que los trabajadores del sector venimos denunciando desde hace tiempo, debe cambiar, y generar una real integración regional. La posibilidad de venta de energía de Paraguay a Uruguay es más que una simple operación económica para ambos países. Además de una cuestión técnica sobre un posible respaldo energético regional, significa políticamente mucho más, puede significar el comienzo de una integración real por encima de intereses transnacionales que están presentes en el manejo de la energía, puede significar una apuesta a ganar en soberanía como Estados, aspectos que luego deberán verse reflejados en otras ramas de actividad, y darle al Mercosur una perspectiva que al día de hoy no tiene.
Complementación energética regional: algunas ideas
Debemos incidir para que los gobiernos progresistas de la región transformen la irracionalidad neoliberal de los últimos años. Por ésta, se incentivó el consumismo y la depredación del medioambiente, a través de la explotación indiscriminada de nuestros recursos naturales, interconectando países productores con mercados de consumo y creando regulaciones para favorecer las máximas ganancias de las transnacionales.
Se debe implementar una política de complementación energética que fortalezca a la región en su conjunto. Complementación con el propósito de racionalizar inversiones, maximizar el uso de fuentes ya explotadas, compartir investigaciones tecnológicas, negociar de manera conjunta créditos internacionales, acordar políticas con medidas concretas como lo son entre otras muchas, la cooperación en materia energética, a través de nuevos tipos de acuerdos estratégicos, en los cuales lo central sea el desarrollo social, cultural, político, económico, productivo de nuestros países. Incidir de manera determinante y para asegurar que nuestros pueblos puedan acceder a un bien tan imprescindible, como lo son hoy las diversas formas de energía.
Este proceso de complementación que nos permita lograr como región aceptables niveles de autoabastecimiento, debe respetar los distintos tiempos y realidades específicas de cada país.
Las imposiciones de las transnacionales por alcanzar las llamadas “simetrías regulatorias” no pueden regir el proceso de integración energética. La misma se debe basar no sólo en la optimización de recursos, sino también en la equidad entre naciones.
Base imprescindible de ello es trabajar hacia el control soberano de los recursos energéticos, como se está procesando en varios países del continente según su historia y peculiaridades, ya que de nada servirán los ya anunciados proyectos u otros por venir si se ponen en manos del mismo capital monopólico.
La energía es un bien estratégico dinamizador de la economía y del desarrollo social, siendo un servicio público y necesita de políticas de complementación de estrategias en la región, poniéndolas al servicio de la población.
La participación, base fundamental de la Democracia, garantizarán el cumplimiento de los objetivos.
En ocasión de la Cumbre de los Pueblos realizada en Mar del Plata, donde quedaron enterradas las pretensiones del imperio de anexar a los países de Sudamérica al ALCA, se organizó un Foro Regional de Energía. Allí establecimos determinados lineamientos que aún tienen plena vigencia: “tender hacia la búsqueda de recuperar y afianzar la denominada soberanía de la renta energética. Asegurar el control de los recursos del sector en manos estatales, con participación de trabajadores y usuarios en su gestión”. Y colocábamos cinco puntos cómo propuestas a desarrollar:
1. La lucha por servicios públicos estatales, con control de organizaciones de usuarios, ambientalistas y de trabajadores, es fundamental para lograr una energía al servicio de la gente.
2. Elaborar una matriz energética, consecuente con el desarrollo de los pueblos del continente.
3. Tener servicios públicos estatales accesibles, universales, para todos nuestros habitantes. Que no se vean desvirtuados por tercerizaciones, gerenciamientos, concesiones y otras formas de privatización encubiertas.
4. Exigir que se respete la voluntad soberana de los pueblos, que a través de vías plebiscitarias presionen para que sus recursos naturales y servicios básicos sean patrimonio de sus respectivas naciones.
5. Construir la alternativa latinoamericana de un bloque de integración económica, que enfrente los acuerdos de sometimiento, que expresa el ALCA y los Tratados Bilaterales de Inversión.
El gran problema a resolver es en manos de quien están o estarán los recursos energéticos (electricidad, petróleo, gas natural, GLP, etc.). Es decir, la soberanía sobre los mismos constituye el eje principal de cualquier proyecto de integración efectiva que tenga como centro la unidad de nuestros pueblos en pos del desarrollo económico, social, cultural y político.