Chile en su Bicentenario
Publicado el 25/09/10 a las 12:00 pm
Por Gonzalo Rovira S.
La conmemoración de los 200 años de la independencia de España, que sin duda es sólo parte de nuestra historia, encuentra a Chile en un punto de inflexión, como a toda nuestra América. La experiencia neoliberal chilena ha estado marcada por la persistencia de la desigualdad de ingresos y riquezas, un fenómeno que ha persistido en las últimas dos décadas de gobiernos de la Concertación. La excusa concertacionista ha sido las sucesivas crisis del capitalismo que han debido soportar sus gobiernos. Las débiles explicaciones agravan la falta de respuestas y soluciones reales a los problemas de las grandes mayorías, y un grafiti, aparecido pocos días después del triunfo de la derecha en las elecciones presidenciales, testimoniaba la percepción que tenía la gente del rol que habían cumplido: “Ahora Chile será gobernado por sus propios dueños”.
La profundización de la crisis económica, ecológica y energética genera incertidumbre, agudiza los conflictos sociales, y obliga a los sectores de centro a buscar nuevas alianzas, si no quieren seguir participando de los esfuerzos por contenerla. Para la mayoría de ellos, resulta evidente que nuestra democracia necesita de un nuevo contrato social, más equitativo e inclusivo. La crisis política en que se ha traducido este nuevo escenario tendrá consecuencias inevitables para, a lo menos, los próximos 20 años y la izquierda tiene la obligación de incidir.
Este aniversario también nos encuentra enfrentando, una vez más, la problemática histórica, económica y culturalmente irresoluta por el Estado chileno, la independencia y reconocimiento de las pueblos o naciones originarias; 48 comuneros se encuentran en huelga de hambre, sobrepasando ya los 70 días de ayuno y en claro riesgo vital. Cuatro diputados de izquierda se han sumado a la acción, en adhesión a los prisioneros mapuches que están siendo juzgados por la llamada “Ley Antiterrorista”.
Entre tanto, los estudiantes -secundarios y universitarios- han comenzado a salir a las calles a defender la educación pública y de calidad, protestando por las alzas en el pasaje escolar, y las medidas que impulsa un Ministro de Educación de ultra derecha, y que fomentan la segregación social. También lo han hecho las víctimas directas del terremoto del pasado 27 de Febrero, abandonados por un Estado sólo preocupado porque el “sistema” funcione y por supuesto -Presidente populista mediante- hacer show mediáticos, casi al estilo “reality”. Incluso el propio Ministro del Interior declaró que no era positivo entregar más ayuda en alimentos y materiales de construcción a las zonas afectadas, porque esto desestimula “el consumo”, lo que afectaría la normalización del “sistema”. Los hombres y mujeres afectadas por el terremoto, y posterior maremoto, que en su gran mayoría quedaron cesantes, asumieron que no eran ellos los llamados a normalizarlo, pues no tenían medios para adquirir esos bienes, apenas si para su alimentación y la de sus hijos, y estas medidas sólo beneficiaban a los empresarios y los especuladores. La normalidad del “sistema”, la misma consigna que levantó Pinochet por 17 años, busca asegurar la mayor libertad al ejercicio de la propiedad y el lucro, colocándola una vez más en oposición al derecho a la subsistencia. Razones de sobra para comenzar tempranamente las protestas en la zona afectada.
Mientras la administración de Piñera continúa implementando su proyecto neoliberal y generando alianzas político-empresariales con los gobiernos más reaccionarios de la región, con la arrogancia del que se sabe dueño sin contrapeso de los medios de comunicación, van surgiendo las voces de resistencia ciudadana.
En los primeros días de septiembre, la Comisión Regional de Medio Ambiente de Coquimbo, aprobó la construcción de la central Termoeléctrica Barrancones, junto a un área de protección del ecosistema (Santuario de la Naturaleza de Punta Choros) pero, 24 horas después, el mismo Piñera debió dar pie atrás a raíz de las protestas que se generalizaron en todo el país; por miles salieron a las calles en todas las capitales regionales, en su mayoría jóvenes auto convocados por Facebook y Twitter. Los costos de dar pie atrás eran menores que mantener la decisión, luego de obviamente haberse jugado por su aprobación. Todos quienes conocen la Institucionalidad Ambiental de país, saben que no es posible la aprobación de un proyecto tan conflictivo como este, sin la venia del Gobierno central. Más aun cuando el país entero se encontraba expectante del destino de los 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad, producto de la falta de medidas de seguridad y de control con que actúan los empresarios mineros, y Chile entero observa con atención su rescate y lo que pasara después con los empresarios. Los mismos “socios” del actual gobierno.
Siguiendo el mes, la multitudinaria marcha en conmemoración del 11 de Septiembre recién pasado es una clara señal del inicio de un camino en que la izquierda debiera tener un rol relevante. La incorporación de cuatro parlamentarios de izquierda a la huelga de hambre, tres de ellos de la Concertación, da cuenta de los primeros cambios, a sólo seis meses del triunfo de la derecha.
Tal como preveíamos desde la izquierda, la Concertación obtuvo menos del 30% en la primera vuelta electoral y, tras esta, no logró nunca una lectura adecuada de los hechos, ni cada partido, ni menos como coalición. Tanto el 20% obtenido por Marco Enríquez, un voto mayoritariamente de descontento de la misma coalición, como el 6,7% de Jorge Arrate, daban cuenta del claro rechazo de los electores que acompañaron a la Concertación en los últimos 20 años, con mayor o menor acuerdo, a que esta continuara gobernando como hasta ayer. No olvidemos que la Ley Antiterrorista comenzó a ser aplicada “en democracia” contra los mapuches, por los mismos gobiernos de la Concertación.
A pesar de las múltiples señales que recibieron, nunca comprendieron que, si querían ganar en segunda vuelta, debían formar una nueva coalición que diera cuenta de la nueva realidad política que se había expresado en las urnas. Sin embargo, fue evidente que entre ellos se imponía el criterio de quienes consideraban mejor entregar todo el poder a la derecha que compartirlo, o “distribuirlo” como dirían algunos más precisos. Por cierto, fue evidente que la izquierda, que pretendía asumir un rol relevante en este nuevo escenario, no tenía ni la fuerza ni la unidad necesaria para lograrlo. En Chile no ganó la derecha, perdió el resto.
A contrapelo del claro mensaje de los electores, que llamaban a la concertación a revisar su camino de “consensos” al interior del modelo neoliberal, en su seno se impuso la política de preferir el triunfo de quienes compartían su defensa del modelo. En este marco, los intentos de sectores progresistas del PS, PPD y DC, que propiciaban una mayor apertura de la campaña estaban condenados al fracaso, pues ya no estaba la pretensión de ganar la elección.
A pesar de este complejo escenario la izquierda creció, al no confundirse, mantenerse unida, y llevar un muy buen candidato en la primera vuelta electoral. Creció en número de votantes, pero también en realismo. No hemos terminado con el sistema binominal, sino que en este mismo sistema electoral logramos obtener diputados de la mano de una coalición en crisis. No se confundió respecto al “nuevo progresismo”, y hoy resulta evidente que este sólo pretende ser la renovación del proyecto socialdemócrata. Nacidos a partir de sectores de la misma coalición no han propuesto un programa más avanzado, que de cuenta de la crisis del sistema neoliberal y de los límites del modelo de desarrollo actual, pues lo único que mejoraría los índices de inequidad en nuestro país es un cambio profundo a este Modelo de Desarrollo, neoliberal más que su propio “progenitor”.
Se abre así, un nuevo camino de unidad de la izquierda, con la urgente necesidad de un proyecto de gobierno propio, que ha de tener como base el que levantara Jorge Arrate en la elección presidencial, preparando su propia fuerza electoral para participar con independencia en los próximos procesos electorales.
La represión contra el pueblo Mapuche ha puesto en evidencia la necesidad de suprimir definitivamente la justicia militar en tiempos de paz, de terminar con la Ley Antiterrorista y avanzar hacia un amplio reconocimiento de los derechos de las etnias presentes en nuestro territorio. Pero también nos ha reiterado la necesidad imperiosa que tenemos de profundizar nuestro programa de gobierno, y de hacer más izquierda.
Tomado el 19/9/10 de http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3581