«El Estado no incluye a la ciudadanía»
Publicado el 31/08/10 a las 12:47 am
Pablo Anzalone, secretario general del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), se incluye entre los dirigentes del Frente Amplio más preocupado por la estrategia de la fuerza política. Es de los que creen que de continuar con la inacción de los frenteamplistas, se transita por una estrategia suicida.
Por Raúl Legnani.
– ¿Cuál es el estado de situación de la militancia y de la participación en el Frente Amplio?
– El Frente está en medio de una reflexión autocrítica importante, que incluye todo el proceso electoral. E incluso hay que incluir los últimos cinco años.
Nos estamos planteando en el PVP analizar el rol y la estrategia de la fuerza política en todo este período. La situación actual contiene aspectos críticos muy importantes, como es el proceso de desmovilización de la fuerza política que se viene constando en este último período.
En estos hay causas múltiples: la sociedad, los valores culturales e ideológicos que están en juego, así como el rol que se le da a la fuerza política, Durante este período ha predominado una estrategia de inacción que ha puesto al Frente como un complemento de la labor de gobierno. Y esto es así porque se ha entendido que el actor de los cambios es solo el gobierno.
Esto lleva a que la fuerza política se limite a darle apoyo al gobierno o a no ponerle obstáculos. Estamos ante una visión muy reduccionista.
– Desde que el Frente Amplio llegó al gobierno en 2005 no ha hecho una sola campaña política, con excepción de las elecciones y los plebiscitos. ¿Qué está pasando? ¿La izquierda no quiere, no puede o no sabe ubicarse en la nueva época?
– No hubo un rol propio de la fuerza política en la escena nacional y por eso no hay campañas. Sólo hubo la campaña del voto rosado, que se llevó adelante con dificultades.
El Frente Amplio demostró históricamente, recogiendo una tradición de la izquierda y de algunos partidos tradicionales, que se podía hacer política desde los barrios, lo que implica la acción permanente. Por estar en el gobierno no se puede dejar esto de lado, pero hay que repensarlo. ¿Cuál es el rol de los cambios? ¿Cómo son los cambios? ¿Qué campañas hay que hacer? Para tener respuestas hay que elaborar una estrategia central, con una conducción central, con un liderazgo que marque los ejes de acción.
Hay que apuntar a generar formas nuevas de procesar la información, para discutir. Pero no puede ser un funcionamiento sólo basado en recibir información, que siempre tiene como presupuesto la inacción. Necesitamos, como fuerza política, retomar las necesidades de la gente. Los problemas de la sociedad no se resuelven solo con la acción gubernamental. La seguridad ciudadana, los temas de la salud y de la educación por poner algunos ejemplos- , requieren conductas comunitarias, ciudadanas, donde la gente sea partícipe. No se soluciona la seguridad ciudadana, sólo poniendo más policías.
Para esto se necesita una fuerza política que impulse la participación, donde se sienta parte del cambio. Y si no se siente constructora del cambio, no se va a apropiar de los mismos y va a seguir pesando más la lógica individualista, la lógica economicista y la lógica corporativa, que son una forma de fraccionar al campo del pueblo.
– Existió una estrategia que permitió llegar al gobierno dos veces. ¿La nueva estrategia debe contemplar la experiencia del gobierno y recuperar el rol de fuerza política del Frente Amplio?
– Todos los procesos de cambio requieren de una fuerza política activa, impulsando los cambios que el gobierno esté proponiendo, dándoles una dimensión en el plano cultural e ideológico. Hay una batalla por los valores con los que se debe construir la sociedad, que no se puede dar solo desde la labor del gobierno.
La militancia de la izquierda es fundamental, haciendo que la gente se informe, participe, que sea consultada, para que asuma prácticas, conductas, que sean coherentes con el objetivo de la sociedad solidaria. No alcanza, sólo, con tener raíces en los barrios, que se pueden perder. Necesitamos promover el cambio.
– ¿Los gobiernos progresistas le tienen miedo a la movilización de la gente?
– Creo que la estructura del Estado está montada sobre la base de la exclusión de la participación ciudadana. El Estado no la incluye. Para corregir esto no alcanza con abrir alguna instancia consultiva: es necesario una estrategia permanente.
Las lógicas institucionales te van atrapando e impiden otras formas de hacer política y de plantearle el proceso de cambios a la gente. Esta realidad de un Estado que excluye, puede llevar a que haya sectores de la izquierda que piensen que la movilización de la gente puede generarle cuestionamientos. Tenemos que ser capaces de integrar los cuestionamientos para transformarlos en una acción positiva, no sólo para responder a la demanda, sino también logrando el compromiso del vecino para hacer que los cambios sean posibles.
Hoy tenemos lacras, como es la violencia doméstica sobre niños, mujeres y ancianos, que nos cuestiona como sociedad. Hay que generar valores desde la política. La izquierda no puede pensar que su proyecto va a crecer en la sociedad, si no es capaz de ganar la batalla ideológica, la batalla por los valores. Las banderas éticas tienen que poder ser un motor para cambiar la sociedad.
– El Frente Amplio es hijo de una estrategia que conjugó la construcción de un bloque social, con la unidad de la izquierda. ¿Cambió el bloque social que lo llevó al gobierno?
– Hay cambios en la sociedad que han ido modificando ese bloque social y a su vez hay algunas medidas del gobierno que han generado fricciones con algunos sectores y de ampliación con otros.
La estrategia de la izquierda no puede soslayar eso. Tenemos que asumir que los resultados de las elecciones, con balotaje incluido, y que permitió un segundo gobierno del Frente Amplio, muestran que estamos en el 50% del electorado, a pesar de los enormes logros del gobierno de Tabaré. La base social de los cambios no se ha logrado expandir Y a la vez aparecieron ruidos, contradicciones, en el seno del bloque.
Hoy tenemos que fortalecer el entramado social y productivo, donde también haya un desarrollo de la pequeña y mediana empresa. No se puede apostar sólo a un modelo de crecimiento económico cuyo eje sea la inversión extranjera. Hay que insistir con la reducción de las desigualdades sociales. Claro que esto es un proceso complejo.
– Mujica, en el Polo Tecnológico, llamó a la cooperativa Envidrio a extenderse y a venderle a las transnacionales. ¿Estamos ante una revisión del discurso de la izquierda en torno al papel de las multinacionales?
– Hay una realidad de la economía mundial y de nuestros países que no tenemos más remedio que encararla. Hoy, en Uruguay, hay un incremento de la inversión extranjera directa. Esto no significa asumir una postura ideologizada que diga que «no me sirve la creación de puestos de trabajo y de nuevas entidades productivas, porque en el origen está el capital extranjero». Pero no cualquier inversión extranjera sirve y menos en cualquier condición. Pero, además, no puede ser la apuesta principal del país. Si no hay una política que desde el Estado genere el tema de las empresas autogestionadas, con un fuerte impulso para desarrollar estos componentes de organización social vinculados a la producción, no hay un avance en los procesos de cambio.
– ¿Esto está faltando?
– Está faltando. Como dijo en otro momento Pepe, hay que fortalecer las actividades autogestionarias desde el Estado. Hay que fortalecer los movimientos cooperativos, así como las actividades de las pequeñas y medianas industrias. Generemos una trama más densa en términos del desarrollo productivo. Tiene que haber, en este sentido, un proyecto de desarrollo, porque el capital no nos puede terminar decidiendo qué tipo de desarrollo vamos a tener en el país. Tenemos que tener un modelo de país al cual apostemos. Claro que esto significa negociar con el capital extranjero, pero siempre que nuestras prioridades estén claras y junto a la generación de actores que permitan que esto avance.
Hoy, la agenda política está marcada por algunos episodios como la corrupción en la Marina o los temas vinculados a la derogación o no de un artículo de una ley que genera polémicas en la interna y en el sistema político. Por cierto que estos temas no son menores, pero considerados aisladamente, sin discutir cual es el proyecto que queremos construir, no son importantes.
Si no tenemos un proyecto, no hay una respuesta al malestar que tiene la militancia frenteamplista y por eso no podemos convocar a la gente. Es que no tenemos un mensaje que los involucre, que los invite a participar.
– Esas formas cooperativas, autogestionarias, pueden ser muy válidas para salvar situaciones de crisis o para brindar servicios, pero no surgen como locomotoras de la economía. Por eso muchos ven como locomotora al capital extranjero. ¿Hay hoy nuevos gérmenes de gestión o de propiedad que pueden, en un horizonte más o menos lejano, llegar a ser factores fundamentales de la superación del propio capitalismo?
– Esas potencialidades existen en nuestro país. No estamos en un panorama en el cual exista una desarticulación social, que no contenga un proceso de autoconstrucción de ciudadanía, de una sociedad distinta. Pero no alcanza con la lógica del mercado. En esto tiene que participar el Estado y la fuerza política. Es que construir un país distinto no se hace solamente plegándose a las reglas de juego del mercado, con lo cual no estoy proponiendo la extinción del mercado.
– ¿No cree que la política que desató Mujica desde el primer día de su gobierno para entenderse con los partidos tradicionales enfrió la perspectiva del Frente Amplio de seguir avanzando por la izquierda?
– Si hubiera toda esa definición del rol del FA que acabo de señalar, ese tipo de acuerdos que estableció Mujica podían estar. Claro que podían estar. Pero siempre sobre la base de reivindicar el rol propio del Frente Amplio, para incidir en una nueva perspectiva de país y también para enfrenar a los discursos más derechistas que se apoyan en los sentimientos más atrasados de la población: el miedo, la exclusión, la discriminación. Si todo queda en manos del Presidente, lo que queda fortalecido es su imagen, lo que es bueno para la izquierda, pero no alcanza. No alcanza, por cierto.
Estrategia suicida
– ¿Hay consenso para reformar la estructura del Frente Amplio?
– En lo único que hay consenso es en que existe una situación crítica, que nos lleva a reflexionar sobre la perspectiva de para dónde va la izquierda. Todos los sectores y las bases perciben que una situación de inacción de la fuerza política es una estrategia suicida para el Frente Amplio.
No hay ninguna apuesta al futuro que pueda darse, si no se culmina este proceso de debate interno. Aspiramos, como PVP, a que este proceso sea amplio, de puertas abiertas y que concluya en una reflexión autocrítica, pero sobre todo con una definición sobre cuáles son los ejes de acción del Frente para el próximo período.
Dentro de esos ejes de acción, sin duda, uno de los aspectos es mejorar y reformular la organización. Hay nuevas realidades, ahora tenemos los municipios. Hay que combinar de manera creativa las formas de militancia tradicionales con otras formas, porque es imposible pensar que todos van a optar por un mismo tipo de participación. Sostenemos que la participación tiene que ser diversa, tiene que tener los mecanismos para expresarse, para decidir, para generar intercambio.
Los mecanismos consultivos, los mecanismos plebiscitarios, los mecanismos organizativos que abran el juego a los municipios, tienen que estar en el debate. Lo que sería un error es empezar este debate desde el ángulo de los problemas organizativos. La prioridad es lo político. Es el rol del Frente Amplio en la escena nacional y el proceso de cambio. Y a partir de ahí hay que establecer la estrategia, para en ese marco pensar las formas organizativas.
– ¿Qué plazo se está dando para todo esto?
– Este proceso tiene su tiempo y es complejo, pero también es cierto que hay momentos históricos que hay que asumirlos. Esto no se puede hacer en el 2013. Es una tarea que hay que encararla ahora, para buscar una definición que no sea apurada, pero tampoco podemos entrar en un estado de debate para la eternidad.
Tomado de La República, 30/8/10.
http://www.larepublica.com.uy/politica/421985-el-estado-no-incluye-a-la-ciudadania