La contaminación de la lógica del Estado o de la lógica del gobierno trasmitida al partido.
Publicado el 14/03/10 a las 9:40 pm
Por Constanza Moreira.
Palabras de APERTURA DE LA 6ª CONFERENCIA NACIONAL DEL PVP, 6 de febrero de 2010.
Quiero saludarlos y felicitarlos por estar debatiendo, pensando y sobre todo por organizar una conferencia en un momento en que el armado del gobierno, el nombramiento de los cargos a nivel del Poder Ejecutivo genera malestar, desazón. Es por ello, que más que nunca es bienvenida una reflexión estratégica de más largo aliento. Se necesita reflexión política, venimos de un proceso muy largo, muy desgastante, con una elección interna, con la elección de octubre, con la pérdida de la votación por la anulación de la Ley de Caducidad, con unos cuantos fracasos, con sensaciones muy contradictorias, con un FA que está cambiando, y al mismo tiempo con un gobierno que se armó rápidamente. Se hace necesario entonces, detenernos a pensar sobre cosas tan importantes como lo que mencionaba Bonomi al final, no estamos en la revolución socialista, pero tampoco estamos en un proceso contradictorio. Enhorabuena la discusión y el intercambio para reconocer el lugar donde estamos.
Mi reflexión descansará sobre la relación entre la fuerza política y el gobierno. Pensar cómo ha sido la relación entre fuerza política y gobierno hasta el momento, cómo es previsible que sea a partir de un nuevo gobierno, que tiene características bastante distintas de las del anterior. Y qué precisamos, en una reflexión más normativa, más que lo que deseamos o lo que creemos que es necesario, qué es lo que precisamos hacer no solo para que mejore la relación entre fuerza política y gobierno sino, sobre todo, para que mejore la fuerza política en el entendido de algo que sobrevuela como una afirmación que se ha sostenido a lo largo de este tiempo —que estuvo presente en las palabras de Bonomi—, que quizás sea discutible, esta afirmación es que a lo largo de estos cinco años el gobierno fagocitó a la fuerza política, absorbió a la fuerza política, hasta por el mismo hecho de que el armado del gobierno reclutó a los principales líderes de la fuerza política.
Todos damos por sentada esta afirmación, sin embargo, en los últimos años hemos tenido un FA bastante más vivo, revulsivo, peleador y debatidor que el que tuvimos en 2004, y ello a pesar de ese proceso de relación entre un gobierno muy armado y una fuerza política desarmada. Podríamos partir de esa primera afirmación, que todos creemos que el gobierno se tragó a la fuerza política, y queremos que la fuerza política se recomponga y las relaciones entre fuerza política y gobierno sean distintas en el próximo período. Voy a partir de esta base.
La forma en que se zanjó la candidatura de Mujica —no tanto la fórmula sino la forma en que gana Mujica—, a despecho de muchas resistencias dentro del propio FA, muestra que dentro del FA ya no hay consensos naturales —los consensos nunca son naturales, son producidos, pero después de que son producidos, son como una piedra, entonces uno piensa que son naturales, que vinieron dados por la naturaleza—, se acabaron los consensos naturales y no tenemos autoridades incuestionables. Las autoridades dentro del FA siempre fueron cuestionadas, pero el nivel de cuestionamiento a las autoridades que hoy tenemos es muy superior al que tuvo Seregni durante mucho tiempo, y esa es la base en la que estamos. Si no tenemos consensos naturales ni autoridades incuestionables, debemos construir nuevas formas de relacionamiento entre nosotros, y todos los avatares que tuvimos a lo largo del año pasado, incluyendo la designación en el Plenario de la candidatura de Ana Olivera muestran que estamos en un proceso en el que las cosas se están construyendo de otra manera.
En primer lugar, esto tiene que ver con que el FA ha cambiado bastante, y está tendiendo a cambiar. El FA siempre ha tenido varios partidos, pero hay una suerte de regla de la política de que las organizaciones complejas tienden a reducir el número de partidos que tienen dentro, el número de actores relevantes. El FA tiene mucho de la cultura política de los partidos tradicionales, no hay que engañarse sobre esto, es propio, es nuevo, pero inevitablemente ha absorbido la cultura política dominante, porque es muy difícil que una tradición de más de 100 años de partidos no influya en un partido nuevo y reciente como el FA. A pesar de esa contaminación de la cultura política dominante, el FA sigue siendo un partido con muchos partidos dentro. Es un elemento algo extraño, porque tanto el Partido Nacional como el Partido Colorado más bien han tendido a funcionar con dos fracciones, una más a la derecha y otra más a la izquierda.
En esta elección asistimos a un intento de armar dos grandes bloques sobre las candidaturas de Mujica y de Astori, lo cual tiene una cierta coherencia, ya que la alianza PVP-609-Partido Comunista (PCU), esa rara alianza —especialmente entre la 609 y el PCU—, tiene una lógica ideológica que no habían tenido otras: esos grupos, con sus tradiciones, están más a la izquierda dentro del FA, y al mismo tiempo tuvieron algunas posiciones en común respecto de algunos temas; Bonomi mencionaba el TLC. Quizás el que recoge mejor esta tradición de una izquierda dentro de la izquierda sea el propio movimiento sindical; si se examinan las consignas y proclamas del movimiento sindical, a pesar de las críticas que recibe —se habla de burocracia sindical— todavía oficia como el fiel de la balanza de la izquierda dentro de la izquierda, al menos si se lo estudia a la luz de los grandes lineamientos.
Esta alianza entre la 609, el PCU y el PVP refleja algo que se está produciendo dentro del Frente, la tendencia a funcionar en dos bloques, y, por supuesto, la idea del Frente Líber Seregni (FSL), contrapuesta a eso, consolida esa cosa que tienen todos los partidos de izquierda, que es un ala más moderada y un ala más de izquierda.
Eso es bueno, yo diría que es una buena noticia. Es una malísima noticia para los que pretenden estar en el medio; para la Vertiente Artiguista fue una malísima noticia, para Carámbula; cuando se arman dos bloques nadie sobrevive en el medio, ya que hablamos de fuerza política, podemos decir que es como una ley de la física, las opciones que pretenden estar en el medio caen.
¿En qué sentido va cambiando el FA? Esa idea de los dos bloques tiene mucho que ver con lo que pasó en el gobierno y con las grandes discusiones que tuvimos. Mencionaría al menos dos grandes discusiones: la del TLC-Mercosur, relación con Estados Unidos y algunas discusiones de política económica vinculadas a esa, y la discusión sobre derechos humanos. Son dos grandes dimensiones que nos han mostrado las enormes divisiones que tenemos y la gran diferenciación interna que comienza a tener el FA. Por ponerlo en términos gráficos, si uno traza una línea que va del uno al diez, en la que uno es izquierda y diez es derecha, el FA, que más o menos se agrupaba entre el dos y el cuatro, ahora tiene gente que se ubica en el uno y gente que se ubica en el cinco; muchos se ubican en el cinco, es decir, en el centro. Hay un centro que está dentro de la izquierda, se reconoce como centro pero hace parte del FA. Quiere decir que tenemos un partido muy extendido ideológicamente, mucho más extendido de lo que era el FA cuando tenía el 18% de los votos —ahora tiene el 50%—; lo que pasa en el electorado también pasa dentro de la fuerza política y hay una cierta necesidad, en esa extensión ideológica, de armar dos bloques para negociar mejor.
Lo que pasó con la Intendencia de Montevideo mostró un realineamiento distinto, más vinculado con el poder relativo de los partidos; la relación entre el MPP y el FLS es una relación entre poderosos, no es una relación ideológica contra terceras candidaturas venidas de fuera de ese bloque. Entonces llama la atención este nuevo realineamiento político que no se sabe qué vida tendrá, porque finalmente triunfó el realineamiento anterior, el MPP se volvió a alinear con el PCU logrando la candidatura de Olivera. Por ahora, entonces, en ese juego de tensiones viene ganando terreno la hipótesis de que el FA, esta fuerza política que tanto nos preocupa, se va a mover de ahora en adelante sobre la base de dos realineamientos ideológicos, entre un eje más de izquierda y un eje más moderado respecto de varias dimensiones de la vida social y política. Eso quiere decir varias cosas, pero en principio la forma como se arma la alianza entre el FLS y el MPP llama un poco la atención, habrá que ver si se produce ese realineamiento ideológico o a futuro vamos a tener otros realineamientos.
En todo caso, ¿qué pasa cuando una fuerza pierde sus consensos naturales, tiene tal extensión ideológica, tiene toda esa cantidad de electorado y además ha enfrentado el desgaste, la desilusión y la decepción de cinco años de gobierno? Por algo el Frente votó peor que antes, es el efecto desilusión que produce la llegada de las izquierdas al gobierno, hay que contar con eso.
Uno se preguntaría: ¿cuál es la lógica que domina cuando la izquierda se encuentra en esa encrucijada? Aquí viene una noticia que no es muy buena, y es que la lógica que está predominando en esta izquierda sin consensos naturales y sin autoridades incuestionables es la lógica del dominio de los sectores sobre el frenteamplismo, predomina una lógica sectorial según la cual cada sector define lo que quiere, y el FA no es más que la suma de los sectores. Estoy exagerando, pero va en esa dirección.
Eso tiene aspectos positivos, los sectores ayudan a la organización de los militantes, a la organización de los liderazgos, ayudan a la organización del Frente a lo largo y a lo ancho del país. Eso es bueno, el FA es demasiado grande y tiene demasiada militancia y demasiada movilización, porque puede haber un partido de izquierda muy grande con ese electorado pero sin tanta militancia, pero es lógico que un partido como el Frente tenga muchos sectores que lo ayuden a organizarse.
¿Qué es lo que tiene de malo? Voy a mencionar cosas de las que hablamos todos los días. La primera es que el electorado del FA no es sectorial y tiende a castigar la lucha sectorial que no entiende y le desagrada. El caso de Daniel Martínez —en el Semanario Brecha del viernes se recogen voces indignadas— puede ejemplificar esto. ¿El tema es Daniel Martínez? No, el tema es que a la gente no le gusta la forma en que se resolvió la situación, porque fue como que hubiera visto una lucha intestina dentro del FA, y eso, que no es tan grave ahora con relación a la candidatura a la Intendencia, es más grave todavía porque ya lo vivió antes, lo vivió con la candidatura de Mujica, de Astori, con la polémica del congreso, más Carámbula, etcétera. Estamos produciendo hacia fuera un espectáculo de lucha entre los sectores que inhabilita a que la inmensa mayoría del electorado se sienta identificada con el FA, porque la inmensa mayoría del electorado es del FA.
Los sectores, entonces, son buenos para organizar y son malos para generar identidad. ¿Qué identidad? Identidad frenteamplista, que es la que prima en la inmensa mayoría de la gente que vota al FA, y la inmensa mayoría de la gente que construye cultura de izquierda todos los días: los poetas, los músicos, los escritores, los maestros. En un editorial de El País —a veces vale mirarnos desde el lugar desde el que nos mira la derecha—, alguien reflexionaba: “¿Ven cómo se construyó el FA? Ellos fueron construyendo una cultura, desde los liceos, desde la Universidad, desde Salud Pública…”, mencionaba todos los lugares en los que se construye pensamiento, sentimiento y mística de la izquierda todos los días. Y decía: “Eso los hace fuertes, no es que ganen porque sean una maravilla como partido, como partido son un desastre como nosotros; ganan porque hay una construcción permanente de hegemonía cultural de izquierda”. Y yo creo que Uruguay debe de ser de los países de América Latina donde la lucha hegemónica por una cultura de la izquierda, que no es muy revolucionaria tampoco, pero es una cultura de izquierda, está más avanzada con relación al resto. Sin duda con relación a Chile; Bolivia es otro país que está construyendo hegemonía a largo plazo.
La construcción de hegemonía a largo plazo es lo más importante, es la base, luego todo lo que hay arriba se arma: se ganan elecciones, podemos tener disputas entre nosotros, pero Uruguay ha dado esa lucha con unos uruguayos que no son de sectores, los sectores han sido importantes pero hay gente que construye izquierda todos los días que no se siente representada por los sectores, y a esa gente le molesta ver al FA en esa pugna por los cargos, que es algo que mostramos. Mostramos otras cosas, si no, la gente no nos votaría, pero también se muestra esto.
Entonces, la forma de castigar la lucha sectorial se expresa de alguna manera: en la baja votación que tuvo el FA en la interna de 2009; el FA votó muy mal, la gente no quería votar, y resta por ver qué pasa con Montevideo. Y, por supuesto, el déficit electoral que tuvimos en octubre.
El otro resultado negativo del predominio de la lógica sectorial, que es la lógica que predomina cuando no hay autoridades incuestionables o consensos naturales, es la inmensa dificultad que el FA está teniendo para atraer a los independientes en las tareas de construcción del gobierno. Y no me refiero solamente al tema de los cargos rentados, sino atraer a la gente que es de izquierda y que trabaja en cosas que tienen que ver con el accionar del gobierno en las decisiones de gobierno. La gente que está discutiendo acciones de gobierno todos los días dentro del gobierno es prácticamente solo la gente perteneciente a los sectores. Del frenteamplismo independiente, tal vez, que está por allí, hay poco, y tengo la impresión de que eso tiende a agudizarse.
Pero toda acción tiene su reacción, y ha aparecido la larga bandera de retazos como uso de símbolo de identidad, que en esta campaña ha sido, de lo que recuerdo, lo más importante de las últimas campañas. Casi no hemos tenido símbolos sectoriales en esta campaña. ¿Eso cómo pasa? Mi interpretación, grosso modo, es que el uso de la bandera como símbolo de unidad muestra el temor creciente que existe en los frenteamplistas del gran monstruo que es la ruptura del FA. Así como todos tienen sus pesadillas nocturnas, la pesadilla de un frenteamplista es dividirse. Entonces, el uso del símbolo de la bandera expresa el miedo que sintieron muchísimos frenteamplistas cuando la polémica Mujica-Astori, y el miedo a la división.
Eso generó esa especie de espíritu frenteamplista de las Redes, que yo sé que muchos me dirán: “Yo conozco a estos de las Redes, esta persona no es tan independiente, bien que estaba aquí o estaba allá”. Sí, la inmensa mayoría de los que están en las Redes Frenteamplistas son descontentos en especial con el PCU y el MLN, son escindidos de viejos troncos históricos. Pero están ahí, se reúnen, hay muchísimos grupos, han desafiado a las autoridades constituidas, han ido con la bandera para arriba y para abajo, y en el hermoso almanaque que se hizo del FA hay banderas por todos lados. Entonces, ha sido una reacción no sé si de las bases, pero ha sido la reacción ante las dificultades y las peleas en las negociaciones populares si uno lo observa desde fuera; si uno lo observa desde dentro conoce a todo el mundo, pero si lo ve desde fuera el banderazo, el banderismo ha sido una especie de reacción de defensa de la unidad frenteamplista por la materialidad básica de sus símbolos. Es como recurrir a lo más básico, al sentimiento frenteamplista, y todos los frenteamplistas que nos hemos pasado protestando contra el gobierno a lo largo de los últimos cinco años hemos concurrido con las banderas y con nuestro espíritu renovado a la campaña electoral a pesar de todas esas críticas.
Entonces, ¿qué hacer con el FA es la gran tarea? Porque la construcción de la hegemonía ya se hace todo el tiempo, sobre eso no hay que actuar, pero sí hay que actuar sobre el FA. Lo primero que debería hacer el FA en este momento, con todas las polémicas que ha tenido, es una especie de —utilizaría la palabra autocrítica si no tuviera tan mala prensa— reflexión sobre lo que ha pasado, sobre las debilidades que ha tenido en estos años, sobre la pérdida de la relación con los jóvenes, con la militancia, sobre los déficits de los comités de base. Sobre lo que un partido debe reflexionar si considera que ha fracasado en unas cuantas cosas. Y el FA ha fracasado en muchas cosas, pero no veo que haya demasiado espíritu reflexivo más que el que había dentro de los grupos, por eso ustedes están haciendo esta conferencia, pero a nivel del FA como un todo esta reflexión no existe. Sí la han hecho otros partidos.
La hizo el PT en Brasil que no tuvo más remedio que reflexionar porque la mitad de sus cuadros fue denunciada por corrupción y tuvieron que llamar a elecciones para recambiar sus cuadros. Pero uno no va a esperar a llegar a esa situación para recambiar sus cuadros y recambiar su dirección. La dirección del Frente tiene que cambiar ahora. Ese es el mínimo de reflexión autocrítica que habría que hacer, además si no la cambiamos nosotros la va a cambiar otro, porque la dirección del FA va a cambiar, seguro. Entonces, vamos a pensar qué es lo que querríamos de esa estructura del FA, cuáles son las críticas que debemos hacerle.
Volviendo a lo más básico, cualquiera que vaya a la casa del FA en la calle Colonia descubrirá que hay menos vida partidaria en ese recinto que en cualquier local del grupo más pequeño del FA. Para comenzar, la puerta está cerrada, y un local partidario nunca puede tener la puerta cerrada; las puertas de los partidos, al igual que las de las iglesias, tienen que estar abiertas para recibir a quienes están del otro lado. Pero allí la puerta está cerrada, no hay baldes con pintura, como los que hay en todos los locales partidarios; es un lugar limpio, pulcro, hay que tocar el timbre para poder ingresar. Eso refleja mucho del FA. Cualquiera que vaya a la sede del FA verá cuánto se ha vaciado el frenteamplismo de lo que debe ser constitutivo de un partido, que es su dinámica cotidiana de construcción de política.
Entonces, es necesario dar una lucha por el cambio, no de la Mesa Política pero de la presidencia y la vicepresidencia del FA —porque algún día vamos a integrar la fórmula, está en los papeles—. Si quieren consenso tendremos consenso, porque por supuesto que el FA tiene fórmulas muy exigentes que no son fáciles de utilizar en momentos como este cuando los acuerdos son resultado de muy intensas negociaciones.
Esta es una parte de la reflexión, la dirigencia del FA, y la otra parte tiene que ver con el rol de los comités de base, con el rol de las bases. Me referiré aquí a las bases territoriales, que son las verdaderas bases de un partido, más allá de los sectores. ¿Cuál va a ser el rol que esas bases van a tener en este período de gobierno? Porque no quisiera ser juez y parte, pero creo que Mujica tiene mejores prospectos o mejores sentimientos e ideas con relación al FA y los comités de base que Tabaré, que estaba bastante menos preocupado por esto. Al menos vamos a tener un presidente más amigable para con un FA un poco más revoltoso, disidente, discutidor y participativo. Mujica tiene otras ideas sobre los comités de base que no vamos a discutir aquí, pero en principio tiene idea sobre los roles de los comités de base y, en este momento, se han accionado muchos comités de base; algunos por supuesto que desaparecerán, porque se crean para la campaña, pero otros seguirán trabajando. Todo proceso electoral deja una especie de entusiasmo renaciente por la política, entonces este es un buen momento para que se abran las puertas del FA, para que los comités de base reflexionen, discutan y tengan contenidos concretos de qué hacer de cara al gobierno en los próximos cinco años, habida cuenta de que ya viene con una experiencia anterior.
Por otro lado tengo la impresión de que si este gobierno va a profundizar cambios, va a precisar una fuerza política más movilizada, porque todo cambio que se intente profundizar va a encontrar mayores resistencias. Las resistencias solo se vencen o se enfrentan con una fuerza política más movilizada.
Y acá voy a un punto de lo que decía Bonomi. Por un lado, se necesita más coordinación entre los grupos del FA y nosotros mismos en el Espacio 609 necesitamos más coordinación, no operativa, que ya tenemos, sino más discusión política. Por poner un ejemplo, habrá una gran reforma del Código Penal en esta legislatura, y nosotros como izquierda ¿qué vamos a tener?, ¿vamos a sumir una posición más restrictiva, represora, porque eso también existe en la izquierda, es la cultura autoritaria? ¿O vamos a tener una posición más bien flexible, vamos a reducir las penas? ¿Qué tipo de política vamos a enfrentar con relación al delito, al castigo, a las cárceles?
Esas son las discusiones políticas de fondo que están faltando en nuestros propios grupos, en nuestras propias coordinaciones, pero si hay algo que debe mejorarse es la relación entre el movimiento social —llámese sindicalismo, derechos humanos, mujeres, etcétera—, el gobierno y el partido. Todo eso está un poco pegado, cualquier sindicalista sabe cuán pegada está la discusión en un sindicato a la discusión en la fuerza política, a la discusión en el gobierno, pero convendría reinstitucionalizar mesas de diálogo entre movimientos sociales, gobierno y partido. Existió una idea al inicio del anterior gobierno de un Consejo Económico y Social que discutiría grandes líneas estratégicas; en Brasil eso se implementó, los brasileños no tenían otra alternativa que implementarlo porque el gobierno del PT tenía poca fuerza, entonces instauraron un consejo en el que acudían los empresarios, las ONG, las asociaciones profesionales, los jubilados, las Fuerzas Armadas; allí trabajaron la idea de la gran reforma de la seguridad social, luego la hicieron, y luego la comenzaron a implementar. Algo de eso intentó hacer Obama a un nivel bastante más […] con la reforma de salud. Es decir, no hacer reformas ni políticas que no pasen por mesas ampliadas de discusión y negociación con todos los actores sociales y especialmente con los implicados. Este gobierno ha hecho algunas cosas de ese tipo, pero sería importante que lo tuviéramos agendado hacia el futuro.
Cierro con algunas lecciones de la experiencia comparada.
La ventana de oportunidad de la izquierda en América Latina, que se abrió quizás con Chávez y terminó de abrirse con la victoria de Lula en 2002, todavía está abierta, a pesar de que tenemos algunos ventarrones que han cerrado alternativas, que son Chile, sin duda Argentina, que creo que no se encamina hacia un proceso de profundización de su proyecto de izquierda sino que va rumbo a un giro, y Venezuela, que está atravesando una situación bastante difícil desde el punto de vista económico, y que habrá que ver cómo procesa políticamente. Hasta ahora habíamos tenido una izquierda que había gobernado en la bonhomía económica y financiera, hay que ver cómo enfrenta la izquierda las crisis, las situaciones de apretura. La derecha ya sabe cómo hacerlo: apelaría a resolver el asunto con un ajuste fiscal; pero habrá que ver cuál es la respuesta política de Venezuela —me refiero específicamente al caso de Venezuela porque creo que de los gobiernos de izquierda es el que está enfrentando la situación más compleja— ante una crisis que hace que tengamos una noticia todos los días.
Entonces, la ventana de oportunidad para el afianzamiento de los proyectos de izquierda en América Latina todavía está abierta, tenemos mucha tela para cortar allí, pero con algunas alertas. El caso de Chile nos enseña, todos hemos sido muy críticos con respecto al proceso chileno, pero no hay que olvidar que Chile se estaba encaminando hacia la izquierda en los últimos dos períodos, fue más de izquierda el gobierno de Bachelet que el de Lagos, y fue más de izquierda el de Lagos que el de Frei, y posiblemente el de Frei que el de Aylwin. Si uno mira en perspectiva, esa izquierda de la Concertación que tantas críticas nos mereció por su condicionamiento al pensamiento único en el plano económico y de la inserción internacional, básicamente estaba profundizando su proyecto, y eso fracasó estrepitosamente por varias razones, pero hay una simple, que responde a que cuando los partidos no tienen base social —la Concertación prácticamente había perdido sus bases sociales— las luchas de las cúpulas los consumen. Las luchas de las cúpulas liquidan bastante aun con bases sociales, las luchas de los dirigentes, las disputas de los dirigentes pueden matar grandes proyectos, pero cuando un partido tiene bases que funcionan, que se mueven, que protestan es más difícil. En Chile la lucha fratricida y narcisista de Lagos con Insulza terminó de liquidar un proyecto, porque mucha gente dice “que aprendan, ahora que se transformen en izquierda de verdad”, pero durante cinco años el proyecto se retrasará y eso tendrá consecuencias bastante negativas para millones de personas.
Lo de Chile abre un ojo al fenómeno de la burocracia política, cuidado con las burocracias políticas, cuidado con las dirigencias restrictivas; Ominami puede gustarme más o menos, pero simplemente no lo dejaron presentarse como candidato, le dijeron “tu te vas a llorar al cuartito”. Cuidado con las políticas restrictivas, Cuidado con maltratar a la gente, no nos podemos dar el lujo de maltratar a ningún compañero, la izquierda tiene una gran capacidad de maltratar a los suyos, es una especie de madre perversa. Entonces, cuidado con maltratar a nuestra gente pensando soberbiamente que es nuestra, que la conquistamos por algún derecho natural desde el principio. El poder se construye todos los días, no hay nada conquistado.
La reflexión sobre lecciones de experiencia comparada es: las situaciones de crisis económica como la de Venezuela pueden empantanar y hacer fracasar un proyecto de izquierda, pero hay otras razones para que fracase un proyecto de izquierda, como en Chile, y es que la pérdida de la base social de un partido lleva a que las cúpulas lo terminen destruyendo.
Y la tercera lección nos viene de Brasil. Es el tema de cuánto la lógica del poder termina contaminando lo mejor del partido. En el caso de Brasil eso se llamó corrupción porque en Brasil esas cosas se llaman corrupción; cada país tiene su síntoma, en Uruguay no pasaría eso, pasarían otras cosas. Es la contaminación de la lógica del Estado o de la lógica del gobierno trasmitida al partido y rompiendo el partido. Aun así, con esta advertencia y poniendo las barbas en remojo, creo que todavía tenemos izquierda para rato.
josé Luis Perera
Mar 15th, 2010
Exelente la exposición de Constanza, de lo mejor que he leído acerca de la temática del Frente Amplio, su situación actual y su futuro (aún no he leído las notas de Brecha a las que hace referencia). Va a lo realmente importante y no a lo accesorio. Un placer leerla. Voy a permitirme reflexionar sobre estos aportes en mis próximos artículos de EL POPULAR.