Un rumbo frenteamplista
Publicado el 17/07/09 a las 1:02 am
Por Pablo Anzalone – Dirigente del PVP-FA
Imágenes del Plenario Nacional
Para continuar con la opinión de Pablo Anzalone:
La campaña hacia las elecciones internas y los resultados del domingo 28 significaron un hecho político trascendente en la vida del país. Obviamente las condiciones en que se desarrolló son distintas a la elección de octubre, y no son trasladables los resultados. Sin embargo, el hecho en sí merece más de un análisis y pasados algunos días surgen algunas enseñanzas que como izquierda no podemos subestimar.
La confirmación del liderazgo de Mujica, ganando en los 19 departamentos y por amplio margen en todo el Interior del país, significa una definición trascendente para la izquierda. La población frenteamplista eligió a un viejo luchador con perfiles distintos al resto, con indumentaria, lenguaje y discursos diferentes, que concita una adhesión inusitada entre grandes sectores del país. Esta clara mayoría valida por un mecanismo ampliamente democrático la decisión del Congreso Zelmar Michelini donde delegados de comités de base de todo el país eligieron por más de 70% a Mujica como candidato a la presidencia. Teniendo en cuenta toda la prédica contra la representatividad de la estructura militante del Frente, vale la pena destacar este hecho.
La baja votación en general y en particular del Frente Amplio es un hecho preocupante para el que se pueden rastrear varias causas. Sin duda, el hecho de que todas las encuestas a lo largo de todo el período dieran un panorama claramente definido incidió para que mucha gente se omitiera en la elección. Porque coincidía con lo previsto por las encuestas o porque respaldaba al Frente más allá de sus candidatos. Sin embargo, la votación no es un hecho aislado, la movilización del Frente Amplio fue menor que la históricamente desarrollada y menor que la del Partido Nacional. En particular, en los jóvenes. Más vale, entonces, dejar de lado triunfalismos, conformismos, o autocomplacencias.
Está en cuestión el modelo de vinculación entre la fuerza política y el gobierno que se impuso desde 2005: la idea de una fuerza política prescindible que no juega un rol protagónico propio. Está implícita aquí una concepción donde el actor de los cambios es el gobierno. La política se reduce a apoyar lo que hace el gobierno. O por el contrario, en discutirlo. Sin duda, es bueno que la fuerza política pueda discutir las grandes opciones, las encrucijadas, los lineamientos fundamentales de la acción del gobierno. Eso ha faltado en este período y cuando se dio fue por exigencia de los comités de base y coordinadoras. Pero tampoco es posible y conveniente que el partido interfiera con la labor de gobierno; ambas instancias, fuerza política y gobierno tienen roles, y tiempos diferentes. Lo que falta claramente es una concepción que parta del rol propio de la fuerza política y que imprima dinamismo e iniciativa en su acción hacia la población. El Frente Amplio no desarrolló en estos 5 años ninguna campaña nacional, no convocó a toda su militancia a una movilización consistente, no abrió alternativas diversas para generar acción y organización política por carriles variados en los diferentes sectores. Por ejemplo, entre los jóvenes.
No existe una única forma de militancia, de convocatoria, de expresión política. Como no lo hay en lo social. Sin embargo, no hay cambios profundos y duraderos si no existe esa movilización política de la gente. Faltó una conducción política que promoviera fuertemente una estrategia de este tipo. La principal campaña de movilización popular en este período ha sido la recolección de firmas por la nulidad de la Ley de Caducidad, que fue apoyada tardíamente por la conducción del Frente. Hoy, un tercio de los votantes blancos aparece dispuesto a votar a favor de declarar nula la ley de impunidad, aunque sus dirigencias se opongan. Encartar la papeleta, integrar fuertemente el tema en la movilización frenteamplista, denunciar la complicidad de Lacalle con la impunidad, con los Gavazzo y Alvarez, es un compromiso del Frente.
Las fuerzas políticas tienen un papel fundamental en la educación política, en el impulso de valores dentro de la sociedad. Reducir su papel a ganar las elecciones y luego gestionar el Estado es amputar sus componentes más fecundos.
El resultado es un funcionamiento débil, basado en informes que circulan verticalmente. Una labor política de puertas adentro, cuyo vínculo con la población va perdiendo fuerza. Este tipo de acción política no es convocante, no entusiasma, no enamora. Y sus efectos no desaparecen fácilmente, ni aun ante la instancia electoral. No podemos, entonces, sorprendernos si la población frenteamplista responde en menor medida que las expectativas.
En las mayorías pobres de un país marcado por la fractura social, esas que reconocen a Mujica como alguien cercano, siguen operando muchos dispositivos de desmovilización. Sólo una estrategia que apueste claramente a esos protagonismos diversos puede construir un proceso duradero, un poder acorde. Hay que mirar para adelante, y cambiar el rumbo en este plano.
El Plenario Nacional del 11 de julio ha sido un paso. Necesitamos nuevas iniciativas en las que todos seamos partícipes.
Tomado de La República, 16/7/09.