Ponencia sobre participación y descentralización
Publicado el 11/07/09 a las 12:00 am
Por Walter Cortazzo
Agradezco al Centro Artiguista por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CADESYC) y a la Fundació Nous Horitzons de Cataluña la invitación a participar de este encuentro y saludo a los compañeros que me acompañan en esta mesa y a todas y todos los presentes.
Como ya han anunciado en este bloque trataremos el tema Modelos de descentralización, intercambio de experiencias. La amplitud, la riqueza y los desafíos del tema planteado obligan a tomar algunos puntos de la experiencia montevideana, insuficientes sin duda, pero que, a mi juicio, constituyen lo más novedoso de ella —por ende lo más complejo—, y cuyo desarrollo ha estado desde 1990 a la fecha en un proceso constante.
Haré además algunos comentarios y más que nada plantearé algunas interrogantes sobre la propuesta que el Sr. Intendente Doctor Ricardo Ehrlich presentó a la Junta Departamental el 18 de diciembre pasado y que en estos momentos está para el debate.
Es pues una excelente ocasión la realización de este encuentro, cuyos aportes serán parte del material que la sociedad montevideana, el sistema político y la academia deberemos seguir analizando, sintetizando y divulgando con el rigor que el tema merece.
Como sostiene José Luis Coraggio en su libro Descentralizar: barajar y dar de nuevo. La participación en juego, “la descentralización, como tema de las ciencias sociales, tanto como proceso real de la reorganización del estado, está hoy presente en la agenda de todos los países de América Latina. Es un asunto que está presente además en el interior de corrientes político ideológicas y teóricas contrapuestas, de proyectos sociales divergentes”. Y para el análisis de sendas propuestas las denomina como “propuesta neoliberal” y “propuesta democratizante”. Es entonces la descentralización antes que nada “una herramienta” que puede ser funcional, tanto al modelo neoliberal como al modelo democratizante, según la citada definición de Coraggio y que en mi caso comparto. Una herramienta que funciona para proyectos de contenido ideológico antagónicos.
Tomaré entonces dos aspectos del modelo Montevideano. Uno el que refiere al contenido ideológico expresado con mucha nitidez en el Documento 6. Bases programáticas para el gobierno departamental presentado por el Frente Amplio para las elecciones departamentales de 1989. Otro referido al carácter del formato o sistema de la descentralización en Montevideo. Finalmente me referiré de manera somera al proyecto de decreto enviado por el Intendente Municipal y que comienza a debatirse en breve en la Junta Departamental de Montevideo.
Dice el documento 6 en su capítulo 1 Fundamentos políticos y doctrinarios del programa departamental refiriendo a los objetivos del Gobierno del Frente Amplio: “El objetivo central de la gestión departamental del Frente Amplio es el de promover una profunda democratización de la vida social, política y económica del Departamento de Montevideo”.
Y en el mismo primer capítulo más adelante dice:
“En esta concepción, la planificación, instrumentación y ejecución del conjunto de políticas propuestas por el Frente Amplio supone y tiene como fundamento principal la información y la participación ciudadana.
«De acuerdo con lo expuesto anteriormente, el gobierno municipal a cargo del Frente Amplio se sustentará en dos pilares fundamentales: los vecinos de Montevideo y los trabajadores municipales.
Estos son los fundamentos básicos de orden político y doctrinario que están en la raíz de las propuestas programáticas del Frente Amplio que se desarrollan en los capítulos siguientes.”
Este enunciado expresa de manera clara los postulados programáticos para el desarrollo de la Sociedad Civil como sociedad políticamente activa y participativa en los aspectos:
• político (transparencia, participación directa en la decisión y gestión de la res pública, etc.);
• social (convivencia, igualdad de oportunidades, vínculos sanos, etc.);
• cultural (autoestima, pertenencia, valores de solidaridad, etc.);
• económico (trabajo, sueldo o ingreso, calidad de bienes, etc.).
El modelo montevideano claramente propone una descentralización democrática y una apuesta fundamental a la participación popular. La ecuación del modelo original propuesto es:
DESCENTRALIZACIÓN + PARTICIPACIÓN = DEMOCRACIA DE NUEVO TIPO.
Continenta una nueva dimensión de la democracia: la participación popular en régimen de democracia directa. En esta lógica la participación se vuelve un principio del socialismo del siglo XXI. Es su matriz principal. Es volver a colocar el tema de la participación en un lugar central: es volver a los clásicos.
Al decir “modelo original propuesto” refiero a que dicha propuesta programática fue la carta de presentación del Frente Amplio en su plan de gobierno a la ciudadanía de Montevideo en 1989. No hubo en este caso una exigencia popular. Para un país histórica y netamente centralista, fue una clara y revolucionaria propuesta de la izquierda.
Eje descentralización-participación
Es necesario ver este modelo de descentralización en el marco de una proyección social, de una orientación del cambio social que se pretende alcanzar que vaya transcurriendo hacia una proyección no capitalista. Es en este caso la proyección social la que le da colorido o significación concreta a este propósito de pasar de un modelo de centralización/ descentralización a otro.
Entonces esta discusión descentralización/centralización es un debate insoslayable sobre las formas del poder, sea poder político, sea económico, sea ese grado siempre presente de poder social.
Por tanto, este debate, desde la perspectiva del poder, se vuelve una discusión sobre las facultades para la toma de decisiones, para la disponibilidad y asignación de recursos, el número de instancias que se les subordinan o a las que queda subordinada la actividad económica de la comunidad y la planificación económica de la ciudad.
Descentralizar, ¿para qué?
Para establecer sobre el viejo orden centralista autoritario una nueva relación estado-sociedad.
Para establecer una “nueva geometría del poder”. Una mayor conciencia social, una práctica transformadora y una apropiación de nuevos conocimientos. El estado aprende, la sociedad aprende.
Para aplicar en espacios territoriales más pequeños la gestión pública, acercando el gobierno a la vida de los barrios.
Para conocer in situ las demandas y necesidades populares.
Para promover espacios de participación y gestión entre el gobierno y los habitantes de la ciudad.
Para trasladar recursos y potestades a las organizaciones de base en un aprendizaje de ida y vuelta.
Para establecer una combinación activa entre la democracia representativa y la participación popular.
Para concretar una planificación democrática, participativa, combinando planificación centralizada con capacidad y creatividad ciudadana. El horizonte de la descentralización en nuestro modelo es la promoción de la participación popular. La participación nma, sino como un medio para una democracia plena. Como un acto voluntario, un derecho, un acto de libertad que puede tener múltiples formas o manifestaciones.
Uno de los esfuerzos mayores que debemos realizar desde la izquierda es capacitarnos y difundir en los diferentes colectivos sociales el conocimiento y carácter de ese derecho.
Es un esfuerzo de largo aliento. No es tarea fácil en este mundo del consumo, en que las propuestas neoliberales del individualismo son muy poderosas. Sin embargo los resultados.aunque sean lentos, graduales y planificados, son altamente exitosos. Sigue siendo la construcción de futuro.
No por reiterada deja de ser válida la afirmación de que la participación en los quehaceres de la res pública va contra la corriente ya que nuestra cultura sigue basada de manera dominante en la representatividad o delegación.
Supone un cambio cultural radical y por ende de largo aliento. La participación en el sentido estricto de “tomar partido por algo”, “sentirse parte de”, es un proceso en permanente construcción, de enseñanza y aprendizaje donde los puntos de llegada positivos o negativos, son un nuevo punto de partida donde coexisten el sujeto colectivo e individual.
Hay pues una doble actitud frente a la realidad, la particular como individuo y la gregaria como parte de un grupo que aspira a objetivos iguales o similares.
“La solidaridad, la cooperación y la participación no son una restricción al interés particular, son potentes instrumentos para lograrlo”.
Participar, en esta concepción, es la capacidad y la posibilidad de tomar decisiones en la producción de espacios sociales, físicos, simbólicos o emblemáticos y participar del “control social” de esa producción.
Esta secuencia de acciones es un componente insustituible para que las personas y los colectivos organizados, asuman una postura activa, participativa, en lo que refiere al cambio o mejora de su realidad, de su entorno.
“Para poder transformar una realidad social hay que conocerla, y conocer no sólo sus características físicas: estado de la infraestructura, número de escuelas, puestos de salud, centros productivos, etcétera, sino también conocer las organizaciones y personas que habitan en dicha comunidad, especialmente aquellas que juegan un papel muy activo en ella, lo que llamamos las fuerzas más dinámicas de la comunidad. Por otra parte, debemos conocer no sólo cuáles son sus problemas, sino también sus potencialidades y sus oportunidades. Es fundamental saber dónde estamos parados, de qué situación partimos”.2 Y es aquí donde el sistema político, las instituciones públicas, la normativa existente, la cultura dominante, marcan la cancha.
Hay un largo repertorio de compromisos políticos para transferir potestades y recursos al pueblo organizado, para
1 Descentralizar: barajar y dar de nuevo. La participación en juego. (José Luis Coraggio. FLACSO-Ecuador, 2004) 2 Planificación participativa en la comunidad. (Marta Harnecker, Noel López. 2009).
2 que sea éste quien determine la gestión de una parte por lo menos de los recursos públicos, que en rigor le pertenecen.
El concepto que cada uno de nosotros tenemos de la participación suele ser diferente en función del lugar que ocupamos en la sociedad. Y a gran escala habrá siempre dos visiones: una la visión desde arriba, la descentralización desde el Estado, con sus recursos, sus normas, sus tiempos. Otra visión desde abajo, donde se reclama que para participar es necesario que las actividades tengan una escala que le dé sentido a esa participación. Que las propuestas que la sociedad realiza se incluyan en el gasto público, que el diálogo estado-sociedad sea fecundo. Esto nos interroga cuando cuando evaluamos el grado de participación popular en tal o cual momento. ¿Cómo se mide la participación? ¿Desde qué lugar? ¿Qué pasa con quienes según la medida institucional, no participan? ¿Es beneficiosa la participación a toda la población? ¿Conoce ésta la herramienta de la participación? ¿Si no la conoce, cómo puede participar? ¿Es un fin o un medio la participación?
Montevideo hoy
En Montevideo asistimos desde el 2004 a un fencular, novedoso y que hemos analizado poco. Al obtener el Frente Amplio el Gobierno Nacional el Municipio de Montevideo perdió protagonismo político dada la incursión en las políticas públicas territoriales del Gobierno Central, que hasta el 2004 eran “banderas distintivas” del gobierno del Frente Amplio en Montevideo. Si esto es correcto debemos agregar algunas interrogantes para comprender el clima social de estos últimos años en relación a la participación. ¿Qué lugar ocupa hoy la participación en el imaginario colectivo montevideano? ¿La identificación con “la ciudad” es la misma? ¿Cuánto pesa hoy la participación territorial frente a la diversidad de oferta institucional (nuevos modelos de distribución y regulación; cambios radicales en la modalidad de relaciones estado-sociedad)? ¿Los canales entre la institución, la política y la sociedad son adecuados? Hay otros aspectos de interés para el análisis. ¿La participación tiene una medida institucional y una medida no institucional? ¿De qué manera se compadece la participación con la creciente heterogeneidad que hoy muestra la sociedad montevideana?
Heterogeneidad que es resultado de desarrollos desiguales: según la historia, el territorio, la economía, la movilidad de vastos sectores y los vínculos culturales e históricos del lugar, entre otros. ¿En qué medida le sirve a ciertos sectores la participación, si no les modifica su ingreso o no les mejora las condiciones de vida? ¿La lealtad popular con el gobierno es inestable cuando la relación debe disciplinarse al “modelo institucional”? ¿La lealtad popular es estable cuando construye con el gobierno el modelo? Esto es materia de “velocidades”. Velocidad institucional y velocidad social. ¿La Institución, dada su potencia como herramienta en nuestro sistema democrático, deberá “orientar” o “elaborar” las propuestas participativas? ¿O deberá construir con la sociedad y el sistema político la oportunidad y los espacios en que sea la propia gente que “elabore”, que “oriente” y desarrolle sus capacidades? Para ello, el pueblo, los ciudadanos, deberán estar bien y a tiempo informados, apropiándose de herramiesno solo técnicas sino también metodológicas y vinculares sencillas para que se sirvan de las mismas. En este aspecto es necesario dar un salto en calidad, promoviendo de manera pública estas herramientas y conocimientos. Capacitación ciudadana, y capacitación política. No como una actividad más. Un Plan permanente. Un plan Ceibal para el conocimiento y la participación. Propongo una reflexión que considero de suma importancia para abordar el tema. Resultan excesivas las tareas encomendadas a los Concejos Vecinales. El liderazgo o conducción institucional, tiene su tiempo político, sus límites y tiende a saturar con su oferta de actividades la capacidad de los organismos sociales. Y si bien la propuesta estratégica sigue siendo correcta a diecinueve años de comenzado este novedoso proceso de cambio, el “corsé institucional” no supera por sí solo las reglas exigidas para el cometido: • No llega a amplios sectores, que no “se sienten” parte del sistema. Planes homogéneos, sociedad heterogénea. • Dispone de escasos recursos para satisfacer las demandas crecientes y cada vez más diversas.
• Más allá de esfuerzos aislados, siguen siendo dominantes las visiones particulares de los Departamentos. Visión departamentalizada.
• No se ha logrado concretar un plan de gestión descentralizada, motivador e inclusivo, articulado por el eje planificación-descentralización.
• La telaraña de la normativa y cierta desconfianza tecno-política impide el traslado de potestades y autonomía económica a los ciudadanos para concretar acciones participativas.
• Las complejas relaciones de poder del sistema político, bloquean la participación popular. No crean espacios para el debate. Hay una saturación de diagnósticos.
• Los recursos humanos destinados al proyecto son escasos y con inadecuada capacitación para el sistema descentralizado al día de hoy.
• Los trabajadores municipales son un actor insustituible para cambiar y mejorar esta situación. Debe replantearse su papel, pues no habrá gestión descentralizada, participativa, sin su opinión, su entusiasmo, sus capacidades. ¿Los trabajadores cómo se representan?, ¿cómo incide esa representación en el modelo? ¿bajo qué formas se organiza esa presencia de los trabajadores? ¿mediante asambleas, delegación, presencia en órgano consultivo o directivo?, ¿cómo? Podremos convenir en que la participación ciudadana cuyas herramientas hemos creado desde el Gobierno Departamental —sea por la territorialidad de los sistemas locales, sea por las leyes instituidas a partir de 1993 con la creación de la Juntas y los Concejos—, es una de tantas de las manifestaciones de participación que en el pueblo se desarrollan. Pero es una manifestación privilegiada.
Las y los Concejales, las luchadoras y luchadores de las Comunas Mujer, de Infancia, Culturales, de Usuarios de Salud, de guarderías, etc. son un capital humano de valor ciudadano altamente calificado. Su opinión es esencial para evaluar y eventualmente cambiar o corregir rumbos en la gestión,inclusive en las “formas del modelo”. Como dije al principio, este comenzó en 1990 como una propuesta revolucionaria del Frente Amplio. Hoy es propiedad colectiva de los montevideanosy montevideanas.
Esto es una conclusión sencilla del proyecto progresista que define que la democracia participativa se basa en una gradual y responsable transferencia de poder a los ciudadanos. Este enunciado, correcto sin duda, está aún en una etapa débil de construcción. Hemos comenzado a instalar una relación avanzada de democracia burguesa; pero para caminar hacia una democracia de nuevo tipo, participativa, son insuficientes los avances en esa transferencia de poder.
Deberá comenzar a realizarse una gradual y sostenida combinación de gestión coordinada con los órganos de naturaleza social (Concejos Vecinales, principalmente).
Hay que analizar las limitaciones e impedimentos que existen de carácter jurídico y político, y trabajar en ámbitos plurales los cambios que acompañen y se compadezcan con el sistema descentralizado, rompiendo las barreras que hoy, a diecinueve años, aún existen. (¿Asamblea constituyente?)
Domina aún la lógica tecno-política del Estado que en nada invalida la necesaria modernización de la gestión, pero que sutilmente privilegia la eficiencia a la participación del ciudadano como escuela democrática.
La exclusión es un hecho provocado, por lo que la educación, la información, tienen que estar al servicio de esa sociedad excluida para que conozca las relaciones del poder, se capacite para formar los líderes que guíen de manera exitosa la agenda de sus intereses. No lo harán si se espera que estas ciudadanas y ciudadanos se “ubiquen” en los espacios que el Gobierno Municipal propone. Los espacios de participación liderados por el estado, el municipio, por los partidos políticos, ¿tienen igual valor para el pueblo que si fueran coordinados con las organizaciones de base, los Concejos Vecinales, las instituciones sociales?
Estas interrogantes tienen que ver con el concepto de democracia participativa de “nuevo tipo”. Para una mayor profundización democrática, uno de las acciones principales es profundizar el modelo, haciendo que la gestión esté más vinculada al territorio. Deberá promoverse a través de los Concejos Vecinales vínculos con aquellas redes de democracia participativa muy numerosas que existen, pero que no tienen línea directa con el gobierno de la ciudad, ni se vinculan entre sí. Desde 1990 el proceso ha estado pautado por sucesivos ajustes formales y nuevas modalidades (división territorial, instalación de Juntas Locales, creación de los Concejos Vecinales, concreción del presupuesto participativo, capacitación ciudadana, regionalización) entre otros. Algunas acciones con fuerte contenido democrático como la aplicación de políticas sociales en el territorio, la participación social en el plan de ordenamiento territorial, la planificación estratégica local, el presupuesto de libre disponibilidad, debates en foros amplios, entre otras, deben servir de plataforma para lanzar medidas más audaces.
La participación popular en el terreno de la economía es una poderosa herramienta para la organización local, la disciplina ciudadana y la elevación de las condiciones de vida de los habitantes de la ciudad.
El “sistema” de la descentralización en Montevideo. Juntas Locales, Concejos Vecinales, Oficinas
Las Juntas Locales, concebidas como “órganos políticos de carácter ejecutivo” encierran la contradicción de tener una composición pluripartidaria de cinco miembros y, dada la cultura política dominante, tienden a convertirse en “deliberativas”. Y si bien la ciudad es “una sola” no está creado el espacio de negociación para que las Juntas junto al Ejecutivo Central evalúen políticas generales y locales. Las Juntas Locales, por su cercanía a la gente, negocian o deberían negociar permanentemente con los ciudadanos y a su vez trasladar al Gobierno los acuerdos o disensos fruto de esas negociaciones. La Juntas tienden a generar planes “por programa” y la estructura central, fuertemente departamentalizada, responde por sectores. Al analizar el factor “eficiencia” esto debe ser considerado como valor negativo para la misma. Una “visión ciudadana”, sin duda necesaria para una gestión eficiente, está compuesta de múltiples matices territoriales, sociales y económicos que son las partes esenciales de esa visión única. Esto requiere una sólida estrategia de equipo desde el centro, cuestión que no existe y esta falta de “plan estratégico situacional” tiene efectos negativos en las dos acciones principales del proyecto: la participación popular y la eficiencia en la gestión. Una política global debe tomar riguro4 sa cuenta del número de personas excluidas de los bienes públicos. No hay dos ni cien ciudades, pero hay realidades dramáticamente diferentes.
Lo más adecuado es mantener abiertos y permitir abrir nuevos espacios para que el pueblo pueda ir experimentando nuevas formas de socialización, nuevas vías de transformación, sin aceptar la presión de que o se encuadra en determinado formato de participación o queda fuera de esa democracia en la que de hecho es marginal. Entonces es necesario colocar en un cernidor riguroso el supuesto de que la descentralización tiene sus espacios “naturales”. Partamos de la premisa de que, de todos los organismos del sistema político-administrativo (entes, ministerios, organismos descentralizados), el Municipio es el que está en mejores condiciones para intentar un cambio. Su carácter de gobierno local electo por los ciudadanos le otorga una legitimidad de la que no gozan las agencias de los organismos nacionales . Pero si bien pueden existir los recursos, la vecindad con los órganos del gobierno nacional disminuye el perfil autónomo del Municipio. Más aún cuando, como en este caso, ambas escalas son administradas por el FRENTE Amplio.
El nivel nacional será más poderoso que el local.
La aplicación de una nueva distribución territorial y formal para Montevideo expresa una revisión que puede resultar muy dura y traumática luego de dieciocho años de experiencia laboriosa que con luces y sombras ha ido capeando situaciones que, en mi opinión, nada tienen que ver con la forma.
Han incidido más los avatares políticos partidarios, la lucha no centrada en la dialéctica sino en relaciones de poder entre la centralidad y la descentralización, la ausencia de una política integral, la permanencia de intereses particulares y en ocasiones político-sectoriales. Estas acciones han actuado como efecto desmotivador del proceso social participativo.
El predominio de históricas tendencias centralistas ha tenido entonces como resultado la conformación de un sistema descentralizado débil, con dificultades para constituirse en instancia fundamental del funcionamiento democrático. Una de las consecuencias es la frecuente confusión de competencias a nivel local entre aquél, el Municipio y el Gobierno Nacional. Ello conduce a superposiciones, estancamientos y bloqueos que repercuten negativamente en la vida de las y los ciudadanos. Tienen en esto un alto impacto los aspectos culturales de nuestra sociedad donde aquellos organismos no estatales pero que tienen, como el Concejo Vecinal, un fuerte apoyo político y una norma que los legitima, su “espacio” entra en las lógicas de poder del Estado y su “autonomía” queda prisionera de los tiempos burocráticos que actúan a diferente velocidad que los tiempos sociales. Lo que debiera funcionar como sistema funciona de manera caótica. Y por ende se ha instalado en el órgano de naturaleza social, con mayor o menor intensidad, la “lógica de la representación”, perdiendo en su mayoría contacto con la base social y sus movimientos.
Nada hace suponer que el ámbito local necesariamente está ligado al universo del departamento y del país. Carrasco Norte no reconoce a Carrasco Sur, y viceversa, por el hecho de que se los ubique en la misma jurisdicción territorial. Y así sucede con muchas zonas del centro, de la costa, de la periferia del área metropolitana. En este aspecto, y actuando el Gobierno Nacional con sus políticas centrales en el mismo espacio territorial, algunos sectores o zonas pueden requerir otras formas de articulación con el Estado.
Refiriendo a Montevideo, en el sistema descentralizado ya figura el interlocutor legitimado y común (Concejo Vecinal). Y aunque ha sido cuestionado (inoperancia, desmotivación, deserciones, delegatura, etc.), éstas carencias están vinculadas a la ausencia de potestades reales, a su cooptación sistémica del Municipio, a la soledad frente a los poderes centrales, a la disputa por espacios de poder que no son de su competencia, y a una evidente y difícilmente evitable dependencia funcional y política del gobierno central.
Es equívoco idealizar el ámbito local o tercer nivel de gobierno aún cuando su gestión pueda ser eficiente administrativamente y promover algunos nichos de interés en el campo popular. El ejecutivo central, las Regiones, deberían ser el soporte y las avenidas por donde debieran transitar los proyectos ciudadanos participativos y no actuar como ordenadores de los mismos, provocando un resecamiento costumbrista.
Los planes urgentes, el reunionismo, los pedidos de acciones de corto plazo, la referida agenda oficial, han ido encapsulando discusiones, aportes y, con una lógica tecnocrática, imponiendo el modelo y las formas de la participación, las elecciones de los Concejos Vecinales, de los Presupuestos, con un formato prolijo y netamente centralista. Los y las ciudadanas (los que conocen el sistema) juzgan la calidad de la participación no por el alcance y el número de personas “consultadas”, sino teniendo en cuenta si a éstas se les garantiza una participación sostenida, con un verdadero poder en el proceso de toma de decisiones. Esto sólo se puede conseguir si las organizaciones (tanto los Concejos Vecinales como las demás) disponen de los recursos adecuados para el desarrollo organizativo, la información, la capacitación, el apoyo técnico y el acceso directo a la toma de decisiones y control de la gestión.Si participar es “tomar parte”, “ser parte de”, en estas circunstancias es evidente que haya una retracción de los y las ciudadanas a tomar parte de un órgano que queda prisionero de estas reglas, de éstas lógicas.
Participar es además contar con la capacidad de tomar decisiones en la producción de espacios sociales, físicos o simbólicos, con sus necesidades y posibilidades. Y esto debe estar conectado con el medio departamental y nacional, para combinar visiones más amplias de un mundo, que de hecho tiende a mediatizar lo micro.
Este conocimiento integral le creará a los ciudadanos y ciudadanas el interés de participar del control social de esa producción. El reconocimiento de la geografía del territorio en lo social, lo ambiental y urbano deberá enseñar el grado de interés e inserción necesaria referente al conocimiento de la existencia de factores humanos, económicos, temáticos, polos de interés, etc. Es necesario enfatizar que la comprensión y la participación en el terreno de la economía es una poderosa herramienta para la organización local, la disciplina ciudadana y la elevación de las condiciones de vida de los habitantes. Es un desafío posible. Para una sociedad desigual, ¿los ámbitos son generales, son para todos? Podríamos partir de un búsqueda compleja y novedosa que es la de intentar abordar cuál es el punto o factor de menor desigualdad posible sabiendo que en esta sociedad no es posible la igualdad entendida como tal. ¿Cómo entonces se juntan en un mismo ámbito grupos desiguales en lo económico, en lo social, en lo cultural, en lo político?
Para Montevideo entonces, si se entiende que la aplicación de la ley nacional implica la creación de equis cantidad de Municipios, que posiblemente sean pocos comparativamente a las dieciocho zonas existentes, se deberá establecer previa-mente una consulta y un debate con los órganos de naturaleza social (Concejos Vecinales), los trabajadores municipales, y todos los actores sociales y políticos para afrontar un posible cambio que sin duda será traumático para los mismos. Supone cambio de vínculos y relaciones. Supone desarraigos espaciales, pérdida de ciertos afectos. Hay que considerar estas cuestiones.
Nada en política es para siempre y menos cuando se trata de la vida social en permanente cambio, pero es necesario reconocer que se va a construir sobre un modelo que tiene cierta solidez y una experiencia ciudadana muy particular.
Habrá que promover un caudal amplio de recursos económicos, políticos y técnicos, para dar a la participación una mayor presencia en el escenario ciudadano, a la vez que reformular, con la participación de todos, los cambios que resulten de ese debate. Muchas gracias.
NOTAS
1 Descentralizar: barajar y dar de nuevo. La participación en juego. José Luis Coraggio. FLACSO-Ecuador, 2004)
2 Planificación participativa en la comunidad. (Marta Harnecker, Noel López. 2009).