miércoles 22 de enero, 2025

Razones

Publicado el 22/06/09 a las 10:30 pm

Por Adriana Cabrera Esteve



Sin duda los familiares de los detenidos desaparecidos tenemos razones para ensobrar a favor de la declaración de nulidad de la Ley de Caducidad en octubre. La primera y sencilla lectura es garantizar el derecho a la justicia de ellos, los desaparecidos. Porque fueron detenidos sin mediar el accionar de la Justicia, fueron arrancadas sus declaraciones bajo tortura, fueron decididos sus destinos sin derecho a una mínima defensa, y les fueron aplicadas penas inexistentes, por inhumanas, en nuestro derecho: asesinato y desaparición de sus cuerpos. Es este accionar, la tortura, el asesinato y la desaparición, lo que convirtió al Estado en responsable de crímenes de lesa humanidad. Porque fue una política impulsada desde sus principales exponentes. Para realizarla habían usurpado el poder por la fuerza, perseguido y encarcelado a todos los que se le opusieron y sembrado el terror.

Por ellos, por los que fueron víctimas de la doctrina de seguridad nacional, vamos a votar a favor de anular la impunidad. Porque aclaremos, no fueron víctimas de una patota, no fueron víctimas de unos pocos desalineados, lo que hubo en nuestro país fue una política impulsada desde los altos mandos y aprendida por todos los militares del Cono Sur en la Escuela de las Américas.

Pero no sólo por ellos. Lo que está en juego en octubre es en qué tipo de sociedad queremos vivir. Lo que los familiares y luchadores por los derechos humanos hemos llamado NUNCA MÁS.

En los ´80, cuando a la apertura democrática le siguió la impunidad, todos nos sentimos vulnerables y al reclamar justicia, reclamábamos también, de alguna manera, garantías. Sentíamos que el lobo estaba allí, encerrado en los cuarteles pero listo a salir en cualquier momento con sus prácticas bárbaras. La justicia era y es una garantía de no repetición de los crímenes. Esperábamos que desalentara a los que habían torturado, asesinado y desaparecido seres humanos a no reincidir, como se espera de cualquier delincuente que no reincida en sus prácticas antisociales. Sin embargo, durante veinte años, eso no sucedió y tampoco hubo de parte de filas castrenses la construcción de una revisión autocrítica por haber violado la Constitución y avasallado las instituciones democráticas. Las dos miradas subsistieron en nuestra sociedad, sólo que una es democrática y la otra no. La otra es totalitaria y se sustenta en el no respeto a los derechos humanos.

En los últimos tiempos asistimos a un lento pero positivo proceso de democratización de nuestra sociedad y la población ha conocido mucho más sobre nuestra historia reciente que en los 20 años anteriores en que la complicidad y promiscuidad con los delincuentes de lesa humanidad eran políticas impulsadas desde algunos sectores de los partidos tradicionales en el gobierno. Estas políticas se amparaban en la necesidad de todos los uruguayos de encarar el futuro y dejar definitivamente atrás las tristezas del pasado. Es sólo que ese sentimiento común tiene dos caminos posibles, hacer las cosas bien de una vez o postergar indefinidamente la indignidad de no haber sabido defender un sistema de convivencia acorde con los valores humanistas que propugnamos. Ese dilema atraviesa la sociedad más allá de los partidos políticos. Está presente en hombres y mujeres del Partido Nacional, del Partido Colorado, del Partido Independiente e incluso en el Frente Amplio. Trasciende las posiciones tomadas por ellos indistintamente de los mecanismos de decisión que se hayan usado para resolver sobre este tema. Por eso en las jornadas de recolección de firmas nos encontrábamos con votantes y militantes de los partidos tradicionales que firmaban, algunos lo hacían público e incluso otros se sumaron a la campaña y juntaron firmas. Es a ese sentimiento de ciudadanía responsable ante el pasado reciente que apelamos ahora cuando nos preparamos para resolver algo tan crucial para nuestra historia. Demos vuelta la página, sí, pero después de haberla leído a cabalidad. De una vez por todas hagamos las cosas bien. Para eso, nos necesitamos todos. Para construir un país más democrático es preciso la voluntad concienzuda de cada uno en un accionar colectivo.

Hacer las cosas bien supone que dejemos definitivamente atrás las herencias de la dictadura.

¿Cuáles son esas herencias?

– La desigualdad ante la ley. ¿Cómo es posible que reclamemos prisión para los responsables de hurtos y robos callejeros cuando aún no se ha juzgado a los principales criminales que ha dado nuestra sociedad? ¿Es que unos son más delincuentes que los otros? ¿Es que los delitos más pequeños los convierte en peores delincuentes?

– La impunidad de los delitos más graves que se puedan cometer contra una persona y contra una sociedad. La tortura y la desaparición forzada son considerados crímenes de lesa humanidad porque cuando se cometen la víctima es la humanidad toda. Nuestra convivencia se degrada cuando respondemos con indiferencia ante situaciones aberrantes como éstas y por eso han sido varios los reclamos que nuestros gobiernos recibieron desde organismos internacionales como Naciones Unidas y la Corte Interamericana.

– La subordinación de un poder del Estado a otro. La Ley de Caducidad establece que el Poder Judicial consulte al Poder Ejecutivo si puede o no juzgar las denuncias de los crímenes cometidos durante la dictadura a pesar de que nuestra Constitución establece la independencia de los tres poderes del Estado y basa en esta independencia la calidad de nuestra democracia.

– La ausencia de revisión autocrítica de parte de nuestras Fuerzas Armadas. Todos los actores de la época han escrito y fundamentado su autocrítica respecto a su accionar menos las FFAA. Estas deben decir que en iguales condiciones no actuarían de la misma forma y dejar definitivamente atrás las doctrinas que sustentaron sus acciones.

– El miedo a cambiar, incluso para mejor. ¿Qué tienen para perder los que no infligieron dolor a hombres y mujeres maniatados? ¿Qué tienen para perder los que no jalaron el gatillo contra los detenidos? ¿Qué tienen para perder los que no ocultaron sus restos? ¿Qué tienen para perder los que no robaron sus hijos? Sólo tenemos para ganar una sociedad mejor.

Un Comentario para “Razones”

  1. Manuel Guarch

    Jun 26th, 2009

    Creo que me perdi una parte de esta trama, porque Adriana dice que «todos los actores de la epoca….menos las Fuerzas Armadas», me pregunto que autocritica se hizo Sanguenetti o los personeros civiles de las FFAA del momento con respecto a sus actuaciones y llendo un poco mas alla como van las FFAA hacerse autocritica si siguen siendo el aparato armado de la burguesia uruguaya y esta burguesia sigue teniendo todavia el sarten por el mango. Otro gallo cantaria si el pueblo armado idiologicamente saldria a la calle a exigir al gobierno de turno mas democracia dentro de las FFAA.
    PS: hubieron pactos y muchos de esos de que «tienen para perder…» estaban involucrados.

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